Por
José Vilasuso.
La
virtud pertenece a unos cuantos, los mejores.
A Laura Pollán.
Una
buena noticia, excelente noticia que a todos nos tiene que repletar
de legítimo regocijo y esperanza contagiosa. Es que a
la hora que estos escritos salgan a la luz no sabemos cuánto
ya habrá cambiado tanto el tinglado del patio interior
cubano, como la cabalgata internacional. Uno y otra no se pueden
desligar so pena de caer entre nervaduras superficiales y ombliguismos
localizados en el lóbulo frontal de las inteligencias
con retranca puesta.
Todo lo que no obsta para permanecer en nuestros trece o catorce
tocante al Tutankamen que todavía sostiene la batuta
mal dirigida de esta orquesta peor orquestada. Una cosa o la
contraria y con sus vueltas cualquiera sabe lo que quiero decir.
Sin ilusiones. No hay voluntad de cambio por parte del ente
paleolítico, vestido de verde olivo tan bien ridiculizado
por Oliver Stone.
No no esperen nada de un personaje tan a destiempo que se le
haría imposible colocar el delicado pie con bota en sitio
seguro. Ya no puede pisar. Esto dicho sin afán sicalíptico
apuntado en el hielo. El hombrín se pasó de rosca
anunciando el paraíso no perdido, y como no lo pudo alcanzar
los músculos, cartílagos y las neuronas se le
quedaron sin lubricar dejándolo en las páginas
del almanaque correspondientes a los primeros años sesenta
más o menos, menos que más. Y de ahí no
lo saquen porque los acusa de agentes del imperialismo yankee,
etc.
En la forja, entonces ¿en qué pilar descansamos
para sentirnos optimistas?. Bueno, ahora comenzamos a hablar
en cristiano, como diría el gran Rubén Darío,
que sí fue grande de verdad por decir verdades como puños.
Un pueblo, una causa o un puñado de héroes calzan
su destino tanto en la justicia de propósito como la
viabilidad de sus ideales. Se echa para adelante en la misma
proporción que nos retroalimenta un proyecto válido,
de impacto y factible. El cubano en su mayoría ya debe
haberse curado de aquellas promesas pregonadas con altoparlante
a los cuatro y cinco vientos, y vientos de ronda. Promesas que
se fueron a bolina. No creo que queden demasiados matanceros,
pinareños o gente de El Cerro y Marianao comulgando con
ruedas de molino. Aunque el peso menguante de los que siguen
finguiendo, y ni siquiera se atreven a enfermarse, aun permanece
haciendo contrafuerza y hasta de retranca.
De todas maneras los pasos de vanguardia prosiguen su marcha
indetenible. No se pueden parar porque sería parar el
tiempo, el ciclo de la historia y eso no está en manos
de nadie. El coraje y perseverancia de los Fariñas, Peraza,
Biscet, De Miranda, Palacios, Montes de Oca, Marcelo López,
Mayo, Ferrer, Chaviano, Maceda, Normando, Hilda Molina, Marta
Beatriz y tantos y tantos, son los hechos como palos que liderean
lo más granado de una generación, de un momento
decisivo, de una patria. Ellos configuran el modelo humano representativo
de la modernidad. Modelan las figuras de actualidad, los itinerantes
que proporcionan textura y colorama de cambios sustanciales,
sin reversión que a través de los siglos inculcan
verdadero sentido al acontecer y función al devenir.
No empece a la incomprensión de tantos que se aferran
a ese mismo pasado de quienes aprietan la cincha sin compasión
ni sensibilidad.
Los anteriores rompen lanza y descuellan precisamente porque
van demasiado aprisa para que los cegatos les puedan seguir
el rastro. Ningún cegato puede seguir a un vidente. El
murciélago se esconde apenas asoma el primer rayo de
la alborada y el doctor Drácula baja a su tumba fría.
Ese contraste clamoroso y drástico entre el amanecer
y penumbra que establece las diferencias esclarecedoras y definitivas
entre los seres humanos. ¿Os parece contradictorio? Entonces,
de lo contrario imaginemos una carrera de caballos en la que
sólo un jinete corriera por toda la pista y no permitiera
el comentario de un narrador; ¿cómo saber, cómo
valorar a ese ser solitario? si no contamos con competidores
que nos permitan comparar y poner en justa escala sus destrezas
deportivas: su velocidad, resistencia, etc?
En el país de los gigantes Gulliver era un enano, en
el de los enanos lo contrario. Confieso que no me atrevo a justipreciar
a mi pueblo; vale más de lo que jamás imaginé.
A veces pienso en el grano de mostaza del Evangelio. Una particular,
aparentemente insignificante buena semilla hace germinar una
planta inmensa inconmensurable que, a su debido tiempo, dé
frutos y más frutos, jugosos, bien sazonados y en sobreabundancia.
