Por
José Vilasuso.
La
planificación noticiosa no es fin; sino medio para
cumplir el deber informativo.
A Normando Hernández
El
hermetismo de la censura cubana no permitió que una
esclarecedora noticia traspusiera los radios y pantallas más
allá de nuestras costas. Resultaba que durante un período
prudencial la opinión pública desafiante al
oficialismo catalogó a la periodista Lucía Newman
de C.N.N acreditada en La Habana, entre el personal extranjero
doblegado al régimen. Un vistazo a los partes de prensa
a cargo de la discutida reportera desde que comenzó
sus tareas en la isla corrobora determinados
basamentos de aseveraciones tales. A contrapelo, el conocimiento
ducho de los manejos internos del comunismo también
sugiere que la oportunidad idónea para definir de una
vez por todas la conducta de la reportera británica
como cualesquiera otras personas o entidad radicada en predios
bajo control totalitario, - como propone el viejo aforismo
- nos la pintan calva.
En el rejuego de los debates de improviso nos enteramos que
señora Newman había sido destituida de su cargo
por la alta gerencia de la agencia y destinada velozmente
a la firma árabe Al Yazira con sede en Buenos Aires.
La celeridad del traslado obligaron a tomar las cosas con
pausa de serenidad. Caramba, no hay tantas plazas disponibles
en el giro noticioso internacional como para tirar de paracaidista
a nadie desde El Caribe a Suramérica sin que medien
causales tangibles y convincentes de conocimiento público
o al menos rumores previos.
Aunque claro, basta un adarme de suspicacia y la natural sospecha
que las buenas o malas nuevas provenientes de cualquier censura
despiertan, para descorrer cerrojos, abrir puertas y ventanas
de par en par y salir a la vera del camino en busca de indicios
y señales dignas de confiabilidad. ¿Es que si
Lucía Newman hubiera sido traslada de Londres a Buenos
Aires o de Sao Paulo a Nueva York, ¿acaso no hubiera
sido objeto de previa comunicación al resto de los
colegas? ¿No constituiría noticia de probado
interés en el orbe profesional? O en su lugar ¿no
sería despedida y esperada en las ciudades de procedencia
y destino respectivos con la natural espectación? Los
traslados de figuras destacadas en el quehacer agigantan las
proporciones de la última hora. Todos nos enteramos.
¿Por qué entonces la precipitación y
reserva?
Es que la maniobra se desprende de la mera referencia al último
y revelador mensaje internacional lanzado por la señora
Newman como miembro de C.N.N. acreditado en La Habana. El
reportaje que no deja lugar a duda nos lo brinda el portal
ContactoCuba. Com que dirige Jay Martínez bajo el sugerente
título de ?Misteriosa Desaparición de Periodista.?
La foto de Lucía Newman en portada es suficiente para
inferir el gato montés encerrado en la jaula de hierro
con barrotes dobles. Pero bastan los dos minutos y medio que
dura la cobertura del episodio en vivo para convencerse tanto
de la densidad de la cortina de humo como la hez de sus fautores
asociados. Se trata de la información hirviendo que
el mundo desea recibir y cuyo protagonista es el licenciado
Guillermo Fariñas Hernández en huelga de hambre
y sed desde hace meses, recluido a la sazón en un hospital
de la ciudad de Santa Clara, y cuya causa es reclamar el derecho
de acceso a Internet celosamente prohibido por el oficialismo
marxista leninista. Las tomas ofrecen instantáneas
de Fariñas cuando concurre a reuniones con toda probabilidad
de disidentes, las de su señora madre Alicia Hernández
respondiendo a preguntas relacionadas con su hijo, luego éste
esquelético, cerúleo, las costillas al aire,
y hablando por un celular; los exteriores del centro médico
donde se encontraba recluido en aquel momento y por fin Lucía
Newman en toma para la posteridad exhibiendo en plena calle
soleada un periódico quizás clandestino, con
la foto del huelguista y el verbo fogoso de la denunciante
ante transeúntes y vecindario para desplegar la verdad
oculta por el gobierno cubano. Verdadero Código Da
Vincy que en vez de engañar, revela un gran secreto.
