Por
Jorge Ramírez Calzadilla
El cuadro religioso cubano presenta una peculiar complejidad
por la diversidad de formas y organizaciones religiosas que
lo componen y en especial por las notables diferencias entre
ellas. Esto responde a que históricamente se han establecido
distintos modelos socioculturales que han aportado modos distintos
de expresar la religiosidad.
De la cultura aborigen, quedan algunas huellas poco perceptibles.
Los modelos más importantes, el español y el africano,
establecieron respectivamente el catolicismo con carácter
hegemónico y expresiones cubanizadas conformadas en un
proceso de transculturación.
El modelo norteamericano importó el espiritismo y más
de 50 denominaciones protestantes. Por otras influencias se
han incorporado el vodú haitiano, formas religiosas de
chinos, el judaísmo, etc.
Si bien en la mayoría de la población existen
elementos religiosos, el pueblo cubano sin embargo no es eminentemente
católico, protestante, santero o espiritista.
Prevalece una religiosidad espontánea, asistemática,
referida principalmente a la cotidianeidad que se expresa en
variadas devociones, creencias y prácticas de contenido
más bien mágico y supersticioso.
Se destaca que en conjunto la religión no ha alcanzado
en Cuba un nivel alto de significación sociopolítica
en su intervención en la reproducción de la sociedad
concreta. Ha tenido sucesivos momentos de incremento y de recesión.
Se han verificado momentos de reactivamiento religioso en las
etapas colonial, republicana neocolonial y post "revolucionaria".
Actualmente, coincidiendo con una crisis socioeconómica
se constata un reactivamiento religioso, debido a múltiples
factores, desde 1989 y más aún en los años
noventa.
Al
igual que en otros muchos países modernos —en especial
en los que la nacionalidad se conformó con el aporte
de diferentes pueblos como en los latinoamericanos y caribeños—,
la sociedad cubana presenta una destacada diversidad en el campo
religioso derivada en su caso específico, como característica
fundamental, de un mestizaje racial, cultural, incluso religioso
y hasta económico, resultante de un proceso acertadamente
denominado de transculturación, a partir de la conquista
y colonización europea con la abrupta llegada de los
españoles, que imprimieron nuevos cauces al curso histórico.
Reiteradamente se admite que Cuba es un crisol de culturas,
una síntesis de diferentes raíces, desde las más
antiguas e influyentes hasta otras posteriores o con incidencia
menos destacada. Los etnólogos coinciden en estimar que
más del 80% de la población cubana actual es mestiza,
aunque en unos predominen rasgos típicos de negros y
en otros de blancos por entrecruzamientos anteriores que se
siguen produciendo. La economía, por su parte, se caracteriza
por la concurrencia en una misma etapa de relaciones propias
de diferentes sistemas socioeconómicos, ninguno de los
cuales —esclavista, feudal, capitalista o socialista—
ha alcanzado madurez de desarrollo ni coincidencia con modelos
puros.
En esa interrelación y fusiones la religión fue
adquiriendo una cierta complejidad con la que se manifiesta
en una multiplicidad de formas concretas.
En su conjunto, el fenómeno religioso cubano es heterogéneo
y contradictorio, con destacada presencia de sincretizaciones,
inserta en un sistema de relaciones sociales que han determinado
una cambiante pero establemente relativa significación
social y singulares vínculos entre religión, etnia
y raza, en una inicial asociación con lo aborigen, lo
hispano y lo africano —los dos últimos con reales
posibilidades de concretarse como identidad sólo en América—
y una posterior cubanía que terminó por borrar
distinciones de este tipo al conformarse como pueblo monoétnico.
Con autonomía de ortodoxias, pero derivada de ellas,
y del imaginario popular, existe una religiosidad que es propósito
de este trabajo demostrar es típica y prevaleciente en
la mayor parte de la población, como lo comprueban investigaciones
realizadas, descalificando así criterios acerca de un
supuesto indiferentismo característico de la sociedad
cubana en diferentes momentos.
Las peculiaridades religiosas presentan semejanzas con el campo
religioso latinoamericano y caribeño, con cuyos pueblos
el cubano participa de una identidad cultural, aunque a la vez
hay notables diferencias, en especial por una menor intervención
de la religión en la vida social, si bien se han verificado
momentos de incremento como un actual reavivamiento religioso
que acompaña a condiciones de crisis.
