Por
Margalit Bejarano
Cuba,
país dueño de un aire exótico y hasta romántico,
fue protagonista durante los últimos meses en el escenario
de la prensa judía, como resultado del "descubrimiento",
por parte de los medios periodísticos, del movimiento cubano
de aliá. Pero la Comunidad Judía de Cuba no comenzó
cuando los olim cubanos salieron a la luz.
Los judíos que llegaron a Cuba, a comienzos del siglo XX,
fueron los primeros que se asentaron en esa isla de las Antillas.
Durante los 400 años en que Cuba fue una colonia de España
(hasta 1898), no se permitió la inmigración judía
y la presencia de judíos no fue posible, pero existen evidencias
históricas sobre el asentamiento de judíos y su
aporte al desarrollo económico de la isla. Se sabe de judíos
que fueron juzgados por la Inquisición, entre los siglos
XVI y XVIII.
Con el andar de los años, los judíos se asimilaron
a la población católica, pero en muchas familias
—por ejemplo, la de Fidel Castro— se preservaron indicios de su
origen judío. Sin embargo, no existe continuidad histórica
entre los judíos que residían en Cuba en la época
colonial y aquellos otros que inmigraron en el siglo XX.
La colectividad judía cubana estaba compuesta en los años
‘20 de tres grupos de inmigrantes: los más veteranos llegaron
de Estados Unidos, en su mayoría de origen rumano que entraron
en Cuba tras la guerra entre España y los Estados Unidos
(1898). Se trataba de un grupo numéricamente pequeño
(a comienzos del siglo XX totalizaba unas 100 familias), que pertenecía
a la capa económico-social alta. Sus miembros acentuaban
su identidad norteamericana y casi todos tendían a separarse
de la sociedad judía general.
El segundo grupo lo formaron los sefaradíes, que constituyen
el tema del presente artículo. El tercer grupo, cuantitativamente
el mayor, consta de judíos de Europa Oriental que emigraron
a Cuba como consecuencia de las leyes fijando cuotas de inmigración,
que redujeron las posibilidades de ingresar en los Estados Unidos.
Esos judíos, llegados por millares al puerto de La Habana
a comienzos del siglo XX, no pensaban asentarse definitivamente
en Cuba. Su deseo era continuar viaje a los EE.UU. y emigraron
a esa lejana y desconocida isla tropical, sólo por su proximidad
a las costas de Florida. Muchos siguieron viaje a los Estados
Unidos, tras cierta permanencia en Cuba; otros eligieron construir
allí sus hogares.
Ese grupo era considerado como el grueso de la colectividad. Los
investigadores que se ocuparon de la historia de los judíos
de Cuba, tomaron en cuenta sobre todo a los procedentes de Europa
Oriental y dedicaron muy poca atención a los sefaradíes1.
En el presente artículo seguiremos las huellas de la emigración
sefaradí y de su consolidación, especialmente en
los años ‘20, y examinaremos hasta qué punto pusieron
su sello en la colectividad judía general de la isla.
Cabe señalar que por falta de posibilidades de acceso a
los archivos cubanos, el trabajo se basa en gran medida en la
documentación oral.2
Los judíos sefaradíes comenzaron su derrotero como
vendedores ambulantes, buhoneros. En parte se quedaron en La Habana,
donde recorrían casa por casa ofreciendo mercancías
a plazos: Quien desembarcaba del buque, tenía un pariente
o amigo que le preparaba para la buhonería". Muchos
se dirigieron a las ciudades del interior, a los centros comerciales
rurales y a las centrales (fábricas de azúcar),
transportando sobre la espalda mercancías pesadas: colchas,
sábanas, frazadas, vestidos de mujeres, ropa de hombre,
ropa interior, calzados, etc. Los buhoneros sefaradíes
desempeñaron un papel importante al introducir la idea
del crédito en la vida comercial de Cuba.7
El crecimiento de los nuevos centros azucareros —en las provincias
de Camagüey y Oriente— influyó en las propensiones
migratorias de los judíos sefaradíes. Paralelamente
a la comunidad sefaradí de La Habana, se formaron dos concentraciones
en las ciudades del interior: una en Camagüey —donde se radicaron
muchos procedentes de Silivria— y otra en Santiago de Cuba, que
concentró a los judíos de Edirne. Pero una considerable
parte de la población sefaradí se diseminó
por muchas pequeñas ciudades y aldeas, donde llevaban su
vida aislados o en grupos muy pequeños en medio de la población
nativa.
