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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Los sefardíes, pioneros de la inmigración judía a Cuba

Por Margalit Bejarano

Cuba, país dueño de un aire exótico y hasta romántico, fue protagonista durante los últimos meses en el escenario de la prensa judía, como resultado del "descubrimiento", por parte de los medios periodísticos, del movimiento cubano de aliá. Pero la Comunidad Judía de Cuba no comenzó cuando los olim cubanos salieron a la luz.

Los judíos que llegaron a Cuba, a comienzos del siglo XX, fueron los primeros que se asentaron en esa isla de las Antillas. Durante los 400 años en que Cuba fue una colonia de España (hasta 1898), no se permitió la inmigración judía y la presencia de judíos no fue posible, pero existen evidencias históricas sobre el asentamiento de judíos y su aporte al desarrollo económico de la isla. Se sabe de judíos que fueron juzgados por la Inquisición, entre los siglos XVI y XVIII.

Con el andar de los años, los judíos se asimilaron a la población católica, pero en muchas familias —por ejemplo, la de Fidel Castro— se preservaron indicios de su origen judío. Sin embargo, no existe continuidad histórica entre los judíos que residían en Cuba en la época colonial y aquellos otros que inmigraron en el siglo XX.

La colectividad judía cubana estaba compuesta en los años ‘20 de tres grupos de inmigrantes: los más veteranos llegaron de Estados Unidos, en su mayoría de origen rumano que entraron en Cuba tras la guerra entre España y los Estados Unidos (1898). Se trataba de un grupo numéricamente pequeño (a comienzos del siglo XX totalizaba unas 100 familias), que pertenecía a la capa económico-social alta. Sus miembros acentuaban su identidad norteamericana y casi todos tendían a separarse de la sociedad judía general.

El segundo grupo lo formaron los sefaradíes, que constituyen el tema del presente artículo. El tercer grupo, cuantitativamente el mayor, consta de judíos de Europa Oriental que emigraron a Cuba como consecuencia de las leyes fijando cuotas de inmigración, que redujeron las posibilidades de ingresar en los Estados Unidos. Esos judíos, llegados por millares al puerto de La Habana a comienzos del siglo XX, no pensaban asentarse definitivamente en Cuba. Su deseo era continuar viaje a los EE.UU. y emigraron a esa lejana y desconocida isla tropical, sólo por su proximidad a las costas de Florida. Muchos siguieron viaje a los Estados Unidos, tras cierta permanencia en Cuba; otros eligieron construir allí sus hogares.

Ese grupo era considerado como el grueso de la colectividad. Los investigadores que se ocuparon de la historia de los judíos de Cuba, tomaron en cuenta sobre todo a los procedentes de Europa Oriental y dedicaron muy poca atención a los sefaradíes1. En el presente artículo seguiremos las huellas de la emigración sefaradí y de su consolidación, especialmente en los años ‘20, y examinaremos hasta qué punto pusieron su sello en la colectividad judía general de la isla.

Cabe señalar que por falta de posibilidades de acceso a los archivos cubanos, el trabajo se basa en gran medida en la documentación oral.2

Los judíos sefaradíes comenzaron su derrotero como vendedores ambulantes, buhoneros. En parte se quedaron en La Habana, donde recorrían casa por casa ofreciendo mercancías a plazos: Quien desembarcaba del buque, tenía un pariente o amigo que le preparaba para la buhonería". Muchos se dirigieron a las ciudades del interior, a los centros comerciales rurales y a las centrales (fábricas de azúcar), transportando sobre la espalda mercancías pesadas: colchas, sábanas, frazadas, vestidos de mujeres, ropa de hombre, ropa interior, calzados, etc. Los buhoneros sefaradíes desempeñaron un papel importante al introducir la idea del crédito en la vida comercial de Cuba.7

El crecimiento de los nuevos centros azucareros —en las provincias de Camagüey y Oriente— influyó en las propensiones migratorias de los judíos sefaradíes. Paralelamente a la comunidad sefaradí de La Habana, se formaron dos concentraciones en las ciudades del interior: una en Camagüey —donde se radicaron muchos procedentes de Silivria— y otra en Santiago de Cuba, que concentró a los judíos de Edirne. Pero una considerable parte de la población sefaradí se diseminó por muchas pequeñas ciudades y aldeas, donde llevaban su vida aislados o en grupos muy pequeños en medio de la población nativa.

