Pax
Christi
Según los investigadores, en el año 1959, luego
del éxito de la guerrilla de Fidel Castro contra el dictador
Batista, el 95 por ciento de la población cubana apoyaba
a la revolución. Al mismo tiempo, se consideraba que el
95 por ciento de la población era religiosa
La religión más importante en Cuba estaba formada
en aquel momento por una mezcla del Catolicismo (español)
y la Santería, la religión de los esclavos de África.
Más tarde, siguieron las Iglesias protestantes, a pesar
de que guardaran las distancias respecto a la mezcla de religiones
que se originaron en la isla. Como las distintas clases de creencias
se habían mezclado tanto en la isla y los cubanos de antaño
profesaban sus creencias de modo ecléctico, ya en 1959
no se pronosticaban tensiones o contradicciones entre la fe y
la revolución. Más aún, hubo varios sacerdotes
que lucharon mano a mano junto con Fidel Castro.
Sin embargo, rápidamente comenzaron a aparecer pequeñas
fisuras. Cierta cantidad de sacerdotes se asustó de la
línea socialista radical que llevaba Castro, y la Iglesia
Católica comenzó a considerar el acercamiento entre
la Unión Soviética y Cuba como algo negativo.
Además de esto, la Iglesia Católica Romana perdió
parte de su poder económico, pues muchas propiedades fueron
nacionalizadas. Pero, por sobre todo, la Iglesia observaba con
dolor cómo la religión cedió lugar frente
a la nueva ideología revolucionaria.
La persecución a la Iglesia fue signo de los primeros años
después de la revolución.
Los nuevos detentadores de poder castigaron a los críticos,
expulsando a sacerdotes y cerrando los medios de comunicación
católicos. Pero la Iglesia Católica debió
soportar más golpes duros.
Una parte de la dirigencia de la Iglesia abandonó el país
después de la revolución.
Como consecuencia de la nacionalización de la enseñanza,
fueron cerradas todas las escuelas privadas, ya fueran católicas,
protestantes o seculares. Esto provocó un éxodo
de monjas, hermanos y sacerdotes que daban clases en escuelas
privadas. A fines de 1961, se encontraba apenas la mitad de los
sacerdotes que se hallaba en la isla antes de la revolución.
Los años sesenta significaron más opresión
de todas las actividades religiosas. El momento culminante fue
la eliminación de la Navidad.4 Además, las personas
religiosas (padres y monjas) no podían afiliarse al Partido
Comunista Cubano (PCC) y, en la vida diaria, se les obstaculizaba
su labor y se los molestaba de todo tipo de maneras. Esta represión
derivó de la necesidad de defender y de fortalecer a la
revolución. La ideología revolucionaria debía
ser impuesta a todos los cubanos. A pesar de que los creyentes
no estaban por sí mismos anticomunistas, corrían
detrás de otra fe. Esto no concordaba con la imagen ideal
del régimen, en la que todos creían en una sola
cosa: en la Revolución.
La Iglesia en Cuba se aislaba cada vez más como consecuencia
del embargo económico impuesto por Estados Unidos que,
con excepción de México, fue también adoptado
por toda América Latina. Como existía muy poca comunicación
con el mundo exterior, en Cuba siguieron vigentes doctrinas, tradiciones
y normas de los años cincuenta. El viento teológico
renovador que soplaba por América Latina, no llegó
a Cuba.
Los años setenta y ochenta
En los años setenta, disminuyó un poco la discriminación
directa, pero la posición de la Iglesia no mejoró
en forma sustancial. Cuba y la Unión Soviética se
acercaron más, lo que se podía apreciar, por ejemplo,
en la enseñanza que se impartía en Cuba. La influencia
de la Unión Soviética produjo que se enseñara
oficialmente el ateísmo en las escuelas cubanas. La juventud
aprendía que la religión era equivalente al idealismo,
y que era una de las mayores equivocaciones de la humanidad.
A fines de los años setenta, determinadas corrientes dentro
de la Iglesia comenzaron a albergar cautelosamente ciertas expectativas.
El régimen cubano y la parte progresista de la Iglesia
identificaron a un enemigo común: a las dictaduras latinoamericanas
apoyadas por Estados Unidos. En un discurso que pronunció
Castro para los líderes religiosos en Jamaica, en el año
1977, expresó lo siguiente: “ [...] Debemos trabajar
juntos para que cuando triunfe la idea política, no se
quede atrás la idea religiosa y no se convierta en el enemigo
del cambio.
[...] Tenemos que celebrar una alianza entre la religión
y el socialismo, entre la religión y la revolución.”
Luego de la revolución en Nicaragua, Cuba tuvo de pronto
un aliado revolucionario a apenas dos horas de vuelo. Comenzó
un vivo intercambio de personas entre ambos países, y los
cubanos pudieron observar en Nicaragua, que la revolución
y la Iglesia no necesariamente debían estar enfrentadas,
sino que también podían colaborar.
