Por Pedro Callejas
Roberto
San Martín siempre recordará lo que ha
supuesto 2005 para él. Por varias razones.
Es el año en que estrena con éxito su primer gran
filme, Habana Blues, nominado a cuatro Goyas
Es el año en que entra a formar parte del reparto de Aquí
no hay quien viva, la serie más vista en España.
Y
es el año en que rueda con grandes de la talla de Imanol
Arias, José Coronado o Verónica Forqué.
Este
cubano de 28 años es uno de los jóvenes talentos
del cine español, pero él aún no
se hace a la idea: sigue recordando su
amada isla, y mira hacia el futuro con esa misma incertidumbre
que le llevó en la juventud a empezar a estudiar Francés,
Diseño Gráfico, Empresariales y Hostelería
antes de dejarlo todo para ser actor.
Cero
grados centígrados asolan el barrio madrileño de
Lavapiés.
“¡Carajo,
qué frío hace, brother!”, comenta Roberto
San Martín, con su marcado acento habanero, poco después
de encontrarnos.
“Para
pillar este clima en Cuba tendrías que esperarte a finales
de enero y subirte al pico más alto de toda la isla”,
añade el actor mientras se frota las manos con fuerza.
“¿Un
café para entrar en calor?”, propongo yo. “Mejor
una cervecita”, responde él.
Entramos
en una acogedora cervecería cercana y por fin, Roberto
se puede deshacer del tosco -pero elegante- abrigo y acomodarse
en la mesa a una temperatura más asequible. Todo preparado
para una hora de conversación. Es consciente
de que está en una entrevista, y sin embargo habla con
soltura. Cada una de sus palabras rezuma de una
intranscriptible naturalidad.
Fuera, el ambiente es gélido. Dentro, cálido y honesto.
Como su personaje del hippie Yago en la serie de moda.
Usted
es el nuevo fichaje de Aquí no hay quien viva,
una serie que cada miércoles ven casi ocho millones de
espectadores.
¿Es ya consciente de lo que se le avecina?
He tenido la suerte de que los capítulos de la nueva temporada
han hecho récord en la serie. Las veces que he salido han
sido las veces que más la ha visto España. Pero,
chico, todavía no soy consciente. Yo salgo a la calle muy
poco, porque tengo mi rutina: me levanto, voy al gimnasio, me
marcho a filmar, entro por mi casa, me hago la comida… Soy como
un ama de casa que trabaja. Aunque… el otro día,
iba por la esquina de mi casa y un tipo me dijo, así, bajito:
“¡Vaya! El famoso Yago” (risas).
¿Y
qué sintió cuando aquel hombre le reconoció?
Me dio risa por la manera en que me lo dijo. El chico me lo dijo
así, tranquilo, suave, ¡y en buena onda! Pensé:
“Coño, ya me reconoce uno” (risas)
Uno…
por ahora: seguramente sus compañeros de la serie le habrán
dicho que no pueden ir por la calle tranquilos.
Y además lo he visto. Con María [Adánez]
coincidí en Alicante: ella estaba haciendo teatro y yo
filmando la película [La Dama Boba], y fuimos todos los
de la película a ver la obra. Y cuando salimos, nos íbamos
a ir a un bar y de camino la reconocieron un grupo de adolescentes.
No
te voy a contar lo que se formó, pero se formó una
grande; de ponerse la cosa violenta. Terminamos en el hotel, porque
no se podía salir con esa niña a la calle.
¿Le asusta que eso le pueda pasar a usted en
un futuro?
No, yo no creo que… (se lo piensa). Yo no estoy preparado para
eso. Si eso es la fama, no estoy preparado. En absoluto.
¿Qué
tal se lleva con María Adánez, su novia en la serie?
Con María me llevo muy bien. Precisamente hoy le estaba
comentando que se veía que había química
entre nosotros. Nos llevamos muy bien, nos entendemos muy bien
y nos conocemos muy bien…sin conocernos.
“ACTORES
ESPECTACULARES”
Como antes ha dicho, viene de Alicante de rodar La
Dama Boba, adaptación de un texto de Lope de Vega con todos
sus diálogos en verso…
A La Dama Boba le agradezco mucho la oportunidad de trabajar en
verso, aunque le tengo mucho miedo al resultado final.
Supongo que ese miedo es lógico, teniendo en cuenta que
le das la réplica a actores de la talla de José
Coronado, Silvia Abascal, Verónica Forqué…
Claro. Es otra cosa que le agradezco a La Dama Boba: poder trabajar
con ese colectivo de actores. Actores espectaculares. Silvia Abascal
es una de las mejores actrices que he conocido en mi vida, y he
conocido muchísimas. Es una mujer que me ha impresionado.
Tiene veintitantos años pero parece que tenga ochenta,
o dos mil.
También
tienes pendiente de estreno una comedia, La semana que viene (sin
falta), junto a Imanol Arias…
A Imanol además lo conocemos en Cuba: es todo un ídolo
allí. Y cuando vine a España, yo sabía que
iba a rodar la película, pero nadie me había dicho
con quién. Y fue llegar al aeropuerto y me dicen: “Te vamos
a presentar a Imanol”. “¿Qué Imanol?”. “Imanol Arias”.
“¡¿Yo voy a trabajar con Imanol Arias?!”. Una locura,
¿me entiendes?.
Además,
conocer a Imanol ha sido un lujo: es un tipo muy humilde, muy
buena gente… y además me ha ayudado mucho. Los zapatos
con los que yo me fui al Festival de Cannes me los prestó
Imanol Arias. De verdad. Y después me los regaló.
