Por
Alberto Recarte
Cada vez resulta más difícil hablar sobre la economía
cubana. Los únicos datos fiables de que disponemos son
los que suministran gobiernos y agencias extranjeros, en la medida
en que registran transacciones entre sus respectivos países
y Cuba. Tenemos datos sobre el endeudamiento exterior frente a
Rusia y los antiguos regímenes del este de Europa y frente
al resto de los países del mundo. Tenemos algunos datos
sobre turismo, inversiones extranjeras y remesas de exiliados.
También sobre exportaciones e importaciones de Cuba. Y
poco más.
De estos escasos datos se deduce que Cuba sigue aumentando su
deuda exterior, que no paga siquiera los intereses y que, si lo
hiciera, aumentaría dramáticamente la pobreza del
país. Se deduce que el régimen castrista sigue viviendo,
por tanto, del ahorro del resto del mundo, que se transfiere a
Cuba a través de múltiples canales. En este momento,
la principal ayuda es la de Venezuela, -que suministra petróleo
a precios por debajo del mercado-. En segundo lugar, los exiliados
cubanos, principalmente los residentes en Estados Unidos, siguen
remitiendo dólares a sus familiares para que no pasen hambre.
En tercer lugar, hay un grupo de empresarios extranjeros que compran
en Cuba activos capaces de generar exportaciones, como Tabacalera
con el tabaco, los hoteleros mediante compra o gestión
de hoteles, la Telefónica mexicana y la canadiense Sherrit
con la minería de níquel y cobalto. En cuarto lugar,
se vive de la concesión de nuevos créditos por parte
de gobiernos occidentales que, por criterios puramente políticos,
caen en la tentación de intentar comprar la voluntad del
tirano o de vender a su electorado solidaridad con un régimen
que se autodeclara "bloqueado".
En este panorama sólo la ayuda de Chavez es una novedad.
Se ha acentuado la dependencia de las remesas de los exiliados,
y se están agotando las posibilidades de obtener inversión
exterior. Tampoco el turismo es nuevo, aunque sólo comienza
a desarrollarse a partir de 1990, después de décadas
de negativa de Castro a permitirlo, por temor a perder el control
total sobre la población. Finalmente, hay que señalar
el estancamiento, o desplome, según los casos, de las exportaciones
de mercancías por debajo, incluso de las cifras de 1959.
Las
exportaciones cubanas
Si de las partidas de ingresos eliminamos las que no dependen
del funcionamiento de la economía sino del favor político,
la caridad y la venta de activos capaces de generar ingresos por
una sola vez, nos encontramos con que sólo el turismo y
las exportaciones de mercancías son recurrentes y reflejan
la capacidad económica de la isla.
En cuanto al turismo, continúa creciendo, pero opera como
un sector desvinculado del resto de la economía cubana
-gestionado, básicamente, por cadenas españolas-;
su unidad de cuenta es el dólar, los turistas son extranjeros
y un pequeño grupo de la nomenclatura cubana; y lo más
significativo, se abastece básicamente desde el exterior.
Del resto de las exportaciones hay que destacar el aumento de
la producción de níquel y de cobalto, en las minas
compradas por la canadiense Sherrit; el retroceso en cantidad
y calidad de las ventas de tabaco, en rama, y en forma de habanos,
a pesar de que Tabacalera es ya propietaria del 50% de la empresa
elaboradora y comercializadora estatal, y el desplome del azúcar,
que con cifras de alrededor de 4 millones de toneladas anuales,
está un 40% por debajo de las producciones medias de antes
del castrismo y un 60% de las cifras máximas alcanzadas
a finales de los años setenta. El café ha desaparecido.
Finalmente, siguen estancadas a niveles de finales de los ochenta
las capturas de pescados y mariscos, y las ventas de cítricos
no han evolucionado como se creía. Quizá la única
novedad es la producción y venta de algunos productos farmacéuticos,
-hablamos de 25-30 millones de dólares anuales- y que el
gobierno norteamericano relaciona con la intención de producir
armas biológicas.
Otro renglón de ingresos del que desconocemos casi todo
es el narcotráfico y el lavado de dinero. Castro mandó
asesinar a sus compañeros traficantes cuando fue descubierto
por la DEA. Es seguro que esta actividad, dadas las conexiones
con la guerrilla de las FARC colombiana no ha desaparecido y que,
con los ingresos extraordinarios que consigue, se acumulan fondos
para la financiación del terror o para nutrir las fortunas
personales de los líderes.
Estos datos son los únicos fiables para saber qué
ocurre en la economía cubana; el resto de los que se manejan
son oficiales, de nula o escasísima fiabilidad, aunque,
como siempre ocurre en estos casos, se puede, a pesar de todo,
como veremos, sacar algunas conclusiones.
Los
precios en Cuba
Los dos informes oficiales más recientes que conozco, ambos
publicados por el Banco Central de Cuba 1, rebosan de datos inútiles
sobre la economía cubana. No se diferencian en exceso de
los que publican institutos similares en otros países del
mundo, pero tenemos la certeza de que sus cifras, excepto parcialmente
en sus relaciones con el exterior, son falsas.
Para empezar, Cuba nunca liberalizó sus precios interiores,
con lo que las estadísticas de base utilizan precios oficiales
fijados en algún momento de los últimos cuarenta
y dos años.
En 1976 se intentó poner al día los precios. En
lugar de liberalizarlos, y permitir que se fijaran libremente
en el mercado, se trató de modificarlos por criterios políticos.
