Cuentos
al Aire Libre de José Vilasuso libro cuya primera edición
data del 2000 acaba de lanzarse por segunda vez en edición
de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. La obra
tiene reimpresiones en los años 2001 y 2003, lo que
hace cuatro tiradas del texto que acaba de aparecer corregido
y aumentado.
Entrevistado el autor expresó su complacencia ya que
en el ámbito cultural de La Isla del Encanto, cuando
un autor logra vender bien, los editores suelen preferir nuevos
títulos. Esto manifestó recién Patricia
Gutiérrez de Editorial Playor en San Juan.
Al preguntarle al autor la causa de dicha política,
el mismo respondió: ?No lo sé; pero aquí
las políticas editoriales en general son extremadamente
conservadoras. Las cosas se hacen por hábito. Toda
propuesta que se salga de la costumbre se suele desechar.
Los ejecutivos no se atreven a innovar, tomar nuevos caminos;
a veces los logros están a la vista y no se reconocen.
Sobre el contenido del libro. Se trata de una selección
de cuentos puertorriqueños y cubanos con breve inserción
de Nueva Orleans, tres escenarios donde el autor ha realizado
buena parte de su narrativa. Los temas abarcan la vida cotidiana
del Puerto Rico moderno con sus carros, restaurantes de comidas
rápidas y el ingenio propio del ciudadano de a pie.
Los temas cubanos proyectan un pasado de contraste donde los
acontecimientos marcan visiones y enfoques muy subjetivos,
en blanco y negro, a veces caricaturescos, un tanto a lo Luis
Buñuel.
En referencia a los años de trabajo transcurridos frente
al manuscrito, Vilasuso dijo: Es difícil precisar el
tiempo que dura escribir cualquier cosa: toda narrativa se
escribe y vuelve a escribir. Hay que pulir y buscar febrilmente
la perfección. Siempre debemos estar inconformes. Cuando
se edita descubrimos los fallos y apenas el editor ordena
la siguiente tirada esperamos revisar, compaginar, remozar
y en eso se van los años. Es una tarea de permanencia.
Uno tiene que sentirse en su oficio y seguro de contribuir
a algo que vale la pena. Por ejemplo el cuento titulado: ?Por
Ahí Viene el Muerto? data de los años setenta,
entonces vivía en Nueva Orleans, pero los recuerdos
eran de mi niñez en Cárdenas. Si sumamos todo
el tiempo recorrido para acumular recuerdos, experiencias,
y el número de cuartillas, suman muchos años
y no menos documentos escritos. Eso es trabajo fructífero.
Al final ha aparecido una versión que no me disgusta?
¿Cómo se puede contabilizar la edad de una obra
tal? Le preguntan; no lo sé con exactitud, pero diría
que suma décadas.
El autor dijo a continuación: El cuento ?Ay Bendito?
que es típico de Puerto Rico, lo concebí apenas
llegué a la isla en 1982. Entonces me llamó
la atención el número de hombres jóvenes
y fuertes pidiendo dinero por las calles. Comprendí
por instinto que no se trataba de simples pordioseros, pero
me tomó años convencerme de la verdadera naturaleza
de esa costumbre, sobretodo en un país desarrollado,
moderno, de alta tecnología. El trabajo más
importante consistió en observar las actitudes de la
gente frente al fenómeno del deambulante. Tema que
ha motivado otro título que va por la segunda edición.
A la pregunta sobre la escuela literaria a que pertenece don
José, respondió. No es fácil ubicarse
en corriente alguna. Creo que los autores o aficionados, tenemos
tendencias, influencias, inclinaciones, rasgos de orígenes
infinitamente variados, hasta el ancestro. Pero creo que uno
de mis impulsos más fuertes proviene de los narradores
norteamericanos del siglo anterior. Sus libros se me grabaron
profundamente. Fue como un descubrimiento maravilloso en una
época que concebía a los norteamericanos sólo
como hombres de negocios, o futbolistas y vaqueros. A lo sumo
concebía a Betty Davis o Joan Crawford como ejemplos
de sensibilidad y dramatismo. Pero no hay duda que estos escritores
constituyen una generación de consagrados, maestros
de su lengua, aventureros del arte, e inconformes capaces
de apreciar lo humano en todas las presencias . Al pisar sus
predios en 1967 sentí como si reviviera aquellas páginas
de sabrosa lectura. Pero algo todavía más vivido
y natural se me reprodujo en las narices. Al observar de cerca
a los americanos - no importa que fueran sureños -
se me reproducían infinidad de secuencias y lenguaje
sacado de las películas. Era como si hubieran escapado
de la pantalla y se desenvolvían de manera espontánea.
Por ejemplo, cuando caminaba por las aceras del Barrio Francés
en la ciudad de Nueva Orleans y respiraba el aire de primavera,
intuía que me acomodaba y recogía escenas, sitios
y personajes que hubieran cautivado a John Steinbeck, Sinclair
Lewis o a Pearl Buck. Uno de ellos es el costado de la Catedral,
al fondo del Callejón del Pirata, donde se conserva
una placa que se me ha grabado como un mural. Describe la
historia de ese edificio que data de la colonia española,
al final el texto cierra así: ?En esta casa, en 1919
William Faulkner escribió su primera novela: ?La Paga
del Soldado.?
Respecto al diagrama del libro Vilasuso sonríe. Reconozco
que al abrir un libro pueda parecer un tanto descabellado
comenzar la lectura sin saber de qué se trata y de
pronto, encontramos el título inserto. Esto es como
otra sorpresa. Mi manuscrito completo estaba redactado de
esa forma, todo con la misma letra ?times?. La edición
cambió el párrafo inicial usando:?itálica,
bold,? ect? Lo hicieron para destacar una especie de preámbulo.
Cosa que no me ofende; pero hubiera deseado que todo apareciera
con ?times.? Es el mismo impacto del cine; hoy usted comienza
a ver una película, se interesa, avanza, y de pronto,
salta el título, y luego los créditos, mientras
prosigue el filme. No sé a quién se le ocurrió
hacer algo tan diferente, pero me satisface plenamente. Deja
grabada una impresión de realismo y naturalidad.