por
Brenda Cárdenas .
«Cuando
la noche caía y la luna estaba en su máximo
esplendor en las afueras del hotel St. Jhones, en el Vedado,
zona turística de la Habana, Cuba, se veían
deambular a las jineteras (prostitutas cubanas) una y
otra vez, como si estuvieran a la caza de algo o alguien.
Una de ellas caminaba como un felino, cabellera rizada
color negro azabache, de piel obscura; nos llamó
la atención su vestido, parecía español,
nada que ver con la ropa cubana, entró al hotel
preguntando por un huésped en particular, la recepcionista
le contestó que no se encontraba, así que
la joven optó por esperarlo pasivamente en el lobby.
Presa de las miradas indiscretas de los huéspedes
que entraban y salían, se veía apabullada
e incómoda. Con el afán de conocer el modo
de vida de estas mujeres, decidí abordarla con
un "buenas noches" percibiendo que ella se sorprendió
por mi saludo, pero pronto cambió su expresión,
parecía que el saludo espontaneo le resultaba grato.
Comenzó una charla informal; ya con algo de confianza
platicamos sobre su vida, me narró confidencias
de su vida sexual y del conocimiento que tiene en el trato
con los clientes, la tarea de convencer, hasta tal punto
de que es imposible que se nieguen. Contó, con
sonrisa pícara, que los viejos son los más
generosos en las retribuciones económicas, "
pues con algo tienen que cubrir las carencias".
Al
contarle que yo era de México, respondió:
¡Ah!, la mayor parte de mis clientes han sido de
esa nacionalidad. Señaló con orgullo que
lleva 5 años en el oficio y que ha aprendido aspectos
interesantes de otras culturas, por la constante convivencia
con los turistas. Marisey estudia por las mañanas
el tercer año de la carrera de Leyes, piensa ejercer
tan pronto termine la carrera, por ahora trabaja por las
noches para juntar dinero y ayudar a su familia. Con sólo
22 años tiene una enorme responsabilidad, pues
también quiere que sus seis hermanos estudien,
ella es la quinta. Le preguntamos si hay alguien que las
dirige o promueve y se negó a contestar, cambió
de tema bruscamente con un dejo de temor.
Días
después observé también que el malecón
de la Habana, durante las cálidas madrugadas, estaba
invadido de mujeres sumamente atractivas. El sociólogo
habanero, José Sánchez expresó que
cuando estaba en el poder Fulgencio Batista, Cuba era
el prostíbulo más grande de los Estados
Unidos. Después de la revolución la prostitución
fue proscrita, pero hace diez años surgieron brotes
de una nueva y más importante prostitución.
Todo ello surge a causa de la cruda situación económica
que se está viviendo, hace diez años la
caída del mercado soviético —por entonces
el fundamento de la economía cubana— provocó
el desplome de Cuba. "Nos llegó una crisis
económica muy fuerte, el 35% del PIB se desplomó
en menos de dos años, en lo político nos
quedamos solos en las ideas izquierdistas, cayó
el petróleo y la energía. Cuba ha sido un
país asediado, con bloqueo y hostigado, pero Cuba
no necesita prostituirse para vivir. En Egipto no hay
prostitutas porque hay petróleo, aquí no
lo hay." Actualmente éste fenómeno
esta muy controlado, pero le da tristeza que las agencias
turísticas manejen la imagen del país como
sexo barato, afirmó.
Desde
distintas partes del mundo los hombres se trasladan a
Cuba pues ahí encuentran a las mujeres más
fogosas y candentes del mundo . "No sé que
nos dan esas mujeres divinas", concluye Karl Trumann,
escritor neoyorkino, que vacacionaba en la isla, no quiso
decir más.
Rodrigo
Angora, atleta español de 34 años expresó:
"Se ve que están organizadas, vine hace ocho
años y estaban muy descarriadas, su vestuario no
era tan fino y no tenían tintes para el cabello
ni medias sin hoyos, accesorios y mucho menos joyas ,
ahora hasta perfumes de marca." Sobre sus experiencias
con las mulatas dijo "Es una ida y vuelta al paraíso."
¡Oye
chico¡, decía una mulata de ojos negro marrón,
melena desbordante, ataviada sensualmente con un vestido
ceñido a la figura que, con un poco de luz no dejaba
nada a la imaginación, pues el hilo con el que
estaba confeccionado el atuendo era tan delgado que se
le podría catalogar de transparente. Era largo
y negro, con una abertura en la parte posterior más
arriba de los muslos casi hasta llegar al termino de sus
largas piernas muy bien torneadas. Fácilmente se
entreveían los encantos de la jinetera, pues, reza
un dicho popular "quien no enseña no vende".
Con tono insinuante y lo suficientemente llamativo para
que el extranjero —creo de algún lugar de Estados
Unidos, por la facha y la constitución— que a la
media noche iba paseando solitario por las orillas del
malecón de la Habana, un lugar donde todo se puede
hacer realidad. Volteó con una sonrisa y dejó
que ella lo abordara, se sentaron en el muelle del malecón
y empezaron a platicar, para llegar a un posible acuerdo,
una conversación muy cercana así como para
no dejar de oír alguna palabra. En eso, llega un
hombre negro alto, el llamado "regenteador",
los separó y habló con el fuereño.
Parece que si aceptó el precio, pues inmediatamente
pararon un auto modelo 50, color azul marino (servicio
partícular) y subió a la recién formada
pareja, antes de cerrar la puerta le dio dólares
al mulato, y éste indicó el destino del
carro ¿A algún burdel o casa particular
? No lo sabemos, pero a un hotel no pudieron haber ido,
pues actualmente por el sistema de control en Cuba, no
se les permite que ingresen, hay lugares donde si saben
con quién dirigirse y cómo hacerle (el dinero
que sueltan) se les autoriza. Pero es ilegal y es difícil,
pues desde que notan que es nativa del lugar y con un
extranjero, se intuye a qué van, no en todos los
casos.
Conversando
con Pablo García, taxista desde hace 30 años,
expresó que atrás del volante se ha enterado
de cosas que uno nunca hubiera llegado a pensar, van más
allá de las creencias que se tengan. "Una
ocasión subieron tres jineteras, como a la 2:30am
y empezaron a platicar entre ellas de un lugar al que
siempre iban y agarraban hombre, una de ellas preguntó:
—¿Y
cuánto sacaste hoy?
—Ay,
chica hoy me fue mal, sólo tuve tres clientes españoles,
me pagaron en dólares, junté 50.
La
otra dijo que 35 y la que preguntó apenas iba a
empezar. Está última le pidió que
la dejará en la Catedral, en La Habana Vieja, ahí
iba a iniciar la cacería (ese era el famoso lugar
donde había cliente seguro). A las otras dos las
dejó en sus casas después de una larga jornada
de trabajo. Como comentario extra dice: "Ya me querían
pagar con servicio, yo les dije que no, pues tengo esposa
cubana". |