Editorial
Revista Vitral
Navidad
es la celebración de un nacimiento. Es el nacimiento de
Jesucristo. Es la fiesta de lo nuevo. Es el anuncio de “una gran
alegría para todo el pueblo” (Evangelio de San Lucas 4,18)
Es por ello que cada año al arribar a estas fiestas nos
preguntamos:
¿Qué es lo nuevo de este año?
¿Cuál es la noticia que puede ser alegría
para todo el pueblo?
Y también, ¿En qué momento de nuestras vidas
nos encontramos?
¿Cuál es el sentimiento o la actitud que caracteriza
este momento en la vida de nuestro pueblo?
No tenemos todas las respuestas, ni siquiera todas las preguntas.
Nadie las tiene.
Uno de esos sentimientos pudiera ser, quizás, la
incertidumbre.
En efecto, parece ser que una de las sensaciones que podemos percibir
con frecuencia entre nuestros compatriotas es ese sentir de que
estamos en una etapa muy importante y trascendental de nuestra
existencia como pueblo, pero al mismo tiempo no sabemos bien por
qué.
Por otro lado, percibimos que otros cubanos aprecian que todo
sigue igual y al mismo tiempo que algo cambia. Todo mezclado,
todo confuso, porque en muchas ocasiones las palabras parecen
como alejarse de la realidad. O quizá sea que la realidad
es distinta de las palabras.
Da la impresión que en este momento se mezclan la lógica
del «no puede ser» con la austera
evidencia de lo que «es». Sentimos
al mismo tiempo que algo termina y que todo continúa.
Constatamos que nos falta mucha información pero al mismo
tiempo nos da la impresión de que ya no la necesitamos.
A otros, les da igual tener o no la información, porque
sus vidas van por otro camino, como en un mundo aparte.
Nadie sabe a ciencia cierta todo lo que necesita para proyectar
su futuro. Es muy difícil predecir la vida, ¡qué
desgracia para una persona cualquiera no poder tener los mínimos
necesarios para protagonizar responsablemente su presente y su
porvenir!
Es
lamentable que un pueblo que desea ser soberano y protagonista
de su destino no tenga en sus manos todos los hilos de las riendas
de la realidad. Y aún peor, que tenga que esperar que los
que tienen todos los hilos tejan un futuro para él.
Pudiera
ser, quizá, la mayor sensación de infantilismo cívico.
Esto pudiera ser, quizá, la mayor prueba de una adolescencia
socio-política, estadio en el cual sólo los de mayor
responsabilidad saben todo, deciden todo y luego informan a los
que adolecen de responsabilidad para enterarse, para asumir su
soberanía, para “ser los protagonistas de su propia historia
personal y nacional” – como nos exhortaba el inolvidable Papa
Juan Pablo II en su visita a Cuba en el cada vez más lejano
1998.
De modo que pudiéramos escoger una palabra, entre muchas
otras, para intentar una descripción aproximada del sentimiento
predominante en este tiempo que podría ser definitorio
para Cuba. Esa palabra —que es más que eso y parece ser
un sentimiento persistente, una especie de resquemor interno inexpresable,
una subjetiva realidad que nos envuelve— es la incertidumbre.
Incertidumbre es falta de certezas previsibles,
no de adivinaciones. Es falta de visión para el camino.
Es niebla en la conciencia y confusión de escenarios.
Incertidumbre es no poder siquiera intentar unos
pronósticos que se aproximen a la realidad por falta de
datos.
Incertidumbre
es pedir a la gente que participe, que protagonice, que actúe
con responsabilidad y al mismo tiempo, no facilitarle la información,
ni la formación, ni los espacios, ni los roles en la obra
en la que se le está pidiendo que sean los protagonistas
principales. Nadie puede ser verdaderamente responsable si vive
en una incertidumbre insalvable y desinformada.
La incertidumbre no es buena sobre todo en tiempos
difíciles. Todos lo sabemos y lo sentimos en nuestras propias
vidas. Todos la sufrimos de una forma u otra. Unos más
y otros menos.
Incertidumbre y cambio son compañeros de camino,
pero cuando el cambio avanza por estaciones, tiene que ir dejando
a la incertidumbre en la parada anterior. Aún cuando sabe
que otras incertidumbres montarán en la siguiente estación,
pero esas son las siguientes y no deben acumularse.
Siempre hay una dosis de incertidumbre sobre el futuro.
