Primeras
logias cubanas
Aunque desde finales del siglo XVIII existió en Cuba cierta
actividad masónica, protagonizada por los emigrados franceses
de Haití, no es hasta el siglo XIX que se funda la primera
logia en la Isla por un francés radicado en Santo Domingo,
y nombrado Joseph Cerneau.
El Templo de las Virtudes Teologales No 103 se constituyó
en La Habana, con carta patente de la Gran Logia de Pennsylvania,
en el año 1804 de la Era Vulgar, y a éste le sigue
la fundación de otras logias como L`Amitié y Benefique
Concorde.
A pesar de que Cerneau tuvo que marcharse rápidamente del
país, acusado de instigador revolucionario; la masonería
que él había inaugurado, se propagó con rapidez.
Fueron masones de ideas democráticas los que fomentaron
la primera conjura para la emancipación del país
en 1809.
Pero a la manera en que ocurren las cosas en las películas
de capa y espada, la conspiración fue descubierta por la
denuncia de un sacerdote que no tuvo escrúpulos en traicionar
el secreto de confesión de una devota señora temerosa
por la vida de su esposo involucrado en los hechos.
Uno de los conspiradores, el abogado Joaquín Infante, masón
de ideas separatistas, llegó a elaborar incluso lo que
se considera el primer Proyecto de Constitución para la
futura República de Cuba, un documento que llevaba en su
espíritu lo más avanzado de la ideas de la época,
pero que no tuvo la suerte de cumplir su destino.
Así, a la persecución política se une también
el decreto emitido en 1812 por el Consejo de Regencia de España
e Indias, que declaró ilegítima la Orden Fraternal
en las posesiones ultramarinas de la Metrópoli, y a partir
de ese momento se considera la francmasonería como delito
de estado.
Con el restablecimiento del régimen constitucional en España,
comienza a reorganizarse la masonería cubana.
En 1818 se crea en Cuba el primer cuerpo de Altos Grados, el Gran
Consistorio del grado 32 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado,
fundado con patente francesa por Luis Juan Lorenzo de Clouet D'
Obernay, que reunió tres logias simbólicas que pasaron
a trabajar por el sistema escocés.
Dos años después, a partir de 5 logias simbólicas,
se funda la Gran Logia Española del Rito de York, en torno
a la cual se agruparon fundamentalmente los criollos.
Más adelante, por sucesivas fusiones de ésta y otros
cuerpos simbólicos se constituye una Gran Logia Soberana
representativa de 66 logias, con lo que se da unidad e independencia
al simbolismo, lo que también representa un acto de rebeldía
hacia el Gran Oriente Nacional de España, que pretendía
ejercer su dominio sobre la masonería en la Isla.
Nuevas persecuciones
Tras la vuelta del absolutismo en España, se agudizan las
contradicciones colonia-metrópoli y vuelven a correr aires
conspirativos que en muchos casos tienen una clara raigambre masónica.
Este fue el caso de la Conspiración de Rayos y Soles de
Bolívar, encabezada por el habanero José Francisco
Lemus y Escámez, coronel de los ejércitos colombianos
y que tenía la finalidad de fundar la República
de Cubanacán.
La mayoría de los implicados eran masones y la organización
misma poseía una urdimbre y pensamiento basado en los ideales
masónicos.
El capitán general Francisco Dionisio Vives penetra la
organización y los complicados son enjuiciados por conspiradores
aunque no se mezcla la filiación masónica de los
encartados.
Según el propio Vives había en la Isla en ese momento
12 mil masones.
En 1830 se abre una nueva causa, esta vez por infidencia y francmasonería,
a los conspiradores de la Gran Legión del Aguila Negra.
Al parecer con este proceso se cierra el primer gran ciclo de
luchas por independizar a la Isla y por organizar la masonería,
pues en el año 1834 las logias se declaran ilícitas
nuevamente y se pierde todo rastro de masonería organizada
en Cuba.
La corriente independentista labora en organizaciones secretas
con cierto carácter masónico pero no son propiamente
logias masónicas.
