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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
La herencia de Castro, un rastro de sangre

Por Jeff Jacoby

Fue el día de Año Nuevo de 1959 cuando las guerrillas de Fidel Castro derrocaban a Fulgencio Batista, y una semana más tarde Castro entraba en La Habana y lanzaba lo que se ha convertido en la dictadura más longeva del mundo. Esta semana conmemora así el 48 aniversario de la revolución de Castro -- y el último que celebrará si los persistentes rumores de que se muere demuestran ser ciertos. Lo que hace este un buen momento para preguntarse: ¿qué se dirá acerca de Castro después de su muerte?

Durante décadas, periodistas y celebridades han agasajado al déspota de Cuba con elogios, resaltando sus virtudes en ocasiones de manera tan extravagante que si el servilismo fuera deporte olímpico, habrían bajado del podio con el oro. Norman Mailer, por ejemplo, le proclamaba "el primer y mayor héroe en presentarse en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial". Oliver Stone le ha llamado "una de las personas más sabias del mundo, una de las personas a quiénes debemos consultar".

Las animadoras han sido igual de entusiastas a la hora de describir la trayectoria de Castro en Cuba. "Un baluarte de éxito para gran parte de Latinoamérica y el Tercer Mundo" anunciaba Giselle Fernández, de la CBS. "Para Castro", declaraba Barbara Walters, "la libertad comienza con la educación. Y si el analfabetismo por sí solo fuera la tabla de medir, Cuba aparecería como una de las naciones más libres de la tierra". Cubriendo las elecciones de un único partido en Cuba en 1998, Lucía Newman, de CNN, describía pomposamente "un sistema del que el Presidente Castro se jacta de ser el más democrático y más limpio del mundo".

Durante una visita en 1995 a Nueva York, relata Humberto Fontova en Fidel: el tirano predilecto de Hollywood*, una dura exposición de los hechos relativos a Castro y su régimen en el 2005, el máximo líder de Cuba "se metió de lleno en el desconcierto social de Manhattan, departiendo con docenas de brokers del poder, críticos políticos y celebridades de moda". Desde la invitación a cenar en la propiedad del Condado de Westchester de la familia Rockefeller hasta ser literalmente besado y abrazado por Diane Sawyer, Castro se vio inundado con elogios y adoración a la vuelta de cada esquina.

Cuando Castro muera, algunos de sus obituarios continuarán sin duda este patrón de flagrante heroicidad. Pero otros, más preocupados por la precisión que por la apología, afrontarán matemáticamente los hechos del reinado de Castro. Hechos como estos:

Castro llegó al poder con el apoyo americano.

Estados Unidos celebró la expulsión de Batista por parte de Castro y fue una de las primeras naciones en reconocer en 1959 al nuevo gobierno. Muchos americanos apoyaron a Castro, incluyendo al expresidente Harry Truman. "Parece querer hacer en lo correcto para el pueblo cubano", decía Truman, "y tendremos que extender nuestras simpatías y ayudarle a hacer lo correcto para ellos". No fue hasta enero de 1961 que el Presidente Eisenhower -- reaccionando a lo que llamaba "una larga serie de humillaciones, acusaciones sin fundamento y vilificaciones" -- rompía las relaciones diplomáticas con La Habana. Para ese momento, Castro había nacionalizado todas las empresas norteamericanas en Cuba y confiscado propiedades americanas por valor de casi 2.000 millones de dólares.

Bastante antes de llegar al poder, Castro clasificaba como enemigo a Estados Unidos. En una carta de 1957 -- expuesta en el Museo de la Revolución de La Habana, observa Fontova -- el futuro dictador escribía a un amigo: "La guerra contra los Estados Unidos es mi verdadero destino. Cuando esta guerra haya acabado, comenzaré esa guerra mucho mayor y más amplia".

Castro transformó Cuba en un infierno totalitario.

La Freedom House concede a Cuba su calificación más baja de derechos civiles y derechos políticos, colocándola junto a Burma, Corea del Norte y Sudán como uno de los regímenes más represivos del mundo. Cientos de presos políticos están entre rejas en Cuba hoy. Entre ellos, escribe Carlos Alberto Montaner en el presente número de Foreign Policy, se encuentran "48 jóvenes [encarcelados] por recoger firmas en favor de un referéndum, 23 periodistas por escribir artículos acerca del régimen, y 18 bibliotecarios por prestar libros prohibidos". Los presos políticos pueden ser apaleados, matados de hambre, se les puede negar la atención médica, pueden ser encerrados en confinamiento en solitario, y pueden ser obligados a trabajos forzados. Castro eliminó hace tiempo la libertad religiosa, el proceso legal justo, y el derecho a abandonar el país.

También barrió la una vez floreciente prensa libre de Cuba. Según el Committee to Protect Journalists, Cuba es uno de los principales carceleros de periodistas a nivel mundial, solamente por detrás de China en el número de reporteros entre rejas.

Castro robó la riqueza de Cuba.

Mientras los cubanos se empobrecían progresivamente bajo el comunismo, Castro los explotaba y se convertía en uno de los hombres más ricos del mundo. Las compañías extranjeras que hacen negocios en Cuba tienen que pagar una suma significativa por cada trabajador que contratan -- pero la mayor parte del dinero va al régimen de Castro, mientras los trabajadores apenas reciben una propina. Castro controla también las compañías estatales de Cuba, cuyos beneficios explican gran parte de su riqueza. Castro insiste en que sus ingresos netos personales son cero, pero en el 2006, la revista Forbes estimaba la cifra en 900 millones de dólares.

Castro derramó mucha más sangre que el dictador al que reemplazó.

Según el Cuba Archive, que documenta meticulosamente las muertes de cada persona asesinada por los gobernantes de Cuba desde 1952, Batista fue responsable de matar aproximadamente a 3000 personas. La cifra de Castro ha sido muy superior. Hasta la fecha, el archivo ha documentado más de 8000 víctimas concretas del régimen de Castro -- incluyendo 5.775 ejecuciones por fusilamiento, 1.231 asesinatos extrajudiciales, y 984 muertes en prisión. Cuando esté completamente documentado, se espera que el recuento de cadáveres alcance los 17.000 -- sin contar las decenas de miles de cubanos que perdieron su vida en el mar mientras escapaban de la pesadilla caribeña de Castro.

"Condénenme, no importa", decía hace tiempo Castro. "La historia me absolverá". Pero el día del juicio final para Castro se aproxima, y no es probable que la historia sea así de amable.


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