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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
La condición de estadounidense circunstancial, no convierte en incondicional.

Por Dr. Octavio Dilewis Ibarra

La condición de estadounidense circunstancial no convierte en incondicional. En las últimas semanas, dada mi clara posición de enfrentamiento a cualquier grupo o gobierno que directa o indirectamente esté colaborando con la tirania castrista, he recibido incontables preguntas de compatriotas nacidos en Cuba o hijos de cubanos, para mi tan cubanos como yo, que desean aclararse a si mismos la posición que deben asumir ante el gobierno de Estados Unidos, su identidad y su lealdad. No olvidemos que el destartalado Miliciano Pérez y sus devaluados concurrentes realizan un arduo y genuflexo trabajo diversionista para debilitar y neutralizar, en función de los intereses de la administración norteamericana de turno, nuestra fuerza patriótica y libertaria.

Si usted nació en Cuba y se naturalizó estadounidense por vocación o por mandato de las circunstancias, o nació por accidente, a consecuencia de la tirania que secuestró a Cuba, en Estados Unidos, su condición de ciudadano estadounidense no lo obliga a aceptar de modo incondicional cualquier acto del gobierno de Estados Unidos, por muy infame que sea. Usted es libre y tiene el derecho de plegarse a los actos del gobierno que considere infames, o retarlos, siempre que con ello no viole la ley o el derecho de otros. Ello no implica que debamos reprimir nuestra proclividad a retar alguna ley, cuando la consideremos injusta. Por ejemplo la infame aberración jurídica que constituye la orden ejecutiva con fuerza factual de ley "pies secos, pies mojados", impuesta por Clinton para servir al tirano Castro y a la discrimación racial contra los cubanos, y ratificada alegremente por Bush a los mismos efectos. Nunca debemos olvidar que nuestro derecho termina en el punto en que comienza el de nuestros congéneres. Respecto a lo anterior podría haber un amplio y profundo rango para la interpretación más allá de lo literal, si decidimos internarnos en el área de la ética: los exiliados cubanos no podemos considerarnos libres mientras continúe pesando sobre nuestro deber, la esclavitud de nuestros compatriotas secuestrados intramuros por el grupo gangsteril castrista.

Hace un tiempo escuché a un individuo decir, en un programa muy popular de la televisión nocturna, que él ya no es cubano y que no tiene nada que lo vincule con la mayor de las Antillas, más allá de algunos amigos. La persona en cuestión dijo para respaldar su aseveración que cuando hizo el juramento de
ciudadanía él si se lo tomó muy en serio.

Por supuesto que respeto el derecho del señor a expresar lo que su consciencia le dicte y a pensar de la forma en que se manifestó. Otra cosa es que considere que tenga bases sólidas en la realidad para sustentar su estado de consciencia.

El establishment le va a recordar siempre que es un naturalizado al menos de dos formas distintas: haciéndole saber que ni siquiera puede soñar con la posibilidad de ser presidente del pais, es decir, que no es ciudadano de pleno derecho; y recordándole a él y a los funcionarios de aduanas que es cubano, cada vez que miren el pasaporte y observen un renglón en el que se puede leer: "lugar de nacimiento: CUBA".

Llegué a este pais en la primera mitad del año 1993. Muchas personas, aun meses antes de cumplir los cinco años de residencia, comienzan a realizar los trámites de naturalización. Ese no fue mi caso. Habian pasado meses desde mi fecha de cumplimiento con el requisito y aun me encontraba en medio de una tormenta de consciencia.

Por un lado la posibilidad de sumar mi voto al grupo de presión sobre los políticos estadounidenses en favor de una actitud más comprometida con la causa de la liberación de Cuba. Y por el otro, la certeza de que yo entraría en conflicto con cualquier pais del mundo que no reconociese mi derecho de tener como prioridad absoluta, por encima de cualquier otra, la liberación de mi pais: primero la libertad de Cuba.

Establecidos los puntos de acuerdo con mi consciencia inicié los trámites de naturalización. Tenía claro que la ciudadanía puede resultar un vínculo temporal o permanente con el ordenamiento jurídico y el gobierno de un pais, en tanto la nacionalidad es la conexión eterna con la tierra que nos ha visto nacer.

Los últimos serán los primeros postula el evangelio. En brevísimo tiempo realizaron todas las indagaciones de rigor y me dieron fecha para la entrevista de ciudadanía. El funcionario entrevistador, un anglosajón en sus veintes, me hizo solo tres preguntas. Al comprobar que yo tenía buen manejo tanto del cuestionario como del idioma inglés, me preguntó si quería hacer algún cambio a mi nombre. -- Soy abogado -- le contesté -- y precisamente hace tiempo que quiero transformar uno de mis dos nombres en una combinación de los de mi madre y mi padre, que Dios tenga en la gloria eterna, y no me perdono que conociendo perfectamente como realizar el trámite aun no la haya hecho. Por ello voy a aprovechar su oferta --.

El funcionario llenó la forma establecida para esos casos y me la mostró; le dije que lo habia escrito mal y le rectifique letra por letra en inglés. Cuando me entregaron el certificado de naturalización encontré que se habia equivocado por segunda vez y no habia escrito el segundo nombre como le dicté.

A pesar del pequeño incoveniente en el segundo nombre, debo admitir que el proceso fue extremadamente rápido y generoso en mi caso y lo agradezco. Aun así, nada en este mundo puede compulsarme a olvidar la causa que me trajo al exilio. Por ello, estoy dispuesto a confrontar los intereses que deba en defensa del derecho del pueblo cubano a los derechos, a la libertad y al progreso. No importa si es el establishment norteamericano y sus títeres, cómplices de la esclavización de mi pais de nacimiento, o los cubanos renegados que nunca dejarán de serlo, por mucho conflicto de identidad que exhiban.

Cuando Cuba sea libre consideraré si conservo o no la ciudadanía estadounidense. Pero no hay ni puede haber para mi ninguna prioridad por encima de la causa de la liberación de Cuba, a la cual he dedicado toda mi vida.

La condición de ciudadano estadounidense naturalizado no convierte a nadie en obligado incondicional de ningún gobierno.


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