El padre de la masonería cubana
La reorganización masónica en la Metrópoli
con la fundación del Grande Oriente Hespérico Reformado
marca un resurgimiento de la masonería en Cuba con un carácter
marcadamente español.
Primero se crea en 1857 un Consejo de Caballeros Kadosh y luego
este Cuerpo de la masonería de Altos Grados auspició
la fundación de las logias simbólicas Fraternidad
y Prudencia.
Más adelante se funda la logia San Andrés -verdaderamente
Regular por tener carta patente de la Gran Logia de Carolina del
Sur- y cuyos miembros serían cubanos en su mayoría,
incluidos sus altos funcionarios.
Fraternidad, Prudencia y San Andrés se reúnen en
1859 para fundar la Gran Logia de Colón(1), bajo la orientación
de Andrés Cassard, cubano de nacimiento aunque de origen
francés, que es considerado el padre de la masonería
en la Isla por su papel en la reanimación de la fraternidad.
Andrés Cassard también preconizaba una forma de
potencia masónica en la que las cámaras simbólicas
están subordinadas a los cuerpos escoceses, por lo que
la Gran Logia se supeditó inmediatamente a los altos grados
dominados por los españoles y los criollos españolizantes
en su mayoría.
Según algunos autores esta doble sujeción a que
se ve sometido el simbolismo y sus miembros en calidad de cubanos,
no es fortuito, sino sólo un reflejo de la situación
del país.
Masonería e independencia
En 1862 el doctor Vicente Antonio de Castro funda el Gran Oriente
de Cuba y las Antillas (GOCA), con el supuesto objetivo de regularizar
la masonería.
Según el historiador Eduardo Torres Cuevas, las liturgias
del grado 33 creadas por Vicente A. de Castro eran esencialmente
socio-políticas y no sólo filantrópico-fraternales.
Como consecuencia, en la década del 60 el GOCA se convierte
en el transmisor de un 'proyecto democrático, laico, republicano
e independentista que encauzó y permitió darle dimensión
a las preocupaciones de la juventud de su época' y fue
sumamente importante como preludio al estallido revolucionario
del 68, en tanto le aportaría dos elementos notables: 'una
organización secreta que sirvió de nexo a quienes
preparaban la insurrección' y 'una propuesta armónicamente
estructurada para la transformación de la sociedad colonial
en una nueva e independiente', ya que al redactar estas liturgias,
su autor dejó claro que se trataba de un sistema de pedagogía
social y su objetivo era formar hombres capaces de dar respuesta
a los problemas sociales del país.
Y por eso se advierte al masón, ya desde el primer grado,
que: 'podría muy bien suceder que os encontréis
en la ocasión de tener que pelear con las armas en la mano
para defender la virtud, la inocencia o la patria, entonces será
preciso no retroceder ni temblar'
También son reveladores algunos de los principios contenidos
en el grado 27 y que según Vicente Antonio de Castro, debía
defender y hasta conquistar la masonería: soberanía
del pueblo, libertad del trabajo, religiosa, y de persona, soberanía
de las naciones, derecho de reunión e igualdad social,
entre otros.
Debido a las contradicciones que tenían que ver tanto con
un problema metodológico de funcionamiento como con las
propias tendencias políticas existentes en el país,
la masonería regular se opone radicalmente a este cuerpo
masónico y finalmente el Supremo Consejo de EE.UU. descalifica
al GOCA por carecer de la debida autorización para su fundación
y porque sus fines -según este Consejo- eran 'enteramente
políticos'.
Pero la semilla estaba sembrada, pués las figuras más
descollantes del 68 se iniciaron en el GOCA.
Maceo, pertenecía a él desde 1864, Agramonte y otros
ilustres camagüeyanos se iniciaron en la logia Tínima
No 16, y en Bayamo La Estrella Tropical No 19 agrupaba entre otros
a Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y Carlos Manuel
de Céspedes quien luego fundara bajo dispensa la logia
Buena Fe, en Manzanillo, y cuya biblioteca se consideraba una
de las más completas en Cuba en cuanto al tema de masonería.
Cuando estos hombres van a la manigua y elaboran los documentos
que darán a conocer los objetivos y proyección de
sus acciones tienen como punto de referencia las ideas que ya
se habían manejado en las liturgias del GOCA.