En 1985, se dio un nuevo paso, cuando el Padre dominicano Betto,
un conocido teólogo de la liberación de Brasil,
mantuvo una entrevista con Fidel Castro, la que duró 23
horas y que versaba sobre un tema que no se había hablado
antes: Fidel y su fe. Cuando esta entrevista apareció en
forma de libro en el año 1985, se convirtió en un
best-séller sin precedentes en Cuba. El respeto y la valoración
que Castro desplegaba por la Iglesia repercutieron en la isla.
En el mismo período, durante un encuentro religioso, Castro
se mostró con la Biblia en la mano, junto con el político
prominente afroamericano y pastor bautista, Jesse Jackson.
Las grandes expectativas de 1985 se vieron castigadas en los años
que siguieron. La relación entre el régimen y la
Iglesia seguía siendo estructuralmente difícil,
a pesar de que por una resolución adoptada en el 1991,
las personas religiosas pudieron afiliarse al PCC. La cantidad
de nuevos miembros resultaba ser baja en la práctica. Muchos
creyentes no querían afiliarse al partido y, otros, habían
ocultado su fe por años para poder ser miembro del partido.
En 1992 se eliminaron de la constitución todas las referencias
al ateísmo.
La teología de la liberación en Cuba
La teología de la liberación surgió en los
años sesenta y setenta del siglo pasado, y rápidamente,
ganó terreno en el continente latinoamericano. La idea
era que, mediante las así llamadas comunidades de base
de la Iglesia, se combatiera “junto con los pobres contra
la pobreza”.
“Este desarrollo movilizó a numerosos cristianos
a adherirse a movimientos sociales de liberación y hasta
a grupos armados, mientras que muchos obispos y cardenales cumplían
un papel destacado en la lucha contra dictaduras militares y por
los derechos humanos, que, esencialmente, fueron interpretados
como los derechos de los pobres”, según palabras
de Leonardo Boff, franciscano brasileño y destacado teólogo
de la liberación.
Castro admiraba a teólogos de la liberación como
Leonardo Boff y Frei Betto, y esta admiración era mutua.
Cuando en 1989, cientos de teólogos redactaron un manifiesto
en el que expresaban que “los cristianos que no se oponían
a los regímenes políticos tiránicos, debían
considerarse culpables de idolatría, hipocresía
y sacrilegio, y hasta de desmoronar la fe”, se referían
a El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Corea del Sur, Filipinas
y Namibia, pero no, a Cuba. En 1992, cuando Betto, junto con Boff,
realizó una visita de solidaridad a Cuba, manifestó
que el país estaba “más libre e independiente
que nunca”.
Desde 1980, la Congregación del Vaticano para la Doctrina
de la Fe se resistía contra la teología de la liberación,
con el argumento principal que los teólogos de la liberación
consideraban útiles algunos aspectos del marxismo para
su lucha. En 1991, Juan Pablo II escribió que la teología
de la liberación, por el derrumbe del socialismo, se había
desactualizado. Lanzó una alternativa para el antiguo mundo
comunista y los países en vías de desarrollo: la
llamada liberación integral. Esta doctrina enfatizó
el desarrollo de la democracia y una forma moderada de capitalismo.
Crisis de los años noventa
Los años noventa significaron años de crisis para
Cuba. Al desplomarse el imperio Soviético, desaparecieron
en Cuba muchas seguridades (económicas). Es por ello que
no causa asombro que para muchos cubanos, la Iglesia ofrecía
una forma de soporte mental. El crecimiento de la Iglesia también
se relacionó con las necesidades materiales en Cuba; la
Iglesia –en comparación con la dura vida diaria–
era vista como un lugar de relativo lujo. La gente no sólo
recibía apoyo material (asistencia humanitaria) sino también
amor, y la recuperación de un sentimiento comunitario.
La religión se convirtió en una medicina para olvidar
un momento la miseria de la vida diaria.
En 1993, cuando estalló con toda su furia el período
especial, los once obispos de Cuba publicaron un mensaje llamado
El amor todo lo espera. En este mensaje crítico, se le
atribuyó a la revolución un futuro poco glorioso.
No llegó una respuesta oficial por parte del régimen,
pero muchos revolucionarios desaprobaron enérgicamente
el mensaje.
La vida religiosa en Cuba en los años noventa contó
con nuevos habitantes. Desde Latinoamérica y España
llegaban misioneros a Cuba para servir a la Iglesia. Muchas monjas
extranjeras venían a trabajar en las zonas rurales de Cuba,
en las que, en primera instancia, cumplían tareas humanitarias,
como por ejemplo, suministrar medicinas. Pero las religiosas eran
pacientes y, luego de un tiempo, también pudieron realizar
tareas de evangelización. Sin embargo, esta tarea tropezaba
a menudo con las restricciones del régimen.
No sólo la Iglesia Católica aprovechó la
reactivación religiosa. Un gran grupo de personas comenzó
a investigar qué podían ofrecer las distintas sectas.
Muchos de los nuevos feligreses se hicieron miembros de una de
las comunidades protestantes, que estaban desde antaño
menos representadas en la isla. Una posible explicación
de la popularidad de las comunidades protestantes es que se relacionan
mejor con la mentalidad cubana, por ejemplo, respecto a las relaciones
sexuales y a la sexualidad.