Y son con los que me voy a todos lados, cuando tengo que ponerme
zapatos (risas). Son casi como un amuleto para mí…
MAMÁ,
NO QUIERO SER ARTISTA
Leyendo sobre usted, me llamó la atención que, aunque
su madre es actriz, usted se negó a ser actor
hasta ya bien crecidito. ¿Por qué?
Mi
mamá es allá una actriz muy famosa. Ser el hijo
de Susana Pérez en Cuba es como ser aquí
el hijo de Victoria Abril, o algo así. Y eso me abrumó
toda la vida. Durante mucho tiempo estuve que no quería,
que no me interesaba…
¿Y
qué le hizo cambiar de idea?
En realidad fue el, de pronto, no tener nada que hacer. Empecé
a estudiar Diseño Gráfico; me lo dejé. Luego
Administración y Dirección de Empresas; también
me la dejé. Más tarde, seguí con Francés,
para después poder hacer Hostelería. Estuve apunto
de ser cocinero, porque era lo que más me gustaba. Pero
me cogió una época en que me dije: “No, espérate”.
Había algo que no iba bien. Y un día apareció
un director de teatro en mi casa, buscando a mi madre, y me encontró
a mí. Me cogió para un papel sin diálogo,
empecé a ir a los ensayos, me empezó a gustar…
Estuvo
de hecho muchos años haciendo obras, ¿se puede decir
que el teatro fue su escuela de interpretación?
Sí, se puede decir que sí. Pero yo trato de aprender
de donde sea. Uno aprende haciendo teatro, haciendo televisión;
haciendo cosas buenas y haciendo cosas malas. Hasta observando
a la gente sentada en el metro se aprende… La verdad es que yo
cada día me sorprendo más de ver cómo me
están saliendo las cosas tan bien en este trabajo, porque
yo no tengo ningún tipo de escuela. Mi única escuela
la forman mis compañeros de trabajo, y mi mamá,
de la que he aprendido muchísimo. Pero trato de aprender
de todas partes.
Cuénteme cómo le llega la oportunidad de trabajar
en Habana Blues, su primera gran película.
Bueno,
yo por entonces presentaba un programa musical, al que llamaron
los productores buscando músicos que pudiesen actuar, o
actores que pudiesen hacer de músicos. Para mí quizá
podría haber un papel secundario y me dijeron que me tirase
una foto.
Me
acuerdo que aquel día era domingo y tenía mucha
resaca, porque había estado toda la noche de fiesta, y
fui a tirarme la foto ¡con una cara…! (risas) Claro, aquello
ya lo di por perdido… Hasta que un día me llaman y me dicen
que me quieren ver…
Y cuando finalmente le escogen no como secundario,
sino para un papel protagonista ¿Cómo asume uno
esto? ¿Con entusiasmo o con responsabilidad?
En ese momento, con muchísimo entusiasmo. Me acuerdo que
llegué a casa e hice la típica broma de “No,
no me la dieron” (risas). Y los tuve como dos minutos
a todos serios, casi llorando, hasta que ya les dije: “Que
sí, que sí me la dieron”. Y ya fiesta,
música, ron… tú sabes. Ese entusiasmo tan grande
no lo he vuelto a sentir.
Es
curioso que Tito, su personaje en Habana Blues, al final de la
película, toma la misma decisión que usted: la de
emigrar de Cuba a España para trabajar…
Es cierto. Y eso es porque, tanto para Tito como para mí,
trabajar es lo más importante. No necesito nada más.
¿Nada
más?
Desde que estoy en España, he descubierto la cantidad de
cosas que no necesito. Si tú vas a mi apartamento, no te
parecerá que viva nadie, porque no hay nada: sólo
hay un colchón, un edredón, un televisor -¡que
no puede faltar!- y un DVD. Ya. Ni he tenido tiempo para traer
los muebles, ni coche para irme al IKEA… Me he dado cuenta que
no necesito de casi nada. Necesito trabajar. ¡Y que venga
mi mujer! Ahora está en Cuba. Pero no quisiera que, cuando
venga, viva como vivo yo ahora (risas).
DENTRO
DE DIEZ AÑOS…
¿Cómo le gustaría entonces verse,
en lo personal, dentro de diez años?
En lo personal, si todo sale bien, con la misma mujer con la que
estoy, y con por lo menos dos chiquillos: un varón y una
hembra, o dos hembras, ¡porque dos varones, no!
¿Y en lo profesional?
Me gustaría haber dirigido alguna película. Y, como
actor, me gustaría haber tenido la oportunidad de escoger
libremente un personaje.
¿Como
le gustaría ver a Cuba dentro de diez años?
Lo único que pido para Cuba es que la gente no viva esperando
a que pase algo, porque no va a pasar. Las cosas no pasan: se
hacen pasar, hay que hacer que ocurran. Querría que los
cubanos saliesen de ese círculo vicioso de “no sé
qué hacer con mi vida”. Allá, hay chicas que se
prostituyen porque creen no tener otra cosa mejor que hacer.
Y a Fidel Castro, ¿qué le pide?
Yo no le puedo pedir nada a Fidel. ¿Sabes por qué?
Porque no me escucharía. Pero creo que, para él,
ya va siendo el momento de escuchar.
(Notas
del editor: No deje de ver su excelente actuación,
insuperable por demás, en la escena cumbre de la película
Hababa Blues, para ver la escena de click aqui)
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