Por
Luisa Yanez
En
una noche de octubre en las afueras de la ciudad boliviana de
Vallegrande, Gustavo Villoldo enterró secretamente el cadáver
de Ernesto ''Che'' Guevara con los de otros dos individuos, asegura
él. Fue en el año 1967.
Esa
noche, le cortó un mechón del cabello a Guevara
y anotó las coordenadas geográficas exactas antes
de echar los tres cadáveres en una misma tumba.
Ahora,
Villoldo, un exiliado de Miami contratado hace 40 años
por la CIA para atrapar al Che, ha contado su historia por primera
vez para decir que los restos de Guevara todavía están
enterrados en Bolivia y no en el mausoleo cubano que se considera
su tumba oficial, porque lo dice Fidel Castro.
''Estoy
seguro de que del pelo se puede sacar una muestra del ADN del
Che, y estoy dispuesto a permitir que lo analicen y comparen el
resultado con los restos que hay en la tumba de Cuba'', dice Villoldo.
Para
probar lo que dice, Villoldo necesitaría la cooperación
de los familiares del Che para comparar el ADN, y permiso de los
gobiernos cubano y boliviano para examinar los presuntos restos
de Guevara.
Eso
no es muy probable, pero la revelación de Villoldo seguramente
le añadirá más intriga al largo debate internacional
sobre una de las caras más conocidas de la revolución
cubana. Es un debate que comenzó a fines de los años
90 cuando el gobierno cubano, con mucha fanfarria, anunció
que había encontrado los restos del Che Guevara en Bolivia
y los estaba llevando a Cuba.
El
granjero retirado de 71 años que reside en el sur de Miami-Dade
dice que quiere cerrar su círculo personal con el Che,
a quien considera ''un asesino a sangre fría'' por ordenar
el fusilamiento de cientos de cubanos, y por ser el hombre, junto
con Castro, responsable en parte por el suicidio de su padre.
''No
comprendo a los jóvenes que creen que el Che merece admiración'',
afirma Villoldo. ``Era un monstruo''.
Villoldo
sostiene que los cientos de personas que anualmente van a rendir
sus respetos a la tumba de Guevara en Santa Clara están
engañados por el gobierno de Cuba.
Agrega
que él fue uno de solamente cuatro hombres presentes cuando
el Che recibió sepultura, y está seguro de que es
el único que conoce las coordenadas del lugar, y puede
concluir el problema de una vez por todas.
''Si
yo estuviera en su lugar, quisiera que mis hijos supieran dónde
estoy enterrado'', dice Villoldo, que tiene ocho hijos y 17 nietos.
Hay
documentos anteriormente secretos y ahora revelados por la CIA,
además de biografías del Che, que confirman que
Villoldo estuvo allegado al caso. Habló por primera vez
de su papel en el entierro y expresó su escepticismo
en cuanto al pronunciamiento de Cuba al Miami Herald en 1997,
pero no mencionó entonces los mechones de cabello, algo
descoloridos por el sol, que ha tenido guardados en un pedazo
de papel amarillo. Tampoco habló de eso en su libro autopublicado
en 1999 Che Guevara: The End of a Myth (El Final de un Mito).
Aparte
de la muestra de pelo, tiene un álbum de la misión,
con fotos, el mapa que se utilizó para buscar al Che y
sus guerrillas, las órdenes de su misión y las últimas
huellas digitales de Guevara.
Villoldo
dice que no está haciendo esto por dinero, sino porque
quiere que se sepa la verdad.
Cuba
no ha hecho comentarios, pero algunos funcionarios del gobierno
boliviano y científicos argentinos que participaron en
la búsqueda de los restos han reaccionado a la defensiva.
''No
tengo la menor duda de que el esqueleto que encontramnos era el
del Che'', dijo este mes a la prensa argentina Alejandro Incháurregui,
uno de dos antropólogos forenses que descubrieron los huesos
en noviembre de 1995.
Pero
también dijo que no se había hecho ninguna prueba
de ADN, y que se apoyaron en las memorias y diarios de dos generales
bolivianos retirados para ayudar a localizar los cuerpos. Una
chaqueta, que se estima fue del Che, con tabaco en un bolsillo
secreto, se consideró un indicio importante.
Villoldo responde que esos militares participaron en la captura del Che,
pero que no estuvieron presentes la noche en que él logró
sacar su cuerpo de la morgue del hospital de Vallegrande, donde
la prensa internacional se había reunido tras la noticia
de su muerte.
Villoldo
piensa que el equipo antropológico encabezado por los cubanos
tropezó con otra tumba anónima de guerrilleros ejecutados.
Otra inconsistencia: el equipo de excavación cubano dijo
haber encontrado al Che junto con otros seis hombres.
''Nosotros
enterramos a tres hombres esa noche: al Che y a dos de sus compañeros
rebeldes'', dijo Villoldo. ``¿Treinta años después,
empiezan a cavar y encuentran siete hombres enterrados? Los muertos
no se reproducen, no se multiplican''.