Las agrupaciones protestantes tradicionales podían contar
en creciente medida con el apoyo del régimen, que trataba
de armar un equilibrio frente a la Iglesia Católica. El
régimen también se daba cuenta de que los protestantes,
a nivel político, se mantenían más al margen
que la Iglesia Católica, o que estaban a favor del régimen.
Este apoyo se manifestó en el hecho que los protestantes,
por ejemplo, sí recibían apoyo para construir nuevas
iglesias, lo que invariablemente les era negado a las iglesias
católicas.
Además de esto, llegaron muchas nuevas corrientes protestantes
a la isla para convertir a los cubanos a su fe. Estos llamados
evangélicos provenían casi todos de Estados Unidos
y forman una importante competencia para la Iglesia Protestante
tradicional.
1998:
La visita del Papa
Juan Pablo II, durante sus 26 años de pontificado, visitó
más de cien países. Su visita a Cuba fue esperada
con gran ansiedad. Luego de un largo período de especulaciones,
en 1998 finalmente sucedió: el miércoles 21 de enero,
el Papa Juan Pablo II puso sus pies en suelo cubano. Fue recibido
bajo un ardiente sol por Fidel Castro.
La visita del Papa duró cinco días y, en este lapso,
además de La Habana, visitó Santa Clara, Camagüey
y Santiago de Cuba. En estas ciudades celebró una misa,
con la presencia de varias decenas de mil personas, que tenían
un día de feriado. A pesar de que en su discurso inaugural
pronunciado en el aeropuerto estuvo lejos de emitir opiniones
políticas, el Papa sí se expresó en otras
ciudades sobre temas sensibles. De esta manera, durante la misa
en Santa Clara, criticó la política del aborto9
y exhortó al gobierno a levantar la prohibición
de escuelas católicas.
Juan Pablo II fue un manifiesto enemigo del embargo norteamericano
y, al mismo tiempo, criticaba el sistema comunista. Abogaba por
la libertad, incluso el derecho a la libertad de religión.
Durante su sermón con tinte político en Santiago,
exhortó al gobierno a liberar a todos los presos políticos
y abogó por la libertad de expresión y la libertad
de prensa. Pero el Papa se expresó también duramente
sobre los excesos del capitalismo desenfrenado y condenó
el embargo de Estados Unidos.
Durante la misa que celebró en Camagüey advirtió
de la misma manera, la Iglesia protestante es más tolerante
en cuanto al divorcio y a los métodos anticonceptivos.
Cuba es el único país de Latinoamérica en
el que el aborto es legal. Enfatizó a los cubanos que no
se dejaran llevar por las nuevas sectas que llegaban del exterior,
y los
incitó a que mantuvieran las raíces cubanas y cristianas.
Luego de la visita del Papa, las expectativas en Cuba eran grandes.
La ligera mejora en las relaciones entre la autoridad cubana y
la Iglesia (Católica) en los años noventa no perduró
luego de 1998. Al contrario, el PCC hizo un llamamiento a un período
de despapar y la represión contra los elementos críticos
dentro de la Iglesia siguió existiendo.
La situacion legal de la Iglesia
La situación legal de la Iglesia en Cuba se encuentra establecida
por la Ley 54 o la Ley de Asociaciones, de julio de 1986. En el
artículo 2 de esta ley se determina que las asociaciones
eclesiásticas están excluidas de las extremas y
estrictas condiciones que dispone la ley para las asociaciones.
Para la situación legal de cualquier iglesia no importa
si se encuentra inscripta en la Oficina de Atención de
Asuntos Religiosos, siempre que sea miembro del CIC.
La misma Ley de Asociaciones menciona que en el futuro se promulgará
una ley específica (la Ley de Culto), la que regulará
en forma defitiniva a las asociaciones eclecíasticas y
religiosas. Hasta la fecha, esta ley nunca se promulgó.
Por lo tanto, la Iglesia se encuentra desde 1986 en un estado
de transición.
La explicación más plausible para no llegar a la
Ley de Culto es que el régimen quiere evitar que la Iglesia
pueda apelar esta ley, por ejemplo, para construir una iglesia
u organizar un encuentro de masas.
Conclusiones: la Iglesia en Cuba desde la revolución
Luego de una inicialmente enérgica represión a la
Iglesia, sobre todo, a la Iglesia Católica, en los años
sesenta y setenta, siguió paulatinamente, en los años
ochenta y noventa, un poco más de apertura. En los años
noventa, y, en particular, durante el período especial,
Cuba experimentó un cierto renacimiento religioso. En este
período económico difícil, la Iglesia ofreció
apoyo moral y material. La fe formaba un factor constante en la
sociedad cubana, y la Iglesia ofrecía asistencia social
en los lugares donde el Estado cubano fallaba cada vez más.
En este período aumentó el número de seguidores
de las tradicionales y nuevas comunidades religiosas protestantes
(evangélicas).
Como el Estado, durante décadas predicaba el ateísmo
mediante la propaganda y el adoctrinamiento, creció el
desgano de la religión en las generaciones jóvenes
cubanas. No se sabe si la Iglesia está en condiciones de
crear, bajo el actual régimen, la credibilidad necesaria
en la población.
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