Por
Jorge Felix
Editor del Semanario "El Veraz"
Homenaje
al Obispo
Pedro Meurice Estiú
Hablar
de Pedro Meurice Estiú, es hablar de decencia, de dignidad
real, de ejemplo de valentía para el resto de los cubanos,
para creyentes y no creyentes, es hablar del hombre que en la
propia cara de la Dictadura, alzó su voz en contra del
oprobio que sufre el pueblo cubano.
Pero
mas que todo es hablar, del verdadero cubano bueno, de un hombre
de profunda fe, convencido y congruente con la palabra, de compromiso
con la libertad de su pueblo, orgulloso de sus raíces,
ejemplo de cubanía, lo mejor de nuestro pueblo.
Nace
Pedro Meurice Estiú, el 23 de febrero de 1932 en San Luís,
en la archidiócesis de Santiago de Cuba, antigua provincia
de Oriente, siendo bautizado en esa misma parroquia.
Ingresa
en el Seminario de San Basilio Magno, El Cobre, donde estudió
humanidades y filosofía.
Cursa
los dos primeros años de teología en el Seminario
El Buen Pastor en La Habana y la termina en el Seminario Santo
Tomás de Aquino, en Santo Domingo, República Dominicana.
Es
ordenado el 26 de junio de 1955 y fue enviado al Seminario de
Vitoria en España, donde realizó un curso de espiritualidad
bajo la dirección de Don Joaquín Goicoecheaundía.
Mas
tarde, de 1956 a 1958, pasa a la Pontificia Universidad Gregoriana
en Roma, donde estudió derecho canónico.
Mas
adelante, tomó cursos de especialización en Francia
y Bélgica y al regresar a Santiago de Cuba, fue nombrado
vice-canciller y secretario del arzobispo Mons. Enrique Pérez
Serantes.
En
1963 fue nombrado canciller y en el 1966 párroco de Vista
Alegre en la Ciudad de Santiago de Cuba.
El
1 de julio
de 1967 fue elegido obispo titular de Teglata di Numidia y nombrado
auxiliar de Santiago de Cuba por el Papa Paulo VI.
Fue
consagrado el 30 de agosto de 1967 en la catedral santiaguera
por Mons. Enrique Pérez Serantes, arzobispo de Santiago
de Cuba y asistido por Mons. Adolfo Rodríguez Herrera,
obispo de Camagüey y por Mons. Alfredo Llaguno Canals, obispo
titular de Suliana y auxiliar de La Habana.
A
la muerte del arzobispo Pérez Serantes, el 18 de abril
de 1968, fue nombrado vicario capitular y el 25 de junio del mismo
año y el Papa Paulo VI lo nombró administrador apostólico,
sede vacante, de Santiago de Cuba.
Participa
en la II Asamblea Plenaria del Episcopado Latinoamericano celebrada
en Medellín, Colombia en septiembre de 1968.
Fue
promovido a la sede metropolitana de Santiago de Cuba el 4 de
julio de 1970.
El
20 de febrero de 1980, fue nombrado administrador apostólico,
sede plena, de La Habana por enfermedad del arzobispo Mons. Francisco
Ricardo Oves Fernández quien se trasladó a Roma.
Mons.
Oves renunció el 28 de marzo de 1981 y Mons. Meurice permaneció
como administrador apostólico, entonces sede vacante, hasta
el nombramiento del nuevo arzobispo Mons. Jaime Lucas Ortega Alamino,
obispo de Pinar del Rîo, el 20 de noviembre 1981.
Fue
el anfitrión del Papa Juan Pablo II cuando éste
visitó Santiago de Cuba durante su histórico viaje
a Cuba en enero de 1998.
El
10 de febrero de 2007, el Papa Benedicto XVI aceptó su
renuncia al gobierno pastoral de la archidiócesis de Santiago
de Cuba, presentada de acuerdo al canon 401 § 1 del Código
de Derecho Canónico.
