Por
Jorge Felix
Editor del Semanario "El Veraz"
Fragmentos de la Novela "Desde la Penumbra"
En
la carpintería de la escuela de medicina, hacía
los juguetes, de su hermanito. Cogía cualquier
pedazo de madera y se ponía a trabajar.
¡Lo contento, que se ponía cuando le llevaba
un carrito!- pensó- Se le alumbraba la cara, los
ojos, todo, su
cara era un poema.
Todos
los fines de semana, cuando iba a la casa, le tenía
que llevar algo. Los sábados, el niño no
se movía de la ventana del último cuarto.
Cuando
veía que venía por la calle, salía
corriendo, a abrazarlo y a darle muchos besos. Enseguida
después le preguntaba lo mismo de todos los sábados:
¿Qué me trajiste?
Sonrió al recordar su cara. Ya este carrito, lo
estaba terminando. Con él, el niño fue por
primera vez al Cine. Cuando se sentó, en la sala
oscura, sus ojos no podían estar más grandes.
Era
una película rusa, pero trataba de unos niños
que trabajaban en un circo. Habían elefantes, tigres,
leones, caballos y todo el tiempo decía: ¡Mira
eso!... ¡Qué bárbaro!, Oye el león
por nada se come al niño.
El
se reía, por la cara que ponía él,
su cara, mostraba todas las manifestaciones en formas
muy marcadas, inocencia, tristezas, alegrías, miedos,
era para filmarlo.
Cuando salió del cine, lo único que le preocupaba
era si la niña y el niño no se habían
casado.
En la casa, se pasaba el día, jugando con él.
Lo mismo se lo montaba en los hombros y salía a
correr por el parque o se los subía en los pies
y se ponían a bailar, que se ponía a jugar
a la pelota o simplemente, le dibujaba un caballo en un
cartón, para que él lo recortara y se pusiera
a jugar con él, por todo el piso, como si fuera
de verdad.
Muchas veces, cuando se encontraba con cualquier muchacha,
él decía que el niño era su hijo
y entonces las muchachas se fijaban más en él.
Hasta que lo descubrían y se morían de la
risa.
Pero había conocido a la muchacha de su vida. Margarita,
como le había gustado. La conoció en Manzanillo,
cuando fue de vacaciones. Tenía una sonrisa bellísima.
Era de ese tipo de muchachas, bonita, flaca, pero con
unos senos inmensos, algo realmente muy raro. Pero lo
tenía loco.
Tan es así, que cuando lo invitó a su casa
en el mismo campo, no le había importado que viviera
tan mal. Vivía cerca de Campechuela, en un lugar
llamado Ceiba Hueca, en el medio del monte, mejor dicho
encima del monte.
Había
subido por todo el trillo, no había ni caminos,
solo se subía a caballo. Pero él llegó
a pie a la casa, todo enfangado, hasta las rodillas.
La
casa, era un bohío, pero a él, no le importaba
eso, no era de las personas que calculaban, no le importaba,
donde viviera la mujer, de la cual se enamorara. Los padres
habían sido amables, en fin, toda la familia era
humilde, pero con un corazón tan grande como la
tierra. Eran puros campesinos, vivían de lo que
sembraban.
Estaban tan enamorados, que ella, fue para la casa de
una tía, que vivía en la Habana, para estar
cerca de el. La visitaba tres veces por semana. Pero lo
más simpático fue cuando ella fue a su casa,
por primera vez. De hecho él, había sido
el primero de los hermanos en traer a una novia a la casa.
Todo
el mundo, se sorprendió, de lo natural, que vino
ella y le dio un beso a él, en la boca. Todos sus
hermanos se morían de envidia.
La tía de ella, era sumamente, sería. Decía,
que cuando se iba la luz no podía haber visitas.
El se pasaba rezando todo el día para que la luz
no se fuera. Pero cuando se iba, seguía rezando
para que viniera lo antes posible.
Cuando
la visitaba, la tía no se movía de la sala.
Era un sapo, un verdadero sapo. Solo podían aprovechar,
cuando se quedaba dormida en el sillón.