Al estallar la guerra del 68 aumenta la hostilidad de las autoridades
políticas y religiosas hacia la masonería y, aunque
la institución no puede considerarse como un todo homogéneo,
debido a las contradicciones y escisiones que sufre en este momento,
todo el cuerpo sufre las consecuencias de la persecución.
Muchos masones son apresados y el Gran Maestro de la Gran Logia
de Colón, José Andrés Puente Badell, es fusilado,
así como otros hermanos, sin otro cargo que el delito de
masonería.
Como consecuencia de la persecución recesan por un tiempo
los trabajos del Gran Oriente de Colón en ambas ramas,
la simbólica y la filosófica, hasta que se emprende
su reconstitución en 1871.
Durante la guerra
Se tiene referencia de que a pesar de las duras condiciones que
imponía la guerra se fundaron logias llamadas militantes
por ser constituidas en plena manigua: Tínima 16, Camagüey
y La Independencia, esta última fundada por Céspedes
en 1870.
Según testimonios, la logia Independencia funcionó
por casi tres años, y siempre se buscó la forma
de celebrar las tenidas respetando el ritual masónico como
si estuvieran en el más suntuoso templo.
Los útiles se transportaban en un mulo que llamaban 'el
masón' debido a sus funciones, hasta que durante una escaramuza
el mulo cayó en manos enemigas; pero esta logia no desapareció
tanto por las condiciones adversas para su funcionamiento, como
por las pugnas internas que dividía a los máximos
dirigentes del 68 y que a la larga influyeron en el fracaso de
la insurrección.
La persecución de las autoridades españolas a los
masones más destacados en sus ideas independentistas llega
a límites insospechados cuando antiguos miembros de la
logia Buena Fe son juzgados por el delito de masonería
y Céspedes resulta condenado en rebeldía, como Venerable
Maestro de esta logia, a 11 años de prisión mayor,
a pesar de que ya había muerto en 1873.
La masonería regular vuelve a organizarse en 1871 pues
se reconstituye el Gran Oriente de Colón, que es reconocido
por el Gran Oriente de España.
A pesar de ello, en 1875 el representante de los grandes Orientes
de América, Ramón Bru Lassús, declaró
interrumpidas las relaciones oficiales e inmediatamente procedió
a fundar logias en La Habana, invadiendo la jurisdicción
y sin facultades para ello; estableció los talleres Cuba
Española, Unión Ibérica e Hijos de Covadonga,
pretextando que con ello cortaba los recursos que el Gran Oriente
de Colón enviaba ocultamente a los criollos que combatían
contra la metrópoli.
En ese mismo año queda resuelto este incidente, pues Bru
es destituido de su cargo y se reanudan las relaciones.
Se sospecha de él, intenciones políticas y de lucro
personal.
La Convención Masónica de Lausana celebrada en 1875,
a la que asiste un representante por Cuba, tomó acuerdos
importantes para el desarrollo de la masonería cubana.
Uno sería el reconocimiento de la existencia regular y
legítima del Supremo Consejo de Colón como potencia
soberana e independiente, sin importar que la isla no lo fuera
políticamente de España.
En segundo término se hace constar en este Congreso que
los Supremos Consejos estaban facultados para dejar de ejercer
el mando en los tres grados simbólicos, lo que propicia
la firma de un Tratado de Amistad y Reconocimiento Mutuo de poderes
y atribuciones, entre el Supremo Consejo de Colón y la
Gran Logia Simbólica de Colón.
El 1 de agosto de 1876, se había funda en el occidente
del país la Gran Logia de la Isla de Cuba por Aurelio Almeida
y González.
Para hacerse fuerte este nuevo cuerpo firma a su vez un pacto
de respeto mutuo con los Orientes españoles.
A pesar de ello, en 1878 los integrantes de la Gran Logia son
acusados de ser desafectos al régimen español y
se les exige que rindan cuentas de su actuación.
La respuesta del gran maestro Gregorio González Amador
y de Aurelio Almeida como gran secretario es valerosa, cuando
les aclaran que ellos carecen de autoridad sobre la Gran Logia
y, como consecuencia, a pocos días del Pacto del Zanjón,
rompen relaciones con el Gran Oriente de España.
