Por
Jorge Hernández Fonseca
La
mal llamada ‘revolución cubana’ es cada vez más
una caricatura de lo que soñaron de ella la mayoría
de los cubanos que la apoyaron en sus etapas iniciales, sobre
todo en la lucha contra la dictadura anterior y la posterior onsolidación
del “poder revolucionario” en Enero de 1959.
Ya
es conocida la historia de engaños utilizada por Fidel
Castro y los comunistas cubanos para decir, primero que “la revolución
no era comunista” y posteriormente declarase como tal. Este procedimiento
–como mínimo anti ético-- implica lógicamente
el reconocimiento implícito de que el pueblo cubano jamás
aceptaría un régimen comunista, y por tanto habría
que engañarlo.
La
justificación posterior del dictador (porque ante tal engaño
había que dar una justificación) fue que “el imperialismo”
había fomentado ‘una mentalidad anti comunista en Cuba,
para la cual no había ninguna base que no fuera la propaganda
norteamericana contra la antigua URSS’. El reconocimiento de la
estrategia de engaño fue hecho por el propio dictador cubano
en persona.
A
medio siglo de distancia de lo sucedido, hoy observadores imparciales
pude evaluar sin apasionamientos las verdades o mentiras contenidas
e aquellos episodios, porque la población de la isla ha
podido comprobar los postulados (supuestamente propaganda anti
comunista) que sustentaban los cubanos demócratas que rechazaron
el comunismo y los postulados abrazados por Fidel Castro y su
partido único en su afán de crear una sociedad comunista
‘igualitaria’.
De
manera que, cualquier historiador desapasionado pudiera definir
ahora, estudiando la sociedad cubana actual --consecuencia del
comunismo implantado hace casi medio siglo-- cuales postulados
esta implica, no como propuesta, sino como realidades prácticas,
y así definir mejor si los que lucharon en Cuba contra
el comunismo defendían una “propaganda anti comunista artificialmente
fabricada”, o existía alguna base real para rechazar esa
ideología.
Siguiendo
este razonamiento, proponemos extraer de la sociedad cubana de
hoy algunos postulados básicos sobre los que el comunismo
cubano se basa al estructurar la sociedad socialista que el partido
comunista cubano ha creado y que defiende con uñas y dientes,
en el supuesto que, regresar a la sociedad anterior, sería
una pérdida para Cuba y los cubanos.
El
primer pilar de la sociedad cubana actual es la desigualdad. Así,
el partido comunista ratificó la desigualdad existente
antes del triunfo comunista contra la que supuestamente luchó,
pero la aplica de manera diferente. La nueva desigualdad impuesta
tiene dos focos: la desigualdad entre el pueblo cubano y los militantes
del partido, tan nítida en el accionar de la sociedad del
interior de la isla que podemos denominar a los cubanos no militantes
como “Ciudadanos de Segunda”; y la desigualdad entre todos los
cubanos residentes dentro Cuba y los extranjeros.
Este
principio “desigualitario” nadie (ni siquiera el partido) lo discute,
sino que lo justifica como una etapa necesaria (puede ser comprobado
con un simple viaje a la isla) y contradictoriamente genera otro
fenómeno, este si igualitario, pero indeseado: la igualdad
de todos los cubanos ante la pobreza. Todos los cubanos son pobres.
La pobreza es la religión de la revolución cubana.
Este
pilar tiene ramificaciones conocidas: la disposición oficial
emanada de las altas esferas de la dictadura cubana de no permitir
a los cubanos entrar a los hoteles cubanos. No sólo los
cubanos no pueden hospedarse en sus hoteles, sino que siquiera
pueden entrar. La disposición de la dictadura para que
los cubanos residentes en la isla tampoco puedan entrar en las
tiendas exclusivas para extranjeros, ni entrar en los restaurantes,
también para sólo extranjeros.
No
basta a un cubano residente e Cuba tener dinero, simplemente no
puede entrar a ninguna dependencia que la dictadura declaró
exclusiva para extranjeros, que son las instalaciones más
notables de la linda naturaleza cubana. Nunca en la Cuba precastrista
hubo antecedentes de esta naturaleza con los residentes en la
isla por causa solamente de su origen étnico, ¡cubano!