Los primeros vendedores ambulantes, que prosperaron sobremanera en los negocios, abrieron comercios que sirvieron de puntas de lanza para la absorción de otros inmigrantes, llegados con posterioridad. Los dueños de comercios vendían productos a plazos a sus paisanos, que salían a ofrecerlos por las calles de La Habana y en las aldeas del interior.

La crisis económica que azotó desde 1929 hasta 1933, afectó también .a la población sefaradí en Cuba. La mayoría se dedicaba al comercio. En el interior, casi todos los sefaradíes vivan con relativa holgura y sin diferencias socio-económicas importantes. En La Habana, en cambio, había hombres de negocios muy acaudalados, que no le iban en zaga a los comerciantes ashkenazíes. Entre los hijos resaltaba la tendencia a las profesiones académicas (sobre todo en La Habana), pero muchos sefaradíes continuaron viviendo en La Habana Vieja, residencia de los primeros inmigrantes judíos: aún en la época en que la mayoría de la colectividad prosperó económicamente, había una gran capa de vendedores ambulantes judíos sefaradíes en la capital y en las ciudades del interior.

La buhonería caracterizó también a una parte de los inmigrantes judíos llegados a Cuba, pero la diferencia entre ashkenazíes y sefaradíes en la economía, resaltaba sobremanera. Los ashkenazíes prefirieron concentrarse en La Habana. no en las ciudades de la provincia. La buhonería fue para ellos una etapa transitoria, hasta poder adquirir un comercio o abrir una empresa privada (o hasta la emigración a los EE.UU.). Hacia mediados de los años ‘30 disminuyó mucho el número de vendedores ambulantes ashkenazíes. En cambio, un gran número de sefaradíes continuaron ocupados en ese trabajo hasta la revolución de Castro (1959).

El trabajo de buhonero no reflejaba necesariamente una falta de éxito económico. A algunos, el trabajo "en la calle" les permitía disponer de más tiempo y llevar una vida más cómoda.8 El estilo de vida de los buhoneros en los años ‘40 y ‘50, difería de los años ‘20. En vez de transportar las mercancías al hombro, muchos ambulantes adquirieron automóviles; en vez de ir de una casa a otra, establecieron círculos de clientes fijos; y en vez de vender frazadas y ropa interior, ofrecían joyas y relojes. Lo que se conservó invariable fue el principio de la venta a plazos y la incertidumbre de una subsistencia insegura.

La primera organización judía fue fundada por el grupo "norteamericano", que le impuso el nombre de "United Hebrew Congregation". Comenzó a funcionar en 1906, con el objeto de adquirir un cementerio para los judíos. La iniciativa perteneció a un inmigrante de Argelia, de nombre Hadida, quien se sintió dolorido por la necesidad de dar sepultura a un familiar en el cementerio cristiano, y el camposanto sería para toda la población judía de La Habana y sus alrededores.9 La organización se convirtió luego en sinagoga reformista, en centro comunitario exclusivo de los "norteamericanos" y no quiso admitir a los primeros sefaradíes llegados a la isla.

Según David Bliss, "El abuelo de la comunidad judía cubana", los ‘norteamericanos’ "se apartaban de los ‘turcos’ como si pertenecieran .a una raza ajena y los miraban de arriba abajo, con aire de superioridad".10 Moise Bensignor, que inmigró a Cuba en 1911, quiso participar (junto con otros cinco inmigrantes que lo acompañaron) en las oraciones do Rosh Hashaná del United Hebrew Congregation, que se recitaban en una sala arrendada en un hotel, pero a causa de su pronunciación diferente no les permitieron entrar, so pretexto que no eran judíos.

Según el testimonio de Bensignor, ese incidente lo impulsó a organizar una comunidad sefaradí. Luego de dos frustraciones se creó, en noviembre de 1914 la "Union Israelita Chevet Ahim."

"Chevet Ahim" se basaba en los modelos de las comunidades del "viejo hogar". La organización comunitaria abastecía todas las necesidades judías, "desde el nacimiento hasta la sepultura", la religión constituía el eje central de la vida colectiva, de donde se ramificaban todas las otras funciones sociales.