Los primeros vendedores ambulantes, que prosperaron sobremanera
en los negocios, abrieron comercios que sirvieron de puntas de
lanza para la absorción de otros inmigrantes, llegados
con posterioridad. Los dueños de comercios vendían
productos a plazos a sus paisanos, que salían a ofrecerlos
por las calles de La Habana y en las aldeas del interior.
La crisis económica que azotó desde 1929 hasta 1933,
afectó también .a la población sefaradí
en Cuba. La mayoría se dedicaba al comercio. En el interior,
casi todos los sefaradíes vivan con relativa holgura y
sin diferencias socio-económicas importantes. En La Habana,
en cambio, había hombres de negocios muy acaudalados, que
no le iban en zaga a los comerciantes ashkenazíes. Entre
los hijos resaltaba la tendencia a las profesiones académicas
(sobre todo en La Habana), pero muchos sefaradíes continuaron
viviendo en La Habana Vieja, residencia de los primeros inmigrantes
judíos: aún en la época en que la mayoría
de la colectividad prosperó económicamente, había
una gran capa de vendedores ambulantes judíos sefaradíes
en la capital y en las ciudades del interior.
La buhonería caracterizó también a una parte
de los inmigrantes judíos llegados a Cuba, pero la diferencia
entre ashkenazíes y sefaradíes en la economía,
resaltaba sobremanera. Los ashkenazíes prefirieron concentrarse
en La Habana. no en las ciudades de la provincia. La buhonería
fue para ellos una etapa transitoria, hasta poder adquirir un
comercio o abrir una empresa privada (o hasta la emigración
a los EE.UU.). Hacia mediados de los años ‘30 disminuyó
mucho el número de vendedores ambulantes ashkenazíes.
En cambio, un gran número de sefaradíes continuaron
ocupados en ese trabajo hasta la revolución de Castro (1959).
El trabajo de buhonero no reflejaba necesariamente una falta de
éxito económico. A algunos, el trabajo "en
la calle" les permitía disponer de más tiempo
y llevar una vida más cómoda.8 El estilo de vida
de los buhoneros en los años ‘40 y ‘50, difería
de los años ‘20. En vez de transportar las mercancías
al hombro, muchos ambulantes adquirieron automóviles; en
vez de ir de una casa a otra, establecieron círculos de
clientes fijos; y en vez de vender frazadas y ropa interior, ofrecían
joyas y relojes. Lo que se conservó invariable fue el principio
de la venta a plazos y la incertidumbre de una subsistencia insegura.
La primera organización judía fue fundada por el
grupo "norteamericano", que le impuso el nombre de "United
Hebrew Congregation". Comenzó a funcionar en 1906,
con el objeto de adquirir un cementerio para los judíos.
La iniciativa perteneció a un inmigrante de Argelia, de
nombre Hadida, quien se sintió dolorido por la necesidad
de dar sepultura a un familiar en el cementerio cristiano, y el
camposanto sería para toda la población judía
de La Habana y sus alrededores.9 La organización se convirtió
luego en sinagoga reformista, en centro comunitario exclusivo
de los "norteamericanos" y no quiso admitir a los primeros
sefaradíes llegados a la isla.
