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Apuntes de la Masonería en Cuba

Primeras logias cubanas

Aunque desde finales del siglo XVIII existió en Cuba cierta actividad masónica, protagonizada por los emigrados franceses de Haití, no es hasta el siglo XIX que se funda la primera logia en la Isla por un francés radicado en Santo Domingo, y nombrado Joseph Cerneau.

El Templo de las Virtudes Teologales No 103 se constituyó en La Habana, con carta patente de la Gran Logia de Pennsylvania, en el año 1804 de la Era Vulgar, y a éste le sigue la fundación de otras logias como L`Amitié y Benefique Concorde.

A pesar de que Cerneau tuvo que marcharse rápidamente del país, acusado de instigador revolucionario; la masonería que él había inaugurado, se propagó con rapidez.

Fueron masones de ideas democráticas los que fomentaron la primera conjura para la emancipación del país en 1809.

Pero a la manera en que ocurren las cosas en las películas de capa y espada, la conspiración fue descubierta por la denuncia de un sacerdote que no tuvo escrúpulos en traicionar el secreto de confesión de una devota señora temerosa por la vida de su esposo involucrado en los hechos.

Uno de los conspiradores, el abogado Joaquín Infante, masón de ideas separatistas, llegó a elaborar incluso lo que se considera el primer Proyecto de Constitución para la futura República de Cuba, un documento que llevaba en su espíritu lo más avanzado de la ideas de la época, pero que no tuvo la suerte de cumplir su destino.

Así, a la persecución política se une también el decreto emitido en 1812 por el Consejo de Regencia de España e Indias, que declaró ilegítima la Orden Fraternal en las posesiones ultramarinas de la Metrópoli, y a partir de ese momento se considera la francmasonería como delito de estado.

Con el restablecimiento del régimen constitucional en España, comienza a reorganizarse la masonería cubana.

En 1818 se crea en Cuba el primer cuerpo de Altos Grados, el Gran Consistorio del grado 32 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, fundado con patente francesa por Luis Juan Lorenzo de Clouet D' Obernay, que reunió tres logias simbólicas que pasaron a trabajar por el sistema escocés.

Dos años después, a partir de 5 logias simbólicas, se funda la Gran Logia Española del Rito de York, en torno a la cual se agruparon fundamentalmente los criollos.

Más adelante, por sucesivas fusiones de ésta y otros cuerpos simbólicos se constituye una Gran Logia Soberana representativa de 66 logias, con lo que se da unidad e independencia al simbolismo, lo que también representa un acto de rebeldía hacia el Gran Oriente Nacional de España, que pretendía ejercer su dominio sobre la masonería en la Isla.

Nuevas persecuciones

Tras la vuelta del absolutismo en España, se agudizan las contradicciones colonia-metrópoli y vuelven a correr aires conspirativos que en muchos casos tienen una clara raigambre masónica.

Este fue el caso de la Conspiración de Rayos y Soles de Bolívar, encabezada por el habanero José Francisco Lemus y Escámez, coronel de los ejércitos colombianos y que tenía la finalidad de fundar la República de Cubanacán.

La mayoría de los implicados eran masones y la organización misma poseía una urdimbre y pensamiento basado en los ideales masónicos.

El capitán general Francisco Dionisio Vives penetra la organización y los complicados son enjuiciados por conspiradores aunque no se mezcla la filiación masónica de los encartados.

Según el propio Vives había en la Isla en ese momento 12 mil masones.

En 1830 se abre una nueva causa, esta vez por infidencia y francmasonería, a los conspiradores de la Gran Legión del Aguila Negra.

Al parecer con este proceso se cierra el primer gran ciclo de luchas por independizar a la Isla y por organizar la masonería, pues en el año 1834 las logias se declaran ilícitas nuevamente y se pierde todo rastro de masonería organizada en Cuba.

La corriente independentista labora en organizaciones secretas con cierto carácter masónico pero no son propiamente logias masónicas.