Todo ocurre con presteza pero el impacto deviene de la propia
instantánea pues al descorrerse la cortina encubridora
la expectacularidad y el ansia de veracidad se agigantan en
proporción altamente estimable. A continuación
la noticia aparece inserta en pantalla de computadoras cubanas
estrictamente reservadas a la elite del sistema. Por unos
segundos se contemplan los jóvenes privilegiados del
régimen risueños, bien vestidos, manejando los
equipos modernos en laboratorios amplios, relucientes, desde
donde quizás por primera vez, se captan imágenes
referentes a uno de los sucesos más dramáticos
y conmovedores de los últimos cuarenta y siete años
en la isla. Las expresiones y caras de los espectadores no
tienen desperdicio. Lo creen o no lo creen. Será verdad
o estarán soñando, ¿Qué comentarios
suscitarán a sotto o en alta vocce? Y aun más,
¿cuáles serán las secuelas de una penetración
informativa de magnitud tal en las molleras frescas de lo
más granado de nuestra cosecha intelectual?
Las vistas retratan un mundo exclusivo, elitista en total
desconexión con el cubano de a pie que estamos habituados
a reconocer aun en reportajes clandestinos o oposicionistas.
Frente a los ojos del espectador se agrupan contingentes de
una nomenclatura cuyas verdaderas miras e inquietudes poco
o nada tienen en común con la Cuba a que se refieren
los medios tanto del patio como exterior. Es arriesgado anteponer
todo partidarismo aun escueto y moderado, si de veras se procura
auscultar la naturaleza del espíritu pesquisidor redundando
en los movimientos, risas, suspensos, coloquios sucintos y
por fin parálisis de tantos rostros agudos, acuciosos,
ávidos por descorrer esa cortina de bambú o
verborrea a que viven sometidos. Guillermo Fariñas
Hernández primer mártir mundial de Internet
se introduce a un universo cibernético que lo desconocía,
pero no cual suceso importado de Japón o Francia; sino
como hecho que acaece a pocos kilómetros de Bejucal.
Esos cubanos privilegiados sintonizan con la existencia tangible
de algo vedado cuya importancia no resiste catalogaciones
de cajón. La intensidad de las expectativas se coligen
del carácter reservado que a semejante suceso se adhiere.
Los usuarios transpiran la concentración mental absoluta.
Sus neuronas se convulsionan. Presencian hechos inolvidables
impregnados de la intriga, seducción y el misterio
de lo prohibido. Un universo inabordable de realidades existenciales
los engloba. ¿Qué resorte inusitado los puede
sensibilizar? Ellos desean asimilar detalles inimaginados
del cotejo, y de pronto las pantallas se ven cortadas por
el conocido; ?This page con not be displeyed.? Esta página
no puede ser desplegada.
Una vez más ha sucedido lo que llevamos más
de cuatro décadas presenciando y en parte explica la
pasividad desconcertante de sectores disminuyentes de la sociedad
criolla. Toda cobertura que de alguna forma pueda poner en
peligro, o mejor en juego los dictados o intereses del gobierno,
se censura con la resultante de oscurantismo y estancamiento
de la opinión pública que desde el ancestro
se viene acumulando.
Al reportaje no le falta un ingrediente nutritivo y sabroso,
condimento tentador a los paladares más exigentes del
primer gusto mediático de vanguardia. Es plato fuerte,
por ejemplo, para los intelectuales de izquierda de Estados
Unidos que firmaron la declaración del New Yorker denunciando
la retranca de Castro ante los avances de la libertad y mayoría
de edad de las generaciones actuales. Sin tiempo para recrearnos
en las incalculables repercusiones que el asunto ha de detonar,
también escuece la indignación al atar cabos
y desentrañar los vericuetos operacionales del código
que rige el comportamiento de la agencia trasnacional que
ha impedido a las promociones actuales enterarse de una noticia
de incalculable alcance y que, debido a ello, ni cortos ni
perezosos sus ejecutivos aplican la retranca de manera radical
retirando a la reportera británica de la circulación
regional para destinarla a otro hemisferio. Es el consabido
silencio impuesto por los encargados del trabajo sucio al
personaje que sabía demasiado.
El pretexto para el ultraje profesional de un evento verdaderamente
vuelcacercas, es de sobra conocido, la gerencia de C.N.N.
se anticipó al requerimiento del régimen habanero
de penalizar a la periodista por traspasar la barrera de lo
permitido para inficionar en la opinión pública
nacional. Antes que la señora Newman pudiera, incluso
pasar un mal rato en Villa Marista, se le envía a cualquier
parte del planeta.. Así se aplaca al cliente y se conservan
las mejores relaciones entre socios, justificado todo por
el eterno castillo en el aire de cierto hecho biológico
que todos esperamos, que tarde o temprano se ha de producir,
y que C.N.N. aguarda para obtener sus primicias. Tan simple
como un juego de parchis; porque el ajedrez resulta en exceso
complicado para tapujar argumentaciones tan banales.