El 24 de enero de enero de 1998, en presencia de Raúl Castro
y en una homilía pronunciada ante el Papa y decenas de
miles de cubanos en la Plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba,
vista con asombro y alegria además por millones de cubanos
frente a sus televisores, Pedro Meurice Estiu desde ese preciso
instante se convierte en un héroe para todos los cubanos
dentro y fuera de Cuba.
Dirigiendose al Santo Padre pronunció estas palabras:
Santísimo Padre:
En
nombre de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba y de todos
los hombres de buena voluntad de estas provincias orientales le
doy la más cordial bienvenida.
Esta
es una tierra indómita y hospitalaria, cuna de libertad
y hogar corazón abierto.
Lo
recibimos como a un Padre en esta tierra que custodia, con entrañas
dignidad y raíces de cubanía, la campana de La Demajagua
y la bendita imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre.
El
calor de Oriente, el alma indomable de Santiago y el amor filial
de los católicos de esta diócesis primada proclaman:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Quiero
presentarle, Santo Padre, a este pueblo que me ha sido confiado.
Quiero
que Su Santidad conozca nuestros logros en educación, salud,
deportes…, nuestras grandes potencialidades y virtudes…,
y los anhelos y las angustias de esta porción del pueblo
cubano.
Santidad:
este es un pueblo noble y es también un pueblo que sufre.
Este
es un pueblo que tiene la riqueza de la alegría y la pobreza
material que lo entristece y agobia casi hasta no dejarlo ver
más allá de la inmediata subsistencia.
Este
es un pueblo que tiene vocación de universalidad y es hacedor
de puentes de vecindad y afecto, pero cada vez está más
bloqueado por intereses foráneos y padece una cultura del
egoísmo debido a la dura crisis económica y moral
que sufrimos.
Nuestro
pueblo es respetuoso de la autoridad y le gusta el orden, pero
necesita aprender a desmitificar los falsos mesianismos.
Este
es un pueblo que ha luchado largos siglos por la justicia social
y ahora se encuentra, al final de una de esas etapas, buscando
otra vez, cómo superar las desigualdades y la falta de
participación.
Santo
Padre:
Cuba
es un pueblo que tiene una entrañable vocación a
la solidaridad, pero a lo largo de su historia, ha visto desarticulados
o encallados los espacios de asociación y participación
de la sociedad civil, de modo que le presento el alma de una nación
que anhela reconstruir la fraternidad a base de libertad y solidaridad.
Quiero que sepa, Beatísimo Padre, que toda Cuba ha aprendido
a mirar en la pequeñez de la imagen de este Virgen bendita,
que será coronada hoy por su Santidad, que la grandeza
no está en las dimensiones de las cosas y las estructuras
sino en la estatura moral del espíritu humano.
Deseo
presentar en esta eucaristía a todos aquellos cubanos y
santiagueros que no encuentran sentido a sus vidas, que no han
podido optar y desarrollar un proyecto de vida por causa de un
camino de despersonalización que es fruto del paternalismo.
Le
presento, además, a un número creciente de cubanos
que han confundido la Patria con un partido, la nación
con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas
décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos
que al rechazar todo de una vez, sin discernir, se sienten desarraigados,
rechazan lo de aquí y sobrevaloran todo lo extranjero.
Algunos
consideran esta como una de las causas más profundas del
exilio interno y externo.
Santo
Padre, durante años este pueblo ha defendido la soberanía
de sus fronteras geográficas con verdadera dignidad, pero
hemos olvidado un tanto que esa independencia debe brotar de una
soberanía de la persona humana que sostiene desde abajo
todo proyecto como nación.
Le
presentamos la época gloriosa del P. Varela, del Seminario
San Carlos en La Habana y de San Antonio María Claret en
Santiago, pero también los años oscuros en que,
por el desgobierno del patronato, la iglesia fue diezmada a principios
del siglo XIX y así atravesó el umbral de esta centuria
tratando de recuperarse hasta que, en la década del cincuenta,
encontró su máximo esplendor y cubanía.
