Por
Dixie Edith
La llamada crisis de la masculinidad, sobre la cual empieza a
hablarse en Cuba, tiene entre sus causas una incipiente tolerancia
hacia la diversidad sexual.
Así,
“la crisis del macho” no sólo responde a los espacios que
ha ido ganando la mujer en esta isla del Caribe, sino también
a un debilitamiento social de la homofobia, considera el sociólogo
cubano Luis Robledo.
De
lo que se trata, asegura, no es de que un hombre tenga relaciones
sexuales con otro hombre, sino de que esa persona esté
rompiendo con todo lo culturalmente preestablecido para su sexo.
Profesor
de la Universidad de La Habana y uno de los pocos estudiosos del
tema de la masculinidad hegemónica o machismo en la isla,
Robledo recuerda el impacto que solía tener hace 10 ó
15 años reconocerse homosexual.
“Era
un crimen, era hundirte. Significaba que no podías progresar
ni en el espacio familiar, ni en el estudiantil o el laboral.
Era pecado absoluto. Que ese proceso se esté revirtiendo,
son síntomas de crisis”, asegura.
A
juicio del especialista, la crisis es del modelo cultural dominante
y no de los hombres: “Los hombres se supone que sean los máximos
beneficiados de esa crisis, porque se están liberando de
una cadena, aunque no son conscientes de ello”.
Como
hicieron el movimiento feminista y sus luchas a favor de la liberación
de la mujer “de ciertas cadenas”, se está forjando un movimiento
masculino a favor de no tener que “demostrar todo el tiempo que
son hombres”, explica.
“Ser
hombre” significa, para buena parte de la sociedad cubana, nunca
ser débil, ni estar triste, ni expresar afecto hacia otros
hombres, ni negarse a los reclamos sexuales de una mujer, ni hacer
tareas consideradas como femeninas.
Sin
embargo, este modelo empieza a romperse por el acceso de la mujer
a espacios tradicionalmente masculinos, la subversión de
estos espacios, y el cambio en la manera pública de comportarse
algunos hombres.
En
las últimas décadas, el hombre empieza a
participar más en las tareas del hogar, aunque el peso
fundamental en la mayoría de los casos siga cayendo sobre
las mujeres, y también se reevalúa el rol de la
paternidad.
Por
supuesto, aclara Robledo, “sería un error decir
que en Cuba ha dejado de existir el machismo o suponer que hemos
sobrepasado la sociedad patriarcal. La virilidad sigue siendo
un valor positivo y la feminidad un valor negativo”.
En
cualquier caso, los cambios que se están viviendo quedan
claros con una ojeada a los héroes de la literatura cubana
de la década de los años 60 y los de los años
90 del pasado siglo XX.
“En
los años 60, el héroe siempre tiene una épica
masculina; pero en la novelística más actual los
héroes, curiosamente, son homosexuales y no porque los
escritores sean homosexuales o el tema esté de moda”,
analiza.
La
literatura, añade, se está “cuestionando muchas
cosas”, entre ellas una de las esencias de nuestra sociedad, que
es la falsa idea de que “el país se defiende sólo
a partir de una masculinidad excesiva”.
Se
debe valorar, además, el impacto que tuvo en la pasada
década la película “Fresa y Chocolate”, una historia
que fue capaz de sensibilizar a la población con el drama
de un homosexual cubano.
Así,
de acuerdo con el especialista, la irrupción del mundo
gay en la capital de Cuba es un síntoma de la crisis de
la masculinidad hegemónica; crisis que en ningún
momento considera negativa, sino positiva.
El
hecho de que existan niveles de tolerancia hacia la homosexualidad
que aún no pueden catalogarse como de aceptación,
indica una apertura hacia otros espacios masculinos, diferentes
al machismo dominante.
“Ser
homosexual no es ser mujer, ni acercarse a un mundo femenino,
ni que tú quieras ser como la mujer, igual que ser lesbiana
no es acercarse a un mundo masculino”, reflexiona Robledo.
Para
el experto, la homosexualidad “es sencillamente otro espacio de
construcción de la identidad, es otra forma de masculinidad
y otra forma de feminidad, distinta a la que pueda llevar un heterosexual”.
La
crisis de la masculinidad pasa por la cada vez mayor tolerancia
hacia la homosexualidad, pero también por el hecho de que
son los propios hombres los que se empiezan a cuestionar el concepto
de hombre que tiene la sociedad.
De
acuerdo con el sociólogo, en este proceso ha influido toda
la labor del movimiento feminista que está diciendo que
el “orden” establecido no es tan natural, es culturalmente construido
y, por tanto, se puede cambiar.
Y,
además, “el impacto del movimiento gay en el mundo, que
dice que los hombres no somos menos porque no cumplamos con todos
los requisitos socioculturalmente construidos que requiere
la sociedad para ser hombre”.
Para
Robledo, en los próximos años esta situación
debe evolucionar hacia “un concepto de cooperación entre
los dos sexos y entre todas las formas de expresión de
la sexualidad”.
“Definitivamente,
la noción patriarcal de nuestra sociedad no es eficiente,
y en tanto no es eficiente tiene que morir y aparecer una más
eficiente, que es precisamente esa de la cooperación entre
hombres y mujeres”, afirma.
Esa
cooperación implicaría la subversión del
concepto de subordinación de lo femenino y lo masculino.
Según Robledo, “la mujer no puede seguir siendo un sujeto
comparado al hombre; tiene que ser en sí misma”.
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