Deviene en desconcertante la carencia del mínimo instinto
profesional exigible a cualquier medio noticioso serio expuesto
en estas junturas, y es por ello que la autodefensa de C.N.N.
se torna más pueril aún al aducir la protección
de su reportera en peligro. Exacto para consumar el bochorno
de la manera menos irritante al dictador se castiga directamente
a la muchacha inquieta; aquí paz y en el cielo indignación.
Cierto, en estos días aciagos no es el Código
Da Vincy el único motivo de justa ira celestial.
El gigante cibernético aparte del contubernio con el
censor, ofrece una de las pruebas más patentes de su
colosal falta de veracidad en los servicios. Después
de esta farsa ¿dónde se afinca pues su consabido
pregón? ?The most trusted in news.? El más confiable
en noticias. Guillermo Fariñas es el protagonista heroico
de la oposición más original, efectiva e irrebatible
que un pueblo sostiene frente a un dictador implacable y que
se centra en el campo por excelencia de la contienda moderna
por la libertad, los medios comunicativos, punto focal de
referencia al siglo XXI. El gobierno de Cuba junto a la censura
más férrea sobre el pueblo, parejamente desplaza
un desproporcionado aparato de las comunicaciones al día
con cualquier potencia mundial. Todo con propósitos
allende a sus posibilidades logísticas; la guerra asimétrica
en el área cibernética; hablamos de espionaje,
interferencia, contienda informática, virus, etc. Todo
ello responde a la megalomanía de Fidel, aun en su
ocaso, ávido por un protagonismo extracontinental trasnochado
y desbordado. Pero el Código de C.N.N. demostrando
su desplazamiento absoluto del corte histórico del
siglo XXI oculta un material único, convincente y consagrador
cuyos resultados son impredecibles, pero que sin duda acelerarán
esa información biológica de todos sabida en
aras de la que se apoltrona para justificar su parálisis
periodística. Por paradoja, tanto es el celo aplicado
al imponderable esperado que, en la práctica, al ocultar
acontecimientos que faciliten su consumación, lo dilata?
Es el recurso por antonomasia del comportamiento corporativo
más servil. Del medio que se ha convertido en fin.
Hablando en plata las consecuencias de exponer a la opinión
pública la cotidianidad nacional candente lejos de
dañar la presencia y sobretodo el prestigio de cualquier
medio acreditado en La Habana, lo consolidarían; no
importa que lo expulsen del país, mucho mejor, pues
de esa suerte una vez más se comprobaría la
naturaleza reaccionaria del sistema cubano patentizado en
su alergia a la verdad. Constataríase también
así la referida firma incorporada cual víctima
de un tirano, medalla de oro bien ganada para cualquier informante
consecuente con su misión sagrada a cumplir y conformidad
con la propia conciencia.
Por el costado opuesto al aludido compromiso con el dictador
multimillonario y tropical, la agencia con sede en Atlanta
pierde de vista la promesa formal hecha al presidente Bill
Clinton por parte de todos los medios comunicativos de no
faltar a la verdad y facilitar la libre información
desde la capital isleña. Letra muerta, sólo
un ingenuo de solemnidad hubiera creído viable mantenerse
incólume en el cumplimiento del deber en semejante
entorno sin chocar con la censura imperante. Las colisiones
han acontecido y acontecen casi por rutina; el momento de
la asonada está en balanza desde hace rato. Basta de
esperas, que la verdadera gran noticia se ciñe al diario
fluir del acontecer ciudadano. Son los abusos, maquinaciones
y disparates habituales del entramado oficial ligado al alto
precio pagado por el pueblo y los patriotas como Guillermo
Fariñas, Rolando Arroyo o Marta Beatriz Roque. No otro
es el material publicitario precioso que el mundo parcialmente
desconoce y que de hecho suministra combustible a la irritante
frialdad y desencaje de gobiernos, mercachifles, instituciones
y personalidades desaboridas frente a la barbarie oscurantista
poseedora de indiscutible poder de engaño que desde
hace cuarenta y siete años sojuzga a la república
caribeña.
Castro como lo hemos afirmado otras veces, no es tan hábil
en sus manejos y estrategia como ineptos sus opositores externos
y silenciosos los medios internacionales. Pero la inoperancia
de los recursos empleados compele a la inercia colectiva quizás
por temor a nuevos fracasos. De ahí la pasividad que
por inmóvil se confunde con complicidad. No hacer nada
ante el perverso contribuye a su fortalecimiento. Desgarradora
en su servidumbre irrumpe la imagen moral de C.N.N. ofrecida
al mundo y que el incidente de Lucía Newman acaba de
poner de relieve cual plato fuerte a la cabecera de bien servida
mesa en banquete de gala. Júzguelo la posteridad. ¿Qué
servicio más útil a Fidel Castro?