Modelos socioculturales y conformación del cuadro
religioso
La complejidad del cuadro religioso conformado en la sociedad
cubana responde a la variedad de formas religiosas distinguibles
entre sí por su origen, el contenido de sus ideas y representaciones,
los modos de organizarse y de expresar el ritual, el enfoque
de la sociedad, su inserción y el nivel de influencia
en ella. En esto ha incidido básicamente la referida
multiplicidad cultural. Varios modelos socioculturales han concurrido
simultáneamente y en sucesivas etapas acompañados
de formas religiosas concretas.
El primero y más antiguo de esos modelos es el aborigen.
Los pueblos autóctonos no alcanzaron los niveles de desarrollo
de las culturas mesoamericana e incaica.
Su religión no intervenía tan significativamente
en la reproducción de la sociedad como en aquéla
donde el poder y los elementos fundamentales para la vida (la
tierra, la cosecha, etc.) estaban sacralizados. Tampoco la dominación
española tuvo iguales repercusiones. Mientras el sistema
de vasallaje permitió la conservación de rasgos
culturales aborígenes en regiones de Latinoamérica,
perdurando originales ritos, símbolos y concepciones3,
las encomiendas en Cuba, derivadas en forma de esclavitud, daban
poco espacio a una influencia cultural en condiciones que por
demás determinaron la desaparición de aquellas
comunidades étnicas. No obstante, algunos rasgos no podían
ser borrados y de algún modo hubo aportes aborígenes
a la religiosidad cubana, como lo proponen recientes estudios.
La vertiente española del modelo occidental, establecida
largamente como cultura dominante por más tiempo en Cuba
que en la mayoría de las restantes colonias del continente
y prolongada en otras circunstancias, rotos los vínculos
con la Metrópoli, por la permanencia en el país
de españoles incorporados sobre todo a sectores comerciales
y agrícolas y por posteriores inmigraciones, implantó
el catolicismo en calidad de religión oficial y hasta
exclusiva. Sobre este catolicismo es necesario tener en cuenta
tres factores que lo condicionaron: por una parte, la dependencia
de la Iglesia católica a la Corona de España,
y una subordinación de las estructuras eclesiales locales
a las españolas con un estilo de actuación y unas
concepciones propias de ese país; por otra parte, el
clero que acompañó a la empresa colonial y por
mucho tiempo no fue un modelo ético ni de dedicación,
sobre lo que hay hechos que lo confirman; por último,
el tipo de catolicismo importado cerrado a las tendencias renovadoras
de la Reforma, con fuertes influencias moriscas, judaizantes
y de supersticiones medievales, no era realmente el catolicismo
de los grandes místicos, sino más próximo
al llamado catolicismo popular español. Por razones políticas
y de actuación pastoral, en resumen, el catolicismo en
su forma ortodoxa no alcanzó niveles altos de arraigo
en la sociedad cubana y en su contra incidió
un anticlericalismo que permeó el pensamiento más
avanzado e influyente.
El modelo sociocultural africano, constituido, al igual que
el español, por un conjunto de culturas de diferentes
pueblos, aportó distintas formas religiosas que en las
condiciones cubanas fueron modificándose hasta conformar
las actuales expresiones cubanizadas, entre ellas la Regla Ocha
o santería, de origen yoruba, la Regla Conga o palo monte,
de ascendencia bantú, las sociedades secretas masculinas
Abakuá, similares a nigerianas, y otras menos extendidas
como las Reglas Arará e Iyesá.
Deficiencias
en el trabajo del clero pero más aún el hecho
de que cristianizar al negro le ofrecía al esclavo un
rango de igualdad que no quería el esclavista, al que
además no convenía reducir las jornadas de trabajo
para la instrucción religiosa ni el cumplimiento de días
de precepto, unido a que en el conservar diferencias étnicas,
lingüísticas y religiosas evitaban la unión
en dotaciones y posibles sublevaciones, decidieron que la evangelización
del africano y sus descendencias no fuese efectiva, primase
una cierta tolerancia práctica por encima de disposiciones
formales y se verificase una sincretización entre elementos
del santoral católico y de las mitologías africanas.