Para comenzar, se recopilaron los precios conocidos. Las autoridades
se encontraron con 8 millones de precios de otras tantas mercancías
y servicios, -aunque muchos de ellos correspondían a los
mismos bienes descritos de forma diferente-. Ante el temor, manifestado
públicamente, de que actividades básicas, como la
producción de azúcar, dejaran de ser rentables si
se aplicaban precios de mercado, se optó por modificar
un puñado de precios no sustanciales; y por recopilarlos
todos, para que los agentes económicos supieran lo que
tenían que pagar, o cobrar, cada vez que intercambiaban
algún bien. La recopilación ocupó 29 volúmenes
de más de 300 páginas cada uno y dado que -según
declaraciones oficiales- era muy caro hacer una edición
para todos los agentes económicos, se optó por imprimir
sólo 200 ediciones completas, que teóricamente tendrían
que consultar los interesados en las correspondientes sedes del
Poder Popular.
En ese momento comenzó la guerra de Angola, a la que siguieron
la de Etiopía, Yemen, Nicaragua, Panamá, la caída
del muro y la desaparición de la URSS. Pero el sistema
de precios oficiales continuó. Al mismo tiempo, desde hace
unos años, hay precios en dólares, pero no se utilizan
en la elaboración estadística, y sólo se
informa que el tipo de cambio interno es de 22 pesos por dólar.
Por otra parte, durante los interminables años del castrismo,
en repetidas ocasiones, coincidiendo con momentos de crisis y
cambios de orientación económica y política,
los máximos dirigentes cubanos -Raúl Castro en particular-
han reconocido que los datos oficiales estaban falsificados, pero
esta confesión no se tradujo en la modificación
de las estadísticas históricas. Para curarse en
salud y lograr comparaciones más o menos favorables la
referencia estadística más importante de ambos informes
es la que corresponde al desplome de la economía en 1990,
cuando se retira la ayuda soviética. Los más de
treinta años anteriores del castrismo no existen ya estadísticamente.
Finalmente, aunque, según las autoridades, a partir de
1992 ha tenido lugar un crecimiento continuado del PIB, nunca
se llega a afirmar que se ha recuperado el nivel de producción
y de renta de 1990. La realidad, a pesar de todo, se cuela en
las estadísticas.
Endeudamiento,
PIB y renta per capita
Según datos oficiales, el PIB cubano alcanzó en
2000 un total de 27.000 millones de pesos corrientes (17.000 millones
de pesos constantes de 1981). Esta cifra se puede comparar con
la deuda exterior, que es la resultante de sumar 11.000 millones
de dólares en moneda convertible reconocida por el gobierno
castrista, más 25.000 millones de antiguos rublos convertibles
con la desaparecida URSS, más 2.000 millones más
de rublos, también convertibles, con países del
este de Europa, más 2.000 millones de dólares más
con otros proveedores y suministradores. Convirtiendo los antiguos
rublos al tipo de cuatro por un dólar, llegamos a una cifra
total de endeudamiento exterior de más de 20.000 millones
de dólares.
Ese endeudamiento exterior ¿es mucho o poco?. En relación
a las exportaciones de mercancías, y de los ingresos por
turismo, que entre ambos alcanzan 3.600 millones de dólares,
es una cifra abrumadora, pues con los ingresos netos de esos dos
rubros sólo se podrían pagar los intereses de la
deuda y amortizar anualmente el 10% del principal, pero sin importar
absolutamente nada. Desde una perspectiva económica internacional,
una relación de uno a cinco entre exportaciones y deuda
se considera una catástrofe.
La relación entre deuda pública y PIB es básica
para saber cuál es el estado de las finanzas públicas.
Recuérdese, por ejemplo, que una de las condiciones de
convergencia exigidas por el Tratado de Maastricht era que la
deuda pública (en el caso de Cuba toda la deuda es pública
y exterior, simultáneamente) no superara el 60% del PIB
o, en el caso de que lo hiciera, que fuera descendente. Ahora
bien, para poder hacer esa comparación surge un problema,
¿cómo transformar a dólares, a qué
tipo de cambio, los pesos cubanos en que se mide su PIB?. Según
los informes del Banco Central de Cuba el tipo de cambio interno
entre el peso y el dólar -recuérdese que desde hace
unos años el dólar circula libre y legalmente en
la isla- es de 22 pesos por dólar. Si aplicáramos
ese tipo de cambio resultaría que el PIB cubano sería
de 1.227 millones de dólares USA, lo que significaría
una renta per cápita de 111 dólares, la más
baja del mundo. Siguiendo con las comparaciones, la deuda pública
y exterior significaría el 1.700% del PIB, nuevamente el
ratio más alto del mundo. Unos resultados excesivos. No
cabe duda de que la renta per cápita debe ser bajísima,
en continuo deterioro, y que el PIB es igualmente reducido, pero
no se puede utilizar el tipo de cambio de 22 pesos por dólar
para calcularlo. Ese tipo de cambio refleja el exceso de pesos
y la apetencia de dólares por los residentes cubanos, no
sólo como moneda interna, que conserva su valor, sino porque
es, además, universalmente aceptada, porque con pesos cubanos
hay muchos lugares a los que no se puede acceder y muchos bienes
y servicios que no se pueden adquirir. En conclusión, es
imposible saber cuál es el PIB y la renta per capita de
los cubanos.
