Por
Ricardo López
En
el opulento edificio de la embajada de Cuba en Buenos Aires hubo
un cartel de grandes proporciones que rezaba "Aguante
Fidel", que estuvo instalado algunas semanas. Pocos
días atrás fue removido, quizás como un augurio
de que Fidel Castro ya no aguanta más.
La
incertidumbre generada en torno a su salud se fue despejando,
puesto que las preocupaciones se centraban en el futuro político
de la isla. Bajo el férreo mando de Raúl Castro,
el Partido Comunista cubano sigue teniendo las riendas del poder
y se alejan las esperanzas de una transición a la democracia
en uno de los últimos bastiones del comunismo en el planeta.
Si se produce una transición en Cuba, al parecer sería
de "hierro", es decir: manejada por el Partido Comunista
para preservar sus privilegios y una cuota determinante en el
futuro esquema político del país. Por su omnipresencia
en las Fuerzas Armadas y de seguridad, en los gremios, en la educación
y en todas las estructuras del gobierno, el Partido Comunista
tiene una fortaleza frente a la cual no pueden competir otras
fuerzas políticas, aun cuando se establecieran elecciones
en las que concurrieran varios partidos.
Este
fue uno de los grandes desafíos de las transiciones en
Europa central y oriental: desarticular el aparato totalitario
montado por los partidos comunistas en esos países, desideologizando
la administración pública, las Fuerzas Armadas y
de seguridad, así como abriendo espacios al pluralismo
en la educación, los hospitales y la administración
local. Esto fue posible por el desprestigio de los partidos comunistas,
sostenidos por la presencia militar y disuasiva del coloso soviético.
Los
líderes democráticos de Occidente en general y de
América latina en particular, no están comprometidos
con la defensa y promoción de las libertades fundamentales
de los cubanos, y por ello no demandan por una salida democrática
y pacífica del estancamiento totalitario en que se halla
sumida la isla.
Los
políticos de Europa occidental, durante muchos decenios,
optaron por simular que en los países de la Europa tras
la cortina de hierro no había pobreza, violación
de los derechos humanos o graves problemas con el medio ambiente,
a fin de no ser tildados de "reaccionarios". Luego,
a partir de 1989, se "sorprendieron" al "descubrir"
la miseria tercermundista de sus vecinos del Este. Una actitud
idéntica están adoptando los políticos iberoamericanos
al sumarse, como un eco monocorde, a la reivindicación
de las "conquistas" del socialismo cubano en la educación
y la salud.
No
es posible saber si Fidel Castro "aguanta" o no, más
allá de los límites que a todos nos impone la biología.
El Partido Comunista sigue "aguantando" en el poder
y los políticos y la mayoría de los intelectuales
de los países democráticos de la región siguen
"aguantando" la farsa. Los que no aguantan, y cada día
pierden más, son los cubanos.
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