Por
Sanguinetti
Un aspecto del problema de factibilidad que nos ocupa es si
Cuba, en una transición hacia una economía de
mercado tiene necesariamente que sufrir los mismos males que
los otros países socialistas o tiene opciones de política
que permitan o, por lo menos, aumenten las probabilidades
de una transición más adecuada a los intereses
de sus ciudadanos. O sea, no existe razón alguna que
nos permita predecir que la transición hacia una economía
de mercado y hacia una democracia en Cuba van a ser consecuencias
naturales de la desaparición del castrismo.
De
hecho, es mucho más fácil que alguna forma de
democracia se instale en Cuba antes de que se instale una
economía de mercado que es mucho más compleja.
Una democracia mínima puede ser factible en el sentido
estrictamente electoral y como una solución negociada
entre las muchas facciones políticas que posiblemente
caractericen el postcastrismo. El fenómeno no es único.
Un ejemplo cercano a Cuba es el de la República Dominicana
donde ha costado cuarenta años, precisamente desde
la muerte de Trujillo, llegar a un sistema político
que ya elige a sus servidores públicos por sufragio
universal limpio, aunque todavía existen muchas quejas
de cuán democrático es el régimen después
de cada período electoral. Para un análisis
de este proceso véase a Espinal (2001). Son muchos
los que creen que una vez desaparecido Castro o el castrismo,
Cuba marchará inexorablemente hacia una democracia
y hacia una economía de mercado, que casi automáticamente
se restaurará la economía que existía
en Cuba antes del advenimiento del socialismo. Implícitamente,
tal expectativa incluye a veces la noción de que todo
vestigio del gobierno actual desaparecería y sería
reemplazado pacífica y gentilmente por un equipo reformista.
Otros creen o esperan que el equipo castrista debe ser remplazado
por medio de la violencia. Aunque no es posible descartar
la posibilidad de que el primer gobierno después del
castrismo acometa las reformas que aquí se postulan
como las más representativas del interés público
cubano, la primera lección de Olson (1965) en su lógica
de la acción colectiva es que las sociedades no suelen
voluntaria o automáticamente actuar a favor de sus
intereses colectivos. Sólo los grupos pequeños
son capaces de llegar a acuerdos voluntariamente, mientras
que los grupos mayores, como los de una nación entera,
requieren de coerción para lograr alguna forma de organización
estable o el establecimiento de incentivos para que los ciudadanos
se comporten, paradójicamente, en función de
sus intereses comunes. Olson va más lejos cuando afirma
en su libro Power and Prosperity (El Poder y la Prosperidad)
publicado póstumamente que ³nadie ha encontrado
una sociedad de gran tamaño que haya logrado un orden
pacífico... por medio de una acción colectiva
voluntaria.². Todo esto significa que si Castro fuera
derrotado por medio de la violencia, que seguramente estaría
liderada por una mano fuerte, sería altamente probable
que el viejo autócrata fuera reemplazado por otro,
después de todo, eso fue lo que Castro hizo con Batista
y lo que suele suceder en muchos otros países.
Si descartamos la posibilidad de un milagro, no es realista
esperar que la acción colectiva voluntaria de casi
12 millones de cubanos lleve al país a una economía
de mercado o a una democracia como guiados por la fuerza de
la gravedad o por una mano invisible. De hecho, la democracia
llegó a Cuba por la fuerza y desde afuera y la sociedad
cubana no fue capaz de mantenerla. No hay evidencia de que
la sociedad actual esté mejor preparada que las generaciones
anteriores para producir un régimen democrático.
Por su parte, la economía cubana, con todas sus características
mixtas de mercado anterior a 1959 fue resultado de un largo
proceso no dirigido que comenzó con la propia colonización
de la isla. Fue fácil destruirla, no será fácil
recuperarla.
La cuestión es entonces determinar qué forma
de acción colectiva coercitiva o de incentivos selectivos
es factible y deseable y cómo pudiera estimularse antes
de que la sociedad evolucione hacia estructuras económicas
y políticas incongruentes con el bien común,
teniendo en cuenta las condiciones existentes en Cuba. Dichas
condiciones incluyen la posibilidad de acciones originadas
fuera de Cuba, bien sea por grupos de cubanos exiliados, gobiernos
interesados u organismos internacionales. En este caso una
de las interrogantes que surge es si las concepciones o preferencias
en materia de políticas y bienes públicos de
los cubanos en la Isla son congruentes con las de los exiliados
que quisieran regresar. En las condiciones actuales apenas
se sabe de la existencia de coincidencias o divergencias dado
que los intercambios entre representantes de ambos grupos
son muy limitados o simplemente no existen. Sin embargo, no
es irrealista suponer que las divergencias pueden ser más
probables que las convergencias, especialmente en lo tocante
a políticas de devolución y compensación
de bienes expropiados y otras reclamaciones lo cual, aunque
debe considerarse como pre-requisito del establecimiento de
una economía de mercado, puede al mismo tiempo ser
parte de una agenda más simple no comprometida con
esta última.
