Por
A. Prieto
¿Será que el régimen cubano esta utilizando
el secretismo en torno a la salud de Fidel Castro para desviar
la atención de los graves problemas del país? No
lo creo. La larga hospitalización del tirano y su inminente
muerte no es una cortina de humo ni un spin de la propaganda castrista.
Es
un hecho fuera de su control que ha venido a modificar (a la larga,
quizás a simplificar) la ecuación política
cubana. Y todo el mundo, lógicamente, está pendiente
del desenlace.
La
esperada noticia de la muerte de Fidel Castro no desvía la atención
de la problemática cubana. La concentra. Nos obliga a todos
a repensarla, tanto a la oposición interna como al exilio
anticastrista. También a los herederos del castrismo, pero
en otro sentido desde luego.
Entretanto,
hay que entender que ése es en estos momentos el problema
central número uno de Cuba. Y todos los medios andan a
la espera del último flash, del notición definitivo,
el que traiga la nota necrológica.
Noticia
no es que el perro muerda a la vieja, sino al revés, como
bien saben los del oficio. Esta vez la vieja de la guadaña
le ha dado un mordisco mortal al perro. Ésa es la supernoticia
del año.
Muerto
el perro rabioso no se acabó la rabia. Pero es una oportunidad
única que no se puede perder, como sucedió en 1994.
Algo debe pasar esta vez, y en eso estamos.
A
a su sucesor (o sucesores) le ha venido de perilla la larga convalecencia
de Fidel Castro, luego de la jugarreta política que fue la delegación
de poderes. Eso les ha permitido realizar la sucesión gradual
en vida de Castro y tenerlo todo supuestamente bien atado para
cuando ocurra su inevitable deceso (o para cuando lo anuncien
oficialmente, caso de que ya haya ocurrido y mantengan al tirano
en refrigeración).
Pero
puede ser que lo que realmente esté sucediendo entre bastidores
sea una lucha sorda por el poder. Quién sabe. O en todo
caso, debe de existir un alto grado de ansiedad y paranoia ante
la posibilidad de que se desencadene ese escenario de caos poscastrista.
La
normalidad que los observadores extranjeros creen ver en la Isla
es sólo la parálisis política en que se halla
inmovilizado tanto el pueblo como el régimen en la presente
coyuntura. Raúl y su entorno deben estar sudando frío
sólo de pensar en lo que sobrevendrá tras el entierro
de Castro.
Por
otro lado, tampoco les resultaría beneficiosa una convalecencia
de Fidel Castro demasiado larga. Sería prolongar excesivamente un
vacío de poder que se nota visiblemente en Cuba, por más
que se disimule con movilizaciones, mesas redondas, solemnidades,
desfiles, coloquios y fanfarrias fidelistas.
De
modo que si la pelona tarda en llevárselo más tiempo
del políticamente conveniente, no hay que dudar que a Castro
le apliquen la eutanasia revolucionaria.
La
ausencia clamorosa de Fidel Castro en el desfile del 2 de diciembre sólo
sirvió para confirmar las sospechas. La disfuncionalidad
de Castro es un hecho. O está en las últimas, o
se encuentra en un estado tan deplorable que no es aconsejable
exhibirlo en vivo y en directo.
Su
presencia en esas celebraciones, lejos de haberse visto como un
acto heroico in extremis, hubiera sido contraproducente para la
imagen del comandante invicto con que han querido dormir al pueblo
cubano y al mundo entero.
Mostrarlo
desmejorado y esquelético sería fatal para el castrismo.
Cuando un tirano despierta en el pueblo compasión y lástima,
en lugar de miedo, la tiranía se tambalea entre chistes,
coñas y brindis a escondidas.
Tampoco
lo sacaron por televisión, en un vídeo cuidadosamente
editado como la última vez, para demostrarle al mundo que
haciendo un gran esfuerzo con la lengua estropajosa todavía
podía hilvanar algunas tonterías inconexas.
Es
que ni siquiera han publicado últimamente una foto suya
con el diario del día en la mano, o recibiendo a algún
amigote de la fauna izquierdista. Y eso que a su cumpleaños
diferido no faltaron personajes para todos los gustos, lo mismo
de la izquierda caviar francesa que de la bananera latinoamericana.
Si
Evo Morales o Daniel Ortega esperaban salir en la última
foto con el Padrino, se quedaron con las ganas. El capo di tutti
i capi no está para visitas. Posiblemente, hasta haya perdido
el conocimiento.
¿Habrá
caído en un coma profundo e irreversible? ¿O habrá
emprendido ya el viaje al infierno del que no lo libran ni los
santos óleos con que lo untara su amigo Fray Betto?
Es
un secreto a voces que el fraile dominico y teólogo castrista
de la liberación fue convocado de urgencia a La Habana
para administrarle al dictador la extremaunción en un momento
en que parecía que se iba. Dicen que después volvió,
si bien parece que Betto tiene otra opinión y le pasó
la información sobre el asunto al presidente brasileño.
Lula,
que hace poco lo daba por muerto, ahora lo da por moribundo y
ha dado a conocer su intención de viajar a Cuba próximamente.
Ese viaje a mí me huele a cadáver en conserva. Ya
veremos.
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