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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
El Yuma

Por Tania Isabel, Portugal

- Chao, bambinas!, se despide Dianelis de sus compañeras de botella, a la salida de la Universidad, montándose en el carro tour que le había parado. Eran dos días consecutivos, el mismo carro de turismo, en el mismo lugar. Nadie sabe decir como la mamá de Dianelis se enteró, un par de semanas después, de sus sucesivas desapariciones, presumiblemente con un Yuma.

La madre llego de Matanzas, en un yipi del trabajo del marido, y se sentó en el banquito de cemento de afuera de la escuela, a esperar que se acabaran las clases. Entre las cosas que habló con su hija, enérgicamente, pero bajito, hubo una confesión que le agrandó a la madre los ojos miopes, ya hiperbólicos por el cristal de los espejuelos de aumento:

- Que le diste la dirección, que se fue y no le dijiste que eras casada?__ Deletreaba trágicamente la madre.

- Eso si que no, Dianelis, mira que me matas__repetía, con la mano posada en el corazón.

La pobre señora se sentó de nuevo en el banquito, tensa y pensativa. Y en escasos segundos, ya tenía su plan.

Entro en el yipi, sin despedirse de Dianelis, que disimulaba su turbación diseñando con su tenis un arco en la arena del paseo. La madre declaró para su marido:

- La culpa es tuya, maniático sexual, ella salió igualita a ti- E hizo un gesto de avance con la mano, para que el marido, desorientado por la acusación, arrancara.
Instauraron un estado mayor en el portal de la casa, y la abuela, habitualmente desocupada, pasó a comandar la misión. Fue entrenada para atender el teléfono y de interceptar cartas en el portal, a disipar preguntas indiscretas, a preservar al marido de Dianelis de la duda de la infidelidad.

Doce días después comenzaron a llegar cartas. De amor. Perfumadas y con caligrafía de trazos anticuados. Ahí fue que la mamá de Dianelis casi se muere:

- Esto parece en serio. Que le habrá hecho la cabrona al gallego….

La vieja estaba encantada, a las 10 se estacionaba en la puertecita de hierro de entrada, con aire marcial, a esperar al cartero. El cartero, indiscreto, gritaba:

- Hoy sí, tía, carta del yuma!

La abuela se estremecía, ponía el dedo en la boca y aseguraba:

- Bajito, que esto es secreto!

Eran cartas febriles. Ardientes y con promesas de matrimonio. Tuvieron que someter a votación si contestar la verdad sobre el estado civil de Dianelis, o dejar la cosa andar, cuando la vieja, negada a desistir, tuvo una idea:

- Si nadie contesta el gallego piensa que esta equivocado y el solito desiste….

Pero un paquete vino a disipar sus insipientes dudas. Un paquete con toallas, sábanas y perfumes. Era lo que le faltaba a la abuela para simpatizar con el desconocido:

- Eso si es un hombre a la antigua…, suspiraba, oliendo un jaboncito del paquete. Miren esto: mostraba, sobre la cama, los bienes recibidos:

- Eso si son buenas intenciones.

La mamá de Dianelis estava lívida.

Dejaron el tiempo correr, llegaron dos paquetes más y un giro postal, pero como el tiempo pasaba, el marido de Dianelis fue movilizado a sembrar mangles a la ciénaga y la abuela estaba más relajada, pensó que la tormenta había pasado, pero nunca abandonó su contrato al lado de la puertecita de hierro. Era ella la que guardaba las cosas recibidas, administraba el dinero y aseguraba ante la familia en la mesa que su hermano en Miami al fin se había acordado de ella. La hija la intimidaba, en la cocina:

- Mamá, cuidado, recuérdese que su misión es mantener la casa lejos de los problemas.

- Yo sé, mija, yo sé. Hasta le doy café al cartero a ver si no grita cuando llega….
Ya estaba aburrida la abuela apostada en el portal de la casa, cuando un día, un carro de turismo entró en el barrio, iba despacio, inseguro, y las negritas del vecindario, gozaban:

- Mírala aquí! __señalando para la amiga del lado.

- Micaela, llegó tu Pepetur!

La vieja estaba asustada, cuando el carro, se apostó frente a la casa:

- Aquí vive Dianelis?

- Vivía….Ya ella se casó y vive en otra provincia.

- No puede ser: yo traje todo para casarme…

Cuando el hombre sorprendido dijo “todo”, señalo para los documentos que traía en el asiento del lado, la abuela, con temblores, (comenzaba a fingir una esclerosis de emergencia que le provocaba amnesia repentina en caso de irregularidad), curvó sus ojitos con astucia imaginando que “todo” eran mas sábanas jabones y toallas, declinó de su parte del trato y grito con energía:

- Dianelis, sale, que llegó el gallego!


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