Durante el Pacto del Zanjón la masonería regular
debía respetar al gobierno político de la nación.
Sin embargo, en este período se fundó, con elementos
ferroviarios la logia Obreros de la Luz -entre cuyos miembros
se encontraba Julio Sanguily -, la cual colaboró con la
revolución portando documentos y mensajes para la preparación
de la Guerra Chiquita y más tarde proporcionó ayuda
a Calixto García para su salida del país.
También con fines parecidos se crearon las logia Plus Ultra
y Evolución, esta última aglutinadora de muchos
de los inquietos jóvenes de la Acera del Louvre.
Es en esta época cuando se reestructura la masonería
simbólica, pues tras sucesivas fusiones entre las Grandes
Logias, en 1891 surge la Gran Logia de la Isla de Cuba como único
y soberano organismo simbólico.
Al año siguiente se logra también la integración
de un único Supremo Consejo para regir la masonería
de Altos Grados.
Logias en el exilio
En la emigración se constituyeron también núcleos
fraternales que mucho aportaron a la causa de la independencia.
En Cayo Hueso se funda la logia Félix Varela No 64 y más
adelante la Francisco Vicente Aguilera, de la cual es electo V.M.
el patriota Fernando Figueredo Socarrás.
En Nueva York trabaja La Fraternidad No 387, a la que pertenecerían
Benjamín J. Guerra y Gonzalo de Quesada y Aróstegui,
tesorero y secretario, respectivamente, del Partido Revolucionario
Cubano fundado por Martí, quien a su vez se había
iniciado en España, desde muy joven, en la logia Armonía.
Con todos estos datos es de suponer que no sólo los tabaqueros
fueran grandes colaboradores del empeño martiano, sino
que los masones exiliados hayan constituido también un
pilar importante en la preparación de la guerra necesaria.
Más adelante, cuando se decide el levantamiento de 1895,
es Juan Gualberto Gómez, patriota y masón, a quien
designa Martí para iniciar el alzamiento en Cuba y son
ilustres patriotas y masones los firmantes del Manifiesto de Montecristi.
La bandera cubana y los símbolos masónicos
La bandera que hoy representa la nacionalidad cubana había
ondeado por primera vez el 19 de mayo de 1850 en la bahía
de Cárdenas, donde desembarcó Narciso López
al mando de una expedición de 600 hombres.
La empresa fracasó en sus objetivos pero López repetiría
su intento, lo que finalmente le costaría la vida, pero
su muerte consagraría la bandera que con tanto amor había
creado.
Hoy es bastante conocido quien fue el autor del estandarte aunque
es menos divulgada su génesis, inspirada en la simbología
masónica.
Según testimonio de Cirilo Villaverde, a principios de
1849 acostumbraban a reunirse, en la casa del también masón
y poeta Teurbe Tolón, varios cubanos partidarios de la
causa separatista.
En una de estas tertulias se comenzaron a manejar ideas para la
elaboración del pabellón cubano.
Narciso López propuso tres franjas azules en campo blanco,
representativas de las tres regiones militares en que se dividía
el país.
Para el color rojo, según Villaverde (...) 'López,
que era francmasón, naturalmente optó por el triángulo
equilátero'(5), que simboliza la grandeza del poder que
asiste al Gran Arquitecto del Universo y cuyos lados iguales aluden
a la divisa masónica de libertad, igualdad, fraternidad
y a la división tripartita del poder democrático.
La estrella de cinco puntas significa la perfección del
maestro masón: la fuerza, la belleza, la sabiduría,
la virtud y la caridad.
La bandera comprende además en su integración los
tres números simbólicos.
El tres (tres franjas azules) representa la armonía perfecta;
el cinco, resultado de la suma de todas las franjas, significa
el espíritu vivificador, que perpetúa la naturaleza;
y el siete que se obtiene al sumar el triángulo y la estrella
es un número considerado divino por los judíos y
los griegos.
Como Antiguos Límites se conoce el conjunto de principios,
costumbres y tradiciones que definen las obligaciones de un masón.