Según David Bliss, "El abuelo de la comunidad judía
cubana", los ‘norteamericanos’ "se apartaban de los
‘turcos’ como si pertenecieran .a una raza ajena y los miraban
de arriba abajo, con aire de superioridad".10 Moise Bensignor,
que inmigró a Cuba en 1911, quiso participar (junto con
otros cinco inmigrantes que lo acompañaron) en las oraciones
do Rosh Hashaná del United Hebrew Congregation, que se
recitaban en una sala arrendada en un hotel, pero a causa de su
pronunciación diferente no les permitieron entrar, so pretexto
que no eran judíos.
Según el testimonio de Bensignor, ese incidente lo impulsó
a organizar una comunidad sefaradí. Luego de dos frustraciones
se creó, en noviembre de 1914 la "Union Israelita
Chevet Ahim."
"Chevet Ahim" se basaba en los modelos de las comunidades
del "viejo hogar". La organización comunitaria
abastecía todas las necesidades judías, "desde
el nacimiento hasta la sepultura", la religión constituía
el eje central de la vida colectiva, de donde se ramificaban todas
las otras funciones sociales.
La asistencia social entre los miembros de "Chevet Ahim"
se prestaba por medio de la asociación "Bikur Jolim",
fundada en 1918. Esta se encargaba de sepultar a los difuntos
sefaradíes en el cementerio del United Hebrew Congregation11
y prestaba ayuda a los enfermos y necesitados." En dichas
actividades participaba también una sociedad de beneficencia
femenina: "La Buena Voluntad". La acción benéfica
se limitaba a pequeñas asignaciones monetarias, ayuda médica,
asistencia para el pago de los alquileres, reparto de alimentos
y ropa a las familias pobres en Pésaj y Rosh Hashaná.
Los ingresos de "Chevet Ahim" provenían de las
cuotas de socios, de la venta de "aliot", "ascensos
a la Torá" en la sinagoga, de la venta de panes ázimos
y de las recaudaciones semanales para "Bikur Jolim".
"Chevet Ahim" surgió como organismo comunitario
centralizado, que agrupaba a los judíos sefaradíes
de todos los confines de Cuba. En los primeros años, antes
que se fundaran organizaciones locales en el interior, los judíos
del campo eran considerados miembros de "Chevet Ahim".
Las primeras instituciones, establecidas en 1924, fueron vistas
como filiales de "Chevet Ahim" y, a pesar de su status
autónomo, preservaron la conexión con la entidad-madre.12
De núcleo para organizarse en el interior, servían
por lo general los "minianim" de judíos que se
reunían para rezar en casas privadas, que en los Días
Solemnes atraían también a los vendedores ambulantes
y sefaradíes que trabajaban en las aldeas de las inmediaciones.
En varios de los puntos de concentración alejados de La
Habana, las comunidades sefaradíes compraron tierras para
cementerios, que prestaron servicios a toda la población
judía de la región.
Ya a comienzos de los años ‘20, los sefaradíes de
La Habana se preocuparon por invitar a un Jajam —Rabino— de sus
países de origen. El Rabino Guershon Maya llegó
en 1923, de Silivria, para cumplir las funciones rabínicas
en "Chevet Ahim" y se transformó en el líder
espiritual de los sefaradíes de Cuba. Su hijo, Rabino Nisim
Maya, fue el Jajam de la comunidad de Camagüey; también
Santiago de Cuba contó con su propio Jalam, el Rabino Isaac
Chiprut, uno de los primeros inmigrantes de Edirne. Los tres rabinos
cumplian también las funciones de Jazán (cantor
litúrgico), Shojet (matarife ritual) y Mohel (circuncidor).
No cabe duda que la existencia de un liderazgo religioso-espiritual
en los principales centros de Cuba, fortaleció las bases
religiosas de la población sefaradí. En las sinagogas
de La Habana y de Camagüey se rezaba tres veces por día.
