Por
Rafael Ávila Pérez
Cada
vez que en la historia mundial ha ocurrido un evento relevante
ha ocupado un papel relevante la juventud. Por eso se dice con
razón que sin su presencia y dinamismo son imposibles las
transformaciones que ocurren en cualquier nación. La historia
de Cuba está llena de múltiples ejemplos donde los
jóvenes ocuparon un papel preponderante.
Sin embargo, décadas de gobierno totalitario, unido ha
acontecimientos internacionales ocurridos en los últimos
20 años del siglo pasado han dejado una impronta negativa
en los jóvenes cubanos que se hace necesario revertir.
El panorama actual se caracteriza por la tendencia ascendente
de la pérdida de la capacidad de socialización de
las instituciones tradicionales, familia, escuela y trabajo, así
como el descrédito y desideologización del único
partido legal en el país. Las normas y valores que se quiere
imponer distan mucho de la realidad a la que nos enfrentamos diariamente.
Desde 1990, Cuba atraviesa la mayor crisis política y económica
que ha sufrido el país. La caída del campo socialista
significó la pérdida del asidero ideológico
y el fracaso del modelo que fue referencia obligada durante varias
décadas. En vez de la “revolución socialista mundial”
a la que llegaríamos, se mostraba ahora con toda claridad
el desastre al que conciente o inconcientemente nos había
llevado la dirigencia política del país, Castro
y el grupo de personas cercanos a él.
La pérdida de mercado y de fuentes de abastecimiento estables
trajo de inmediato cambios en la economía de los que hoy
todavía no nos hemos recuperado. El desequilibrio financiero,
con la consecuente reducción del papel del trabajo en las
satisfacciones de las necesidades, la reducción misma de
las posibilidades laborales, el mercado negro, entre otros factores
muestra la gran contradicción y falta de credibilidad en
el mensaje oficial.
El espectro juvenil cubano está conformado por grandes
grupos de los cuales consideramos necesario destacar los siguientes:
-
Un sector, susceptible de alcanzar sus metas personales y
encontrar las vías para llegar a ellas dentro del proyecto
de la Revolución. Para lograrlo, apelan a la doble
moral como mecanismo para obtener sus fines, se insertan dentro
de las estructuras formales
para aprovechar sus ventajas. Aparentan ser fieles partidarios
del sistema y su escala de valores es similar a la que durante
años se nos ha querido imponer; mientras utilizan las
posiciones que alcanzan para satisfacer sus necesidades y
aspiraciones, son quines practican con más frecuencia
la corrupción.
-
Un segundo grupo, desconectado de la realidad. Entre estos
jóvenes se ha mostrado con más fuerza la prostitución,
las conductas marginales y trasgresoras de la ley. En los
últimos años el gobierno ha desarrollado una
política para tratar de controlarlos e insertarlos
en el modelo social imperante. Una muestra de ellos es la
tolerancia hacia los seguidores de música rock y rap,
los que anteriormente eran perseguidos.
-
Un tercer sector, que sólo ve en la salida del país
la única forma de dar solución a sus aspiraciones.
Utilizan todas las vías, desde el matrimonio con extranjeros
hasta las salidas por el mar en frágiles embarcaciones.
Esto es un reflejo de cuanto la política totalitaria
e intolerante del sistema ha desarraigado a los jóvenes
del apego a los valores nacionales y de la gran carga de frustración
que domina a muchos de nosotros.
-
Un cuarto grupo, minoritario aún pero que debe ocupar
un papel más activo en la dinámica de los cambios
que exige la situación actual. Jóvenes que se
han acercado a instituciones religiosas y fraternales, que
crean asociaciones incipientes para canalizar sus inquietudes.
También poco a poco van adquiriendo el valor de enfrentarse
a la política represiva del sistema, se integran a
la sociedad civil que se va gestando en la nación y
se comprometen con un nuevo proyecto nacional.
No obstante, este proyecto o alternativa nacional requiere del
reajuste a las nuevas circunstancias
nacionales y globales. No se puede obviar que cada nueva generación
se aproxima a su época de manera distinta a las anteriores
en la misma medida en que la época es diferente, de ahí
la importancia de la creciente participación de los propios
jóvenes en esas redefiniciones.
El panorama juvenil cubano es complejo y fragmentado, pero si
queda claro que para realizar las imperiosas transformaciones
que se necesitan los jóvenes tenemos que hacer oír
nuestra voz. En una ocasión Benjamín Disraeli dijo:
“Los jóvenes de una nación son los depositarios
de la posteridad”, el futuro de Cuba depende de cuanto podamos
hacer los jóvenes por ella. Lo que si debe quedar claro
es que nuestra visión de nación responderá
a lo mejor que nos legaron los padres fundadores de nuestra nacionalidad
y que lucharemos firmemente para evitar repetir los errores que
permitieron durante décadas la existencia de un sistema
represivo e intolerante.
Cuando en Cuba se establezca un verdadero Estado de Derecho, los
jóvenes comprometidos con el futuro de la nación
y su pueblo, nunca más vamos a permitir que nos roben ese
futuro. |