Entre ellos se cuenta el secreto masónico -que se refiere
al ritual y al conocimiento simbólico que adquieren los
masones según van ganando grados-, y la integración
por varones adultos que respeten la moral.
Masonería en la república
Al concluir el coloniaje español, la masonería cubana
comienza una nueva etapa.
Durante todo el período anterior ha debido luchar por definir
los límites entre el escocismo y el simbolismo, se ha enfrentado
a persecuciones políticas, y en no pocas oportunidades
ha facilitado actividades conspirativas de los criollos y, sólo
ahora, después de cuatro años de receso forzoso,
pero favorecidos por las nuevas circunstancias, podrá ocuparse
de poner orden en su propia casa y precisar su destino.
En la revista La Gran Logia del 1 del junio de 1900 aparece un
artículo que, aunque limitado en sus objetivos, definiría
la línea principal del trabajo que se proponen realizar
para contribuir a la recuperación del país: '...La
misión de la Masonería ha de ser puramente de consejo,
su potencia directa no alcanza más que a sus miembros;
su esfera de acción en la sociedad no puede ir, como auxiliar,
más allá de la educación y la beneficencia...'
Aunque al reanudarse las labores masónicas, una de las
mayores dificultades que debían resolver los afiliados
era la falta de recursos, la institución se dedicó
a crear condiciones decorosas para sus instalaciones y emprendió
variadas obras que respondían a los intereses expuestos.
En 1917 los masones salvan de la quiebra al asilo de niños
y ancianos La Misericordia que existe hasta hoy con el nombre
de Hogar Nacional Masónico Llansó y más adelante
asumen obras como el amparo a la Casa de Beneficencia de Matanzas
y del Asilo para niños José María Casal,
además de la creación del Auxilio Masónico,
como una forma de ayudar a los familiares de masones fallecidos,
que aún hoy subsiste.
Asimismo se crean diversas instituciones, como las Agrupaciones
Masónicas, el Zapato Escolar y el Traje Masónico
-ambas con el objetivo de ayudar a las escuelas públicas
y a las familias de escasos recursos-, la Escuela Nacional Masónica,
para niños huérfanos de padres masones, y la Universidad
Masónica José Martí, todas como una forma
de cooperar con la causa de la educación en el país.
También se organizó la Asociación de Jóvenes
Esperanzas de la Fraternidad (AJEF), con el propósito de
velar por el desarrollo moral, físico e intelectual de
los jóvenes.
Desde el punto de vista organizativo es palpable la recuperación
de la masonería cubana.
La Gran Logia y el Supremo Consejo del grado 33 para la República
de Cuba ratifican y amplían el Tratado de Amistad y Reconocimiento
mutuo que existía entre ellos, y en 1947 quedaron definitivamente
solucionadas algunas divisiones que debilitaban internamente ambos
cuerpos.
En la década del cincuenta se construye el Gran Templo
sede de la Gran Logia, donde radican hasta hoy dependencias tan
importantes como el Museo Masónico --que atesora diversos
objetos relacionados con la historia del país-- y la Biblioteca
de la Gran Logia.
El prestigio y el reconocimiento social que alcanzó la
masonería le posibilita aumentar su influencia en la vida
del país.
Así lo demuestra su intervención opositora al Proyecto
de Reforma Educacional de 1956, que reclamaba la inclusión
de la enseñanza religiosa en la educación oficial.
En consecuencia con sus principios de libertad religiosa, los
masones hicieron pública una declaración en defensa
del laicismo y salieron airosos en su reclamo.
Masonería y revolución
Durante los primeros años la masonería respalda
al nuevo gobierno y sus medidas revolucionarias, pero la radicalización
del proceso trae como resultado que algunos de sus altos funcionarios
abandonen el país.
El Ex-Gran maestro J. J. Tarajano funda en Estados Unidos la Gran
Logia de Cuba en el exilio, que fue reconocida en la Conferencia
de Grandes Maestros celebrada en Washington.
Los masones cubanos proclaman que la Gran Logia con sede en La
Habana es la única y verdadera representación de
la masonería regular cubana y este hecho finalmente es
reconocido en la V Conferencia de la Confederación Masónica
Interamericana (CMI).
