Por
Mauricio Vicent
El
despiste es general. Cinco semanas después de que Fidel
Castro cediera provisionalmente el poder debido a una grave enfermedad,
poco se sabe de lo que está ocurriendo en Cuba en las cocinas
del poder. Dado el hermetismo oficial y que no hay filtraciones,
los cubanos de a pie, y también las embajadas y los servicios
de inteligencia extranjeros, tratan de descifrar las claves del
presente y el futuro de la revolución valiéndose
de los mensajes y símbolos que, dosificados en cuentagotas,
suministran los medios de prensa oficiales y los colaboradores
y amigos de Castro.
"Ahora
el diario Granma hay que leerlo hasta de canto, y tiene sólo
ocho páginas", comenta el miembro de un servicio secreto
adscrito a una embajada europea. Lo dice en broma, pero ni tanto;
estos días, cada palabra y cada fotografía que publica
el órgano oficial del Partido Comunista es descodificada
e interpretada como un mapa de la isla del tesoro, pero con más
dificultad y morbo.
A
veces, la premura por saber se combina con la espesura de la información
y produce teorías encaracoladas. "Viste: ha salido
en chancletas, un mensaje claro de que no vuelve", fue el
análisis de un diplomático al publicarse las primeras
fotos del líder convaleciente en una mecedora. Cuando Granma
ofreció unas imágenes de Castro con zapatillas deportivas
negras, se desinfló la hipótesis.
El
pasado 17 de agosto, el diario comunista dio en primera página
la noticia del viaje a Vietnam de la ministra cubana de Finanzas,
Georgina Barreiro. No pocos analistas extranjeros hallaron en
el papel gaceta una señal de que el Gobierno que encabeza
Raúl Castro estaría dispuesto a introducir el modelo
asiático de socialismo con economía de mercado.
Utilizando
los patrones de la vieja kremlinología, estos días
se analizan presencias y ausencias de dirigentes, el lugar que
ocupan en los actos políticos y el espacio que les conceden
los medios oficiales, en busca de descifrar los equilibrios de
poder.
Antes
de la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, que
concluyó en La Habana el 16 de septiembre, el canciller
Felipe Pérez Roque estuvo perdido un par de semanas, lo
que levantó una polvareda de rumores en medios diplomáticos.
Durante la reciente visita de un político extranjero, fue
un prelado de la Iglesia católica quien desveló
el misterio: "Un chófer nuestro lo vio hace días
haciendo footing en Varadero".
"Quien
quiera hacer kremlinología en Cuba se vuelve loco",
decía hace unos días a este corresponsal el presidente
del Parlamento, Ricardo Alarcón.
De
cualquier modo, debido al cierre informativo, a la mayoría
de los mortales no nos queda otra que practicar la adivinación,
y en este sentido Granma funciona como una especie de oráculo
desde que se conoció la enfermedad de Castro, el pasado
31 de julio. Lo desconocido y oculto es prácticamente todo,
pero al indagar en este Delfos ideológico el interés
se centra en ¿cómo está Castro?, ¿si
regresa al poder, de qué modo lo hará?, ¿habrá
cambios en Cuba a corto plazo? Y... ¿quiénes son
los que mandan?
Los
que creen que nada en la prensa oficial se publica gratuitamente,
sostienen que no es casual que el 12 de agosto Granma cediera
su tercera página al escritor portugués Miguel Urbano
para decir que, "recuperada la salud", el mandatario
pudiera quedar "alejado de las agotadoras tareas de lo cotidiano",
para ser "por algunos años más una conciencia
actuante de la humanidad revolucionaria".
Sobre
como está Fidel, al parecer, las playeras negras son concluyentes;
y para resolver el enigma de los que cortan el bacalao, la televisión
cubana dio su veredicto cuando Raúl Castro levantó
la mano del canciller Pérez Roque al terminar la Cumbre
de los No Alineados. Lo hizo en señal de victoria, y por
cierto, por allí andaba el vicepresidente, Carlos Lage.
De los cambios, todavía nada.
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