por MAURICIO DE MIRANDA
El
análisis detallado de estas medidas no permite establecer
mecanismos de conexión directa entre ellas y las
que anteriormente fueron anunciadas por el gobierno norteamericano,
como no sea la necesidad de mantener un permanente estado
de "toma y daca" en las relaciones entre ambos
países.
Aunque
en realidad, las adoptadas por Fidel Castro poco afectan
al gobierno norteamericano, de la misma forma que las que
anunció George W. Bush no añaden nada significativamente
nuevo a sus presiones tradicionales contra el gobierno cubano.
Quien
sí se ve afectada por las medidas norteamericanas
y por aquellas medidas concretas que pueden extraerse de
la Nota Oficial del gobierno de Cuba es la población
cubana: la que vive dentro del país o en Estados
Unidos.
Los
habitantes de la Isla deberán someterse a nuevas
penalidades, a una mayor zozobra sobre el diario vivir de
los tiempos venideros, sólo con el anuncio esperanzador
de su gobierno sobre la obtención de "nuevas
y gloriosas victorias"; mientras su nivel y calidad
de vida se deterioran y no se tiene claro no ya el futuro,
sino el presente de sus hijos. Lo que sí conoce sobradamente
el pueblo cubano es su inmensa capacidad de sacrificio.
Todo
el pueblo sufrirá la angustia de la separación
de sus seres queridos y los que viven en Estados Unidos
tendrán más dificultades para ayudar a los
suyos de la Isla a superar sus penalidades, además
de limitar considerablemente sus posibilidades de visitar
la tierra que les vio nacer, derecho que por demás,
les negó el gobierno cubano durante la nada despreciable
cifra de 18 años, para luego restringirlo considerablemente,
mediante el mecanismo de los "permisos de entrada".
Sin
duda muchos violarán las medidas, de la misma manera
que en Cuba también se violan muchas normas a diario,
sin que por ello debamos enorgullecernos los cubanos por
lo que esto tiene de nefasto en la conformación de
una cultura de respeto a la ley y al derecho. Para aquellos
que decidan que no dejarán a sus familias en momentos
de penurias económicas y que viajen a la Isla, a
toda costa, se elevarán considerablemente sus costos
de viaje y de transacciones, afectando tanto su disponibilidad
de recursos como aquella que podrán destinar a la
ayuda a sus familias.
La Ley Helms-Burton, todas las leyes de embargo anteriores,
todas las presiones internacionales que han implementado
los sucesivos gobiernos norteamericanos no han sido suficientes
para promover el derrocamiento del régimen de Fidel
Castro. Sólo han servido de argumento a este gobierno
para reprimir a la oposición política e, incluso,
para limitar cualquier crítica profunda "desde
dentro" a su política económica y social,
aduciendo la necesidad de enfrentar la agresión externa
de la potencia más poderosa del mundo.
Sin
embargo, no todo está dicho aún en Cuba. La
verdadera defensa de la independencia nacional pasa necesariamente
por su viabilidad como país, expresada en términos
económicos, políticos y sociales. Por ello
sería necesario adoptar aquellas medidas que, sin
ataduras ideológicas (sin que esto signifique que
el ascetismo ideológico sea posible en la política
o incluso en la política económica), contribuyan
al crecimiento económico, al bienestar y la justicia
social, de manera que cada ser humano sea soberano de su
destino (en convivencia y respeto por el derecho de los
demás), sin que éste le venga trazado desde
el centro de poder.
Por
otra parte, tampoco todo está dicho en Estados Unidos.
En noviembre, las cosas podrían cambiar, ante la
posibilidad que el pueblo norteamericano tiene de rechazar
las acciones de su gobierno eligiendo a otro, no por su
política hacia Cuba, sino por los errores que la
administración republicana ha cometido, tanto en
política interna como externa, así como por
la manipulación a la que ha sometido a su propia
sociedad. Respecto a la política hacia Cuba, habría
que ver si una administración demócrata haría
cambios sustanciales o seguiría apelando al expediente
de la biología.
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