Por
Gabriel C. Salvia
Es
habitual que personajes del espectáculo, la moda, el deporte
y la cultura de la Argentina, opinen con bastante frivolidad sobre
la realidad cubana luego de visitar la isla. En la mayoría
de los casos, recorren las hermosas playas caribeñas y
disfrutan de los típicos circuitos preparados para los
turistas, sin interiorizarse en lo más mínimo sobre
la realidad que vive el pueblo cubano.
Obviamente,
el extremo, que como argentino provoca vergüenza ajena, es
el del futbolista Diego Armando Maradona, quien con sus más
de 40 años pudo disfrutar de toda su adolescencia en la
isla a cambio de criticar a los Estados Unidos, recibiendo un
tratamiento médico privilegiado el cual sin embargo no
logró hacerlo bajar de peso en Cuba. El “Diego”, quien
alguna vez le disparó con un rifle de aire comprimido a
un periodista desde una casa quinta del Gran Buenos Aires, llegó
incluso a jactarse de lo tranquilo que la pasaba en Cuba, en referencia
a que en la isla no hay libertad de prensa y por tal motivo no
lo acosaban los medios.
Más
allá de Maradona, hay muchos otros casos, sin dudas menos
relevantes, pero no por ello menos preocupantes en la complicidad
con esta larga dictadura. Por eso sorprendió gratamente
una entrevista al modelo Matías Camisani, publicada en
una edición especial de turismo de la revista Noticias.
El
título de la entrevista a Camisani quizás inducía
al prejuicio: “Me fascina La Habana”, esperando un lector crítico
de la dictadura castrista opiniones ligeras sobre Cuba. Pero todo
lo contrario, pues Matías vio la realidad cubana mejor
que unos cuantos periodistas y mostró una gran capacidad
de observación, sin emitir incluso ningún juicio
de valor negativo sobre el régimen cubano. Es decir, jamás
utilizó el término dictadura o referencias a temas
delicados como los derechos humanos. Simplemente observó
bien y lo cuenta; y lo hace en una entrevista de turismo que representa
un modelo para quienes viajen a la isla. Al respecto, viene al
caso señalar que en la búsqueda de apoyo a los activistas
de derechos humanos, la ONG “Solidaridad Española con Cuba”
lanzó una excelente iniciativa: una Guía de Turismo
Solidario para quienes viajan a la isla. Si bien no es el caso,
es como que Camisani la hubiese leído.
Entre
las principales observaciones, Camisani señala: “Me pasó
de darme cuenta de que todo está hecho para que el turista
deje todo su dinero en Cuba pero no tenga ningún contacto
con los cubanos, excepto en La Habana, donde es inevitable. Y
a mí lo que más me gusta es relacionarme con la
gente; en general ellos son reticentes a abrirse y conversar…La
gente joven no se calla en general y muchos te dicen que quieren
casarse para irse…A mí me da la impresión de que
nadie quiere hablar de Fidel, tienen un poco de paranoia y cuando
empiezas a preguntar te miran para ver si estás grabando,
por ejemplo”.
La
anterior descripción, típica del miedo que produce
un estado policíaco es difícil de comprender para
quien va simplemente a divertirse a Cuba.
Y
a continuación, Camisani describe un caso típico
de Apartheid del gobierno castrista contra sus trabajadores: “Viajamos
con una guía cubana, y cuando llegamos a Los Cayos –un
cordón de continente que se va metiendo en el mar formando
una especie de islitas-, a ella no la dejaron pasar, porque ahí
sólo entran los que trabajan en los resorts. Eso fue feo
porque ella tuvo que dormir en la motorhome del lado continental.
Ahí es cuando digo que muchas veces todo está hecho
para que los turistas no estén en contacto con los cubanos:
veíamos parejas de luna de miel fascinadas con el paisaje,
que ni se enteraban de la vida de los cubanos”.
En
la entrevista a Camisani tampoco faltó una pregunta sobre
si le hablaban del Che Guevara: “Mi impresión es que es
una figura nostálgica que poco tiene que ver con la realidad,
incluso la gesta cubana, que es una historia maravillosa, no es
lo que era”.
Finalmente,
responde si se trajo algún regalo de Cuba: “Lo único
que se puede comprar es cigarros y la remera del Che. A mí
me hubiera gustado comprar una guitarra y creo que si averiguaba
más, seguramente llegaba al fabricante, pero como está
todo regulado por el gobierno, en definitiva se la estoy comprando
a Fidel…Me pasó de tomarme un taxi y preguntar cuánto
era: ‘A Fidel le debe 20 dólares’, entonces tenés
que darle una propina al pibe, obvio”.
Si
la mayoría de los argentinos y latinoamericanos que viajan
a Cuba tuvieran la misma sensibilidad que Matías Camisani,
seguramente ayudarían mucho a curar esa “ceguera ideológica”
con la dictadura.
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