Otra fuente de divergencias profundas y que se ha puesto de
manifiesto con frecuencia en círculos cubanos es el
balance de preferencias entre justicia o reconciliación.
Hay un número desconocido de cubanos, tanto en el exilio
como en la Isla, que creen que antes de que se puedan emprender
reformas políticas y económicas en Cuba es necesario
aplicar alguna medida de justicia a aquellos miembros del
régimen socialista que cometieron desmanes, especialmente
los responsables de fusilamientos, encarcelamientos y otros
abusos de poder. Hay otro número igualmente desconocido
que prefieren una política de borrón y cuenta
nueva. Entre ambos grupos puede suponerse que hayan actitudes
eclécticas con dosis variables de cada polo.
Estas actitudes sin duda añaden un elemento de incertidumbre
en la formulación de escenarios futuros probables,
pero aunque complican el análisis y el planteo y estudio
de los escenarios correspondientes, no es posible descartarlos.
En este contexto hay que señalar que la incertidumbre
existente pudiera aglutinar las fuerzas de los individuos
que sustentan el poder en Cuba en la actualidad y que saben
que su desunión una vez desaparecido Castro puede ser
muy costosa. Igualmente hay que tener en cuenta que los cubanos
que están fuera de este círculo de poder han
estado sujetos a una política sistemática de
represión contra prácticamente toda forma de
asociación, el instrumento castrista para elevar significativamente
los costos de transacción e imposibilitar casi cualquier
negociación coasiana 1 en busca de alianzas políticas.
Este fenómeno, totalmente incomprensible para los cubanos
que salieron al exilio antes de llegar a vivir esta experiencia,
es uno de los que explica la falta de movimientos rebeldes
o de desafíos serios a la autoridad castrista.
La falta de cohesión entre los ciudadanos cubanos -incluyendo
a los que forman las filas del gobierno-, que el gobierno
aprovecha y hace más profunda por su control absoluto
sobre toda fuente de información, afecta igualmente
la capacidad de acción colectiva en lo que respecta
a la definición de intereses comunes. La dispersión
que puede esperarse en la distribución de actitudes,
expectativas o preferencias de los cubanos en materia de políticas
públicas, especialmente en las decisiones que conlleven
a la creación de los bienes públicos que componen
el interés común, se complica aún más
por el fenómeno que Olson denominó ³ignorancia
racional² del ciudadano común y que se refiere
al hecho de que los miembros de cualquier sociedad no tienen
incentivos para ser expertos en todas las cuestiones de la
política pública. Este caso se aplica concretamente
a la ignorancia lógica del ciudadano sobre qué
es una economía de mercado, y cómo se monta,
ignorancia que se puede suponer exacerbada actualmente por
el aislamiento informativo y educativo ya mencionado.
A pesar de las similitudes, el caso cubano puede apartarse
del caso típico de los países ex-socialistas
por varias razones, la primera de las cuales es la políticamente
débil y paupérrima situación de la oposición
al gobierno, tanto en la isla como fuera de ella, que permite
vislumbrar un espacio seguro donde pudiera caer la sociedad
una vez que sus actuales líderes desaparezcan. Esto
significa que, a menos que existan fuerzas ocultas en la sociedad
cubana actual que puedan tomar las riendas del poder a tiempo,
la anarquía y no la corrupción predominarán.