El padre de la masonería cubana

La reorganización masónica en la Metrópoli con la fundación del Grande Oriente Hespérico Reformado marca un resurgimiento de la masonería en Cuba con un carácter marcadamente español.

Primero se crea en 1857 un Consejo de Caballeros Kadosh y luego este Cuerpo de la masonería de Altos Grados auspició la fundación de las logias simbólicas Fraternidad y Prudencia.

Más adelante se funda la logia San Andrés -verdaderamente Regular por tener carta patente de la Gran Logia de Carolina del Sur- y cuyos miembros serían cubanos en su mayoría, incluidos sus altos funcionarios.

Fraternidad, Prudencia y San Andrés se reúnen en 1859 para fundar la Gran Logia de Colón(1), bajo la orientación de Andrés Cassard, cubano de nacimiento aunque de origen francés, que es considerado el padre de la masonería en la Isla por su papel en la reanimación de la fraternidad.

Andrés Cassard también preconizaba una forma de potencia masónica en la que las cámaras simbólicas están subordinadas a los cuerpos escoceses, por lo que la Gran Logia se supeditó inmediatamente a los altos grados dominados por los españoles y los criollos españolizantes en su mayoría.

Según algunos autores esta doble sujeción a que se ve sometido el simbolismo y sus miembros en calidad de cubanos, no es fortuito, sino sólo un reflejo de la situación del país.

Masonería e independencia

En 1862 el doctor Vicente Antonio de Castro funda el Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), con el supuesto objetivo de regularizar la masonería.

Según el historiador Eduardo Torres Cuevas, las liturgias del grado 33 creadas por Vicente A. de Castro eran esencialmente socio-políticas y no sólo filantrópico-fraternales.

Como consecuencia, en la década del 60 el GOCA se convierte en el transmisor de un 'proyecto democrático, laico, republicano e independentista que encauzó y permitió darle dimensión a las preocupaciones de la juventud de su época' y fue sumamente importante como preludio al estallido revolucionario del 68, en tanto le aportaría dos elementos notables: 'una organización secreta que sirvió de nexo a quienes preparaban la insurrección' y 'una propuesta armónicamente estructurada para la transformación de la sociedad colonial en una nueva e independiente', ya que al redactar estas liturgias, su autor dejó claro que se trataba de un sistema de pedagogía social y su objetivo era formar hombres capaces de dar respuesta a los problemas sociales del país.

Y por eso se advierte al masón, ya desde el primer grado, que: 'podría muy bien suceder que os encontréis en la ocasión de tener que pelear con las armas en la mano para defender la virtud, la inocencia o la patria, entonces será preciso no retroceder ni temblar'

También son reveladores algunos de los principios contenidos en el grado 27 y que según Vicente Antonio de Castro, debía defender y hasta conquistar la masonería: soberanía del pueblo, libertad del trabajo, religiosa, y de persona, soberanía de las naciones, derecho de reunión e igualdad social, entre otros.

Debido a las contradicciones que tenían que ver tanto con un problema metodológico de funcionamiento como con las propias tendencias políticas existentes en el país, la masonería regular se opone radicalmente a este cuerpo masónico y finalmente el Supremo Consejo de EE.UU. descalifica al GOCA por carecer de la debida autorización para su fundación y porque sus fines -según este Consejo- eran 'enteramente políticos'.

Pero la semilla estaba sembrada, pués las figuras más descollantes del 68 se iniciaron en el GOCA.

Maceo, pertenecía a él desde 1864, Agramonte y otros ilustres camagüeyanos se iniciaron en la logia Tínima No 16, y en Bayamo La Estrella Tropical No 19 agrupaba entre otros a Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y Carlos Manuel de Céspedes quien luego fundara bajo dispensa la logia Buena Fe, en Manzanillo, y cuya biblioteca se consideraba una de las más completas en Cuba en cuanto al tema de masonería.

Cuando estos hombres van a la manigua y elaboran los documentos que darán a conocer los objetivos y proyección de sus acciones tienen como punto de referencia las ideas que ya se habían manejado en las liturgias del GOCA.

