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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
El sueño del regreso a Cuba

Por Jay Martinez.
Jay@coqui.net
Director del Programa Radial Magazine Cubano en Puerto Rico y Editor de la Revista Semanal Cubana Opositor

¡Que cubano no ha soñado con el regreso a Cuba! Cuantas veces no nos hemos imaginado reencontrarnos con el barrio o pueblito que llevamos en nuestros corazones y hasta revivimos situaciones con nuestros amigos de la infancia.

Cada vez que hablo de este tema con algún cubano que recién sale al exilio o que después de varios años visita Cuba me expresa: “Tu debes visitar Cuba y cuando veas como esta aquello te garantizo que se te quita toda esa nostalgia que sientes, porque aquello no es lo que dejaste todo esta peor y ya nada es como tu te lo imaginas”.

Yo viví en Cuba los primeros 16 años de mi vida. Me fui el 12 de mayo de 1980 cuando ya el actual régimen llevaba 21 años en el poder. El desastre económico, el hambre, la libreta de abastecimiento eran cuestiones que golpeaban la realidad cubana. La única diferencia a como esta Cuba ahora es que en los ochenta no se podía tener dólares porque te encarcelaban y que las prebendas eran para los técnicos soviéticos que tenían sus Diplotiendas bien abastecidas y para la cúpula del poder cubana.

Aunque viví en carne propia el no tener zapatos para ir a la escuela, la escasez del transporte, los apagones, la escuela al campo, el ser joven y no tener ropa, poder comer una sola vez al día, la represión y la persecución por escuchar música americana, llevar el pelo largo a modo de rebeldía y ser reprimido por usar un pitusa o mascar chicle que algún familiar te enviara desde Miami; nada de esto me impide soñar con el regreso a una Cuba libre.

La ley de peligrosidad y la ley del vago fueron implantadas en Cuba en la década de los anos setentas para de alguna forma neutralizar el movimiento hippie que se crecía en el mundo e influenciaba también a los jóvenes cubanos. El mismo John Lennon quien para los cubanos de las nuevas generaciones es un héroe, en mi época estaba considerado por los mismos que hoy le levantan estatuas, un delincuente y escuchar su música constituía un delito.

La Cuba de hoy es la misma que yo deje en los ochenta pero con dólares y marcadas diferencias sociales donde no ya tan solo los extranjeros y los miembros de la nomenclatura viven bien sino los que tienen la suerte de tener un familiar en el exterior que los ayude económicamente o de trabajar en el campo del turismo.

Recuerdo en la Playa de Santa Fe a Merceditas una joven que había estudiado idiomas y hacia alardes que dominaba más de cinco lenguas. Era una hermosa cubana que mascaba chicle, fumaba cigarros Kent y se perfumaba con Noche de Moscú un perfume de moda y que solo lo podían comprar los extranjeros en las diplotiendas. Por mi corta edad yo no entendía porque ella podía vestirse y verse diferente a las demás jóvenes del barrio. Algunos comentaban que trabajaba en el turismo con los técnicos extranjeros pero la realidad era que practicaba la prostitucion. Era una jinetera sofisticada que me imagino abundaban en la Habana con la diferencia que las de hoy lo hacen mas abierto, pero ambas obligadas por la misma escasez económica.


El famoso escritor Cabrera Infante fallecido hace mas de un ano expreso en una entrevista que se le hiciera meses antes de morir en Londres que la Nostalgia era la prostituta del recuerdo y es que a través de la nostalgia el ser humano puede y logra ver lo que dejo atrás de una manera muy distinta y hacer realidad por un instante toda la melancolía que llevas dentro.

En muchas ocasiones yo he escuchado a cubanos que salieron de Cuba en la década de los sesentas que la verdadera nostalgia es la que ellos sienten por Cuba porque ellos si conocieron a la Cuba bella y primorosa. En realidad ellos tienen alguna razón en lo que expresan pues su nostalgia se basa en un momento histórico esplendoroso que ellos vivieron y disfrutaron y que al revivirlo en la distancia les trae mucha alegría y satisfacción. Me imagino que cuando sueñan con el regreso imaginan reencontrarse a esa Cuba que ellos dejaron.

Algo parecido nos ocurre a los que salimos en los setenta y los ochenta y hasta el que salio el mes pasado. No podemos pensar que la nostalgia es única y exclusivamente para los que conocieron la otra Cuba porque cada realidad vivida en nuestra patria la relacionamos con la unidad de la familia, con los vecinos que tomaban café en nuestro portal, la señora de la esquina que vendía durofrios, pirulí o melcocha o con la mata de almendra que abastecía a todo el barrio.

Pero no deja de ser emocionante el que podamos tener recuerdos lindos y sentir esa misma melancolía que nos hace asociar toda nuestra experiencia en el exilio con lo vivido en la Isla. El cubano en el exilio cambia e inconscientemente adopta costumbres que lo alejan de su cubania. Se pierde el compartir con el vecino, el entablar un dialogo ameno sobre cualquier tema en la esquina o en la cola aun sin conocer a la otra persona; el estrés y el trabajo nos alejan de nuestros amigos y las relaciones amistosas desaparecen rápidamente sin apenas darnos cuenta.

Aunque los comunistas hayan destruido nuestra patria y materialmente sea un desastre ellos no han podido destruir nuestro único cielo azul ni las cristalinas aguas y las blancas arenas de nuestras playas ni el caliente y único sol del mediodía, ni la brisa del mar, ni el verdor de nuestros campos, ni la magia de nuestro único paisaje ni el sabor de nuestra azúcar y olor del tabaco ni el sabor de nuestras frutas.

Aunque el abandono es total nuestro Morro, Capitolio y Malecón permanecen allí como gigantes dormidos que esperan por el regreso de todos sus hijos esparcidos por el mundo a una Cuba prospera, libre y democrática como la hemos soñado desde que emigramos de la patria. De esta forma, el regreso no será mas un sueño sino una realidad.


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