Aunque difundidas en la población, las expresiones de
origen africano no podían constituirse en la religión
característica del cubano por la ausencia de estructuras
organizativas idóneas, al ser parte de la cultura dominada,
y las subestimaciones y discriminaciones sobre ellas sostenidas
por largo tiempo.
No tener en cuenta las profundas diferencias del modelo africano
y valorarlo aplicándole criterios occidentales, contribuyeron
a prejuicios e incluso a la consideración de religiones
amorales. Las recientes investigaciones demuestran un sistema
de valores aun cuando sean bien diferentes los códigos
cristianos.
La
vertiente norteamericana del modelo occidental arribó
a Cuba en la segunda mitad del pasado siglo y con más
influencia en el XX al aplicarse el proyecto neocolonial con
que se construyó la república desde la intervención
estadounidense en 1898. Con él llegó el espiritismo,
aunque teorizado desde Francia y más extendido en la
población cubana en variantes alejadas de la teoría,
de carácter básicamente utilitario y sincretizado
con el catolicismo y expresiones de origen africano. Introdujo
también el protestantismo reproduciendo modalidades con
que se fraccionó en los Estados Unidos, alcanzando la
cifra de 54 denominaciones evangélicas en el país.
Primeramente se instaló por cubanos que compartían
actividades independentistas a finales del siglo XIX, por lo
que han sido llamados misioneros patriotas los que poco después
fueron desplazados por norteamericanos con apoyo de las Juntas
Misioneras que le imprimieron una orientación norteamericanizante
al protestantismo en su acción social. Su llegada tardía,
ese sello extranjero y un ritual alejado del modo con
que la mayoría de los creyentes expresan sus creencias
y vínculos con lo sobrenatural, han incidido en que tampoco
el protestantismo capitalizase la religiosidad cubana, para
lo cual realmente ha dispuesto de menos posibilidades que otras
expresiones instaladas con anterioridad.
La cultura cubana ha recibido otras influencias con derivaciones
religiosas que aunque menos extendidas hacen aún más
complejo el cuadro religioso. Braceros haitianos inmigrados
para satisfacer demandas de la cosecha azucarera en la etapa
republicana neocolonial eran portadores del llamado vodú,
que refleja los sincretismos de religiones africanas y el catolicismo.
Entonces y desde antes fueron contratados campesinos chinos
bajo condiciones de semiesclavitud, los cuales tenían
sus propias creencias y prácticas religiosas muy poco
estudiadas en Cuba. Inmigrantes de nacionalidad hebrea instituyeron
en el país el judaísmo con varias organizaciones
y sinagogas. Formas filosófico-religiosas orientales,
como el bahaísmo, el teosofismo y otras son también
estudiadas y practicadas (ver en el anexo del final del artículo
una clasificación de expresiones y organizaciones religiosas
existentes en Cuba).
Un primer hecho, en conclusión, se constata en el cuadro
religioso cubano, y es que ninguna expresión religiosa
organizada ha logrado prevalecer de modo que llegue a caracterizar
la religiosidad en la sociedad, aun cuando unas —en específico:
catolicismo, espiritismo y santería— han alcanzado
mayor capacidad de influencia que otras. Puede afirmarse que
el pueblo cubano no es eminentemente católico, si bien
muchos sin una práctica consecuente e ideas religiosas
difusas declaran ser católicos; ni protestante, cuya
membresía en conjunto nunca ha sido notoriamente alta;
ni santero; palero o ñañigo; ni espiritista; a
pesar de la difusión que estas expresiones han alcanzado
incluso frecuentemente entremezcladas.
Un
problema entonces se plantea en el examen del fenómeno:
¿acaso el pueblo cubano es no creyente o indiferente?,
si no es así, ¿qué tipo de religiosidad
es predominante a nivel social? Hasta aquí se han aportado
algunos elementos que adelantan una respuesta, pero no cabe
duda que es necesario un análisis más profundo
y detallado.
Niveles de distribución de la religiosidad en
la población
Distintos observadores y analistas de la sociedad cubana en
épocas distantes entre sí, coinciden en apuntar
lo que consideran una relativa débil religiosidad.