En esta época la Masonería comienza a enfrentar
dificultades: disminuyeron sensiblemente sus recursos financieros
y vieron limitadas muchas de sus gestiones filantrópicas
de carácter privado, debido a los profundos cambios ocurridos
en el país.
A esto se suma el éxodo hacia el exterior de una parte
de sus miembros, mientras que muy pocos jóvenes se interesaban
por ingresar en la institución y preferían dedicarse
por entero a un proceso que prometía cumplir con creces
todo aquello que los masones han enarbolado siempre como su mayor
divisa: 'Libertad, Igualdad, Fraternidad'. De 34 mil miembros
en 1959, la cifra se había reducido a 19.582 en 1981.
Pero cuando parecía que el destino de la masonería
en Cuba era languidecer calladamente hasta su total extinción,
comienzan a registrarse signos de recuperación.
A partir de 1982 se advierte un ligero crecimiento que ya no se
detendrá hasta el presente, cuando su membresía
asciende a más de 28 mil afiliados.
En los últimos años ha crecido de manera significativa
la participación internacional de la Masonería de
Cuba y el reconocimiento que recibe en el concierto universal
de la Institución: actualmente la Gran Logia de Cuba, a
través de su Muy Respetable Gran Maestro, quien ejerce
una Vicepresidencia de la Confederación Masónica
Interamericana, presidiendo la Segunda Zona que comprende las
Grandes Logias Regulares del Caribe.
Los masones están seguros de que, a pesar de sus antiguos
ritos, la masonería no resulta anacrónica: por la
ética de sus postulados, por su colectivismo y porque su
finalidad de buscar la superación del hombre es inagotable.
De ahí proviene, su optimismo al valorar el futuro de la
masonería en la Isla, '...la institución que más
elementos ha aportado a la independencia, la libertad, la cultura
y el progreso de Cuba...
Otros apuntes.
Las primeras concepciones masónicas arribaron a La Habana
con las corrientes del denominado Iluminismo ., o la .Ilustración.,
posterior a la Revolución Francesa de 1789, y principalmente
en la primera mitad del siglo, en que fueron organizados como
clubes y como organizaciones secretas.
El
sentido peculiar de los ritos y ceremonias de las asociaciones
masónicas .que no se efectuaban en templos o sitios de
cultos identificados como tales, sino de forma secreta y en viviendas
articulares., así como su carácter clandestino,
propició un marco apropiado para las conspiraciones contra
el colonialismo español.
Por
otra parte también contribuyó a que la administración
colonial considerase a estas agrupaciones no solo como entidades
que atentaban contra los preceptos religiosos establecidos durante
siglos, sino como agrupaciones en las que se infiltraban los agentes
separatistas o la infidencia., como denominaban a las personas
que ya entonces consideraban la posibilidad de la independencia
de Cuba de la metrópoli española.
Por
las razones antes mencionadas, tanto las ideas masónicas
como sus logias se manifestaron en La Habana de forma concreta
en las primeras décadas del siglo XIX. Todo ello coincidió
con el momento del surgimiento de las repúblicas hispanoamericanas
que en otros tiempos habían sido colonias de España.
Para
algunas de estas nuevas naciones como Colombia y México,
el mantenimiento del colonialismo español en Cuba y Puerto
Rico era un verdadera amenaza para su seguridad e independencia.
Por ello propiciaron planes, conspiraciones y alzamientos, para
lo cual emplearon como agentes subversivos a algunos cubanos.
Un
caso singular fue el del joven habanero José Francisco
Lemus. En 1817 éste visitó Filadelfia, centro de
efervescencia masónica y revolucionaria, y allí
contactó a los comisionados de esos países, que
le proporcionaron ayuda, instrucciones y la documentación
requerida. Regresó a La Habana en 1822, y, como cobertura
para sus planes conspirativos, empleó a las logias masónicas.