La asistencia social entre los miembros de "Chevet Ahim" se prestaba por medio de la asociación "Bikur Jolim", fundada en 1918. Esta se encargaba de sepultar a los difuntos sefaradíes en el cementerio del United Hebrew Congregation11 y prestaba ayuda a los enfermos y necesitados." En dichas actividades participaba también una sociedad de beneficencia femenina: "La Buena Voluntad". La acción benéfica se limitaba a pequeñas asignaciones monetarias, ayuda médica, asistencia para el pago de los alquileres, reparto de alimentos y ropa a las familias pobres en Pésaj y Rosh Hashaná.

Los ingresos de "Chevet Ahim" provenían de las cuotas de socios, de la venta de "aliot", "ascensos a la Torá" en la sinagoga, de la venta de panes ázimos y de las recaudaciones semanales para "Bikur Jolim".

"Chevet Ahim" surgió como organismo comunitario centralizado, que agrupaba a los judíos sefaradíes de todos los confines de Cuba. En los primeros años, antes que se fundaran organizaciones locales en el interior, los judíos del campo eran considerados miembros de "Chevet Ahim". Las primeras instituciones, establecidas en 1924, fueron vistas como filiales de "Chevet Ahim" y, a pesar de su status autónomo, preservaron la conexión con la entidad-madre.12

De núcleo para organizarse en el interior, servían por lo general los "minianim" de judíos que se reunían para rezar en casas privadas, que en los Días Solemnes atraían también a los vendedores ambulantes y sefaradíes que trabajaban en las aldeas de las inmediaciones. En varios de los puntos de concentración alejados de La Habana, las comunidades sefaradíes compraron tierras para cementerios, que prestaron servicios a toda la población judía de la región.

Ya a comienzos de los años ‘20, los sefaradíes de La Habana se preocuparon por invitar a un Jajam —Rabino— de sus países de origen. El Rabino Guershon Maya llegó en 1923, de Silivria, para cumplir las funciones rabínicas en "Chevet Ahim" y se transformó en el líder espiritual de los sefaradíes de Cuba. Su hijo, Rabino Nisim Maya, fue el Jajam de la comunidad de Camagüey; también Santiago de Cuba contó con su propio Jalam, el Rabino Isaac Chiprut, uno de los primeros inmigrantes de Edirne. Los tres rabinos cumplian también las funciones de Jazán (cantor litúrgico), Shojet (matarife ritual) y Mohel (circuncidor).

No cabe duda que la existencia de un liderazgo religioso-espiritual en los principales centros de Cuba, fortaleció las bases religiosas de la población sefaradí. En las sinagogas de La Habana y de Camagüey se rezaba tres veces por día. En La Habana, el Rabino Guershon Maya velaba por la matanza ritual kasher para las carnicerías de propiedad de judíos (2 ashkenazíes y 1 sefaradí); en el interior no había carnicerías kasher, pero algunas personas traían la carne dietéticamente pura a La Habana o llevaban aves a que las matara el Jajam. La mayoría de los sefaradíes trabajaban el Sábado, pues ese día los cubanos recibían el sueldo "y quien no cobraba el Sábado no tenía para comer durante la semana". En las familias religiosas, los hombres "iban primero a rezar y luego al trabajo".

A fines de los años ‘20 advino una organización rival, la Unión Hebrea de Cuba, que sirvió de centro social, religioso y de ayuda, amenazando con dividir a los sefaradíes. Pero tras varios años de rivalidad y disputas, se convino la fusión de ambas instituciones, en 1936, para constituir una entidad comunitaria única de los sefaradíes de La Habana: la Unión Hebrea "Chevet Anim".13 Se abrió un club en la calle Prado, que se llenó de vida social y fue el principal lugar de reunión de los jóvenes. La actividad social confería a los judíos de La Habana una notable ventaja con respecto a las dos pequeñas comunidades en las ciudades del interior.