En La Habana, el Rabino Guershon Maya velaba por la matanza ritual
kasher para las carnicerías de propiedad de judíos
(2 ashkenazíes y 1 sefaradí); en el interior no
había carnicerías kasher, pero algunas personas
traían la carne dietéticamente pura a La Habana
o llevaban aves a que las matara el Jajam. La mayoría de
los sefaradíes trabajaban el Sábado, pues ese día
los cubanos recibían el sueldo "y quien no cobraba
el Sábado no tenía para comer durante la semana".
En las familias religiosas, los hombres "iban primero a rezar
y luego al trabajo".
A fines de los años ‘20 advino una organización
rival, la Unión Hebrea de Cuba, que sirvió de centro
social, religioso y de ayuda, amenazando con dividir a los sefaradíes.
Pero tras varios años de rivalidad y disputas, se convino
la fusión de ambas instituciones, en 1936, para constituir
una entidad comunitaria única de los sefaradíes
de La Habana: la Unión Hebrea "Chevet Anim".13
Se abrió un club en la calle Prado, que se llenó
de vida social y fue el principal lugar de reunión de los
jóvenes. La actividad social confería a los judíos
de La Habana una notable ventaja con respecto a las dos pequeñas
comunidades en las ciudades del interior.
Cabe señalar que los judíos sefaradíes continuaban
llevando un estilo de vida similar al que los distinguiera en
Turquía. Las mujeres (a diferencia de las ashkenazíes)
no trabajaban fuera del hogar y la vida giraba en torno a la casa,
la familia y la sinagoga. Las relaciones con los cubanos eran
amistosas, pero siempre tenían lugar fuera del hogar. Uno
de los componentes principales del acervo judío que los
sefaradíes cubanos se esmeraban en inculcar a sus hijos,
recalcaba la obligación de contraer matrimonio sólo
con judíos y ese deber, precisamente, levantó barreras
entre los sefaradíes y los cubanos. Según varios
testimonios, hubo muy pocos matrimonios mixtos de sefaradíes
en los años ‘20 y ‘30; los matrimonios con mujeres cubanas
caracterizaron los comienzos de la inmigración, cuando
el número de mujeres era reducido. La sociedad sefaradí
veía esas bodas con mucho disgusto y en algunos casos causaron
la ruptura de relaciones entre padres e hijos.
La prosperidad económica de los años ‘30 y el hecho
que los jóvenes nacidos en Cuba adquirieron la mayoría
de edad, motivaron una migración interna, en dirección
a La Habana, con el declarado propósito de permitir que
los jóvenes de ambos sexos se conozcan entre sí,
en la comunidad sefaradí de La Habana. La sede de "Chevet
Ahim" desempeñó un papel importante como muro
contra la asimilación.
La organización sefaradí, en un comienzo, no quiso
encerrarse en si misma, sino que estaba dispuesta a admitir a
todos los judíos que quisieran incorporarse. Los primeros
judíos de Europa Oriental se sintieron más cerca
de los sefaradíes de "Chevet Ahim" (a pesar de
las diferencias de idioma y mentalidad) que de los "norteamericanos"
del "United Hebrew Congregation", que los miraban como
parientes pobres. Las relaciones mutuas que se crearon a comienzos
de la inmigración, entre sefaradíes y ashkenazíes,
pusieron su sello en la historia de la comunidad, especialmente
en dos aspectos: el sionismo y la educación judía.
En un estudio histórico sobre la trayectoria de la comunidad
judía de Cuba, el poeta idish Eliézer Aronowski
describe a "Chevet Ahim" como organización que
cultivó, junto al credo religioso, el ideal sionista, y
la denomina: "La cuna del sionismo de Cuba".14
En enero de 1924, "Chevet Ahim" fundó la primera
escuela judía diaria en Cuba: la "Teodoro Herzl".