Por eso se acude con tanta frecuencia a indicadores alternativos,
como la ingesta de calorías, la esperanza de vida, el número
de viviendas, etc... Un campo estadístico fértil,
porque el falseamiento de datos ha sido siempre una especialidad
de las economías centralizadas. Recuérdese que días
antes de la caída del muro se mantenía que el PIB
per capita de Alemania del este era comparable a la de occidente,
y que su nivel de sofisticación industrial era muy superior
al de otros países europeos, como España. De los
antiguos países socialistas sólo quedan Cuba, Corea
del Norte y Vietnam, además de China. Vietnam reconoce
abiertamente su fracaso y ha dejado de hacer declaraciones sobre
su nivel de vida. En Corea del Norte, la población se muere
de hambre. Y en la propia China, moderna y abierta al exterior,
se producen contradicciones estadísticas de imposible justificación,
como el caso puesto de relieve recientemente de que en un período
de cinco años de crecimientos interanuales acumulativos
del PIB superiores al 7%, la producción y consumo de energía
eléctrica ha disminuido en un 15%. Las autoridades chinas
dicen que la explicación es la mayor eficiencia del sistema
eléctrico.
Esta digresión viene a cuenta de las estadísticas
cubanas y del empeño de muchos académicos occidentales,
de organismos especializados del Banco Mundial y la CEPAL, por
analizar la economía cubana con los datos suministrados
por el gobierno. Los datos son falsos y cualquier conclusión
que se obtenga de ellos es igualmente falsa.
La
Balanza de Pagos. El continuo endeudamiento
Para terminar esta parte de la exposición conviene recordar
algunas grandes cifras. Por turismo se ingresan alrededor de 2.000
millones de dólares, pero no se sabe cuál es el
resultado neto de la actividad, porque el aprovisionamiento de
los hoteles es básicamente extranjero, y, además,
hay que pagar a los operadores y permitirles un beneficio sobre
su actividad. Los ingresos por exportaciones de bienes sólo
alcanzan 1.600 millones de dólares; hace 25 años,
a precios subvencionados por la URSS, sumaban más de 5.000
millones de dólares; y antes del castrismo, en 1959, alcanzaron
los 700 millones de dólares. (Mientras tanto, el dólar
ha perdido una parte significativa de su valor, pues un dólar
de 1958 vale alrededor de 6¹35 dólares de hoy por
lo que 700 millones de dólares de 1959 valdrían
hoy 4.445 millones). Los envíos de exiliados no aparecen
en las cuentas del Banco Central de Cuba, aunque la partida de
transferencias corrientes netas del exterior, por valor de 850
millones de dólares, podría ser la que recogiera
parte de estas remesas. Según fuentes norteamericanas,
estamos hablando de que las familias cubanas en la isla reciben
entre 800 y 1.000 millones de dólares anuales. Si a esto
sumamos las subvenciones venezolanas en forma de petróleo
barato, que quizá supongan cerca de 1.000 millones de dólares,
y un promedio de 500 millones de dólares anuales por inversiones
extranjeras en bienes nacionales, (en total, en 10 años,
según el Banco Central de Cuba, las inversiones extranjeras
han alcanzado 5000 millones de dólares), tenemos los datos
básicos que explican la miseria en que vive la población.
Para mantener ese nivel de pobreza, con hambre pero sin desnutrición
severa, con educación, pero sin medios pedagógicos,
y teniendo que explotar el trabajo de los escolares y permitir
la prostitución de la juventud, hacen falta, al menos unas
importaciones anuales de cerca de 6.000 millones de dólares.
Y, como acabamos de ver, Cuba ingresa 2000 millones de dólares
por turismo, 1600 millones por exportaciones de bienes, 1000 millones
por envíos de exiliados, 500 millones anuales por venta,
de activos nacionales; en total, 4.100 millones de dólares.
Sin la ayuda de Chávez el país se endeudaría
en 2.000 millones de dólares más anualmente; con
el petróleo barato venezolano el desbalance anual es de
1.000 millones de dólares, que es, más o menos,
lo que recogen las estadísticas oficiales.
De lo que no cabe duda es de la capacidad vendedora de Castro.
A lo largo de los años ha engañado a los soviéticos,
a los países socialistas extranjeros (excepto China, que
no se dejó), a los banqueros occidentales, a las compañías
estatales suministradoras de seguros de crédito a la exportación
de los países occidentales, al gobierno de Franco, al de
Suárez, Felipe González y José María
Aznar, al resto de los gobernantes europeos, a los principales
suministradores de Cuba, a la Argentina de Campora y a la de Videla,
y, ahora a la Venezuela de Chávez, (aunque éste
engaña, a su vez, a la población venezolana, porque
dice que Cuba paga, a cambio del petróleo servicios médicos
y educativos). Agotados los suministradores de créditos,
ha convencido a hoteleros, tabaqueros, mineros y "telefónicos".
Pero lo que de verdad ha volcado la balanza, permitiendo que la
población cubana se mantenga en un estado razonable de
salud -ya que no de otras cosas- han sido las transferencias de
los exiliados. Sin ellas estaríamos hablando ahora de una
tragedia todavía mayor. Son los exiliados los que han roto
el embargo norteamericano. Y la lluvia de dólares que recibe
el régimen castrista por esta suma de millones de decisiones
individuales no ha servido económicamente para nada. Ha
permitido sostener el nivel de vida de los que lo reciben, pero
no ha propiciado cambios en la política del castrismo.