Luego,
fruto de la confrontación ideológica con el marxismo
leninismo, estatalmente inducido, volvió a ser empobrecida
de medios y agentes de pastoral, pero no de emociones del Espíritu
como fue el Encuentro Nacional Eclesial Cubano.
Su
Santidad encuentra a esta Iglesia en una etapa de franco crecimiento
y de sufrida credibilidad que brota de la cruz vivida y comparada.
Algunos quizá puedan confundir este despertar religioso
con un culto pietista o con una falsa paz interior que escapa
del compromiso.
Hay
otra realidad que debo presentarle.
La
nación vive aquí y vive en la diáspora. El
cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre,
vive y espera allá fuera.
Somos
un único pueblo que, navegando a trancos sobre todos los
mares, seguimos buscando la unidad que no será nunca fruto
de la uniformidad, sino de un alma común y compartida a
partir de la diversidad. Por esos mares vino también esta
Virgen, mestiza como nuestro pueblo.
Ella
es la esperanza de todos los cubanos. Ella es la Madre cuyo manto
tiene cobija para todos los cubanos sin distinción de raza,
credo, opción política lugar donde viva.
La
Iglesia en América Latina hizo en Puebla la opción
por los pobres, y lo más pobres entre nosotros son aquellos
que no tienen el don preciado de la libertad.
Ore,
Santidad, por los enfermos, por los presos, por los ancianos por
los niños.
Santo
Padre:
Los cubanos suplicamos humildemente a Su Santidad ofrezca sobre
el altar, junto al Cordero Inmaculado que se hace para nosotros
Pan de vida, todas estas luchas y azares del pueblo cubano tejiendo
sobre la frente de la Madre del cielo, esta
diadema de realidad sufrimientos, alegrías y esperanzas,
de modo que, al coronar con ella esta imagen de Santa María,
la Virgen Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que en Cuba
llamamos bajo el incomparable título de Nuestra Señora
de la Caridad del Cobre, la declare como Reina de la República
de Cuba.
Así
todas las generaciones de cubanos podremos continuar dirigiéndonos
a Ella, pero con mayor audacia apostólica y serenidad de
espíritu, con la bella estrofas de su himno:
"Y
tu Nombre será nuestro escudo, nuestro amparo tus gracias
serán".
Amén.
A continuación le presentamos la Entrevista realizada por
el Periodista Victor Llanos al querido Obispo Pedro Meurice Estiú.
Pregunta: Monseñor, es usted muy querido por los
cubanos del exilio. ¿Cómo se encuentra entre ellos?
Respuesta: Me encuentro entre personas que pertenecen a mi pueblo,
que son mi país. Si me permites, quisiera enviar un saludo
a todos los que andan dispersos por el mundo, y que en donde quiera
que me los encuentro me parecen que llevan a Cuba dentro. A veces
pensamos que luego que se sale se emprende una nueva vida y que
se olvida lo que se ha dejado atrás. Sin embargo la realidad
nos enseña que tanto los cubanos que viven en la Isla como
los que están fuera son un sólo pueblo.
P: ¿Cuándo cree usted que podrán
volver los que huyeron?
R: Sólo Dios lo sabe. Puede ser en cualquier momento. Bien
por voluntad política de los hombres o bien por otras circunstancias
ajenas a esa voluntad. Estoy seguro que las cosas cambiarán
un día y cambiarán para mejor.
P: ¿La Iglesia puede ayudar a que se produzca ese
cambio?
R: No es misión de la Iglesia quitar o poner rey. Sí
es su misión proclamar el Evangelio con todos los valores
que el Evangelio tiene. Y sin contar con el hombre y sus virtudes
naturales no se puede crear nada que tenga valor. No debemos olvidar
las palabras que el Papa nos dijo cuando nos visitó, nosotros
mismos debemos ser los actores de nuestra propia historia. Esto
es lo que nos ofrece el futuro, no sólo a la Iglesia, a
todos.
P: Después de la tan esperada visita del Papa,
entre millones de cubanos se ha producido una gran decepción.
Nada ha cambiado en Cuba. Quizás la Iglesia no haya estado
a la altura de lo que se esperaba de ella.