Recordó el día que se pusieron de acuerdo,
para encontrarse en el cine, una vez que terminaran las
clases. Pero desgraciadamente, en el último turno
de clases, había llegado el Profesor de Anatomía,
que además era el Secretario del Partido de la
Facultad, para informar que todos los alumnos, tenían
que participar, después de ese turno, en una manifestación
que se iba a organizar.
Ese
profesor era el peor hijo de puta, de todos los hijos
de putas que habían en la Escuela de Medicina.
Él, sin quererlo, se lo había echado de
enemigo, solo porque muchas veces, lo hizo quedar en ridículo,
en las clases, cuando explicaba cualquier tema y el se
daba cuenta que no lo dominaba.
Todas las semanas inventaban una manifestación,
por cualquier cosa. Pero había decidido, que su
novia, que lo estaba esperando, no podía quedarse
allí embarcada. Había asistido a algunas
manifestaciones, sobre todo, a las del primero de mayo,
en la que no había justificación para no
asistir. Específicamente a esas, no se podía
faltar, con la excepción, que se trajera un certificado
médico, que demostrara que se había estado
enfermo ese día.
Se habían copiado, de las manifestaciones del primero
de mayo que se hacían en la Unión Soviética
y otros países socialistas. Era una táctica,
para demostrar al mundo, que el pueblo, apoyaba el gobierno.
Pero
nadie, en el mundo, se imaginaba, lo que había
detrás de esas manifestaciones, que nunca han sido
voluntarias, para la inmensa mayoría de la población.
Pasar por delante, de la tribuna y ver a Fidel Castro,
Raúl y otros miembros del gobierno, levantando
la mano, saludando, a los carneros, era algo trágico,
cómico. Ellos solo perseguían una cosa,
exportar la mentira.
Por eso, cuando estuvo a punto de empezar la manifestación,
el Profesor empezó a pasar la lista. Todos estaban
formados, en plena calle. Cuando mencionaron su nombre,
enseguida levantó la mano. Ahora, solo tenía
que esperar a que cuando comenzara el desfile, disimuladamente
irse alejando del grupo y dirigirse para el cine, donde
Margarita lo estaba esperando. Así lo hizo. Cuando
se alejo a determinada distancia, dobló por una
cuadra y se mandó a correr.
Por fin llegó quince minutos después, que
habían acordado, pero ella estaba allí en
el Parque Central. Entraron al cine Payret, pero desde
luego que la película aquella, no le interesaba.
Se fueron para la banda derecha de los últimos
asientos del cine. Por fin, por fin podían besarse,
como les diera la gana. Y estaba loco por besarles sus
senos, tan terriblemente grandes. Pudieron disfrutarse
en grande. Solo besos, solo abrazos y como decía
ella:
- ¡Solo de la cintura para arriba!
Pero mientras trabajaba fuertemente por arriba y que ella
estaba a punto de estallar, el disimuladamente, como si
estuviera desactivando una dinamita, se zafó los
botones del pantalón y sacó aquello, muy
lentamente sin que ella se diera cuenta.
Ella
lo abrazaba encendida, mientras lo besaba. Cogió
la mano de ella, muy lentamente, la bajó hasta
situarla encima de aquello. El susto, no evitó
que ella le perdonara, aquella diablura de él.
Se
siguieron besando, hasta el punto que parecía que
se iban a tragar. Se lo acariciaba, como nunca se lo habían
hecho. La verdad que nunca nadie se lo había hecho.
A pesar que lo arañaba un poco, tuvo que enseñarle
como le resultaba más cómodo. Por fin, para
ella había sido una sorpresa total, era la primera
vez, que tenía aquello en la mano. Era, la primera
vez que había hecho aquello y recibio su premio.
Al otro día, cuando llegó a la Escuela de
Medicina, se encontró, con la noticia, de que el
profesor había pasado la lista de nuevo, cuando
terminó la manifestación. Que había
dicho delante de todo el grupo, que esa burla le iba a
costar caro al alumno Andrés.
