Por
Esteban Casañas
Nada
es casual, el único representante de un estado que asistió
al nombramiento del nuevo rey en Cuba, tuvo que ser precisamente
un embajador de la iglesia católica. ¡Todo un milagro!
Expresarán aquellos fervientes seguidores de esa religión
no exentos de ingenuidad. Visita y cambio de corona coincidieron
en tiempo y espacio entre discursos y oraciones, ¿quién
lo iba a decir?, festín de inquisidores.
Del fatalismo que pesa sobre nuestra tierra poco puede agregarse,
del maridaje existente en los últimos tiempos entre los
portadores de la cruz y los de la hoz, nada puede sorprendernos.
Poco favor le ha hecho a la iglesia católica esta visita
del Cardenal Bertone a Cuba, muy poco a su pueblo y a aquellos
sacerdotes que profesan con el corazón sus funciones de
pastores.
Vimos hace muy poco, la entrevista realizada al padre José
Conrado de la iglesia Santa Teresita de Santiago de Cuba. Sus
palabras fueron verdaderamente conmovedoras y el amor expresado
durante toda su comparecencia, tuvo que contagiar a todos los
televidentes. Nos habló de los sacrificios y necesidades
de su iglesia para ayudar a los más desvalidos. Nos contó
de los atropellos cometidos por las fuerzas represivas del régimen
en contra de pacíficos manifestantes, entre los que se
encontraban mujeres y niños. Nos dijo que nunca abandonaría
su tierra, porque sería traicionar el amor de toda aquella
gente que acude diariamente a su templo bajo la amenaza de un
derrumbe. Como él hay muchos ejemplos en la isla, aún
hoy retumba en nuestra memoria aquel valiente discurso del Obispo
de esa misma ciudad de donde viene el padre José Conrado,
me refiero a Monseñor Pedro Maurice. Dijo en su recibimiento
al Papa: Le presento además a un número creciente
de cubanos que han confundido la Patria con un partido; la Nación
con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas
décadas, y la cultura con una ideología. Son cubanos
que, al rechazar todo de una vez sin discernir, se sienten desarraigados,
rechazan lo de aquí de Cuba y sobrevaloran todo lo extranjero.
Algunos consideran éstas como una de las causas más
profundas del exilio interno y externo. Tuvo que ser muy valiente
para manifestar tantas verdades en aquel discurso de bienvenida.
La participación de la iglesia durante todo el proceso
dictatorial cubano ha sido muy pobre, cobra su verdadero rol solo
unos años antes de la visita del Papa, aunque se conocen
casos aislados de valentía y coraje de muchos de sus sacerdotes.
Sin embargo, desde la llegada al poder del Cardenal Jaime Ortega,
todos esos sacrificios realizados por estos siervos del Señor
se han visto manchados por sus posiciones de franca complicidad
con el régimen.
Hoy, para complicar aún más el servicio de esos
nobles sacerdotes a favor de su pueblo, escuchar las manifestaciones
del Monseñor Tarcisio Bertone, nos conduce a la duda de
encontrarnos ante un reverendo idiota vestido con una sotana de
lujo o, ante uno de los más grandes canallas que ocupan
altos cargos en el Vaticano. Para colmo de nuestros pesares y
aumentar esa sensación de traición que, hemos sentido
ante las prédicas del Cardenal Ortega, hay que sumar los
actos francamente descarados y ofensivos de este “santo” embajador.
Produce repugnancia leer los votos de buena voluntad de los Obispos
de Cuba por quienes ellos llaman nuevo Presidente Raúl
Castro. Provoca una profunda vergüenza leer de esos Obispos
que se elevan las oraciones de nuestra Patrona la Virgen de la
Caridad del Cobre por la Asamblea, Consejo de Estado y su nuevo
Presidente. ¡Por Dios! Qué tan bajo ha caído
la iglesia cubana, han confundido a nuestra virgen con una jinetera.
Dieron deseos de vomitar aquellos pedidos de oración de
Ortega por la salud del peor asesino conocido en nuestra historia,
solicitud a rezar por el más despiadado verdugo que ha
sufrido su propia iglesia. Para colmar la copa, todas las noticias
y notas referentes a la visita de este embajador de la Santa Sede.
Manifestaciones casi todas en perfecta armonía con la línea
de ese gobierno, lo que nos faltaba.
Convencido estoy de que no creo en esa iglesia y que mis pecados
carecen de importancia comparados con los de estos personajes,
¿por qué debo confesarme ante ellos?, Sacerdotes,
Obispos y Cardenales como estos individuos deben ser crucificados.
Después veremos a quién perdona Dios, si a ellos
con sus cargas de telas y oraciones o a un simple pecador.
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