Fernando Ortiz llegó a afirmar que lo que la caracteriza
en materia religiosa es el indiferentismo. Con ello coincidió
posteriormente el historiador y pastor presbiteriano Rafael
Cepeda. Antes, a mediados del siglo XIX, Nicolás Tarrea
consideró que «los habaneros debieran ser católicos
pero muchos son indiferentes». Por esa época la
prestigiosa novelista sueca Fredrika Bremer apuntó: «Entre
los extranjeros de diferentes nacionalidades establecidos en
Cuba, hay una sola y misma opinión sobre la ausencia
de vida religiosa en la isla». Un estudio reciente de
The American University sobre la religión en la etapa
"prerrevolucionaria" concluía que «Cuba
era predominantemente un país no religioso» y cita
a Margaret E. Crahan del Occidental College, quien calificó
la práctica religiosa de «relativamente significativa».
Realmente este indiferentismo está referido a formas
ortodoxas cristianas, en especial del catolicismo que debió
ser, por su ubicación en las estructuras del poder, el
sistema religioso más significativo. Esta debilidad fue
en cierto modo admitida por el arzobispo de la Habana en 1982
al decir que siempre las comunidades de practicantes han sido
poco numerosas, y por un análisis realizado por cristianos
que reconocían la existencia de una masa de creyentes
que no participan en las organizaciones eclesiales. La Agrupación
Católica Universitaria (ACU) en 1953 recogía en
las conclusiones de una encuesta nacional que las membresías
parroquiales sólo representaban entre un 2 y un 8% de
la población en sus respectivas zonas.
Cálculos
basados en observaciones, datos censales católicos y
cifras de miembros reconocidos por iglesias protestantes permiten
estimar que por los años ochenta la feligresía
activamente cristiana no llegaba a representar un 2% de la población
cubana (el total poblacional entonces era algo más de
10 millones); sin embargo esto ha variado posteriormente con
un crecimiento que analizaremos más adelante. Los miembros
de grupos de expresiones de origen africano y espiritistas se
consideraban en conjunto en cantidades algo más altas,
aunque su débil institucionalización organizativa
impide precisiones.
Paralelamente, los principales acontecimientos nacionales han
tenido una connotación ante todo laica, aunque lo religioso
ha intervenido pero en un grado mucho menos sensible que en
otros países latinoamericanos. Es decir, la religión
en Cuba ha alcanzado obviamente una significación social,
entendiendo por tal la influencia y capacidad de intervenir
en los procesos sociales, pero el nivel de su significación
ha sido regularmente bajo.
La razón de tal comportamiento, a partir de las propuestas
de François Houtart, se encuentra en la interrelación
entre las condiciones sociales de vida y las representaciones
religiosas. En Cuba los sistemas socioeconómicos establecidos
en diferentes etapas, colonial, republicana neocolonial y "revolucionaria",
han encontrado en sus propias relaciones sociales los mecanismos
suficientes para la reproducción de cada sociedad concreta
y la ideología ha tenido en ellos los elementos para
construir su justificación, sin necesidad de recurrir
como elemento básico a lo metasocial, para lo cual lo
sobrenatural, y por tanto la religión, se presentaría
con la fuerza que se le concede por encima de las variaciones
sociales. Ni el esclavista con la coerción sobre los
esclavos, ni el capitalista con las leyes de la ganancia, el
salario, la movilidad social y la violencia en caso necesario,
requerían, mientras esos recursos conservaron la excelencia,
de la religión como imprescindible,
Cada
sistema construyó su lógica de reproducción
sobre la base de elementos de la propia sociedad y no fuera
de ella.
Las investigaciones en zonas rurales cubanas han constatado
que los creyentes en esa población, en su mayoría
no están vinculados a una expresión religiosa
determinada ni son miembros de algún grupo religioso,
lo que reporta una escasa actividad de las organizaciones religiosas
con una mayor influencia del espiritismo, si bien en minoría.
Las creencias y las prácticas predominantes tienen
un contenido más bien mágico y supersticioso referido
principalmente a curaciones, espíritus, luces, aparecidos,
el mal de ojo y otras similares.