Si aceptamos estos principios como válidos, se desprende
que después de Castro la única manera de establecer
los bienes públicos ³economía de mercado²
y ³democracia² es mediante la acción coercitiva
que se derivaría de uno de los siguientes escenarios:
a) el propio equipo castrista decide acometer las reformas
deseadas, b) el equipo castrista es reemplazado mediante un
golpe de estado interno, o c) el equipo castrista es reemplazado
por una fuerza externa de naturaleza reformista. Descartamos
como inverosímil el tercer escenario, pues no hay indicios
que semejante fuerza pueda llegar a montarse 2. Los escenarios
a y b son verosímiles pero no necesariamente garantizan
el programa de reformas deseable, Castro puede ser reemplazado
por los que hoy son subordinados y nadie sabe si los mismos
podrán ponerse de acuerdo en un programa de reformas
coherentes, aun cuando tengan los incentivos para hacerlo
mencionados más arriba. Es muy posible que todos quieran
sacar a Cuba del impasse económico en que hoy se encuentra
pero es posible que existan agendas diversas y hasta incompatibles
para lograrlo. En tales condiciones, lo que Olson llama el
³surgimiento autónomo de una democracia²
se haría poco probable y el establecimiento de otro
autócrata ganaría en probabilidades. Sin embargo
es difícil que un autócrata nacido de las ruinas
del castrismo persiga la agenda mesiánica de Castro.
Lo más probable es que el mismo se acerque al modelo
del bandido estacionario de Olson y prefiera intentar consolidar
su poder por medio de reformas económicas que serían
altamente populares.
De este modo llegamos al escenario verosímil número
uno, el de la posibilidad de una transición hacia una
economía de mercado antes de una transición
hacia una democracia. Dos pueden ser los principales obstáculos
a este proceso. Uno es la oposición interna si logra
organizarse y manifestar sus protestas por el único
medio disponible, las calles de las ciudades cubanas. El otro
obstáculo puede provenir de Estados Unidos por medio
de la Ley Helms-Burton que exige el llevar a cabo "elecciones
libres" como condición previa a la normalización
de las relaciones económicas entre los dos países.
No cabe duda de que el mantenimiento de las restricciones
al comercio entre Estados Unidos y Cuba derivadas del embargo
vigente limitarían severamente los resultados de cualquier
reforma económica. En este escenario, la democracia
pudiera surgir posteriormente, por presiones externas, especialmente
las provenientes de Estados Unidos. Por supuesto, que dadas
las condiciones actuales en Cuba, la carencia de una sociedad
civil y de partidos políticos, más el tiempo
que se necesitaría para desarrollarlos (sin incluir
un nuevo marco constitucional, etc.) tal forma de democracia
improvisada puede llegar a ser muy débil y, por ende,
sujeta a serias crisis en un proceso largo de consolidación,
como en el caso dominicano referido arriba.
Por otro lado y siguiendo a Olson, lo ideal para una democracia
en Cuba puede ser que el balance de poder después de
Castro se distribuya entre "un número pequeño
de líderes, grupos o familias" de manera tal que
ninguno de los miembros tenga el poder suficiente para prevalecer
sobre los demás ni para atreverse a dar un golpe de
estado. Aunque esta forma de gobierno puede ser demasiado
frágil, es de suponer que sus miembros son individuos
racionales que tendrán como interés común
el mantenimiento de sus posiciones en la sociedad cubana y
hasta el de su propia sobrevivencia. Por lo tanto, es razonable
suponer que los mismos intentarán adoptar una estrategia
colectiva congruente con esos objetivos lo cual nos conduce
al escenario verosímil número dos, o sea, la
posibilidad de que los primeros líderes y agentes de
una trasición hacia una demoracia y una economía
de mercado sean algunos de los altos funcionarios del gobierno
actual.
Nótese el dilema moral que todo esto plantea al ciudadano
cubano opuesto al régimen actual. En la medida que
se desee, como proponen algunos, que se haga justicia a los
miembros del gobierno de Castro que abusaron del poder, y
que, por otra parte, los miembros del gobierno actual crean
que tales deseos pueden convertirse en realidad, los mismos,
actuando racionalmente seguirán una estrategia de acción
colectiva que tendría el potencial de lograr una transición
en Cuba hacia una democracia y una economía de mercado.
Tal resultado es lo que se puede suponer que la mayoría
de los cubanos residentes en la isla y un cierto número
en el extranjero desean, incluyendo los que claman por una
medida de justicia, pero esta última alternativa parece
ser incongruente con el objetivo general. Esto significa que
el clamor de justicia creará las fuerzas que la pueden
impedir, pero que a su vez pueden propiciar una rápida
normalización de la vida ciudadana en el postcastrismo.