Basta ponerla a prueba. Eso está pasando ahora en la
Cuba censurada y desconocida por tantos hombres libres. Un puñado
de hombres y mujeres de tan grueso calibre espiritual equivalen
a legiones del resto. Esos cubanos tras las rejas, esas Damas
de Blanco los y las mencionadas, los y las que se me quedan
en el tintero, valen, cada uno y cada una por tantos y tantos
y tantos más que no se manifiestan o sólo se ocupan
de resolver. Es el fenómeno cualitativo en vez del cuantitativo
de que nos habla incansablemente en doctor Evelio Yero. Viene
a la memoria pareja aquella respuesta del Mayor Ignacio Agramonte,
cuando ante la inminencia del rescate a Manuel Sanguily le inquieren:
?con qué nos enfrentamos a los españoles.? ?Con
la vergüenza,? responde.
Valores, valores no otro es el secreto de la victoria que viene,
del amanecer que relumbra en lontananza, como vaticinaba Néstor
Carbonel en La Casa de España hace unos pocos meses al
revivir aquellos episodios parlamentarios sin paralelo del año
1940. Tiempos raros en que escuchábamos, sin censura,
a tantos cubanos pico de oro, mientras rebrillaba el fulgor
dorado del pico contrario, el que lo retaba en elocuencia, dialéctica
y dorada brillantez.
Como en la gesta actual puede un no vidente - Manuel González
Leyva - desde su celda de castigo ayer, o confinado en su hogar
hoy, ganar una batalla a militares bien armados. Es tan sencillo
como profundo. Sin odios ni rencor. Con principios y moral.
Patrimonio de espíritus invencibles para quien los descubra.
Pertrechos inapreciables bien manejados por la sabiduría.
En otros tiempos se creyó que únicamente por medio
del hierro se conquistaba la libertad, se explica. Pero eran
otros tiempos. El hombre adelanta por ciclos, a retazos y con
sus intervalos largos. Nadie llegó al final de la historia,
lo dijo Carl Jaspers. Por eso para los disidentes la violencia
es asunto del pasado. No ven el acontecer bajo un prisma circunscripto.
Ahora están exigiendo sus derechos con argumentos que
los corroboran, con la moral de la serenidad, y el buen juicio
ante las realidades del diario vivir ciudadano. Ciertamente
lloramos al confirmar inmisericordes palizas propinadas, los
ratones rondando las gavetas, el hambre y las vejaciones sin
tregua, días y días sin ver el sol, el agua putrefacta.
A esposas y madres penando en vida para recorrer mil kilómetros
y que los dejen visitar. La frialdad del llamado mundo libre.
Pero los disidentes no se rinden. No claudican. Esas palabras
no aparecen su diccionario. Parecen hombres de nueva estirpe.
Sacan las fuerzas de sus creencias mismas, del ideal democrático,
fraternal, de su fe en Dios. Algún día - no lejano
- sabremos el efecto imborrable que tanta virtud, hombría
de bien, entereza mujeril y consecuencia con el respeto al derecho
ajeno, derramada a manos llenas desde Aguica, hasta Combinado
del Este y El Manto Negro, pasando por Canaletas y Kilo 9. Ese
esfuerzo, ese sacrificio y mansedumbre bien asimilados de patriotas
sin machete émulos de los mambises, habrá dejado
en el alma de sus carceleros más crueles y empedernidos
un impacto de espiritualidad y valor que durará por generaciones
y generaciones.
Los cubanos unos y otros, los del siglo XIX y los del XXI pelearon
por idénticos principios, por los mismos ideales libertarios;
aunque separados por un siglo en que se aprendieron lecciones,
algunas lecciones, valiosas lecciones, crudas e imborrables?
Lecciones como: no se debe hacer a otro aquello que a nosotros
nos duele. Sería repetir el daño, continuar fomentando
el rencor, infringiendo la privacidad, suscitar la venganza,
y entonces no se vería la diferencia, sería el
nunca acabar?
No; la historia no pasa en vano. No hay sacrificio inútil.
Ni un vaso de agua quedará sin recompensa. Responder
a la represión con razones y sin revancha disuelve la
carga perversa que alimenta aquélla. Como repetía
Ganhdi: poner el otro lado del rostro, desmoraliza al represor.
Lo priva del impulso para asestar nuevos garrotazos. Desarma
la injusticia, y desconcierta al que no sabe descubrir el trasfondo
del diferendo. A la larga el agresor quedará con el puño
al aire y será un empeño innecesario. Por eso
nuestros descendientes serán testigos de duras, sentidas
y desahogantes confesiones a sus nietos.