El primer año estudiaron en ella 125 alumnos. En horas
de la mañana se dictaban clases según el programa
oficial cubano y por la tarde, asignaturas judías: hebreo,
Biblia, historia judía e idish (a los niños ashkenazíes,
cuyo número sobrepasó muy pronto al de los sefaradíes).
La apertura de la escuela fue factible por las contribuciones
de "Chevet Ahim" y una recaudación de fondos
emprendida por el Rabino Maya en las comunidades sefaradíes
de los Estados Unidos.
En octubre de 1924 se fundó en La Habana la Unión
Sionista de Cuba —la primera en la isla— que habría de
unificar a todas las corrientes del sionismo y evitaría
divisiones de carácter partidista, superfluas si se tiene
en cuenta el alcance reducido de la colectividad y sus peculiaridades
transitorias. Entre los activistas más notables de la Unión
Sionista, cabe mencionar a varios dirigentes de la comunidad sefaradí,
entre ellos al Rabino Guershon Maya.
En esa época, la actividad de los ashkenazíes en
La Habana (exceptuados los comunistas) se centraba en el "Idisher
Tzénter" (Centro Israelita de Cuba), institución
cuyo presupuesto era cubierto por los judíos de los EE.UU.
y que abarcaba casi todas las tareas asistenciales, culturales
y sociales. El Centro Israelita ejerció presiones sobre
la comunidad sefaradí, para que le transfiriera la administración
de la escuela.15
En octubre de 1926, la Unión Sionista se incorporó
como sección autónoma al Centro Israelita y en enero
de 1927, "Chevet Ahim" le transfirió la escuela.
Pero la fusión no fue afortunada. La escuela adquirió
un matiz idishista y secular. Los sefaradíes abandonaron
la Unión Sionista y sacaron a sus hijos de la escuela.
La cooperación entre la Unión Sionista y el Centro
Israelita (administrado en ese entonces por un representante de
la "Hias"), no duró mucho tiempo. Tras una crisis
ideológica y organizativa, los sionistas se apartaron y
formaron de nuevo la Unión Sionista con los sefaradíes.
La escuela "Teodoro Herzl" reabrió sus puertas
como institución conjunta de la Unión Sionista y
los sefaradíes, y "Chevet Ahim" se convirtió
en el lugar de reunión de los sionistas.16
En 1927 visitó Cuba un emisario de la Confederación
Mundial de las Comunidades Sefaradíes —el Rabino Shabtái
Djaén— y esa visita dejó una impresión inolvidable;
los sefaradíes vieron en su personalidad un nexo con el
mundo sefaradí y con el sionismo. Tras la visita del Rabino
Djaén se fundó la "Unión Mundial de
Judíos Sefaradíes, La Habana, Cuba," y se llevó
a cabo una campaña en favor de la Confederación
Mundial Sefaradí, cuyos frutos fueron enviados a Jerusalem.
Ese organismo no perduró mucho tiempo, por el hecho que
el centro mundial de la Confederación rompió sus
vínculos. Parece que el episodio fue sólo aislado,
que no hubo otros casos en que se formaran organizaciones sionistas
separadas. En la práctica, la actividad sionista sefaradí
de Cuba, en los años ‘20 y ‘30, se llevaba a cabo coordinadamente
con la de los ashkenazíes, aunque sus fuentes ideológicas
eran diferentes.
La concepción sionista de los sefaradíes se basaba
en la fe religiosa. El periódico "El Estudiante Hebreo"
publicó una serie de artículos sobre el sionismo,
escritos por sefaradíes, en los cuales resaltaban en especial
el elemento emocional de amor a Sión como deber religioso
y acentuaban el fuerte nexo entre el judaísmo y el sionismo.17
"...¿Qué es nuestra religión, si no
un hermoso himno de ferviente sionismo? ¿Qué es
toda la Biblia, si no un esfuerzo de nuestro gran pastor Moisés
para organizar y llevar a Israel, del Galut a la Tierra Santa?