Cabe señalar que los judíos sefaradíes continuaban llevando un estilo de vida similar al que los distinguiera en Turquía. Las mujeres (a diferencia de las ashkenazíes) no trabajaban fuera del hogar y la vida giraba en torno a la casa, la familia y la sinagoga. Las relaciones con los cubanos eran amistosas, pero siempre tenían lugar fuera del hogar. Uno de los componentes principales del acervo judío que los sefaradíes cubanos se esmeraban en inculcar a sus hijos, recalcaba la obligación de contraer matrimonio sólo con judíos y ese deber, precisamente, levantó barreras entre los sefaradíes y los cubanos. Según varios testimonios, hubo muy pocos matrimonios mixtos de sefaradíes en los años ‘20 y ‘30; los matrimonios con mujeres cubanas caracterizaron los comienzos de la inmigración, cuando el número de mujeres era reducido. La sociedad sefaradí veía esas bodas con mucho disgusto y en algunos casos causaron la ruptura de relaciones entre padres e hijos.

La prosperidad económica de los años ‘30 y el hecho que los jóvenes nacidos en Cuba adquirieron la mayoría de edad, motivaron una migración interna, en dirección a La Habana, con el declarado propósito de permitir que los jóvenes de ambos sexos se conozcan entre sí, en la comunidad sefaradí de La Habana. La sede de "Chevet Ahim" desempeñó un papel importante como muro contra la asimilación.

La organización sefaradí, en un comienzo, no quiso encerrarse en si misma, sino que estaba dispuesta a admitir a todos los judíos que quisieran incorporarse. Los primeros judíos de Europa Oriental se sintieron más cerca de los sefaradíes de "Chevet Ahim" (a pesar de las diferencias de idioma y mentalidad) que de los "norteamericanos" del "United Hebrew Congregation", que los miraban como parientes pobres. Las relaciones mutuas que se crearon a comienzos de la inmigración, entre sefaradíes y ashkenazíes, pusieron su sello en la historia de la comunidad, especialmente en dos aspectos: el sionismo y la educación judía.

En un estudio histórico sobre la trayectoria de la comunidad judía de Cuba, el poeta idish Eliézer Aronowski describe a "Chevet Ahim" como organización que cultivó, junto al credo religioso, el ideal sionista, y la denomina: "La cuna del sionismo de Cuba".14
En enero de 1924, "Chevet Ahim" fundó la primera escuela judía diaria en Cuba: la "Teodoro Herzl". El primer año estudiaron en ella 125 alumnos. En horas de la mañana se dictaban clases según el programa oficial cubano y por la tarde, asignaturas judías: hebreo, Biblia, historia judía e idish (a los niños ashkenazíes, cuyo número sobrepasó muy pronto al de los sefaradíes). La apertura de la escuela fue factible por las contribuciones de "Chevet Ahim" y una recaudación de fondos emprendida por el Rabino Maya en las comunidades sefaradíes de los Estados Unidos.

En octubre de 1924 se fundó en La Habana la Unión Sionista de Cuba —la primera en la isla— que habría de unificar a todas las corrientes del sionismo y evitaría divisiones de carácter partidista, superfluas si se tiene en cuenta el alcance reducido de la colectividad y sus peculiaridades transitorias. Entre los activistas más notables de la Unión Sionista, cabe mencionar a varios dirigentes de la comunidad sefaradí, entre ellos al Rabino Guershon Maya.

En esa época, la actividad de los ashkenazíes en La Habana (exceptuados los comunistas) se centraba en el "Idisher Tzénter" (Centro Israelita de Cuba), institución cuyo presupuesto era cubierto por los judíos de los EE.UU. y que abarcaba casi todas las tareas asistenciales, culturales y sociales. El Centro Israelita ejerció presiones sobre la comunidad sefaradí, para que le transfiriera la administración de la escuela.15
En octubre de 1926, la Unión Sionista se incorporó como sección autónoma al Centro Israelita y en enero de 1927, "Chevet Ahim" le transfirió la escuela. Pero la fusión no fue afortunada. La escuela adquirió un matiz idishista y secular. Los sefaradíes abandonaron la Unión Sionista y sacaron a sus hijos de la escuela.