El anterior es un estudio antropológico con técnicas
sociológicas que se realizó en la década
de los ochenta y abarca 121 zonas rurales de siete de las 14
provincias del país. No es representativo estadísticamente
de la población rural, aunque ofrece una visión
aproximada de la realidad. Según las variables entonces
definidas se encontró que las creencias y las prácticas
se daban en mayor medida en las personas que no se definían
en una expresión religiosa organizada, en un primer nivel
que se caracteriza por considerar reales nexos inexistentes
o meramente casuales entre objetos y fenómenos, por encima
de los también no definidos que llegaban a personificar
lo sobrenatural (lo que puede estar indicando cierta diferencia
en la religiosidad rural respecto a la urbana según los
datos que más adelante se recogen en una muestra nacional);
ambos presentan proporciones más altas que la de los
que se definían dentro de un sistem a religioso determinado
y los no creyentes, como se constató en la sociedad en
general. Esto se advierte en la tabla 1.
Estudios sistemáticos desde 1983 sobre las festividades
religiosas más concurridas
en las que se veneran figuras preferenciadas popularmente (san
Lázaro, la Caridad, la Virgen de Regla, la Merced y santa
Bárbara, sobre las cuales confluyen versiones, leyendas,
mitos católicos y yorubas con la imaginación del
pueblo)\ en determinados templos y fechas y en celebraciones
domésticas, arrojan una asistencia que supera la membresía
de cualquier iglesia y las de varias juntas. Cálculos
sobre la devoción a san Lázaro, la de mayor concurrencia,
permiten estimar que en ella participa más del 1,5% de
la población, según datos que posteriormente se
ejemplifican, es decir, por encima de 150.000 asistentes a los
distintos locales de culto. Estos creyentes, procedentes de
diferentes zonas del país y de diversas ocupaciones (ver
tabla 2), mayoritariamente no son asiduos a templos católicos
ni a ceremonias de otras expresiones, sus creencias no se inscriben
en sistemas religiosos organizados y sus motivaciones se asocian
a problemas terrenales en la vida cotidiana (salud, protección,
solución de los más variados problemas familiares
y personales).
Por el conjunto de éstas y otras actividades investigativas
se ha precisado que la religiosidad cubana se expresa en tres
niveles principales de organización de la idea de lo
sobrenatural. El más bajo, de ideas poco estructuradas
y contenido mágico supersticioso. Otro intermedio en
el que lo sobrenatural aparece personificado generalmente en
figuras consideradas en sí mismas milagrosas sin que
ocupen un lugar en un sistema religioso. El nivel de más
alta elaboración incluye los sistemas de las expresiones
religiosas y supone la posibilidad de pertenencia a una agrupación
religiosa.
Tabla
1. Categorías de creencias y prácticas religiosas
en zonas rurales (1988). |
Categorías |
% |
No
creyentes
Vacilantes 10,4
Creyentes no definidos del nivel I
Creyentes no definidos del nivel II
Creyentes definidos 6,3
|
13,8
10,4
55,9
13,6
6,3
(N=1135) |
Fuente:
Estudio realizado en 121 zonas rurales de 7 provincias. |
Tabla
2. Asistentes a templos los días de San Lázaro
y la Caridad, por ocupaciones |
Ocupación |
% |
Obrero
Ama de casa
Estudiante
Técnico
Trabajador de servicios y administrativo
Jubilado
Profesional
Trabajador por cuenta propia
Campesino
Otros
No dijo |
19,9
23,0
10,6
6,3
18,2
9,9
4,5
1,9
3,6
10,6
1,0
(N=1135) |
Fuente:
Estudio realizado en 121 zonas rurales de 7 provincias. |
Tabla
3. Distribución porcentual de los grupos por presencia
o no en la conciencia
de elementos religiosos en la población |
Grupos |
% |
Resumen |
Grupo
I (no presentan elementos religiosos)
Grupo II (vacilantes o inconsecuentes)
Grupo III (elementos religiosos en el nivel
más bajo de elaboración)
Grupo IV (elementos religiosos en el nivel
intermedio de elaboración)
Grupo V (elementos religiosos en el nivel
más alto de elaboración) 14,20
|
13,60
14,79
19,27
35,81
14,20
(N=4.485) |
No
presencia
Vacilación
69,28% Presencia |
Con
esta estructura se constató en la conciencia de las personas
la presencia de elementos religiosos en cualquiera de los niveles
descritos, la no presencia o la vacilación, con lo que
se conformaron cinco grupos. De acuerdo con ello, al concluir
la década de los ochenta, en más de un 65% de
la población, ampliable a cerca del 85% si se incluye
la presencia en forma de vacilación o duda (grupo II),
existían de un modo u otro creencias en lo sobrenatural.
