Por
Jay Martínez
Se vivían momentos de mucha tensión y angustia.
Ya las visas se habían agotado y la gente no sabía
qué hacer. En mi caso yo tenía permiso de
salida definitiva y pasaporte listo pero no tenía
visa de entrada y eso en aquel momento era algo bien difícil
de conseguir debido a la crisis y a la mala propaganda que
el régimen había emprendido en contra nuestra.
A todos nos calificaban de escorias y delincuentes.
En
Miami el exilio cubano comenzaba a prepararse para ir a
Cuba a buscar a sus familiares en barcos y lanchas. Esto
ocurrió debido a un pronunciamiento de Fidel Castro
donde dijo que todo el que quisiera venir a buscar a sus
familiares podía hacerlo ya que el gobierno no le
iba a impedir a nadie la salida. El discurso fue como el
día 17 de abril y como el 21 de abril de 1980 comienza
el famoso puente del Mariel.
El
Mariel es un puerto situado al nordeste de la Habana y por
esos días se había convertido en “puerto libre
para la emigración de cubanos hacia los Estados Unidos”.
Comenzaron a llegar embarcaciones de cubanos exilados. Fueron
recibidos por los guardacostas cubanos del régimen
quiénes guiaban y acompañaban a los exiliados
hasta el Puerto del Mariel donde podían embarcar
a sus familiares y llevárselos a tierra de libertad
en Miami. Esto desató en Miami un estado de sitio.
Los cubanos se volvieron como locos lanzándose para
las calles a buscar barcos, botes, lanchas lo que fuera.
Ofrecían altas sumas de dinero para ir a buscar a
sus familiares. El gobierno del Presidente Carter dijo que
esto era ilegal y que iban a imponer multas a los dueños
de las embarcaciones. También enfrentarían
cargos criminales y suspensión de licencias de navegación.
Esto no impidió que los barcos salieran en manadas
hacia el Mariel. Era una oportunidad única para los
cubanos de lograr reunirse con sus seres queridos que en
la mayoría de los casos llevaban 20 años sin
verse.
1980
fue un año de elecciones en los Estados Unidos y
al Presidente Carter no le quedó otra opción
que permitir la entrada de los cubanos. En una conferencia
de prensa desde la Casa Blanca dijo: “Ellos son nuestros
hermanos y el gobierno de los Estados Unidos les abre los
brazos a todos los cubanos que quieran salir de Cuba”.
Estas
palabras provocaron la explosión de emigración
más grande en la historia de Cuba. 125 mil personas
abandonaron su tierra en tres meses.
Mientras
tanto el régimen comenzaba a sacarle provecho a toda
aquella crisis que ellos habían provocado. Se corrió
el rumor de que todo aquel que fuera desafecto a la Revolución
podía salir por el Mariel. Era sencillo. Usted iba
a una Estación de Policía y decía que
era homosexual o que no estaba de acuerdo con el sistema
y te daban
una tarjeta blanca. También a los Testigos de Jehová.
El gobierno autorizaba a personas dementes, retrasados mentales,
presos comunes y delincuentes.
El
régimen vació las cárceles de presos
comunes y delincuentes con el propósito de dañar
la imagen del exilio.
Recuerdo
que recogían a los locos de las calles y se los llevaban
para que se fueran. Hasta Juan Charrasqueado vino por el
Mariel.
Así
siguieron pasando los días hasta que una noche, el
8 de mayo de 1980, tocó a mi puerta un militar de
emigración con un motor rojo y me dijo que tenía
que presentarme inmediatamente en la Playa de Marianao donde
se encontraban las oficinas de emigración.
En
ese momento pensé que estaba soñando. El instante
más anhelado de mi vida había llegado. “Al
fin me llegó la salida del país”, gritaba
yo lleno de júbilo y alegría.
Eran
alrededor de las 12 de la noche. Me buscaron un carro de
alquiler y me fui como se va todo el que sale de Cuba, sin
nada. Sólo con la ropa que llevaba puesta.
Cuando
llegué a la Playa de Marianao me tocó salir
al otro día en una guagua hacia el Mosquito, una
playa que queda antes de llegar al Mariel. Allí había
cientos de casas de campañas con catres y miles de
persona que esperaban que les tocara el turno para ir al
Mariel. Allí estuve tres días. Luego me trasladaron
al Mariel y alli estuve dos días durmiendo en un
almacén viejo que aparentemente había sido
un depósito de cemento. Teníamos que dormir
encima de este cemento. Esto me produjo mucha irritación
en la piel sobre todo en el área de los genitales
que estaban en sangre viva.
Allí
nos tenían como vacas en una especie de corral. Divididos
los hombres de las mujeres.
Como
a las seis de la mañana me llamaron y me montaron
en un precioso yate de
60 pies de eslora. Su nombre era RACHELL. Cuando entré
al barco me recibió un cubano de apellido Mederos.
Me dijo yo soy el Capitán del barco y te doy la bienvenida
a bordo. Me dió una pastilla para el mareo y una
malta. Nos explicó que el barco llevaba en Cuba más
de 20 días y que no tenían muchas provisiones
para darnos. Que les perdonáramos pues ellos no habían
venido preparados para tantos días y los alimentos
se les habían agotado. Llegó el momento de
salir y aquel precioso barco comenzó a navegar lentamente
por la Bahía del Mariel buscando rumbo norte. Comenzó
a tomar velocidad y como a la hora de estar navegando el
Capitán con un megáfono nos dijo: “Bienvenidos
a tierras de libertad. Ya estamos en aguas de la Florida.
Son ustedes hombres y mujeres libres”.
Mi
sueño se había cumplido.
|