La cooperación entre la Unión Sionista y el Centro Israelita (administrado en ese entonces por un representante de la "Hias"), no duró mucho tiempo. Tras una crisis ideológica y organizativa, los sionistas se apartaron y formaron de nuevo la Unión Sionista con los sefaradíes. La escuela "Teodoro Herzl" reabrió sus puertas como institución conjunta de la Unión Sionista y los sefaradíes, y "Chevet Ahim" se convirtió en el lugar de reunión de los sionistas.16

En 1927 visitó Cuba un emisario de la Confederación Mundial de las Comunidades Sefaradíes —el Rabino Shabtái Djaén— y esa visita dejó una impresión inolvidable; los sefaradíes vieron en su personalidad un nexo con el mundo sefaradí y con el sionismo. Tras la visita del Rabino Djaén se fundó la "Unión Mundial de Judíos Sefaradíes, La Habana, Cuba," y se llevó a cabo una campaña en favor de la Confederación Mundial Sefaradí, cuyos frutos fueron enviados a Jerusalem. Ese organismo no perduró mucho tiempo, por el hecho que el centro mundial de la Confederación rompió sus vínculos. Parece que el episodio fue sólo aislado, que no hubo otros casos en que se formaran organizaciones sionistas separadas. En la práctica, la actividad sionista sefaradí de Cuba, en los años ‘20 y ‘30, se llevaba a cabo coordinadamente con la de los ashkenazíes, aunque sus fuentes ideológicas eran diferentes.

La concepción sionista de los sefaradíes se basaba en la fe religiosa. El periódico "El Estudiante Hebreo" publicó una serie de artículos sobre el sionismo, escritos por sefaradíes, en los cuales resaltaban en especial el elemento emocional de amor a Sión como deber religioso y acentuaban el fuerte nexo entre el judaísmo y el sionismo.17

"...¿Qué es nuestra religión, si no un hermoso himno de ferviente sionismo? ¿Qué es toda la Biblia, si no un esfuerzo de nuestro gran pastor Moisés para organizar y llevar a Israel, del Galut a la Tierra Santa? ¿No es ésta una labor sionista? ¿Se puede creer en la Torá sin venerar al sionismo, que no es sino una repetición de la Biblia? ¿Y nuestras oraciones, qué son? Sencillamente imploraciones al Divino Señor para que nos guíe y facilite nuestro retorno a Sión".

Animado por un espíritu similar, José Cohen predicó el estudio de la lengua hebrea, viéndola como la llave de acceso a los tesoros de la Torá y de la tradición judía, así como también para el renacimiento cultural, que es uno de los valores primordiales del sionismo:18

"Todo judío que llama con el nombre de Sión a Jerusalem, todo judío que se atemoriza aquellos montes donde pisaran sus plantas cada uno de nuestros profetas, debe acercarse obligatoriamente y en forma natural al judaísmo, con el verbo y la acción... (El sionismo local) sintió la obligación de dar alimento espiritual a la futura generación en una escala limitada; con sus pocos medios pecuniarios, pero con las fuerzas muy sublimes de todo el pueblo, pondrá en actividad sus débiles posibilidades, proclamando una movilización entre todos los elementos, para reclutarlos y llamarlos a las armas de la cultura para un próximo combate contra la ignorancia del idioma hebreo".

Esta concepción influyó en el contenido de los estudios hebreos impartidos en la escuela "Teodoro Herzl", sometida a la influencia del Rabino Guershon Maya y cuyas lecciones de hebreo incluían clases de religión judía.19

La cooperación entre sefaradíes y ashkenazíes en la Unión Sionista se expresaba, entre otras cosas, en la activa participación de los sefaradíes en el comité directivo. En una asamblea de protesta multitudinaria, contra los desmanes de 1929 en la Tierra de Israel, pronunciaron discursos conmovedores el rabino sefaradí, el rabino ashkenazí y líderes de ambos sectores.

En una campaña por el Keren Kayemet Leisrael, que se realizó en 1935, la Unión Sionista tropezó con la acérrima oposición de los círculos no sionistas; el apoyo del Rabino Maya y de varios activistas sefaradíes contribuyó al primer éxito del sionismo en una campaña de fondos cumplida en la colectividad judía. Pero luego, la influencia sefaradí fue decayendo.

La retirada gradual de los sefaradíes de la actividad sionista, en un Contexto compartido con los ashkenazíes, no se debió a brechas ideológicas, sino a los cambios organizativos operados en el sionismo, que se adecuaban a los oriundos de Europa Oriental pero ignoraban las necesidades sefaradíes.

La actividad de la Unión Sionista en sus primeros años, tenía un carácter social más que ideológico y su contenido sionista era muy limitado. Las actividades se realizaban en español, lo que suscitaba el disgusto de los ashkenazíes. Cabe señalar que, en los primeros años de actividad de la Unión Sionista, la influencia de la izquierda judía era muy grande en la colectividad y los sefaradíes, los más veteranos y consolidados entre ellos, constituyeron un sostén significativo para los elementos sionistas.