Igual que los eventuales beneficios de un levantamiento del embargo
de los Estados Unidos se traduciría en un aumento de los
dólares recibidos por el Gobierno, que permitiría
vivir un poco mejor a la población y mucho mejor a la clase
dirigente, pero no servirían para sanear la economía.
Las
razones de la pobreza
Cuba es pobre porque a Castro le resulta más fácil
controlar a la población cuando la preocupación
general es cómo llegar al día siguiente. Cuba es
pobre porque cada vez -y son bastantes- que se ha producido una
mejora en las condiciones de vida, ya sea por un alza del precio
del azúcar, o por una mayor ayuda internacional, o por
el éxito de los pequeños negocios individuales,
o por la mayor productividad de los campesinos cuando se les ha
dado libre acceso a los mercados para parte de su producción,
Castro ha intervenido para doblegar las iniciativas personales,
para aplicarles impuestos ( por cierto, el único legado
de las ideas Solchaga) expropiatorios, para que fuera evidente,
para todos, que la isla era suya, que sólo él tiene
iniciativa y capacidad de decisión. Y hace mucho tiempo
que decidió mantener un poder omnímodo y marginar
-excepto para perseguir, encarcelar y expulsar del país-,
a cualquier cubano que se atreviera a tener una postura ética
que contradijera sus mandamientos, o demostrara tener alguna iniciativa
económica que pudiera traducirse en ahorro y cierta sensación
de independencia.
El
Futuro de la economía cubana
Si difícil es analizar el presente, porque los datos fiables
que tenemos son escasísimos, opinar sobre el futuro es
tarea imposible; a lo más que se puede aspirar es a hacer
un catálogo de los datos negativos y positivos que podrían
producirse una vez que muera Castro o sea desalojado del poder.
Aunque también es posible que el régimen no desaparezca
y que se repita la historia de Haití, una isla que vivió
de las exportaciones de sangre y de la que todos, hoy, tratan
de escapar, porque la herencia de Duvalier sigue viva en la clase
política. A favor de esta horrible posibilidad juegan datos
como la consolidación de las mafias, la expulsión
del país de generaciones tras generación de líderes
que han intentado el cambio, el acomodo a la miseria, el continuo
control policial de cualquier movimiento de la población,
el desinterés de Estados Unidos una vez desaparecido el
poder soviético y las leyes de Murphy. Si Castro consiguiera
morir en la cama, el cambio sería más difícil.
En la experiencia histórica las transiciones políticas
hacia la democracia ocurren cuando hay golpes de estado o, si
los dictadores mueren pacíficamente, cuando la población
tiene un cierto nivel de vida, la corrupción es limitada,
hay instituciones que reconocen el derecho a la libertad no política
y a la propiedad y el inmediato entorno internacional está
constituido por países democráticos; y aunque es
verdad que Cuba está cerca de Estados Unidos también
lo está de Venezuela, Haití y México. Si
a Castro le sucediera una clase política mafiosa, el país
viviría mejor en todo caso, aunque al turismo en expansión
le acompañarían una prostitución todavía
mayor de la que hoy existe y un narcotráfico que es cada
vez más poderoso en países cercanos.
Si los militares cubanos, -al menos una parte-, apoyaran un golpe
de estado, ahora o a la muerte de Castro, contarían con
una excepcional clase política, los miles de disidentes
que continuan viviendo en Cuba y que, a riesgo de sus vidas y
libertad, han sido capaces de enfrentarse al castrismo, defendiendo
valores democráticos desde todos los posibles puntos de
vista políticos. La existencia de esta clase política
es la única garantía que tiene Cuba de que su futuro
puede ser diferente. Si esto ocurriera, si se impusieran los valores
democráticos, los retos económicos, por no hablar
de los políticos, que ha correspondido desarrollar a otros
conferenciantes, serían formidables, pero habría
esperanza.
A exponer los factores positivos y negativos que condicionarían
el futuro económico, en caso de cambio democrático,
dedico los siguientes párrafos.
Los
factores negativos
Entre los factores negativos quizá el más importante
sea la desaparición del Estado de derecho, en toda su extensión,
y de la economía de mercado. No hay justicia, el código
penal es un catálogo de arbitrariedades y desafueros, han
desaparecido los títulos de propiedad, los Registros mercantiles
y los catastros. No hay jueces con una formación adecuada
y, sobre todo, la sociedad cubana ha olvidado cómo dirimir
sus diferencias de una forma legal; todo se reduce, desde hace
mucho tiempo, a decisiones autoritarias. Recuperar las instituciones
políticas y económicas básicas es una condición
necesaria, pero no suficiente, para conseguir establecer una sociedad
democrática y próspera. Cuba tiene, sin embargo,
en su tradición, muchos siglos de imperio de la ley en
el ámbito de las transacciones civiles y mercantiles, y,
de ellas, cincuenta años como República independiente.
Recuperar lo mejor de esos años difíciles sería
imprescindible para prosperar.
La
destrucción de las clases dirigentes
Generación tras generación de dirigentes cubanos
ha sido perseguida por Castro. Se ha utilizado, y se sigue utilizando,
el asesinato, la prisión y la expulsión del país.
Más de cuarenta años de política sistemática
de persecución de todo el que disiente en aspectos políticos,
culturales, sociales o económicos, deja una huella terrible
en el paisaje. Aunque, como mencionaba en el apartado anterior,
que los dirigentes de la disidencia interior mantenga sus posiciones
-y que sean capaces de lograr más de 11.000 firmas pidiendo
un referéndum- compensa en parte el empobrecimiento que
supone para Cuba haber perdido tantas generaciones de potenciales
dirigentes, intelectuales, empresarios y artistas.