Al estallar la guerra del 68 aumenta la hostilidad de las autoridades políticas y religiosas hacia la masonería y, aunque la institución no puede considerarse como un todo homogéneo, debido a las contradicciones y escisiones que sufre en este momento, todo el cuerpo sufre las consecuencias de la persecución.

Muchos masones son apresados y el Gran Maestro de la Gran Logia de Colón, José Andrés Puente Badell, es fusilado, así como otros hermanos, sin otro cargo que el delito de masonería.

Como consecuencia de la persecución recesan por un tiempo los trabajos del Gran Oriente de Colón en ambas ramas, la simbólica y la filosófica, hasta que se emprende su reconstitución en 1871.

Durante la guerra

Se tiene referencia de que a pesar de las duras condiciones que imponía la guerra se fundaron logias llamadas militantes por ser constituidas en plena manigua: Tínima 16, Camagüey y La Independencia, esta última fundada por Céspedes en 1870.

Según testimonios, la logia Independencia funcionó por casi tres años, y siempre se buscó la forma de celebrar las tenidas respetando el ritual masónico como si estuvieran en el más suntuoso templo.

Los útiles se transportaban en un mulo que llamaban 'el masón' debido a sus funciones, hasta que durante una escaramuza el mulo cayó en manos enemigas; pero esta logia no desapareció tanto por las condiciones adversas para su funcionamiento, como por las pugnas internas que dividía a los máximos dirigentes del 68 y que a la larga influyeron en el fracaso de la insurrección.

La persecución de las autoridades españolas a los masones más destacados en sus ideas independentistas llega a límites insospechados cuando antiguos miembros de la logia Buena Fe son juzgados por el delito de masonería y Céspedes resulta condenado en rebeldía, como Venerable Maestro de esta logia, a 11 años de prisión mayor, a pesar de que ya había muerto en 1873.

La masonería regular vuelve a organizarse en 1871 pues se reconstituye el Gran Oriente de Colón, que es reconocido por el Gran Oriente de España.

A pesar de ello, en 1875 el representante de los grandes Orientes de América, Ramón Bru Lassús, declaró interrumpidas las relaciones oficiales e inmediatamente procedió a fundar logias en La Habana, invadiendo la jurisdicción y sin facultades para ello; estableció los talleres Cuba Española, Unión Ibérica e Hijos de Covadonga, pretextando que con ello cortaba los recursos que el Gran Oriente de Colón enviaba ocultamente a los criollos que combatían contra la metrópoli.

En ese mismo año queda resuelto este incidente, pues Bru es destituido de su cargo y se reanudan las relaciones.

Se sospecha de él, intenciones políticas y de lucro personal.

La Convención Masónica de Lausana celebrada en 1875, a la que asiste un representante por Cuba, tomó acuerdos importantes para el desarrollo de la masonería cubana.

Uno sería el reconocimiento de la existencia regular y legítima del Supremo Consejo de Colón como potencia soberana e independiente, sin importar que la isla no lo fuera políticamente de España.

En segundo término se hace constar en este Congreso que los Supremos Consejos estaban facultados para dejar de ejercer el mando en los tres grados simbólicos, lo que propicia la firma de un Tratado de Amistad y Reconocimiento Mutuo de poderes y atribuciones, entre el Supremo Consejo de Colón y la Gran Logia Simbólica de Colón.
El 1 de agosto de 1876, se había funda en el occidente del país la Gran Logia de la Isla de Cuba por Aurelio Almeida y González.

Para hacerse fuerte este nuevo cuerpo firma a su vez un pacto de respeto mutuo con los Orientes españoles.

A pesar de ello, en 1878 los integrantes de la Gran Logia son acusados de ser desafectos al régimen español y se les exige que rindan cuentas de su actuación.
La respuesta del gran maestro Gregorio González Amador y de Aurelio Almeida como gran secretario es valerosa, cuando les aclaran que ellos carecen de autoridad sobre la Gran Logia y, como consecuencia, a pocos días del Pacto del Zanjón, rompen relaciones con el Gran Oriente de España.