Inmediatamente después se encontró con el
profesor en el pasillo:
- A usted, Señor Andrés, le va a costar
caro, el haberse ido de la manifestación. Hoy a
las nueve de la mañana, he pedido una reunión
con el consejo de dirección para analizar su actitud.
- Pero Profesor, si yo no he hecho nada.
- ¿Cómo que nada? Usted no asistió
a una actividad, a la que, como revolucionario debía
de haber asistido. Y ya nos hemos dado cuenta, de su apatía
por las tareas de la revolución. No es la primera
vez, que usted hace eso. Hemos averiguado entre los estudiantes
y no es la primera vez que lo hace. Dígame, usted
¿se piensa que la revolución está
dormida en los laureles? ¿Pensó que nadie
se daba cuenta? Pues se equivocó. Lo hemos averiguado
todo, usted nunca se manifiesta, usted sencillamente es
de los solapados. Y en este país hay que ser firmes,
contra cualquier manifestación de apatía.
Inmediatamente
después de eso, se hizo la reunión. El no
sabía que decir, sencillamente, no le dejaban hablar.
Aquello se convirtió en una jauría humana,
bajo la batuta del profesor y secretario del partido.
Le dijeron gusano, que tenía problemas ideológicos,
que la Universidad era para los revolucionarios. Leyeron
la opinión del secretario de la juventud del grupo.
En fin que estaba listo para ser expulsado de la Universidad.
Y así lo hicieron.
Cuando llegó a la casa, no sabía que decir:
Todavía no se imaginaba, no sabía que había
pasado. Aun no comprendía nada, aunque lo tuviera
de frente. Había entrado por la puerta y al verlo
la madre le preguntó:
- ¿Qué te pasa?
- No, nada.
- Cómo que nada, con esa cara que tienes. ¿Qué
te ha pasado? Explícame.
Se sentó y mirándose las manos, con la vista
baja le dijo:
- Me botaron de la Universidad – le dijo sin levantar
la vista
El grito de la madre, se pudo oír en toda la casa:
- ¿Como? ... ¿en qué te has metido?-
Le dio un bofetón allí mismo- ¿Qué
hiciste? Dime ¿Qué hiciste? Porque te voy
a entrar a golpes, ahora mismo.
Él llorando, le pidió que se calmara, para
poderle explicar. Por fin después de mucho tratar,
logró contarle, todo lo que había pasado.
La madre, después de haberlo escuchado, se puso
las manos en la cara y comenzó a llorar.
- Dios mío, ay Dios mío, que no hay tregua
con nosotros. Primero, tu hermano y ahora tu. Qué
desgracia Dios mío. Nosotros no nos merecemos eso.
Es injusto, Dios mío, es injusto.
- Mami, cálmate. Yo voy a apelar, Mami. No te pongas
así. Yo no he hecho nada malo.
- Dios mío, cuando se enteré tu padre, va
a poner el grito en el cielo.
- Mami, por favor no se lo digas, por favor.
- Estás loco, qué podemos hacer, es mejor
que se enteré ahora, porque después será
peor.
Los hermanos fueron llegando y se fueron enterando a medida
que llegaban. Se había hecho un silencio, sepulcral.
Solo faltaba una persona en la casa, que entraba en esos
momentos por la puerta. Cuando llegó al comedor,
miró para todos los presentes.
- ¿Quién es el muerto? ¡Esto parece
un velorio!- dijo el padre
- Viejo, siéntate, que quiero, explicarte lo que
ha pasado- le pidió la madre.
El viejo se sentó en su sillón. Escuchó
con mucha calma todo el tiempo, sin preguntar absolutamente
nada. Cuando se le contó todo, con lujo de detalles,
se recostó hacia atrás, mirando hacia el
techo. El silencio era total. Estuvo en esa posición
largo tiempo. Por fin bajó la vista.
- ¿Que vamos a hacer viejo?- preguntó la
madre.
- Ya se lo que tengo que hacer, me voy a poner el mejor
traje que tengo y voy a ir a la Universidad muy calmadamente.
El profesor ese, se va a imaginar, que soy otro médico.