El
empeoramiento del nivel educativo
Todos los países del entorno de Cuba tienen hoy niveles
parecidos de alfabetización y educación general.
Cuba ya no es una excepción por su nivel educativo en Latinoamérica,
como lo era antes del desgraciado triunfo de la revolución
castrista. La percepción, subjetiva, imposible de verificar,
es que tras extenderse a la generalidad de la población,
el nivel educativo está empeorando. Peores profesores,
ausencia de disciplina, desprestigio del sistema, carencias de
materiales educativos, escasísimas posibilidades de una
mejor formación profesional, carencia de estímulos;
todo ello contribuye al deterioro de la calidad de la educación
y de la formación en general. Este deterioro y falta de
valores se refleja en una frase pronunciada por una niña
cubana, cuando, al ser preguntada por sus aspiraciones vitales,
decía que ella, de mayor, quería ser "ingeniera
jinetera".
Una
población estancada
El crecimiento descontrolado de la población es una maldición
para muchos países, pues en una fase en la que necesitan
ahorrar para consolidar su desarrollo, se encuentran con que las
mejoras sanitarias permiten crecimientos de la población
superiores al 3%, con lo que es muy difícil mejorar el
nivel de vida, porque para lograrlo necesitan tasas de crecimiento
del PIB superiores permanentemente, sin caídas ni estancamientos,
a ese porcentaje. Pero es igualmente difícil crecer cuando
la población se estanca o retrocede. Históricamente,
en los pocos casos en los que ha ocurrido, cuando deja de crecer
la población, y no hay corrientes inmigratorias, el crecimiento
se paraliza. La población envejece, las necesidades sanitarias
son cada vez mayores y sólo con una economía cada
vez más productiva, se puede mantener o mejorar el nivel
de vida. Un objetivo que sólo puede lograrse cuando la
población ocupada, en retroceso, está cada vez más
formada, trabaja más y es más eficiente. Japón
es un buen ejemplo de país cada vez más envejecido
y sin inmigración; y estancado desde hace diez años.
Cuba, por su parte, ha dejado de crecer demográficamente.
Las penurias económicas, la destrucción de la familia
como institución, la renuncia del estado a hacerse cargo
de la población juvenil -a la que antes perseguía
para separarla de la influencia familiar-, han convencido a los
cubanos de que es imprescindible limitar drásticamente
los nacimientos. En esto Cuba repite la historia de los países
de la Europa del este.
El
renacimiento del populismo y la extensión de la corrupción
y el narcotráfico en Latinoamérica
Aunque son fenómenos diferentes, si Cuba consiguiera una
transición o un golpe de estado democrático, se
encontraría con un entorno político mucho menos
favorable que el de hace unos pocos años. El fracaso de
los experimentos políticos teóricamente liberales
en Argentina, en Perú y Ecuador, la concesión a
la guerrilla terrorista colombiana de una parte del territorio
del estado por el incalificable Pastrana, la llegada al poder
de Chávez, la extensión del narcotráfico
en México y las incompletas reformas en Brasil, dibujan
un entorno dificilísimo para los próximos años
en Iberoamérica. Desgraciadamente para los cubanos, su
tirano es apoyado por Chávez y sus petrodólares,
y ha sido una referencia constante para Pastrana en sus tratos
con la guerrilla terrorista.
El
reparto de la economía entre las mafias internas
Castro siempre aprende y aprovecha lo peor de la realidad internacional.
De la evolución en Rusia, Bielorrusia y Ucrania dedujo
que podía perder el poder si la nomenclatura interna creyera
que podía beneficiarse económicamente con su desaparición.
En esa tesitura decidió repartir en vida el botín
de las empresas públicas entre los posibles sucesores,
empezando por el ejército. Desconocemos hasta qué
punto está avanzado el proceso, pero es evidente que la
transición a un régimen democrático va a
ser mucho más difícil, porque los interesados en
mantener las actuales estructuras de poder, o similares, son mucho
más numerosos que antes. Probablemente ya no se trata sólo
de los allegados más íntimos, de la familia y un
estrecho círculo pretoriano. Es posible que una parte sustancial
del ejército y la policía esté disfrutando
ya del manejo de grupos de empresas en beneficio propio.
La
destrucción de la infraestructura y el deterioro del parque
de viviendas
Por increíble que parezca Cuba sigue viviendo, en parte,
de las infraestructuras construidas antes de la revolución.
Y lo que más llama la atención es como siguen prestando
servicios instalaciones construidas antes de 1959. Durante el
castrismo sólo se invirtió unos pocos años,
entre 1972 y 1982. El resto del tiempo no se ha invertido; se
ha reparado parte de lo heredado y se han construido algunas industrias
con tecnología soviética, que después ha
sido imposible reparar.
Mientras, en estos 42 años, la población se ha doblado
y hay, probablemente, menos viviendas habitables de las que existían
en 1959. En cualquier caso, la ausencia de carreteras, de infraestructuras
para el suministro de agua, electricidad y teléfonos y
de toda clase de vehículos constituyen un enorme handicap
para cualquier desarrollo posterior a la desaparición de
Castro. Hay más habitaciones en hoteles para turistas,
pero su capacidad de suministrar servicios a los visitantes no
refleja una mejora de la economía general, sino que son
un ejemplo de economía dual, de islotes de desarrollo mínimo,
que obtienen autónomamente todo lo que necesitan, mediante
equipos exclusivos, -no compartidos con el resto de las ciudades-
y por compras en el exterior.