Durante el Pacto del Zanjón la masonería regular debía respetar al gobierno político de la nación.

Sin embargo, en este período se fundó, con elementos ferroviarios la logia Obreros de la Luz -entre cuyos miembros se encontraba Julio Sanguily -, la cual colaboró con la revolución portando documentos y mensajes para la preparación de la Guerra Chiquita y más tarde proporcionó ayuda a Calixto García para su salida del país.

También con fines parecidos se crearon las logia Plus Ultra y Evolución, esta última aglutinadora de muchos de los inquietos jóvenes de la Acera del Louvre.

Es en esta época cuando se reestructura la masonería simbólica, pues tras sucesivas fusiones entre las Grandes Logias, en 1891 surge la Gran Logia de la Isla de Cuba como único y soberano organismo simbólico.

Al año siguiente se logra también la integración de un único Supremo Consejo para regir la masonería de Altos Grados.

Logias en el exilio

En la emigración se constituyeron también núcleos fraternales que mucho aportaron a la causa de la independencia.

En Cayo Hueso se funda la logia Félix Varela No 64 y más adelante la Francisco Vicente Aguilera, de la cual es electo V.M. el patriota Fernando Figueredo Socarrás.

En Nueva York trabaja La Fraternidad No 387, a la que pertenecerían Benjamín J. Guerra y Gonzalo de Quesada y Aróstegui, tesorero y secretario, respectivamente, del Partido Revolucionario Cubano fundado por Martí, quien a su vez se había iniciado en España, desde muy joven, en la logia Armonía.

Con todos estos datos es de suponer que no sólo los tabaqueros fueran grandes colaboradores del empeño martiano, sino que los masones exiliados hayan constituido también un pilar importante en la preparación de la guerra necesaria.

Más adelante, cuando se decide el levantamiento de 1895, es Juan Gualberto Gómez, patriota y masón, a quien designa Martí para iniciar el alzamiento en Cuba y son ilustres patriotas y masones los firmantes del Manifiesto de Montecristi.

La bandera cubana y los símbolos masónicos

La bandera que hoy representa la nacionalidad cubana había ondeado por primera vez el 19 de mayo de 1850 en la bahía de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López al mando de una expedición de 600 hombres.

La empresa fracasó en sus objetivos pero López repetiría su intento, lo que finalmente le costaría la vida, pero su muerte consagraría la bandera que con tanto amor había creado.

Hoy es bastante conocido quien fue el autor del estandarte aunque es menos divulgada su génesis, inspirada en la simbología masónica.

Según testimonio de Cirilo Villaverde, a principios de 1849 acostumbraban a reunirse, en la casa del también masón y poeta Teurbe Tolón, varios cubanos partidarios de la causa separatista.

En una de estas tertulias se comenzaron a manejar ideas para la elaboración del pabellón cubano.

Narciso López propuso tres franjas azules en campo blanco, representativas de las tres regiones militares en que se dividía el país.

Para el color rojo, según Villaverde (...) 'López, que era francmasón, naturalmente optó por el triángulo equilátero'(5), que simboliza la grandeza del poder que asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden a la divisa masónica de libertad, igualdad, fraternidad y a la división tripartita del poder democrático.

La estrella de cinco puntas significa la perfección del maestro masón: la fuerza, la belleza, la sabiduría, la virtud y la caridad.

La bandera comprende además en su integración los tres números simbólicos.

El tres (tres franjas azules) representa la armonía perfecta; el cinco, resultado de la suma de todas las franjas, significa el espíritu vivificador, que perpetúa la naturaleza; y el siete que se obtiene al sumar el triángulo y la estrella es un número considerado divino por los judíos y los griegos.

Como Antiguos Límites se conoce el conjunto de principios, costumbres y tradiciones que definen las obligaciones de un masón.