La incorporación de dirigentes jóvenes, egresados de los movimientos juveniles sionistas de Europa, dio impulso al desarrollo del Movimiento Sionista en Cuba, aunque debilitó el status de los sefaradíes. La organización tasó a su propia sede y se formaron los movimientos "Hejalutz" y "Hashomer Hatzair", que funcionaron sobre una base puramente idishista. La juventud sefaradí se organizó en el contexto de la "Macabi" y’ en la práctica, quedó al margen de la corriente principal del sionismo cubano.

Los activistas sefaradíes continuaron actuando en el comité directivo de la Unión Sionista y manejaron la Campana Unida pro Israel en el Sector sefaradí. pero su influencia en el movimiento disminuyó sobremanera. El gran desarrollo que caracterizó al Movimiento Sionista de Cuba en la época de la Segunda Guerra Mundial, no repercutió mucho en los sefaradíes, que se encerraron en sí mismos. Con respecto a ellos, el auténtico despertar del sionismo comenzó poco antes de la restauración del Estado de Israel, pero entonces los sefaradíes fundaron sus propios marcos organizativos.

Otro campo de cooperación entre sefaradíes y ashkenazíes, fue la arena estudiantil. En 1928, un grupo de colegiales y estudiantes fundó el Círculo de Estudiantes Hebreos, con el objeto de ayudar a los jóvenes carentes de medios que manifestaran deseos de continuar con sus estudios. De los 12 judíos que estudiaban en ese entonces en la Universidad de La Habana, ocho eran sefaradíes.20 El Círculo de Estudiantes Hebreos actuaba en el contexto del "Idisher Tzénter", que puso a su disposición instalaciones deportivas y una sala de conferencias y de celebraciones, pero la mayoría de los activistas eran sefaradíes. La organización se granjeó muchas simpatías en la colectividad sefaradí y contaba con el auspicio del Rabino Maya. Sus miembros se sentían como pioneros de avanzada en la elevación del nivel espiritual de la colectividad en Cuba y en la unificación de los ashkenazíes y los sefaradíes; también acentuaron el carácter supracomunitario de la organización. El periódico "El Estudiante Hebreo", empero, sirvió de vocero especial de los sefaradíes.

El Círculo de Estudiantes Hebreos tuvo que disolverse cuando el tirano Machado clausuró la Universidad y los colegios secundarios (1930). Después de la revolución de 1933, volvieron a abrir sus puertas los institutos de altos estudios y, en el intento de reanudar la organización, no fueron incluidos los sefaradíes, cuyo número en esos días era menor que el de los ashkenazíes.21

Cabe señalar que uno de los promotores del Círculo de Estudiantes Hebreos —David Peres— dedicó su vida a la preparación de alumnos judíos para que ingresaran en los colegios secundarios y en la Universidad, y ejerció una considerable influencia en el nivel de instrucción de los sefaradíes.

Según parece, los marcos conjuntos de sefaradíes y ashkenazíes existieron mientras los sefaradíes percibían que aún los rodeaba la aureola de ser los primeros. Pero cuando el número de ashkenazíes pasó a ser mayor, los sefaradíes se replegaron y se vieron marginados de la actividad compartida. Ese fenómeno no se debía a ningún tipo de lucha por la hegemonía, sino al paulatino retiro de los sefaradíes, que valoraban la mayor capacidad de los ashkenazíes y no aspiraban a competir con éstos por la prevalencia.

Una descripción característica de esa trasferencia, la proporcionan las memorias de un residente ashkenazí en Santa Clara:22 "Cuando los judíos de Europa Oriental comenzaron a asentarse en Santa Clara, encontraron allí un considerable número de judíos sefaradíes. El Centro actual lo fundaron nuestros ‘turcos’, nombre que damos aquí a los sefaradíes. Pero gradualmente, los judíos de Europa Oriental los desplazaron del gobierno. No lo hicieron por la fuerza, no, sino que las cosas se produjeron en forma natural, pues es bien sabido que nuestros judíos son más diestros y conocen mejor el quehacer en el mundo. Pero no hubo ningún tipo de riñas. Al contrario, vivimos en paz y armonía con nuestros ‘turcos’..."