La
privatización de empresas públicas
En las transiciones a la democracia, o a la economía de
mercado, una tradicional fuente de recursos para el presupuesto
público, ha sido la venta de empresas públicas.
Además de ingresos presupuestarios se lograba algo más
importante todavía, la modernización de los sectores
privatizados que, en la medida en que invertían según
las leyes del mercado, conseguían una mayor eficacia y
una mejoría general de la economía de todo el país.
También aquí se ha adelantado el genio malévolo
de Castro a lo que pudiera ocurrir tras su desaparición.
Se ha privatizado, en porcentajes variables, el tratamiento y
comercialización del tabaco, la producción de níquel
y cobalto, la escasa producción de petróleo y gas,
la red de teléfonos, la producción de cemento, la
red de hoteles, parte, incluso de los servicios bancarios -en
la medida que existen-, y un grupo de pequeñas y medianas
empresas con capacidad para generar divisas. Con ello, el régimen
castrista ha logrado ingresos presupuestarios, (5.000 millones
de dólares), pero ha perdido el beneficio más importante,
el impulso modernizador. Por otra parte, -excepto en casos muy
concretos, en los que la actividad desarrollada por empresas privatizadas
tiene mucho más que ver con la economía exterior
que con la nacional cubana, como la minería y el tabaco-,
ha prostituido al capital foráneo, convirtiéndolo
en explotador y acostumbrándolo a operar en condiciones
no de mercado, sino de explotación de una población
condenada a la sumisión.
El
endeudamiento exterior
Ya he dado las cifras de endeudamiento al comienzo de este artículo.
Su enorme volumen, alrededor de 20.000 millones de dólares,
desproporcionado en relación al tamaño de su PIB
y sus exportaciones, constituyen un obstáculo enorme al
desarrollo económico. A esta cifra hay que sumar, además,
las reclamaciones norteamericanas por las propiedades expropiadas
a sus ciudadanos -incluidos los cubanos nacionalizados norteamericanos-
sin ningún tipo de compensación. El tamaño
de la deuda es tal que Cuba es el único país del
mundo que no renegocia la deuda vencida, pues sabe que, por extensos
que sean los plazos de carencia y bajos los intereses que se acuerden,
no conseguiría liquidarlos nunca, ni por un mínimo
espacio de tiempo. El régimen castrista, dispuesto a no
perder oportunidades, hace tiempo que está planteando no
una renegociación, sino una cancelación parcial
o total de las deudas más antiguas, tal y como se hace
con los países más pobres que, sin embargo, son
capaces de emprender reformas para mejorar su situación
general y la de sus ciudadanos. No es el caso de Cuba, que se
niega a adoptar cualquier cambio. A pesar de lo cual, sufrimos
hace unos meses el bochorno de escuchar que el gobierno alemán
había decidido la condonación de una parte importante
de la deuda cubana a cambio de unos mínimos pagos, que,
por cierto, el gobierno castrista ha sido incapaz de realizar.
He dejado para el final este problema porque, a pesar de su tamaño,
si cualquier gobierno democrático cubano planteara su condonación
o aplazamiento, la respuesta de la inmensa mayoría de los
países afectados sería positiva. Esa sería
la aportación a la democracia de los acreedores; mucho
más que la concesión de nuevos créditos,
que serían escasos y que sólo se concederían
tras un largo período en el que el gobierno cubano pudiera
demostrar, en la práctica, que era merecedor de la confianza
internacional.
Esta terrible acumulación de datos negativos, causados
la mayor parte de las veces por la maldad del déspota,
son un obstáculo enorme para que Cuba pueda volver a ser
un país en el que vivir no sea una constante humillación
y una angustia diaria.
Existen, afortunadamente, otras circunstancias positivas que mitigan
y pueden incluso llegar a saldar el balance negativo de más
de cuarenta años de castrismo.
A continuación expongo esos factores positivos, a los que,
en parte, y tangencialmente, ya he hecho referencia en las páginas
anteriores.
Los factores positivos
La educación
Cuba tiene una tradición cultural que no se ha perdido
definitivamente, como atestiguan las publicaciones, las creaciones
empresariales, las obras de arte y las aportaciones intelectuales
de los cubanos tan pronto se liberan de la opresión del
castrismo. Esas manifestaciones culturales son el fruto lógico
de una tradición educativa que se instala en Cuba antes
de su independencia en 1898. La única aportación
del castrismo a este fenómeno fue la extensión de
la alfabetización al 22% de la población que quedaba
sin saber leer y escribir en 1959 y la generalización de
unos estudios universitarios de mala calidad. La experiencia de
países del este de Europa, como la República Checa
y Hungría, es que, donde hubo cultura y educación,
es mucho más fácil construir un estado de derecho
y una economía de mercado que en los países que
nunca han disfrutado de estas tradiciones.