También
otros han cuestionado la versión cubana. El mes pasado,
una investigación de Letras Libres, una revista hispano-mexicana
muy leída en Europa y México, publicó una
historia titulada Operación Che: La Historia de una Mentira
Estatal. (Nota
del editor: De click aqui para leer ese articulo)
En
la misma se alega que el descubrimiento de los restos del Che
fue un truco propagandístico de Castro para hacerlo coincidir
con el 30 aniversario de su muerte y ``reimpulsar el fervor revolucionario
del país''.
Desde
mucho antes, Villoldo y el Che compartían un pasado poco
agradable.
Se
conocieron por primera vez en Cuba a los pocos días de
la toma del poder por Castro en 1959. El Che, nombrado presidente
del Banco Nacional, comenzó a desmantelar todas las trazas
de capitalismo.
Un
objetivo importante: una distribuidora de la General Motors propiedad
del padre de Villoldo, que también se llamaba Gustavo.
El
Che le dijo a Villoldo que la empresa de su padre sería
confiscada. Los Villoldo quedaron arruinados. Tres semanas después,
su padre se suicidó tomando un frasco de pastillas para
dormir. Posteriormente, Villoldo escapó del país,
fue a Miami y rápidamente se sumó a la Brigada 2506,
participando en la fallida invasión de Bahía de
Cochinos respaldada por la CIA. Luego permaneció en ``la
agencia''.
En
1965, Villoldo recibió una llamada de su responsable en
la CIA. Le preguntó si estaría interesado en una misión
especial para ir tras el Che en el Congo, donde estaba tratando
de iniciar más revoluciones. Sin duda que estaba interesado.
Villoldo
viajó al Africa pero el Che había desaparecido.
A fines de 1966, el Che reapareció en las selvas bolivianas,
tratando de iniciar otra revolución.
Villoldo
fue nombrado para encabezar la operación junto con otros
tres exiliados cubanos. Rangers bolivianos, entrenados por los
Boinas Verdes de Estados Unidos, los iban a guiar por la selva.
El
8 de octubre de 1967, durante una breve batalla, Che fue herido
en la pierna y capturado; muchos de sus 50 hombres murieron. Fue
interrogado en una escuela en una aldea en las montañas
de la Higuera.
Villoldo
escuchó las noticias cuando llegaba a las oficinas de la
misión en Vallegrande. Contactó a los funcionarios
en Washington. Todos, incluyendo al Che, esperaban con tensión
las órdenes de la Casa Blanca y del presidente boliviano
René Barrientos, sobre la suerte del famoso rebelde: ¿vida
o muerte?
''El
Che cometió un error cuando invadió mi país'',
dijo René Barrientos Jr., un profesor de Miami Dade College
cuyo padre era por entonces presidente de Bolivia, y quien ordenó
la ejecución del Che. ``No comprendió que mi padre
era popular entre los campesinos, que lo ignoraron''.
Félix
Ismael Rodríguez, uno de los exiliados cubanos de Miami
que trabajó con Villoldo en la misión, estuvo con
el Che durante sus horas finales en la escuela. Rodríguez
dijo al Miami Herald el año pasado que el Che sabía
que el final se acercaba cuando escuchó los disparos del
escuadrón de fusilamiento.
''¿Van
a matarme también?'' recuerda Rodríguez que le preguntó.
``Cuando le contesté que sí, vomitó''.
Rodríguez
se quedó atrás cuando el cadáver del Che
se trasladó en avión al hospital de Vallegrande,
donde Villoldo, el único asesor estadounidense en el sitio,
y algunos altos funcionarios militares decidían el próximo
paso.
Imágenes
filmadas ese día muestran a fotógrafos, reporteros
y lugareños caminando alrededor del cuerpo sin camisa,
marcado por las balas, del Che
.
Entre
los que fueron a ver el cadáver estaba el presidente Barrientos,
que tenía sentimientos encontrados sobre la ejecución
del Che, dijo su hijo.
''No
creo que mi padre quisiera matar al Che, por motivos humanitarios,
pero era algo que fue decidido por el alto comando de mi país
y él lo aceptó'', dijo Barrientos.
Disponer
del cadáver y evitar que Cuba lo recuperara, se convirtió
en el problema de Villoldo. Los funcionarios bolivianos divisaron
un plan para enterrarlo secretamente en una pista aérea
en construcción. Equipado con un camión y una excavadora,
cubierta por una lona, Villoldo salió acompañado
de tres bolivianos.
Poco
después de las 2 a.m. del 11 de octubre de 1967, el Che,
de 39 años, y dos de sus compañeros rebeldes fueron
sacados de la morgue y colocados en la parte trasera del camión
donde los cubrieron con una lona y luego se dirigieron al aeropuerto.
Los tres fueron lanzados en el hueco ya abierto. La excavadora
cubrió sus cuerpos. Villoldo anotó las coordenadas.
Ya
tenía un mechón de pelo del Che en su bolsillo.
''Quería tener prueba de que había cumplido mi misión'',
dijo.
Villoldo
sabe que su historia podría provocar la ira de los admiradores
y los detractores de Che. Pero si los restos en el mausoleo de
Santa Clara continúan sin impugnarse y el mechón
de pelo sin analizarse, quiere que la familia de Che sepa donde
su ser querido está enterrado.
''Les
daré las coordenadas, pero sólo a ellos, no a Castro.
Creo que es lo correcto'', dijo.
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