Un
segundo pilar de la revolución cubana después de
medio siglo de revolución, es que los cubanos no pueden
entrar o salir, hacia o desde la isla, sin un permiso especial
(una especie de visa para entrar y un papel de los órganos
represivos para salir). Esta disposición la revolución
cubana la hace para evitar que el pueblo cubano del interior de
la isla tenga contacto real y efectivo con las sociedades democráticas
que tanto critica y evitar el “contagio ideológico”
Así,
hay casi un 20% de la población cubana que vive en el exilio
por causas políticas, que detenta un Producto Interno Bruto
(PIB, equivalente a la suma de las entradas anuales devengadas
por todos los exiliados cubanos) de unas 20 veces mayor, que el
PIB de los cubanos residentes en la isla, sumando sus entradas
por generación de bienes y servicios.
El
tercer pilar de la revolución castrista es lo que pudiéramos
llamar de “El Mayoralato”. Los cubanos, todos los residentes en
la isla, trabajan y reciben sus pagos en un papel impreso por
la dictadura (pesos cubanos) muy similar a los bonos de papel
que los mayorales imprimían para pagar el trabajo de sus
siervos en las grande haciendas feudales y que sólo valían
en sus haciendas, como sucede con el peso cubano. Pero lo grave
es que el mismo dictador que les paga en esta especie de bonos,
les vende en tiendas suyas, en otra moneda, que para los cubanos
adquirirla tienen que comprarla pagando 25 pesos cubanos para
obtenerla, moneda inventada para estafarlos. Los mayorales “de
antes” pagaban y vendían en la misma moneda.
El
cuarto pilar de la revolución cubana es la “ausencia de
un proyecto” definido. Castro comenzó a ilusionar a los
cubanos con una revolución donde todos tendrían
igualdad de derechos, igualdad ante los bienes materiales y posibilidades
de realizar sus sueños. La igualdad de derechos no existe
después de medio siglo de revolución. Más
bien el pueblo ha perdido derechos y al decir de los cubanos de
la isla, “todos son iguales, pero hay algunos más iguales
que otros”. Los cubanos han perdido las esperanzas de tener un
mínimo de bienes materiales. Tienen una libreta de racionamiento
que dura casi 50 años. No pueden comer lo que quieren,
no pueden comprar la ropa que desean, y así, un largo etcétera
interminable. La realización de sus sueños, común
a todas las sociedades del mundo --como tener una casa propia,
comprar un automóvil propio, tener su futuro laboral garantizado--
después de medio siglo de revolución, Castro no
ha podido dar más que pesadillas en lugar de sueños.
Estos
razonamientos se me hacen concientes después que un grupo
de jóvenes estudiantes cubanos --que por su edad no tuvieron
que beber los tragos amargos de los engaños castristas
al inicio de la revolución-- cuestionara precisamente estos
puntos a Alarcón. Ignorando ellos que precisamente sus
cuestionamientos son la base del poder comunista sobre la sociedad,
los inocentes estudiantes han criticado el corazón represivo
de la dictadura y cuando fueron detenidos por su atrevimiento,
vinieron a público a decir que las de ellos “son propuestas
revolucionarias”, cuando en realidad su solución desmontaría
los pilares de la dictadura.
¿Continuará
intacto el régimen si da igualdad real a los cubanos militantes
y no militantes, a los cubanos y a los extranjeros? ¿Continuará
inmutable el régimen dando libertad a los cubanos de viajar,
entrando y saliendo libremente de la isla sin restricciones políticas?
¿Continuará igualmente intacta la economía
de la dictadura pagando a los cubanos con la misma moneda con
la cual compran en sus tiendas? ¿Continuará inmune
la dictadura exponiendo claramente su proyecto de país,
de manera que la población lo pueda criticar periódicamente?
Estas
son las preguntas. Todas van contra la revolución cubana,
que impuso la desigualdad, las prohibiciones entrada-salida del
país y la doble moneda, sin un proyecto definido de beneficio
a los cubanos, sólo para mantener el poder en manos de
los hermanos Castro. Ahora, a la distancia de medio siglo, todo
resucita en la boca de jóvenes estudiantes que dicen ser
“revolucionarios”, como si exactamente esas mismas preguntas no
les hubiera costado a toda una generación de cubanos --50
años atrás-- tanta sangre derramada los paredones
de fusilamiento y tanto sufrimiento en las ergástulas de
la misma dictadura que todavía nos oprime.
|