Los
disidentes
Ya he hecho referencia al carácter fundamental que podrían
tener en el futuro un grupo de hombres y mujeres forjados en la
resistencia, la cárcel, los maltratos y, en gran parte,
en el perdón. Ellos son el mejor activo de la Cuba actual
y de la Cuba post-castrista. Sin ellos no habría ninguna
esperanza. Al margen de lo que representan para el resto de los
cubanos, y de cualquier ser humano con un mínimo de dignidad,
es de destacar la multiplicación de grupos disidentes de
las más diversas ideologías. Fragmentación
que se explica por las dificultades de comunicación, porque
sus movimientos de protesta responden a situaciones diversas en
cada pueblo y ciudad y porque sus dirigentes no disponen de textos
y documentos básicos, que les ayudarían a concluir
que sus movimientos de protesta podrían englobarse en dos
o tres fuerzas opositoras de relativo tamaño. Aunque, en
este caso, les sería todavía más fácil
a los sicarios del régimen penetrarlos y descabezarlos.
La
proximidad a Estados Unidos
La situación geográfica de Cuba es el gran activo
de su economía. El desarrollo de la industria del azúcar
tuvo lugar porque la demanda norteamericana de ese producto crecía
imparablemente durante la segunda mitad del siglo XIX y primera
parte del siglo XX. Después, el azúcar cubano tuvo
un cupo especial, a precios privilegiados, dentro de las importaciones
norteamericanas. Otras industrias se vieron igualmente favorecidas
por la proximidad: el tabaco, el incipiente turismo y la producción
hortofrutícola y ganadera, entre otras.
La actual estabilidad de la economía mexicana obedece,
por una parte, al equilibrio fiscal que logró el anterior
presidente, y, por otra, a la entrada en vigor del Tratado de
Libre Comercio, que ha permitido la implantación en México
de un considerable número de empresas que exportan, después,
a los Estados Unidos. El gobierno norteamericano ha ofrecido a
una potencial Cuba democrática integrarse en el ALCA, en
igualdad de condiciones con los otros miembros, Canadá
y México; una oferta que no se ha extendido a muchos otros
países sudamericanos.
España ha logrado desarrollarse y unirse a la Unión
Europea porque su situación geográfica ha permitido
que el turismo juegue un papel esencial en la formación
de capital nacional. El turismo continúa siendo la primera
industria española. Si en Cuba hubiera libertad y la industria
turística estuviera incardinada en la estructura del país,
sería también la primera industria y la que tiraría
del resto de su economía. En 1959, esa perspectiva para
el turismo no era tan evidente y, de hecho, los gastos por turismo
de los cubanos en el exterior eran superiores a los ingresos que
la isla recibía por turismo extranjero. Pero, en estos
cuarenta y dos años, el turismo se ha consolidado como
la industria más estable, de mayor crecimiento y mayor
fiabilidad de entre todas las existentes en el mundo.
No sólo se beneficiarían las industrias ya mencionadas.
La tecnología norteamericana, la proximidad de los grandes
puertos del sur de los Estados Unidos y las masivas inversiones
que podrían ocurrir, justifican que la proximidad geográfica
sea el primero de los activos de la economía cubana.
Los
exiliados cubanos asentados en Estados Unidos
Los envios de los exiliados cubanos en Estados Unidos es la principal
fuente de divisas del castrismo, igual que las remesas de emigrantes
de Haití, Colombia, Ecuador y un largo etcétera
son también la principal fuente de divisas de todos estos
países. Además de generadores de transferencias,
una situación que presumiblemente se mantendría
en caso de reformas democráticas, el exilio cubano ha conseguido
unos niveles de formación, acumulación de rentas
y capacidad de influencia política que lo distinguen del
resto de las colonias de emigrantes de otros países instalados
en Estados Unidos. El idioma común favorecerá la
transferencia de tecnología; el conocimiento del país
y los lazos familiares permitirán canalizar una enorme
cantidad de pequeñas y grandes inversiones; y el influjo
político asegurará que Cuba volverá a contar
con un trato diferencial en muchos mercados, agrícolas
y no agrícolas, que permanecen cerrados para otros muchos
países.
La
potencialidad turística y agropecuaria
Ya hemos mencionado estas industrias como las más beneficiadas
por la proximidad y apertura del mercado norteamericano. Precisamente,
una de las mayores dificultades que tienen los países en
vías de desarrollo más adelantados, como Brasil
y Argentina, en Iberoamérica, es que, en el proceso de
crecimiento, es esencial que los sectores donde son más
competitivos, como la agricultura, la ganadería y la agroindustria,
tengan mercados abiertos a los que poder exportar. En la actualidad
esto no es así, porque las políticas agrarias europeas
y estadounidenses protegen tanto a sus pequeños núcleos
de agricultores, -que apenas suponen el 2% de la población
ocupada en Estados Unidos y el 5% en Europa-, que estos países
se encuentran con un obstáculo insuperable en su camino
hacia el desarrollo. No sería esa la situación de
Cuba. Podría especializarse, como estaba empezando a hacerlo
antes de 1959, en productos que demanda el mercado norteamericano,
abandonando, en muchos casos, el cultivo del azúcar, que
sólo es rentable en contadas ocasiones, tierras determinadas
y trabajadas con maquinaria especializada.
La
dolarización
Los residentes en Cuba hace mucho tiempo que hacen sus cuentas
en dólares norteamericanos. La legalización de la
tenencia de dólares ha sido una de las pocas medidas positivas
de los últimos años del castrismo, aunque nada asegure
que cualquier día no se vuelva a prohibir su circulación.