Los no creyentes (grupo I), por tanto, constituían una
proporción reducida. Estas creencias tenían un
carácter ante todo espontáneo, asistemático,
organizadas a un nivel bajo (grupo III) y mayoritariamente intermedio
(grupo IV), advirtiéndose en conjunto en más del
50% de la población. Las creencias que comportan mayor
estructuración y sistematización (grupo V) se
encontraban en una parte minoritaria23 (ver tabla 3).
El comportamiento de los indicadores de religiosidad demuestran
por qué los grupos IV y III determinan el tipo de religiosidad
prevaleciente en el cubano, al ser sus indicadores específicos
los más apuntados y estar distribuidos en los tres grupos
que comportan creencias. Los porcentajes más altos corresponden
a creencias asociadas a la práctica, reflejan ideas imprecisas
sobre la muerte, curaciones mágicas, la suerte, el contacto
con espíritus, los rezos y ceremonias como vía
para solucionar problemas. En la medida que se acercan a ortodoxias
las cifras decrecen, siendo menos señalada la pertenencia
a una agrupación religiosa (ver tabla 4).
Tabla
4. Comportamiento de indicadores de religiosidad en los
sujetos creyentes. |
Indicadores
o grupos de indicadores |
%
de sujetos que los señalaron |
—
Considerar que el momento de la muerte
está predeterminado o es posible que lo esté.
— Indicadores de contenido práctico-mágicos
referidos a curaciones, acciones para tranquilidad
de los muertos, figuras milagrosas.
— Indicadores sobre existencia de espíritus,
aparecidos y la comunicación con los muertos.
— Considerar que es bueno y deben celebrarse bautizos,
fiestas de santos y la semana santa.
— Admitir la asistencia a actividades religiosas,
acudir dirigentes de culto y visitar hermanos de grupo religioso.
— Admitir la pertenencia a una agrupación religiosa |
74,36
entre 65,26 y 40,35
entre 40,06 y 20,22
entre 17,55 y 15,36
entre 6,70 y 3,19
2,29 |
La
religiosidad más extendida en la sociedad cubana, en
resumen, se caracteriza por ser espontánea, con relativa
autonomía de formas organizadas (aunque ha incorporado
elementos del catolicismo, de las expresiones de origen africano
y del espiritismo), asociada a la vida cotidiana en términos
más bien utilitarios.
El reactivamiento en condiciones de crisis social
Es
opinión generalizada que el mundo contemporáneo
asiste a una crisis tanto en lo económico, con una creciente
pobreza, desigualdades entre naciones, estancamientos del desarrollo,
como en el campo social y de la vida espiritual por injusticias,
discriminaciones, conflictos étnicos, consumismo desbordado,
un materialismo vulgar y la ilógica destrucción
del medio ambiente. Se afirma repetidas veces que se produce
una crisis de racionalidad, de paradigmas y de valores. Es en
realidad un cuestionamiento de la racionalidad, de los modelos
y de los valores con que se ha construido la modernidad que
han conducido a la humanidad a una tal situación. Por
ello hay quienes reiteradamente aseguran que el hombre de hoy
día está necesitado de utopías y que se
accede a una vuelta a la religión. Lo cierto es que,
como en otras ocasiones, la religión incrementa su importancia
y su papel en momentos de crisis.
Cuba no escapa a esta coyuntura de alcance universal, y en su
caso particular ello se agrava con una situación crítica
en la economía, de serias proporciones, que ha afectado
a otros campos y con riesgos en la vida social en general.
Una
derivación de las consecuencias del período especial
es un notable reactivamiento religioso constatable en un conjunto
de indicadores cuantitativos y, más aún, cualitativos.