¿No es ésta una labor sionista? ¿Se puede
creer en la Torá sin venerar al sionismo, que no es sino
una repetición de la Biblia? ¿Y nuestras oraciones,
qué son? Sencillamente imploraciones al Divino Señor
para que nos guíe y facilite nuestro retorno a Sión".
Animado por un espíritu similar, José Cohen predicó
el estudio de la lengua hebrea, viéndola como la llave
de acceso a los tesoros de la Torá y de la tradición
judía, así como también para el renacimiento
cultural, que es uno de los valores primordiales del sionismo:18
"Todo judío que llama con el nombre de Sión
a Jerusalem, todo judío que se atemoriza aquellos montes
donde pisaran sus plantas cada uno de nuestros profetas, debe
acercarse obligatoriamente y en forma natural al judaísmo,
con el verbo y la acción... (El sionismo local) sintió
la obligación de dar alimento espiritual a la futura generación
en una escala limitada; con sus pocos medios pecuniarios, pero
con las fuerzas muy sublimes de todo el pueblo, pondrá
en actividad sus débiles posibilidades, proclamando una
movilización entre todos los elementos, para reclutarlos
y llamarlos a las armas de la cultura para un próximo combate
contra la ignorancia del idioma hebreo".
Esta concepción influyó en el contenido de los estudios
hebreos impartidos en la escuela "Teodoro Herzl", sometida
a la influencia del Rabino Guershon Maya y cuyas lecciones de
hebreo incluían clases de religión judía.19
La cooperación entre sefaradíes y ashkenazíes
en la Unión Sionista se expresaba, entre otras cosas, en
la activa participación de los sefaradíes en el
comité directivo. En una asamblea de protesta multitudinaria,
contra los desmanes de 1929 en la Tierra de Israel, pronunciaron
discursos conmovedores el rabino sefaradí, el rabino ashkenazí
y líderes de ambos sectores.
En una campaña por el Keren Kayemet Leisrael, que se realizó
en 1935, la Unión Sionista tropezó con la acérrima
oposición de los círculos no sionistas; el apoyo
del Rabino Maya y de varios activistas sefaradíes contribuyó
al primer éxito del sionismo en una campaña de fondos
cumplida en la colectividad judía. Pero luego, la influencia
sefaradí fue decayendo.
La retirada gradual de los sefaradíes de la actividad sionista,
en un Contexto compartido con los ashkenazíes, no se debió
a brechas ideológicas, sino a los cambios organizativos
operados en el sionismo, que se adecuaban a los oriundos de Europa
Oriental pero ignoraban las necesidades sefaradíes.
La actividad de la Unión Sionista en sus primeros años,
tenía un carácter social más que ideológico
y su contenido sionista era muy limitado. Las actividades se realizaban
en español, lo que suscitaba el disgusto de los ashkenazíes.
Cabe señalar que, en los primeros años de actividad
de la Unión Sionista, la influencia de la izquierda judía
era muy grande en la colectividad y los sefaradíes, los
más veteranos y consolidados entre ellos, constituyeron
un sostén significativo para los elementos sionistas.
La incorporación de dirigentes jóvenes, egresados
de los movimientos juveniles sionistas de Europa, dio impulso
al desarrollo del Movimiento Sionista en Cuba, aunque debilitó
el status de los sefaradíes. La organización tasó
a su propia sede y se formaron los movimientos "Hejalutz"
y "Hashomer Hatzair", que funcionaron sobre una base
puramente idishista. La juventud sefaradí se organizó
en el contexto de la "Macabi" y’ en la práctica,
quedó al margen de la corriente principal del sionismo
cubano.
Los activistas sefaradíes continuaron actuando en el comité
directivo de la Unión Sionista y manejaron la Campana Unida
pro Israel en el Sector sefaradí. pero su influencia en
el movimiento disminuyó sobremanera. El gran desarrollo
que caracterizó al Movimiento Sionista de Cuba en la época
de la Segunda Guerra Mundial, no repercutió mucho en los
sefaradíes, que se encerraron en sí mismos. Con
respecto a ellos, el auténtico despertar del sionismo comenzó
poco antes de la restauración del Estado de Israel, pero
entonces los sefaradíes fundaron sus propios marcos organizativos.