Eso
es propio de su condición de porvenir, pero no debe haber
sobredosis de incertidumbre en el presente y sobre lo que está
sucediendo a nuestro alrededor. Eso puede paralizar, sembrar el
desconcierto, la desinformación, el rumor indeseado, la
inestabilidad social, la irresponsabilidad cívica, el inmovilismo
ciudadano. Y nada de esto necesita Cuba en este tiempo. Lo sabemos
y debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para
no desanimarnos, para no abandonarnos en la indolencia, para disponernos
al diálogo que es el antídoto de la desinformación
y el único remedio para la incertidumbre.
La incertidumbre puede acentuar la crispación
que nace del no saber qué va a pasar y qué va a
ser de nuestras vidas. Y la crispación debe cesar, no ayuda
a nadie ni a nada. Debemos todos, tirios y troyanos, cubanos de
aquí y de la diáspora, precipitados e inmovilistas,
hacer todo lo que esté en nuestras manos y en nuestras
conciencias para no dejarnos atrapar por la crispación.
Cuba está en una hora difícil y esperanzadora. Es
hora de mucha serenidad, de mucha responsabilidad, de mucho sosiego,
de mucho respeto a la opinión diferente.
Ninguna
hora como esta requiere de una gran dosis de sentido común,
de tolerancia, de paciencia y de pensar las cosas más de
dos veces. Cuba lo necesita para no caer donde no debe ni quiere
caer. Cuba lo necesita para no dar motivos para intromisiones
foráneas que serían peor.
Cuba
lo necesita porque la gradualidad es la única puerta del
cambio pacífico y ordenado. Nosotros, todos, gobierno y
pueblo, sabemos que estas son actitudes y virtudes que debemos
garantizar en este momento y en esta etapa con la máxima
responsabilidad y serenidad. Cuba lo sabe y lo deben saber también
todos los demás países. Deben saber esto claramente,
y ponerlo como dato condicional de su respeto a Cuba, tanto los
Estados Unidos como América Latina, tanto el África,
como Asia.
Esto es la salida de la incertidumbre por la puerta de la responsabilidad,
la información adecuada y la participación primera,
protagónica y única de los cubanos. Esta es la puerta
civilizada para la novedad.
Se puede también decir que otra señal de “lo nuevo”
es una especie de cambio psicológico que aumenta la expectación
de muchos cubanos. Es un modo de despertar del inmovilismo, de
la sensación de que nada pasa y nada podía cambiar,
a una sensación de que pudiera pasar algo, de que todo
pasa, y algo debería renovarse y podría construirse
entre todos los cubanos.
Por otro lado, sin ruido y sin reuniones, va emergiendo de la
conciencia soterrada de mucha gente, una especie de consenso espontáneo,
no explicitado, sentido más que pensado. Más como
convicción natural que por concertación de opiniones:
tenemos la apreciación de que esa especie de consenso no
negociado pero que nos une a todos los cubanos, o por lo menos
a una mayoría evidente, pudiera formularse así —y
aquí comienzan los problemas y diferencias en las formas—
pero, por encima de ellas, debemos explicitar cómo lo sentimos.
Sin fijarnos mucho en las palabras sino en su sentido podríamos
reflexionar en estos cinco puntos:
-
Hay una percepción de que nadie quiere violencia.
-
Hay una percepción de que nadie quiere que la solución
venga de fuera.
-
Hay una percepción de que algunas cosas esenciales
deben ser cambiadas desde dentro.
-
Hay una percepción de que otras cosas esenciales deben
ser salvaguardadas y mejoradas.
-
Hay una percepción de que todo debe hacerse gradualmente
y en paz.
Esto es, a lo mejor, lo nuevo. Esto pudiera ser, quizás,
una buena noticia para todo el pueblo. Esto pudiera traer no pocas
cosas buenas para Cuba y su soberanía ciudadana y para
su apertura e integración más completa a la entera
comunidad internacional, sin exclusiones.
Aceptar este consenso sosegado y mínimo, no para contemplarlo
estáticamente, sino para acogerlo como una pregunta que
nos hagamos unos cubanos a otros, podrían ser una puerta
para salir del inmovilismo. Estas percepciones, como lo dice la
palabra, son ahora solamente una manera de percibir el sentimiento
común de no pocos cubanos pero, como todas las percepciones,
pueden tener otras facetas, otros matices, otros ángulos
de apreciación. Mas nada de esto quita, o entorpece, que
estas u otras percepciones nos podrían servir para dialogar
con serenidad, sin crispaciones, entre cubanos.