Este fenómeno se advierte en un aumento de la asistencia
a ceremonias religiosas según reportan iglesias y dirigentes
de culto (sacerdotes, pastores, babalawos, etc.); crece el número
de bautizos con un salto en los noventa, en relación
a 198825. En 1988 en Cuba se celebraron 14.440 bautizos, en
1990 fueron 58.130 y 70.081 en 1994, que se concentraron en
la arquidiócesis de La Habana, que incluye la capital
del país (ver tabla 5).
Otras ceremonias (iniciaciones de santería, responsos
y otros ritos mortuorios) son muy solicitadas; se producen las
cifras más altas de participantes en las festividades
más concurridas (el salto se produce en la devoción
a san Lázaro, también en 1989, con un incremento
en las 36 horas en que habitualmente se da la asistencia más
alta de 11.100 personas más que en 1988, alcanzando en
1995 la cantidad superior, ver tabla 6); se observa una mayor
utilización de signos religiosos visibles (crucifijos,
collares, pulsos, vestimentas); son más numerosos los
vendedores de artículos religiosos y de usos rituales
en los alrededores de templos y en el comercio; es más
notable la presencia de lo religioso en la música popular,
la literatura y la plástica; hay una demanda creciente
de textos religiosos (especialmente relacionados con expresiones
de origen africano), y otros muchos indicadores más.
Tabla
5. Cantidad de bautizados y de bautizos por años
(frecuencia bianual) en Cuba. |
Año |
Total
de
bautizados |
Cantidad
de bautizos |
Bautizos
en la arquidiócesis
de La Habana |
1986
1988
1990
1992
1994 |
4.141.600
4.002.000
4.110.000
4.857.000
— |
26.534
34.440
58.130
68.948
70.081 |
15.664
20.157
—
—
32.375 |
Tabla
6. Asistencia por años al santuario de El Rincón
(devoción a san Lázaro). |
Años |
Asistentes |
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995 |
68.800
79.900
86.700
85.600
90.300
93.000
96.000
97.000 |
Las
razones por las que se produce este reavivamiento son numerosas.
Siendo la religión un fenómeno multideterminado,
interactuante con diversos aspectos, incidente en muchos campos
de la vida social e individual, sus movimientos no pueden ser
explicados por un solo factor o un número reducido de
ellos, sino por un conjunto o más bien un sistema de
factores que operan en una relación causal. Pero no cabe
duda que insatisfacciones, desorientaciones, sentimientos de
desprotección, que caracterizan las crisis sociales,
potencian el recurso religioso como explicación, respaldo,
esperanza y la búsqueda de protección en lo sobrenatural.
No es éste el primer reactivamiento religioso en Cuba,
se han verificado otros anteriores también acompañando
situaciones de crisis, como durante las guerras independentistas,
los conflictos sociales y políticos de los años
treinta y a finales de los cincuenta. Las consecuencias a nivel
social y al interior de la religión pueden ser variadas,
unas transitorias y otras con más permanencia.
Por
lo pronto se advierte que se acentúa la tendencia al
movimiento hacia las formas religiosas popularizadas asociadas
a la cotidianeidad y a la solución milagrosa, menos comprometedoras
en el plano ético y organizacional, a la vez que, por
otra parte, hay una búsqueda en la religión de
solidaridad, de ideales de vida, de valores morales, de modelos
de conducta y esperanzas. El carismatismo, por su incidencia
en curaciones con la sanidad divina, sus cantos movidos, el
trance, que hacen que su liturgia esté próxima
al modo con el que el común de los creyentes cubanos
acostumbra a expresar su religiosidad, parece ser que tiene
condiciones favorables para un crecimiento, como ya se advierte.
Clasificación
de formas concretas y agrupaciones que conforman el cuadro religioso
cubano
I. Cristianismo
1. Iglesia católica: actualmente está organizada
en ocho diócesis con cerca de 600 templos en total. Cuenta
con un cardenal, 10 obispos, 235 sacerdotes, 23 hermanos y 465
religiosas, que totalizan 734, de los cuales el 55% es extranjero
y el 48,9% se concentra en la arquidiócesis de La Habana.
Dispone de 2 seminarios, 3 hospitales y edita varias publicaciones.
Existen relaciones diplomáticas entre Cuba y el Vaticano.