En comparación con los ashkenazíes, el punto de partida de los sefaradíes había sido preferible: tenían más afinidad cultural que sus hermanos de Europa Oriental con la población cubana y contaban con una ventaja especial desde el punto de vista lingüístico, pues pasaban sin problemas del ladino al español. Muchos habían llegado a Cuba con el propósito de asentarse en la isla y no tuvieron que enfrentar el traumático proceso de la renuncia al "sueño norteamericano", que acompañara a los inmigrantes ashkenazíes. Los sefaradíes comenzaron a consolidar su infraestructura organizativa en el periodo de la abundancia, de modo que durante la crisis económica, a comienzos de los años ‘20, poseían los instrumentos primordiales para hacer frente a la ola inmigratoria y a los problemas de ayuda social.

A diferencia de los sefaradíes, los ashkenazíes constituían un grupo heterogéneo y su cauce organizativo estaba lleno de escisiones ideológicas y sociales. La aclimatación fue un proceso muy difícil pero, no obstante, pusieron de relieve una notable capacidad de adaptación y a pesar de las dificultades idiomáticas y a los rasgos de sus semblantes, que los hacían parecer muy diferentes y raros, se equipararon muy pronto con los sefaradíes en sus constantes progresos en la escala económica; se mudaron a barrios de residencia espléndidos, su desarrollo organizativo se ramificó y se hizo colorido.

La influencia de los sefaradíes en el desarrollo de la colectividad judía de Cuba, se percibió especialmente en los años ‘20. En ese tiempo pusieron los cimientos de la educación judía en la isla, crearon la infraestructura organizativa en las ciudades del interior y desempeñaron un papel central en la consolidación del Movimiento Sionista.
Pero en el proceso de rápido crecimiento de la población judía, los sefaradíes se quedaron rezagados. Eso se debió a la desigual relación de fuerzas entre ambas comunidades. Dicho proceso no supo de luchas por el predominio en los organismos, sino que se caracterizó por el renunciamiento de los sefaradíes y por su retiro a un marco comunitario cerrado.

Testimonios conservados en el Departamento de Documentación Oral, Instituto de Judaísmo Contemporáneo, Universidad Hebrea, Jerusalem.

• Sra. Rajel Egozi-Behar y Sr. José Behar. Miami, 14 de junio de 1984.
• Sra. Cali Maya y esposo, Miami, 4 de junio de 1984.
• Sra. de Magrisu, Sra. Ester Mitrani, Sr. Julio Crispin. Sra. Sali Crispín, Sr.
• Vitali Bassan, Miami, 19 de junio de 1984.
• Sr. José Credi, Sra. Sol Credi, Sra. Eugenia Credi, Miami, 11 de junio de 1984.
• Sr. Samuel Dannón. Sra. Victoria Dannón. Sra. Virginia Levi. Miami, 20 de junio de 1984.
• Profesor David Pérez y Sra. Reina Pérez. Miami, 12 de junio de 1984.
• Sr. Moise Bensignor, Miami, 11 de junio de 1984.
• Sr. Jack Barrocas y Sra. Simia Hisday de Barrocas, Carmiel, 31 de agosto
• de 1983, 6 de febrero de 1984.
• Rabino Nisim Gambach, Miami, 29 de mayo de 1984.

Testimonio de ashkenazies sobre el sionismo en Cuba:

• Sr. Israel Lusky, Miami, 28 de mayo de 1984.
• Sr. David Ilán, kibutz Bet Zera, 5 de mayo de 1983.
• Sr. Zeev Rabinowitz, kibutz Ramot Menashé, 9 de mayo de 1983.

Testimonios recibidos por cortesía del Dr. Robert Levine y el Dr. Mark Szchuman, preparados para la película:

• "Hotel Cuba: A Historical Diary of the Jewish Experience 1919—1958".
• Filme producido y dirigido por Robert M. Levine y Mark D. Szchuman, © 1984.
• Sr. Shalom Rodríguez y Sra. Sophie Rodríguez, Los Angeles, 9 de mayo de 1983.
• Sra. Suzanna Rofe, Miami.
• Isidoro Behar, Miami, 23 de marzo de 1983.


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