Es importante recalcar que sí suponemos que los miembros
del equipo de gobierno cubano que sobrevivan a Castro actuaran
racionalmente, no tiene sentido que los mismos intenten mantener
el castrismo sin Castro, pues es aquí donde pueden
sobrevenir presiones internas de una intensidad tal que ellos
no puedan enfrentar sin la presencia del líder desaparecido.
Y es de esperar que mientras más se prolongue ese momento,
más se acumularán esas presiones. Se desprende
que un error de cálculo por parte de los funcionarios
del gobierno que sobrevivan a Castro puede crear un tercer
escenario verosímil si estalla un proceso de desorden
civil incontrolable. En tal caso la anarquía puede
prevalecer, cualquier forma de acción colectiva se
haría casi imposible y el futuro de una democracia
y una economía de mercado en Cuba sería muy
incierto.
De manera que podemos identificar por los menos dos coaliciones
de cubanos con intereses que son parcialmente comunes y parcialmente
divergentes. Los que ostentan cargos en el gobierno actual
y los que están fuera del gobierno, incluyendo a los
exiliados. En base a los razonamientos anteriores, se puede
suponer que el primer grupo desea una democracia y una economía
de mercado en el postcastrismo al igual que el segundo grupo.
La divergencia estriba en que un subconjunto del segundo grupo
(llamémoslo los intransigentes) desea una medida de
justicia antes de las reformas y que sean sus representantes
y no los viejos funcionarios de Castro los que lleven a cabo
la transición. Sin los intransigentes, se presentaría
una oportunidad de negociación que conduciría
a un mejoramiento paretiano, pero dependiendo de la fuerza
de los intransigentes, dicha mejoría puede ser imposible
3.
Por otro lado, si los intransigentes fueran lo suficientemente
poderosos para impedir que los funcionarios de Castro gobiernen,
pero no lo suficientemente poderosos para tomar el poder,
entre ellos y los demás, se presenta una situación
cercana a la paradoja del prisionero, pues no habría
coincidencia de estrategias y el resultado sería un
sub-óptimo de Pareto 4. Esta situación daría
lugar a un cuarto escenario verosímil que se caracterizaría
por un largo proceso donde prevalecería la incapacidad
de acometer reformas, aún cuando se puedan lograr algunos
avances en libertades económicas e individuales.
En el caso del tercer escenario y también si el cuarto
acaba conduciendo del estancamiento a la violencia es donde
fuerzas externas pueden intervenir y forzar una solución
hacia un equilibrio que en principio puede favorecer más
a los intereses extranjeros que a los cubanos. Es por eso
que es de interés para los cubanos en la Isla y en
el exilio intentar alguna negociación coasiana que
permita que el interés nacional predomine sobre los
otros y dirimir la cuestión de justicia por medio de
métodos más creativos, acaso parecidos a los
que han seguido Africa del Sur y otros países que no
han podido seguir procesos tradicionales de justicia por la
falta de los poderes correspondientes.
Aplicando la lógica de la acción colectiva de
Olson a las condiciones en que las diversas coaliciones cubanas
están organizadas, podemos concluir que tanto una economía
de mercado como una democracia son factibles en Cuba si se
dan ciertas condiciones. Aunque la materialización
de esas condiciones está sujeta a una buena dosis de
incertidumbre, en principio es posible influenciar la evolución
de los acontecimientos. Tales condiciones se refieren a las
formas en que las coaliciones existentes, especialmente la
formada por los miembros más influyentes del gobierno
actual, consiguen encontrar una negociación coasiana
que les permita mantener una agenda común. El problema
que enfrentarán es que el tamaño del grupo puede
ser lo suficientemente grande como para que el aumento de
los costos de transacción de las negociaciones a un
nivel tan elevado las imposibilite. La incapacidad de este
grupo de encontrar una agenda común puede llevar al
país a la anarquía creándose una situación
que pudiera llamarse de regresión paretiana donde todos
los cubanos pudieran ser perdedores, especialmente si el interés
nacional se midiera exclusivamente por la capacidad de la
economía de recuperarse, como sería en muchos
países.
En estas circunstancias se puede argumentar que hay tres subescenarios
posibles. Uno es que las fuerzas armadas tomen el poder de
las autoridades civiles y mantengan el orden. En este caso,
puede haber vacilaciones sobre qué curso tomar, pero
uno de ellos puede ser el de la democracia y la economía
de mercado si suficientes presiones se ejercen desde el exterior.