2. Iglesias protestantes: en conjunto poseen cerca de 900 templos,
más de un centenar de casas de culto y 5 seminarios.
Editan varias revistas. La casi totalidad de sus pastores y
ministros son cubanos.
2.1. Protestantismo histórico (presbiterianos, metodistas,
bautistas, episcopales, cuáqueros y luteranos): surgieron
en Europa en la época de la Reforma. Iniciaron la fundación
de obras en el país al finalizar el pasado siglo. De
ellas han surgido destacados teólogos.
2.2. Protestantismo tardío (26 iglesias pentecostales
y otras como adventistas, nazarenos, salvacionistas, gedeonistas,
católicos liberales, iglesias de Cristo): el conjunto
es muy heterogéneo, integrado por iglesias creadas principalmente
en el siglo XIX. Llegaron a Cuba procedentes de los Estados
Unidos a lo largo de la presente centuria. Hay en ellas fundaciones
cubanas.
2.3. Expresiones alejadas del cristianismo tradicional (Testigos
de Jehová, la de mayor extensión después
de la Iglesia católica, y Ciencia Cristiana, integrada
por dos iglesias en un solo templo y reducida membresía).
II. Expresiones de origen africano
Conformadas a partir de originales religiones africanas portadas
por esclavos. Se organizan en grupos independientes sin una
estructura central.
Santería (Regla Ocha): procedencia yoruba. Su culto se
centra en un extenso panteón de deidades y una rica mitología.
Palo Monte (Regla Conga): es un conjunto derivado de religiones
de pueblos bantú, que consideran que la fuerza de lo
sobrenatural reside en la naturaleza.
Sociedades Secretas Masculinas Abakuá (ñañiguismo):
de procedencia nigeriana.
A diferencia de las anteriores que realizan el culto en casas
templo, ellas disponen de templos localizados en la parte occidental
del país. Sus agrupaciones tienen una cierta formalidad
organizativa.
Otras agrupaciones localizadas en zonas (Arará, Iyesá,
Longobá): están menos extendidas y ubicadas en
la zona central.
III.
Espiritismo
Difundido en la población. Llegó al país
el pasado siglo. Tampoco dispone de una estructura organizativa
central y se manifiesta en varias vertientes.
Científico o de mesa: son grupos reducidos, seguidores
de la teoría de Allan Kardec, sistematizador del espiritismo.
De cordón: más extendido en las zonas orientales.
Recibe ese nombre por la forma de su culto en fila o cordón
humano. Ha incorporado elementos del cristianismo y de expresiones
de origen africano. No se caracteriza por el dominio de la teoría
kardeciana.
Cruzado: presenta un fuerte sincretismo con las Reglas Conga
y Ocha. Tiene un rasgo importante de utilitariedad.
Espiritistas no organizados: prácticas domésticas
de médiums.
IV. Expresiones portadas por antiguas inmigraciones económicas
y sus descendencias Tienden a decrecer al cesar el movimiento
migratorio que las introdujo en el país.
Judaísmo (de nacionalidad hebrea): fundaron varias sinagogas
y asociaciones. Actualmente no cuentan con rabinos. Ha influido,
de modo aún no suficientemente estudiado, en la cultura
cubana.
Vodú: de braceros haitianos que llegaron por la demanda
de fuerza de trabajo barata para la cosecha azucarera. Se instalaron
en la zona oriental. El vodú es un conjunto de formas
sincretizadas entre religiones africanas y el catolicismo.
Religiones de braceros chinos: eran campesinos traídos
a Cuba bajo engaño y duras condiciones de vida. Su religiosidad
e influencia de la misma ha sido poco estudiada.
V. Agrupaciones filosófico-religiosas orientales
Asamblea Bahai: cuenta con un templo y reducida membresía
en varias provincias del país.
Sociedad teosófica: dispone de un local y sus miembros
tampoco son numerosos.
VI. Una religiosidad espontánea, no organizada, sin conformar
agrupaciones Identificable con el concepto de religiosidad popular.
Es el tipo de religiosidad más extendido. En él
se advierten elementos principalmente del catolicismo, expresiones
de origen africano y del espiritismo, algunos de ellos sincretizados.
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