Fundó en La Habana la Logia Masónica Soles y Rayos
de Bolívar, y otras, que llegarona contar con más
de 600 afiliados; pero el plan insurrecional contra España
y por la independencia de Cuba fracasó, y Lemus y otros
25 conspiradores fueron desterrados a España, mientras
que los restantes fueron sancionados con multas
En
la segunda mitad del siglo XIX, se establecieron algunas logias
masónicas con publicaciones propias.
Entre
estas se pueden citar: la revista llamada Voz del Hirám
(y el periódico del mismo nombre) de la Madre Logia Provincial
fundada en 1876; la Revista Masónica, publicación
quincenal, de1882, que fue suspendida por la administración
colonial española; el Avisador Masónico, de 1883,
fundada en La Habana; Cuba Masónica, revista quincenal
y órgano oficial de la Logia Acacia, fundada en La Habana
en 1883 y La Gran Logia, publicación quincenal y órgano
oficial de la Gran Logia de la Isla de Cuba, fundada en La Habana
en 1885.
Algunos
importantes intelectuales y patriotas cubanos profesaron la filosofía
masónica, como el escritor Cirilo Villaverde, el patriota
Carlos Manuel de Céspedes, iniciador de las guerras de
independencia, el Apostol Jose Marti o el Generalísimo
Máximo Gómez.
Por
otro lado, las logias masónicas han utilizado como ejemplos
a insignes cubanos como José de La Luz y Caballero.
Con
el inicio de la república, ya en 1912 los masones contaban
en La Habana con la publicación El
Masón Moderno; y en 1920, con el Boletín de la Gran
Logia Masónica de la Isla de Cuba. Más tarde, en
1937, se estableció en La Habana la Ilustración
Masónica; y en 1938 el Boletín de la Gran Logia
de la Isla de Cuba.
Algunos
años después, las organizaciones masónicas,
aunque ya no contaron con la relevancia que tenían en el
siglo XIX y perdieron algunos de sus miembros, incrementaron los
recursos económicos para sus publicaciones y para la edificación
de sus locales y otras de sus instituciones. El más relevante
es la Gran Logia de la Isla de Cuba, la cual costeó con
sus fondos la construcción de su sede en 1955, en un gran
edificio situado en la avenida de Carlos III (hoy avenida Salvador
Allende) y Belascoaín, en una de las zonas más céntricas
de la ciudad de La Habana.
Allí
funcionó también la Universidad Masónica,
una de las primeras universidades privadas en Cuba. Por su calidad,
este edificio está incluido entre las obras arquitectónicas
más significativas de la ciudad de la Habana. De igual
forma, los masones han ejecutado otras obras; y cuentan con sus
panteones propios en la necrópolis Cristóbal Colón
de la ciudad, entre los que se incluyen los panteones de la Logia
de Guáimaro, la Logia Fraternidad Martiana y otras.
En
la actualidad las instituciones masónicas cuentan con seis
publicaciones, editadas en la ciudad de La Habana: está
aún vigente La Gran Logia, boletín mensual, con
artículos doctrinales filosóficos y otros, uno de
los más antiguos. Fue fundado en 1881, y es el órgano
oficial de la masonería cubana. El Boletín Gran
Logia de Cuba, publicación quincenal con avisos y decretos
del Gran Maestro, relación de candidatos para ser iniciados
en las logias y aspectos administrativos, fundado en 1987; la
publicación Circular Mensual del Supremo Consejo del Grado
33 para la República de Cuba, boletín mensual que
publica decretos del Soberano Gran Comendador y candidatos propuestos
para su ingreso en las instituciones, así como obituarios
y otros aspectos de la sociedad, el cual fue fundado en 1995.
También
se incluyen otras publicaciones como el Suplemento de la Revista
Luz y Verdad, fundado en 1922 y editado trimestralmente por la
Orden Caballero de la Luz de la Suprema Logia de El Vedado; y
el Boletín Fraternal, fundado en 1925, y editado por la
Gran Logia de Cuba de la Independiente Orden Odd-Fellows, en el
Municipio Cerro, con las solicitudes de ingreso a la sociedad,
así como otros datos de interés para sus miembros.
Por último, se encuentra el Boletín Cubano, fundado
en 1983, y editado mensualmente por la Orden Caballero de La Luz
de la Gran Logia de Cuba. |