Si no se produjera una vuelta atrás, la economía
cubana contaría, en caso de cambios democráticos,
con la solución de uno de los mayores problemas de cualquier
país, como instrumentar su política monetaria. El
tema no es baladí; en Argentina, la indefinición
monetaria, la convivencia, -a tipo de cambio fijo-, de dos monedas,
el peso y el dólar, ha terminado por provocar una auténtica
tragedia económica, social y política. Cuba debería
renunciar a tener una moneda nacional propia. Los posibles efectos
negativos de depender del dólar se atenuarían en
el caso cubano, porque su economía estaría firmemente
integrada en la norteamericana, con 2 millones de cubanos viviendo
en Estados Unidos, con inversiones potencialmente enormes de ese
origen y con la mayoría de sus ingresos por ventas de bienes
y servicios en esa moneda. Sería un caso de zona monetaria
óptima, lo que no ocurre en Brasil, Argentina o México.
Por otra parte, la dolarización de derecho sería
una recuperación de la plena convertibilidad del antiguo
peso cubano, de antes de 1959, que siempre estuvo respaldado por
dólares en las reservas del banco central.
Ayuda
financiera pública norteamericana e inversiones desde ese
país
Existe un documento oficial norteamericano con el compromiso de
aportar fondos de ayuda pública a una República
de Cuba democrática. Aunque, en realidad, estas ayudas
tardan mucho en plasmarse, porque los controles y exigencias para
su otorgamiento los hacen lentos y difíciles, existe el
pleno convencimiento de que una Cuba democrática contaría
con ayuda alimentaria, en un primer momento, además de
con subvenciones a fondo perdido para educación, sanidad
y la reconstrucción de la administración pública
y de parte de las infraestructuras, así como con la apertura
de muchos mercados de bienes y servicios norteamericanos.
Más importante serían, sin duda, las masivas inversiones
privadas que podrían producirse. En artículos especializados
se ha mencionado que la inversión norteamericana, sólo
en turismo, podría superar los 3.000 millones de dólares
anuales durante bastante tiempo. Sea cual fuere el tamaño
final de la inversión, lo determinante es que tendría
un carácter diferente de la que hoy realizan en Cuba inversores
extranjeros. Los inversores de hoy buscan comprar empresas en
marcha, con mercados asegurados y monopolizados, con la protección
de la dictadura y la ausencia de competencia internacional. Las
nuevas inversiones tendrían por objeto desarrollar otras
potencialidades, compitiendo abiertamente con terceros y confiando
en el desarrollo de la propia economía cubana y en su integración
con las de los países más próximos, en especial
con la de Estados Unidos.
Conclusión
Pocas economías en el mundo funcionan tan mal como la cubana.
En su caso, se unen los problemas de las antiguas economías
del socialismo real -el falseamiento de estadísticas, la
fijación administrativa de precios, la falta de criterios
de inversión- con los propios de los países africanos
descolonizados. El descenso del nivel de vida que se sigue produciendo
en Cuba sólo es similar al que tuvo lugar en las ex-colonias
europeas en África, tales que Argelia, Zimbabwe, Angola
o Guinea Ecuatorial. Comparte con estos países africanos
la falta de nuevas inversiones en infraestructuras, la asombrosa
duración de las que dejaron construidas los colonizadores
y el sustancial aumento de la población que, en Cuba, se
ha doblado desde 1959, aunque han huido, o han sido expulsados
de la isla, más de un millón de personas. Y tal
y como hicieron los países socialistas, y siguen haciendo
muchos de los africanos, ha reducido su nivel de vida hasta poder
vivir con las importaciones que puede comprar con la generación
de divisas que logra exportando. El comercio exterior marca el
nivel de vida, porque es el escenario en el que de verdad se compite.
Y, en este campo, Cuba exporta menos hoy que lo hacía,
en términos cuantitativos, en 1959, antes del castrismo.
En lo que se refiere al futuro se puede ser optimista, siempre
que se produzca una decidida transición política
a la democracia. Sin democracia no habrá más que
miseria.
El análisis de los múltiples factores negativos
que podrían pesar en una Cuba democrática podría
hacer caer en la desesperanza. Sin embargo, la mayor parte de
esos aspectos negativos los comparte con una pléyade de
países, latinoamericanos y africanos, que intentan, a pesar
de todo, salir del subdesarrollo. Comparte con los latinoamericanos
la corrupción, el poder de los narcotraficantes, el endeudamiento
exterior, la destrucción de las clases dirigentes y la
extensión del populismo. Con los países africanos
comparte el deterioro educativo y la desaparición del estado
de derecho. Y con los países socialistas y ex-socialistas,
el reparto entre las mafias de las empresas públicas.
Tiene, sin embargo, más potencialidades que casi ningún
país iberoamericano. Ninguno tiene un movimiento disidente
como el cubano, sólo comparable al de la República
Checa durante el socialismo. Ninguno tiene una población
emigrante instalada en Estados Unidos de un tamaño y éxito
semejante. Ninguno puede tener las ³rentas de localización²
de que podría disfrutar en un futuro la República
de Cuba. Y con ninguno se ha mostrado tan abierto los Estados
Unidos de América.
La historia no está escrita de antemano ni nada es inevitable.
Lo que ocurra en un futuro en Cuba dependerá de cómo
y cuándo desaparezca Castro y de cómo el movimiento
disidente y el exilio exterior sean capaces de coordinarse y convencer
al resto de los cubanos -en especial a los que hoy detentan el
poder en segundos niveles- de que la Cuba que ellos proponen será
más próspera y pacífica que la que proclama
la revolución castrista.
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