Un segundo subescenario sería que las fuerzas de disidentes
internos estén en condiciones de mediar o de ayudar
al grupo de gobierno en el postcastrismo a encontrar una negociación
coasiana de manera de que se forme un gobierno de transición
aunque sea de naturaleza temporal pero que esté en
condiciones de comenzar algunas reformas. En este caso se
puede pensar que la factibilidad de las reformas será
muy limitada pues dependería del equilibrio lábil
que se puede esperar de tal arreglo. La evidencia existente
hasta el momento es que los grupos disidentes no han dado
muestras de una capacidad de negociación coasiana entre
ellos mismos y no hay muchas razones para creer que esa capacidad
puede nacer de la noche a la mañana en una crisis de
la naturaleza de la que estamos discutiendo. Es cierto que
esto ha sido motivado en parte porque los costos de transacción
han sido elevados por la represión castrista y una
vez eliminada ésta por lo menos se puede pensar que
tales transacciones no serán tan costosas y, por lo
tanto, se pudieran lograr. Esto, por supuesto, es imposible
de predecir en las condiciones actuales.
Un papel parecido, como mediador o catalizador, pudieran jugar
las diversas coaliciones del exilio cubano que tienen interés
en tener influencia en el futuro de Cuba. Está claro
que en todos estos años estos grupos no han podido
definir una agenda común que vaya más allá
de declaraciones muy generales que carecen de valor operativo.
Por otra parte, las coaliciones del exilio no parecen haber
intentado mantener contactos o alguna forma de intercambio
con personajes del gobierno, aunque esto, por supuesto hubiera
tenido que mantenerse con suma discreción dada la represión
castrista. Es de suponer, sin embargo, que tales contactos
pudieran ser un instrumento sumamente valioso para influir
en los acontecimientos futuros en Cuba. De hecho, puede ser
la única oportunidad de fuentes del exilio de influir
como grupos en los asuntos internos de Cuba, ya que los mismos
no tienen la fuerza para ejercer influencias de otro modo.
Se desprende entonces que si el interés nacional de
los cubanos se puede circunscribir al montaje de una democracia
y de una economía de mercado, lo cual significa limitar
severamente el alcance de las demandas de justicia por abusos
cometidos por ciertos miembros del gobierno bajo Castro, tanto
los disidentes como los grupos de fuera de Cuba deben optar
por una agenda común para enfrentar la desaparición
de Castro, que incluya las siguientes acciones coordinadas:
a) la definición de un programa de trabajo para la
instalación de un régimen democrático
y una economía de mercado que pueda ser aceptado por
las principales fuerzas del país incluyendo a los miembros
del gobierno actual, aunque no necesariamente a los más
cercanos colaboradores de Castro, b) la producción
masiva de material de lectura sobre los diversos aspectos
y las condiciones en que Cuba se desarrollaría después
de Castro, insertándose en la economía internacional
y gozando de las libertades civiles que le han sido negadas
por tantos años y c) la conducción de actividades
diversas dirigidas a establecer lazos entre los cubanos para
discutir el futuro del país y quebrar el monopolio
del discurso del futuro de Cuba hasta ahora mantenido por
Castro.
1 Una negociación coasiana (por Ronald Coase, el Premio
Nobel de economía que contribuyó al concepto)
es aquella por medio de la cual dos partes en posición
potencial de conflicto llegan a un acuerdo por medio de un
pago o concesión de una parte a la otra, de manera
que el beneficio que deriva el que paga es mayor que el costo
de la transacción.
2
Algunos pueden pensar que esa fuerza puede ser las fuerzas
armadas de Estados Unidos. Independientemente de lo indeseable
de tal acontecimiento, yo creo que dicho escenario es poco
probable a menos que Cuba caiga en una anarquía sangrienta
y no existan fuerzas internas capaces de mantener el orden.
3
Se dice que un estado distributivo de recursos entre varios
agentes ha alcanzado un equilibrio óptimo paretiano
(por Wilfredo Pareto) cuando ninguno puede mejorar sin que
empeore por lo menos uno de los otros. El concepto se puede
extender a una transición de posiciones políticas
o conductas. O sea, se supone que lo que se busca en toda
negociación, que puede involucrar una transferencia
de bienes o de conductas, es que cada parte mejore como resultado
de la negociación, aún cuando el resultado no
sea de la entera satisfacción de las partes.
4
Los intransigentes pueden surgir por varias razones, una es
que no identifican las ventajas de una negociación
o sea son miopes, o porque los costos de transacción
son demasiados altos con relación a los beneficios.