Esto deberíamos conversarlo —porque hablando la gente se
entiende, como dice la sabiduría popular— sin ataques preliminares,
sin prejuicios infundados, ni experiencias negativas bien fundadas
sacadas a relucir para envenenar el ambiente. Dejemos a un lado
los ataques con razón o sin razón, porque lo que
menos necesita Cuba ahora es que existan y aumenten los cubanos
que se ataquen mutuamente y se dividan entre sí. La unidad
que tanto necesitamos ahora no se consigue por decreto, ni atacando,
ni vociferando, ni excluyendo, ni uniformando, ni reprimiendo…
La unidad solo nace de ser tolerantes ante la diversidad, como
primer paso; de la aceptación de la pluralidad como algo
bueno y posible, como segundo paso; y de la garantía de
espacios de participación responsable para todos los cubanos,
como tercer paso.
Tenemos la convicción de que con estos mínimos Cuba
será más unida de verdad, más soberana, más
respetable para todos, más considerada e integrada a la
comunidad internacional. Cuba podrá crecer como nación
y desarrollar su economía además de conservar y
cultivar sus virtudes humanas y patrióticas.
Pero también tenemos la convicción profunda de que
por estos caminos no habrá nación ni gobierno sobre
la tierra que no respete nuestra soberanía, ni nuestro
ritmo para alcanzar lo nuevo y lo mejor para Cuba.
Este es nuestro mensaje de Navidad y nuestra oración a
Dios, Padre de todos los pueblos y Señor de la Historia
que, al hacerse hombre como nosotros en Belén hace 2006
años aproximadamente, iluminó las tinieblas de la
incertidumbre y las convirtió en la Nochebuena, sin crispaciones,
sin ruidos estridentes, sin poderío militar ni exclusión
de los pobres.
Si los cubanos y cubanas, todos, los miembros de la misma nación,
en la Isla y en la Diáspora, unimos nuestros sentimientos
hacia la soberanía, el progreso y la renovación
pacífica de Cuba, entonces podremos gozar de la misma alegría
de aquel pequeño pueblo de Belén y decirnos con
toda sinceridad y respeto, con toda serenidad y tolerancia:
¡FELIZ
NAVIDAD Y UN AÑO 2007 NUEVO DE VERDAD!
Jorge
Felix
Editor de "El Veraz"
Notas
del editor: Esto mas bien parece la Pastoral
del Ministerio del Interior, que cualquier otra
cosa...
Como
siempre la iglesia como institución alejada del verdadero
sentir del pueblo. Quizas lo que teme la Iglesia es precisamente
lo que debió pasar hace tiempo, la liquidación
total del gobierno por una protesta popular. Intenta cobardemente
parar con hermosas palabras, lo que el pueblo cubano esta
obligado a hacer. Porque no queda otra alternativa.
Analicemos
estos puntos que parecen dictados por el Ministerio del
Interior:
-
Hay una percepción de que nadie quiere
violencia: Por Dios Bendito, de donde sacaron
los curas esta información ¿hicieron
una encuesta entre todos los monagillos de Cuba? Si
la hicieron entre ellos, es posible que piensen asi.
Pero la verdad que la persepción que hemos podido
contactar viviendo en Cuba, es que la gente quiere que
aquello acabe por cualquier medio, incluyendo la violencia.
Todo el mundo en Cuba espera que se forme algo en contra
del regimen
-
Hay
una percepción de que nadie quiere que la solución
venga de fuera: Otra falsedad más,
ojala y esa fuera una variante con la que el pueblo
cubano en su desespero pudiera contar y el gobierno
cubano lo sabe.. nunca habrá invasión,
que invasión ni invasión, estan con
el mismo cuento desde hace mas de 40 años.
Con esto solo se persigue, desviar a la opinion publica
internacional del verdadero problema del pueblo cubano
que es precisamente con la dictadura cubana que lleva
mas de 40 años en el poder inmoralmente y desde
luego que el pueblo cubano se paralise esperando que
otros solucionen el problema que el propio pueblo
cubano debe de solucionar violentamente. Los
mecanismos pacificos se agotaron. El desespero
del pueblo cubano es tal, que solo a modo de ejemplo
pondré las palabras de reproche que se hicieron
muy populares dentro de Cuba cuando la guerra de Iraq:
Bienaventurados los que tienen Petroleo porque
ellos seran invadidos.
Para
terminar, ¿tienen alguna moral estos curas de mandar
mensajitos a estas alturas, cuando pedian la pronta recuperacion
de Castro? Por Dios, que se quemen en el infierno
junto con Castro.
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