Cuando me dé la mano - en ese momento se puso rojo
de ira- le voy a meter una puñalada en el medio
del corazón.
Tremendo alboroto que se formó en la casa, el viejo
tratando de levantarse del sillón, todo el mundo
aguantándolo, los gritos, las súplicas,
el llanto de los muchachos. Hasta que por fin la madre
le gritó:
- La culpa la tienes tu, por hablarles como le hablas,
hablandole mal del gobierno todo el tiempo. Dime, hablándole
así, adonde tu crees que llegarán. Todo
lo que dices, es verdad, pero dime que logras con eso.
No pueden hacer nada, son muchachos. Aquí todo
el mundo sabe lo que está pasando y nadie hace
nada. Todo es mentira, lo sabemos. Pero por qué
ellos.
- Y que quieres, que sean unos carneros, como todos los
demás.
- No, no quiero eso, no. Pero no quiero, que vayan a la
cárcel, no quiero que se le tronchen sus vidas.
No pueden hacer nada. Cada cual, está solo, nadie
hace nada. Como tu crees que puedan hacer algo, si tu
no pudiste hacerlo. Ahora ya no tiene remedio.
- Pero cojones, algo hay que hacer. Algo, por mínimo
que sea - dijo el padre
- Nada se puede hacer nada. Lo único que pueden
hacer es, no convertirse en hijos de putas, en no volverse
unos chivatos, como tantos hay, en no pasar por encima
del otro. En tratar de ser lo más sincero posible,
la honestidad y la revolución son dos paralelas
que nunca se cruzan. Solo quiero eso, los quiero a mi
lado, los quiero ver crecer lo mejor posible. No quiero,
que se vayan en un bote y que después los cojan
y los metan presos.
- Ni cojones, de aquí no nos vamos. Que se vayan
ellos. Que se vayan en el mismo yate Granma que vinieron,
que se vayan en ese mismo yate de mierda – dijo el padre
Ahora, al recordarlo todo de nuevo, no sabía en
que iba a parar todo aquello. Habían pasado cuatro
meses, desde que lo habían expulsado de la Universidad.
Su padre había llenado el último cuarto,
de santos. Estaban impotentes. Rezaban todo los días.
Durante todo ese tiempo él, no dejó de ir
a la Universidad, aunque no pudiera entrar a las aulas.
Se metía en la biblioteca y estudiaba por los libros,
durante toda la mañana y parte de la tarde. Había
hecho la apelación y el proceso había sido
largo. Tendría la reunión al otro día.
Ahora en la carpintería, había terminado
el carrito de su hermanito.
De
nuevo, las mismas personas que lo habían condenado,
pero tenía esperanzas, ahora que el flamante profesor
de Anatomía y Secretario del partido en la facultad,
había sido expulsado de la Universidad por conducta
homosexual.
El
profesor, no era más que un tornillo de esa gran
maquinaria represiva que había creado el gobierno.
La fuerza de esa misma maquinaria había hecho que
ese tornillo saltara y fuera aplastado por esa misma fuerza
con que andaba la maquinaria.
La reunión fue larga, plantearon que el castigo
había sido ejemplar, que se le iba a dar una última
oportunidad. Que el año siguiente podía
comenzar de nuevo ese curso.
Él pidió, que le permitieran, hacer los
exámenes de fin de curso.
Los allí reunidos se miraron unos a otros. Uno
planteó, que sería un intento infructuoso,
ya que había perdido, cuatro meses de clases del
semestre, suficientes para no poder defender los exámenes,
por falta de conocimientos. Inmediatamente después
le ordenaron que saliera, para poder tomar una decisión.
Por fin, luego de analizarlo todo, decidieron permitirle
defender los exámenes. Llegaron a la conclusión,
que caería por su propio peso, que irremediablemente
suspendería.
Estaba sentado en el pasillo, le sudaban las manos, tenía
gran incertidumbre. Le pedía a Dios, que lo ayudara.
Cuando le informaron de la decisión, sintió
el alivio más grande de su vida.
Cuando llegaron los exámenes, logró defenderlos
todos, con notas de sobresaliente