Otro campo de cooperación entre sefaradíes y ashkenazíes,
fue la arena estudiantil. En 1928, un grupo de colegiales y estudiantes
fundó el Círculo de Estudiantes Hebreos, con el
objeto de ayudar a los jóvenes carentes de medios que manifestaran
deseos de continuar con sus estudios. De los 12 judíos
que estudiaban en ese entonces en la Universidad de La Habana,
ocho eran sefaradíes.20 El Círculo de Estudiantes
Hebreos actuaba en el contexto del "Idisher Tzénter",
que puso a su disposición instalaciones deportivas y una
sala de conferencias y de celebraciones, pero la mayoría
de los activistas eran sefaradíes. La organización
se granjeó muchas simpatías en la colectividad sefaradí
y contaba con el auspicio del Rabino Maya. Sus miembros se sentían
como pioneros de avanzada en la elevación del nivel espiritual
de la colectividad en Cuba y en la unificación de los ashkenazíes
y los sefaradíes; también acentuaron el carácter
supracomunitario de la organización. El periódico
"El Estudiante Hebreo", empero, sirvió de vocero
especial de los sefaradíes.
El Círculo de Estudiantes Hebreos tuvo que disolverse cuando
el tirano Machado clausuró la Universidad y los colegios
secundarios (1930). Después de la revolución de
1933, volvieron a abrir sus puertas los institutos de altos estudios
y, en el intento de reanudar la organización, no fueron
incluidos los sefaradíes, cuyo número en esos días
era menor que el de los ashkenazíes.21
Cabe señalar que uno de los promotores del Círculo
de Estudiantes Hebreos —David Peres— dedicó su vida a la
preparación de alumnos judíos para que ingresaran
en los colegios secundarios y en la Universidad, y ejerció
una considerable influencia en el nivel de instrucción
de los sefaradíes.
Según parece, los marcos conjuntos de sefaradíes
y ashkenazíes existieron mientras los sefaradíes
percibían que aún los rodeaba la aureola de ser
los primeros. Pero cuando el número de ashkenazíes
pasó a ser mayor, los sefaradíes se replegaron y
se vieron marginados de la actividad compartida. Ese fenómeno
no se debía a ningún tipo de lucha por la hegemonía,
sino al paulatino retiro de los sefaradíes, que valoraban
la mayor capacidad de los ashkenazíes y no aspiraban a
competir con éstos por la prevalencia.
Una descripción característica de esa trasferencia,
la proporcionan las memorias de un residente ashkenazí
en Santa Clara:22 "Cuando los judíos de Europa Oriental
comenzaron a asentarse en Santa Clara, encontraron allí
un considerable número de judíos sefaradíes.
El Centro actual lo fundaron nuestros ‘turcos’, nombre que damos
aquí a los sefaradíes. Pero gradualmente, los judíos
de Europa Oriental los desplazaron del gobierno. No lo hicieron
por la fuerza, no, sino que las cosas se produjeron en forma natural,
pues es bien sabido que nuestros judíos son más
diestros y conocen mejor el quehacer en el mundo. Pero no hubo
ningún tipo de riñas. Al contrario, vivimos en paz
y armonía con nuestros ‘turcos’..."