Entre ellos se cuenta el secreto masónico -que se refiere al ritual y al conocimiento simbólico que adquieren los masones según van ganando grados-, y la integración por varones adultos que respeten la moral.

Masonería en la república

Al concluir el coloniaje español, la masonería cubana comienza una nueva etapa.

Durante todo el período anterior ha debido luchar por definir los límites entre el escocismo y el simbolismo, se ha enfrentado a persecuciones políticas, y en no pocas oportunidades ha facilitado actividades conspirativas de los criollos y, sólo ahora, después de cuatro años de receso forzoso, pero favorecidos por las nuevas circunstancias, podrá ocuparse de poner orden en su propia casa y precisar su destino.

En la revista La Gran Logia del 1 del junio de 1900 aparece un artículo que, aunque limitado en sus objetivos, definiría la línea principal del trabajo que se proponen realizar para contribuir a la recuperación del país: '...La misión de la Masonería ha de ser puramente de consejo, su potencia directa no alcanza más que a sus miembros; su esfera de acción en la sociedad no puede ir, como auxiliar, más allá de la educación y la beneficencia...'

Aunque al reanudarse las labores masónicas, una de las mayores dificultades que debían resolver los afiliados era la falta de recursos, la institución se dedicó a crear condiciones decorosas para sus instalaciones y emprendió variadas obras que respondían a los intereses expuestos.

En 1917 los masones salvan de la quiebra al asilo de niños y ancianos La Misericordia que existe hasta hoy con el nombre de Hogar Nacional Masónico Llansó y más adelante asumen obras como el amparo a la Casa de Beneficencia de Matanzas y del Asilo para niños José María Casal, además de la creación del Auxilio Masónico, como una forma de ayudar a los familiares de masones fallecidos, que aún hoy subsiste.

Asimismo se crean diversas instituciones, como las Agrupaciones Masónicas, el Zapato Escolar y el Traje Masónico -ambas con el objetivo de ayudar a las escuelas públicas y a las familias de escasos recursos-, la Escuela Nacional Masónica, para niños huérfanos de padres masones, y la Universidad Masónica José Martí, todas como una forma de cooperar con la causa de la educación en el país.

También se organizó la Asociación de Jóvenes Esperanzas de la Fraternidad (AJEF), con el propósito de velar por el desarrollo moral, físico e intelectual de los jóvenes.

Desde el punto de vista organizativo es palpable la recuperación de la masonería cubana.

La Gran Logia y el Supremo Consejo del grado 33 para la República de Cuba ratifican y amplían el Tratado de Amistad y Reconocimiento mutuo que existía entre ellos, y en 1947 quedaron definitivamente solucionadas algunas divisiones que debilitaban internamente ambos cuerpos.

En la década del cincuenta se construye el Gran Templo sede de la Gran Logia, donde radican hasta hoy dependencias tan importantes como el Museo Masónico --que atesora diversos objetos relacionados con la historia del país-- y la Biblioteca de la Gran Logia.

El prestigio y el reconocimiento social que alcanzó la masonería le posibilita aumentar su influencia en la vida del país.

Así lo demuestra su intervención opositora al Proyecto de Reforma Educacional de 1956, que reclamaba la inclusión de la enseñanza religiosa en la educación oficial.

En consecuencia con sus principios de libertad religiosa, los masones hicieron pública una declaración en defensa del laicismo y salieron airosos en su reclamo.

Masonería y revolución

Durante los primeros años la masonería respalda al nuevo gobierno y sus medidas revolucionarias, pero la radicalización del proceso trae como resultado que algunos de sus altos funcionarios abandonen el país.

El Ex-Gran maestro J. J. Tarajano funda en Estados Unidos la Gran Logia de Cuba en el exilio, que fue reconocida en la Conferencia de Grandes Maestros celebrada en Washington.

Los masones cubanos proclaman que la Gran Logia con sede en La Habana es la única y verdadera representación de la masonería regular cubana y este hecho finalmente es reconocido en la V Conferencia de la Confederación Masónica Interamericana (CMI).