R: El problema está en comprender cuál es la misión
de la Iglesia. Misión que tiene que ver con lo político
pero que no es política. Yo no sé si tú conoces
un libro que publicó la Conferencia Episcopal cubana hace
aproximadamente ocho años, y que recoge cien documentos
de la Iglesia desde principios de siglo hasta el año 1994.
La mayoría de los documentos que aparecen son del año
1952 para acá, y muchos de ellos tienen fecha posterior
a 1959. No se ha producido un hecho importante en estos últimos
43 años que no haya tenido una respuesta de la Iglesia.
P: Sin embargo en otros países de América
la Iglesia Católica sí ha tenido más presencia
política.
R: Todas las comparaciones son odiosas, pero si se pudiera hacer
alguna, lo justo sería hacerlo con los países que
pertenecían al bloque soviético, y que en incluso
contaban con más católicos practicantes que nosotros.
Si comparamos a la Iglesia cubana con las de esos estados, a mí
me parece que la cubana no saldría mal parada.
P: Monseñor ¿Quiénes son los que
más sufren en Cuba?
R: El pueblo en general, pero especialmente aquellos que tienen
niños, enfermos o ancianos, y no cuentan con nadie que
desde fuera de la Isla les envíe al menos 25 o 30 dólares
mensuales. En Cuba los datos estadísticos son utilizados
por el gobierno según sus intereses, pero calculo que hay
un 30% de cubanos que no tienen acceso a un solo dólar.
La situación se está agravando muy seriamente. Hasta
el punto que el propio Estado ha tenido que hacer un censo para
ver cuantos niños hay de baja talla y bajo peso a causa
de una desnutrición que se acerca a parámetros muy
peligrosos y que no son recuperables.
P: Es muy fácil opinar desde fuera de Cuba, pero
desde este otro lado se cree que la larga tiranía ha hecho
que muchos cubanos hayan perdido el respeto por ellos mismos y
abandonado valores que siempre abundaron en la Isla.
R: A este respecto y por hablarte sólo del tema de los
hijos, puedo decirte que el 50% de los niños que nacen
en Cuba son de padres desconocidos. El número de abortos
que se practican en la Isla es increíblemente alto. Yo
sé de madres que han ido al hospital y han tenido que defender
al hijo que llevaban en su vientre.
P: ¿Qué ocurrirá en Cuba tras la
muerte de Castro?
R: Creo que sucederá lo mismo que ha sucedido en otros
países comunistas. Los hombres que van a gobernar mañana
están ya ahí.
P: ¿No se puede dejar de contar con ellos?
R: Creo que no es realista no contar con ellos.
P: ¿Después de tanto sufrimiento tienen
también los cubanos que renunciar a la justicia?
R: Para algunos crímenes yo creo que tiene que existir.
Sin justicia la conciencia nacional no se restaña. Hablamos
de justicia, no de venganza. Después de Castro no hay futuro
para ningún régimen que se parezca al actual.
P: Fuera de Cuba se cree que Castro está gravemente
enfermo.
R: Tras su último desmayo la gente le observa constantemente
en televisión. Alguna vez ha parecido que ha perdido un
poco de facultades, pero cuando se rumorea que su salud ha empeorado,
él aparece en televisión y despeja las dudas. No
creo que esté tan enfermo como aseguran en el exilio.
P: En marzo de 2001 se inició en Cuba una campaña
nacional para solicitar un referéndum sobre el Proyecto
Varela, movimiento que intenta democratizar el sistema utilizando
sus propios mecanismos. ¿Es cierto que la Iglesia Católica
apoya este movimiento?
R: No. El Proyecto Varela tiene su importancia, pero la Iglesia
no puede comprometerse con un movimiento determinado.
P: Por último Monseñor, a pesar de tanto
sufrimiento y tanta incertidumbre, ¿pueden mantener la
esperanza todos los que quieren una patria libre y próspera?
R: Claro que sí. El tiempo juega a favor nuestro. Lo mejor
de Cuba está en nosotros mismos. Pronto el sol volverá
a salir para todos.
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