Queridos amigos y colegas:
Les adjunto mi última columna para El Nuevo Herald, la
cual no sé en estos momentos si será publicada este
Sábado como correspondía. Como muchos de ustedes
sabrán ya, este periódico despidió a dos
periodistas de su plantilla regular, Pablo Alfonso y Wilfredo
Cancio, así como a una freelancer bajo contrato, Olga Connor,
por haber recibido pagos de Radio Martí. Yo también
recibo pagos de Radio Martí, precisamente por actuar como
analista político en un programa semanal que modera Pablo
Alfonso.
Traté de obtener alguna aclaración sobre la política
que rige en casos como el mío del director del Nuevo Herlad
pero, como es su costumbre, no me ha contestado. En esa espera,
han salido una serie de informaciones, no refutadas por la gerencia
del Nuevo Herald o del Miami Herald, de que los nuevos dueños
de la empresa, un consorcio llamado McClatchy, estaban en conversaciones
con La Habana para abrir una oficina allí y que esos despidos
respondían a presiones del régimen cubano. Dando
aún más fuerza a esas informaciones estaba el hecho
reportado en la prensa de que en una Mesa Redonda en la Habana,el
30 de Agosto, Reinaldo Taladrid había anunciado que el
Herald tomaría esas medidas. Ante esas evidencias, no deseaba
seguir asociado con El Nuevo Herald.
En mi columna de despedida, explico mi experiencia como primer
Director de Radio Martí en relación con algunas
de las cuestiones que han aducido los gerentes del Miami Herald
y del Nuevo Herald para actuar en contra de periodistas que no
han dado evidencia alguna de que hayan actuado en ninguna forma
fuera de ética.
Espero
poder encontrar otra vía de llegar a mis lectores en Miami.
Saludos, ernesto betancourt
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COMENTARIO: RADIO MARTI Y LA LIBERTAD DE INFORMACION He visto
con sorpresa que un debate que creía más que resuelto
se ha vuelto a abrir con el despido de varios periodistas de El
Nuevo Herald por recibir pagos por su labor en Radio o TV Martí.
Fui el primer director de Radio Martí y me tocó
encarar ese conflicto temprano en mi tenencia en ese cargo. La
Voz de América, a la cual estaba adscrita Radio Martí
en aquella época, tuvo un problema semejante con periodistas
de varios medios que participaban en algunos de sus programas.
En primer lugar, la posición oficial del Gobierno de los
Estados Unidos sobre cualquier asunto se fija en los editoriales
que trasmiten ambas estaciones. Una primera cuestión que
tuve que decidir era si Radio Martí iba a tener sus propios
editoriales. Tomando en cuenta el costo en personal requerido
para elaborar esos editoriales, opté por trasmitir los
que trasmitiera la Voz de América. Esa es la única
posición oficial del gobierno de EEUU que trasmite Radio
Martí.
De
acuerdo con la ley, el resto de la programación tiene como
objetivo ofrecer al pueblo de Cuba una fuente alternativa de información.
Todos los demás programas de Radio Martí quedaron
sujetos a las normas emitidas por el Director de la Voz de América
en cuanto a balance y objetividad. Esas normas todavía
están vigentes. Por tanto, es totalmente inexacto decir,
como se aduce en la información publicada en el reportaje
del Sr. Oscar Corral, que para Radio y TV Martí ¨el
fin es socavar el gobierno comunista de Fidel Castro¨. Si
en Cuba no hay libertad de información y el acceso a otra
información socava al régimen, es culpa de dicho
régimen. No de que exista otra fuente de información.
En cuanto a que los periodistas que laboran como personal regular
o bajo contrato en un medio no pueden ofrecer sus servicios a
otros medios, es una cuestión totalmente errónea.
Eso es negar la existencia de la práctica de contratar
los llamados ¨stringers¨ Un ¨stringer¨ es un periodista
que conoce un tema o una plaza muy bien, pero que los medios no
tienen suficiente demanda de sus servicios para justificar un
contrato a tiempo completo. Estos especialistas hacen contratos
con varios medios simultáneamente para así poder
obtener un ingreso que les permita vivir adecuadamente. En la
primera etapa de Radio Martí, Jay Mallin, nuestro director
de noticias, montó una red de ¨stringers¨ a través
de todo el mundo a quienes se pagaba por despacho utilizado. Además,
se contrata talento para programas específicos, complementando
al de plantilla. El conflicto ético de recibir pagos de
una entidad gubernamental también se planteó en
el caso de la Voz de América. Varios de los programas de
esta estación, gubernamental igual que Radio Martí,
envolvían la participación en paneles de periodistas
que laboraban en medios de prensa ubicados en Washington.
Se
produjo un gran revuelo aduciendo que el que recibieran un pago
de una entidad gubernamental comprometía su objetividad
y la libertad de información. Por otra parte, el tiempo
de participación en los programas era mínimo y no
podía justificarse el que pasaran a ser personal de plantilla
de la estación. En definitiva, se aceptó la práctica
y los programas con paneles de participantes a tiempo parcial
han continuado en ambas estaciones. En ese aspecto, la cita de
dos expertos en ética que se hace en el reportaje de Oscar
Corral comparando el caso de Armstrong Williams con el de estos
periodistas es espúrea. Williams recibió un contrato
específicamente para hacer promoción de un programa
de la administración Bush. En ningún momento, se
ha demostrado que los periodistas de El Nuevo Herald hubieran
escrito algo promoviendo a Radio o TV Martí o respondiendo
a directrices que vinieran de esas entidades. Que son críticos
del gobierno cubanos, claro que lo son. Pero esa actitud la comparte
la mayoría de los lectores de El Nuevo Herald. El periódico
tendría que convertirse en otro medio de propaganda del
régimen cubano para que los medios al servicio del régimen
dejen de llamarlo el libelo de Miami, como hizo el día
9 de Septiembre el Granma al cubrir estos despidos. La gerencia
de The Miami Herald, o sus nuevos dueños, tienen que estar
conscientes de que lograr la aprobación de La Habana implica
despedirse de una parte apreciable de sus suscriptores y anunciantes
de Miami. Si quieren hacer eso, allá ellos. Yo, por mi
parte, me voy con mi música a otra parte. Adiós,
queridos lectores.
Ernesto
F. Betancourt
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