En esta época la Masonería comienza a enfrentar dificultades: disminuyeron sensiblemente sus recursos financieros y vieron limitadas muchas de sus gestiones filantrópicas de carácter privado, debido a los profundos cambios ocurridos en el país.
A esto se suma el éxodo hacia el exterior de una parte de sus miembros, mientras que muy pocos jóvenes se interesaban por ingresar en la institución y preferían dedicarse por entero a un proceso que prometía cumplir con creces todo aquello que los masones han enarbolado siempre como su mayor divisa: 'Libertad, Igualdad, Fraternidad'. De 34 mil miembros en 1959, la cifra se había reducido a 19.582 en 1981.

Pero cuando parecía que el destino de la masonería en Cuba era languidecer calladamente hasta su total extinción, comienzan a registrarse signos de recuperación.

A partir de 1982 se advierte un ligero crecimiento que ya no se detendrá hasta el presente, cuando su membresía asciende a más de 28 mil afiliados.

En los últimos años ha crecido de manera significativa la participación internacional de la Masonería de Cuba y el reconocimiento que recibe en el concierto universal de la Institución: actualmente la Gran Logia de Cuba, a través de su Muy Respetable Gran Maestro, quien ejerce una Vicepresidencia de la Confederación Masónica Interamericana, presidiendo la Segunda Zona que comprende las Grandes Logias Regulares del Caribe.

Los masones están seguros de que, a pesar de sus antiguos ritos, la masonería no resulta anacrónica: por la ética de sus postulados, por su colectivismo y porque su finalidad de buscar la superación del hombre es inagotable.

De ahí proviene, su optimismo al valorar el futuro de la masonería en la Isla, '...la institución que más elementos ha aportado a la independencia, la libertad, la cultura y el progreso de Cuba...

Otros apuntes.

Las primeras concepciones masónicas arribaron a La Habana con las corrientes del denominado Iluminismo ., o la .Ilustración., posterior a la Revolución Francesa de 1789, y principalmente en la primera mitad del siglo, en que fueron organizados como clubes y como organizaciones secretas.

El sentido peculiar de los ritos y ceremonias de las asociaciones masónicas .que no se efectuaban en templos o sitios de cultos identificados como tales, sino de forma secreta y en viviendas articulares., así como su carácter clandestino, propició un marco apropiado para las conspiraciones contra el colonialismo español.

Por otra parte también contribuyó a que la administración colonial considerase a estas agrupaciones no solo como entidades que atentaban contra los preceptos religiosos establecidos durante siglos, sino como agrupaciones en las que se infiltraban los agentes separatistas o la infidencia., como denominaban a las personas que ya entonces consideraban la posibilidad de la independencia de Cuba de la metrópoli española.

Por las razones antes mencionadas, tanto las ideas masónicas como sus logias se manifestaron en La Habana de forma concreta en las primeras décadas del siglo XIX. Todo ello coincidió con el momento del surgimiento de las repúblicas hispanoamericanas que en otros tiempos habían sido colonias de España.

Para algunas de estas nuevas naciones como Colombia y México, el mantenimiento del colonialismo español en Cuba y Puerto Rico era un verdadera amenaza para su seguridad e independencia. Por ello propiciaron planes, conspiraciones y alzamientos, para lo cual emplearon como agentes subversivos a algunos cubanos.

Un caso singular fue el del joven habanero José Francisco Lemus. En 1817 éste visitó Filadelfia, centro de efervescencia masónica y revolucionaria, y allí contactó a los comisionados de esos países, que le proporcionaron ayuda, instrucciones y la documentación requerida. Regresó a La Habana en 1822, y, como cobertura para sus planes conspirativos, empleó a las logias masónicas. Fundó en La Habana la Logia Masónica Soles y Rayos de Bolívar, y otras, que llegarona contar con más de 600 afiliados; pero el plan insurrecional contra España y por la independencia de Cuba fracasó, y Lemus y otros 25 conspiradores fueron desterrados a España, mientras que los restantes fueron sancionados con multas

En la segunda mitad del siglo XIX, se establecieron algunas logias masónicas con publicaciones propias.