En comparación con los ashkenazíes, el punto de
partida de los sefaradíes había sido preferible:
tenían más afinidad cultural que sus hermanos de
Europa Oriental con la población cubana y contaban con
una ventaja especial desde el punto de vista lingüístico,
pues pasaban sin problemas del ladino al español. Muchos
habían llegado a Cuba con el propósito de asentarse
en la isla y no tuvieron que enfrentar el traumático proceso
de la renuncia al "sueño norteamericano", que
acompañara a los inmigrantes ashkenazíes. Los sefaradíes
comenzaron a consolidar su infraestructura organizativa en el
periodo de la abundancia, de modo que durante la crisis económica,
a comienzos de los años ‘20, poseían los instrumentos
primordiales para hacer frente a la ola inmigratoria y a los problemas
de ayuda social.
A diferencia de los sefaradíes, los ashkenazíes
constituían un grupo heterogéneo y su cauce organizativo
estaba lleno de escisiones ideológicas y sociales. La aclimatación
fue un proceso muy difícil pero, no obstante, pusieron
de relieve una notable capacidad de adaptación y a pesar
de las dificultades idiomáticas y a los rasgos de sus semblantes,
que los hacían parecer muy diferentes y raros, se equipararon
muy pronto con los sefaradíes en sus constantes progresos
en la escala económica; se mudaron a barrios de residencia
espléndidos, su desarrollo organizativo se ramificó
y se hizo colorido.
La influencia de los sefaradíes en el desarrollo de la
colectividad judía de Cuba, se percibió especialmente
en los años ‘20. En ese tiempo pusieron los cimientos de
la educación judía en la isla, crearon la infraestructura
organizativa en las ciudades del interior y desempeñaron
un papel central en la consolidación del Movimiento Sionista.
Pero en el proceso de rápido crecimiento de la población
judía, los sefaradíes se quedaron rezagados. Eso
se debió a la desigual relación de fuerzas entre
ambas comunidades. Dicho proceso no supo de luchas por el predominio
en los organismos, sino que se caracterizó por el renunciamiento
de los sefaradíes y por su retiro a un marco comunitario
cerrado.
Testimonios conservados en el Departamento de Documentación
Oral, Instituto de Judaísmo Contemporáneo, Universidad
Hebrea, Jerusalem.
• Sra. Rajel Egozi-Behar y Sr. José Behar. Miami, 14 de
junio de 1984.
• Sra. Cali Maya y esposo, Miami, 4 de junio de 1984.
• Sra. de Magrisu, Sra. Ester Mitrani, Sr. Julio Crispin. Sra.
Sali Crispín, Sr.
• Vitali Bassan, Miami, 19 de junio de 1984.
• Sr. José Credi, Sra. Sol Credi, Sra. Eugenia Credi, Miami,
11 de junio de 1984.
• Sr. Samuel Dannón. Sra. Victoria Dannón. Sra.
Virginia Levi. Miami, 20 de junio de 1984.
• Profesor David Pérez y Sra. Reina Pérez. Miami,
12 de junio de 1984.
• Sr. Moise Bensignor, Miami, 11 de junio de 1984.
• Sr. Jack Barrocas y Sra. Simia Hisday de Barrocas, Carmiel,
31 de agosto
• de 1983, 6 de febrero de 1984.
• Rabino Nisim Gambach, Miami, 29 de mayo de 1984.
Testimonio de ashkenazies sobre el sionismo en Cuba:
• Sr. Israel Lusky, Miami, 28 de mayo de 1984.
• Sr. David Ilán, kibutz Bet Zera, 5 de mayo de 1983.
• Sr. Zeev Rabinowitz, kibutz Ramot Menashé, 9 de mayo
de 1983.
Testimonios recibidos por cortesía del Dr. Robert
Levine y el Dr. Mark Szchuman, preparados para la película:
• "Hotel Cuba: A Historical Diary of the Jewish Experience
1919—1958".
• Filme producido y dirigido por Robert M. Levine y Mark D. Szchuman,
© 1984.
• Sr. Shalom Rodríguez y Sra. Sophie Rodríguez,
Los Angeles, 9 de mayo de 1983.
• Sra. Suzanna Rofe, Miami.
• Isidoro Behar, Miami, 23 de marzo de 1983.
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