Entre estas se pueden citar: la revista llamada Voz del Hirám (y el periódico del mismo nombre) de la Madre Logia Provincial fundada en 1876; la Revista Masónica, publicación quincenal, de1882, que fue suspendida por la administración colonial española; el Avisador Masónico, de 1883, fundada en La Habana; Cuba Masónica, revista quincenal y órgano oficial de la Logia Acacia, fundada en La Habana en 1883 y La Gran Logia, publicación quincenal y órgano oficial de la Gran Logia de la Isla de Cuba, fundada en La Habana en 1885.

Algunos importantes intelectuales y patriotas cubanos profesaron la filosofía masónica, como el escritor Cirilo Villaverde, el patriota Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de las guerras de independencia, el Apostol Jose Marti o el Generalísimo Máximo Gómez.

Por otro lado, las logias masónicas han utilizado como ejemplos a insignes cubanos como José de La Luz y Caballero.

Con el inicio de la república, ya en 1912 los masones contaban en La Habana con la publicación El
Masón Moderno; y en 1920, con el Boletín de la Gran Logia Masónica de la Isla de Cuba. Más tarde, en 1937, se estableció en La Habana la Ilustración Masónica; y en 1938 el Boletín de la Gran Logia de la Isla de Cuba.

Algunos años después, las organizaciones masónicas, aunque ya no contaron con la relevancia que tenían en el siglo XIX y perdieron algunos de sus miembros, incrementaron los recursos económicos para sus publicaciones y para la edificación de sus locales y otras de sus instituciones. El más relevante es la Gran Logia de la Isla de Cuba, la cual costeó con sus fondos la construcción de su sede en 1955, en un gran edificio situado en la avenida de Carlos III (hoy avenida Salvador Allende) y Belascoaín, en una de las zonas más céntricas de la ciudad de La Habana.

Allí funcionó también la Universidad Masónica, una de las primeras universidades privadas en Cuba. Por su calidad, este edificio está incluido entre las obras arquitectónicas más significativas de la ciudad de la Habana. De igual forma, los masones han ejecutado otras obras; y cuentan con sus panteones propios en la necrópolis Cristóbal Colón de la ciudad, entre los que se incluyen los panteones de la Logia de Guáimaro, la Logia Fraternidad Martiana y otras.

En la actualidad las instituciones masónicas cuentan con seis publicaciones, editadas en la ciudad de La Habana: está aún vigente La Gran Logia, boletín mensual, con artículos doctrinales filosóficos y otros, uno de los más antiguos. Fue fundado en 1881, y es el órgano oficial de la masonería cubana. El Boletín Gran Logia de Cuba, publicación quincenal con avisos y decretos del Gran Maestro, relación de candidatos para ser iniciados en las logias y aspectos administrativos, fundado en 1987; la publicación Circular Mensual del Supremo Consejo del Grado 33 para la República de Cuba, boletín mensual que publica decretos del Soberano Gran Comendador y candidatos propuestos para su ingreso en las instituciones, así como obituarios y otros aspectos de la sociedad, el cual fue fundado en 1995.

También se incluyen otras publicaciones como el Suplemento de la Revista Luz y Verdad, fundado en 1922 y editado trimestralmente por la Orden Caballero de la Luz de la Suprema Logia de El Vedado; y el Boletín Fraternal, fundado en 1925, y editado por la Gran Logia de Cuba de la Independiente Orden Odd-Fellows, en el Municipio Cerro, con las solicitudes de ingreso a la sociedad, así como otros datos de interés para sus miembros. Por último, se encuentra el Boletín Cubano, fundado en 1983, y editado mensualmente por la Orden Caballero de La Luz de la Gran Logia de Cuba.


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