Por
Andrés Oppenheimer
Ahora que México califica oficialmente al saliente presidente
cubano Fidel Castro de figura destacada'', Brasil lo llama un
"mito" viviente y la prensa mundial hace todo tipo de
piruetas semánticas para evitar denominarlo dictador, es
hora de analizar desapasionadamente qué tan bueno ha sido
su gobierno.
¿Pasará
a la historia como un hombre fuerte bienintencionado que mejoró
las condiciones de salud y educación de su país?
¿O será recordado como un tirano ególatra
que se aferró al poder durante medio siglo y dejó
a su país más pobre que antes?
Un
chiste que escuché en las calles de La Habana a fines de
la década de 1980 decía que los tres mayores logros
de la revolución cubana han sido la salud, la educación
y la soberanía nacional, y sus tres mayores fracasos han
sido el desayuno, el almuerzo y la cena.
Puede
que así sea. Pero desde entonces, las cosas en Cuba han
empeorado significativamente.
Para
darle el beneficio de la duda a Cuba, dejemos de lado por un momento
los datos que el gobierno isleño considera injustos, como
el informe de la revista Forbes según el cual Castro posee
una fortuna de u$s 900 millones, o el reporte del Archivo Cubano,
de Nueva Jersey, que afirma tener documentados 4.073 fusilamientos
y 3.001 muertes "extrajudiciales" en Cuba desde la toma
del poder por Fidel en 1959.
Y
dejemos de lado por un momento la verdad indiscutible de que Castro
ha sido -bajo la definición de cualquier diccionario- un
dictador.
Centremos
nuestro análisis sobre las mediciones favoritas del gobierno
cubano, como el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones
Unidas, que se focaliza en gran medida en los estándares
de salud y de educación de cada país.
Según
este ranking, Cuba ocupa el sexto lugar en Latinoamérica,
detrás de la Argentina, Chile, Uruguay, Costa Rica y las
Bahamas. En algunos rubros específicos, sale muy bien parada:
tiene un 99,8% de alfabetismo adulto y una expectativa de vida
de casi 78 años. Es el mejor índice de alfabetismo
adulto de la región y el tercer mejor índice de
expectativa de vida, después de Costa Rica y Chile.
Sin
embargo, también es cierto que Cuba ya era uno de los países
más avanzados de Latinoamérica antes de 1959.
Según
el Anuario de Estadísticas de la ONU de 1957, el índice
de mortalidad infantil de ese país para ese año
-32 por 1.000- era el más bajo de Latinoamérica
y ocupó ese año el cuarto lugar en la región
-detrás de la Argentina, Chile y Costa Rica- en alfabetismo.
Lo
que es más, Cuba estaba en el tercer puesto entre los países
latinoamericanos en el promedio diario de consumo calórico,
según datos de la ONU.
Es
cierto que era una dictadura de facto cuando Castro tomó
el poder y que dependía enormemente de Estados Unidos.
Pero casi cinco décadas después, Cuba prohíbe
expresamente la existencia de partidos opositores o medios de
prensa no gubernamentales, y tiene una enorme dependencia económica
de Venezuela y de los casi u$s1.000 millones anuales que envían
los exiliados cubanos.
Encima
de todo eso, los cubanos ganan un promedio de apenas 12 dólares
al mes, los subsidios alimenticios del gobierno les alcanzan,
con suerte, para dos semanas, tienen un sistema de apartheid que
de hecho no les permite entrar a los hoteles y restaurantes frecuentados
por turistas y la gente puede ir a la cárcel por leer periódicos
extranjeros considerados "propaganda enemiga"
Hasta
el Índice de Desarrollo Humano de la ONU del 2008, el favorito
del gobierno cubano, sitúa a Cuba entre los países
más atrasados del mundo en el acceso a teléfonos
celulares e internet.
Tiene
un promedio de 12 usuarios de celulares por cada 1.000 habitantes,
comparado con 48 de Haití, 460 de México y 570 de
la Argentina. Asimismo, Cuba tiene 17 usuarios de internet por
cada 1.000 habitantes, comparado con 36 en Honduras, 70 en Haití,
177 en la Argentina y 181 en México.
Mi
opinión: Castro siempre ha dicho que los problemas de Cuba
se deben al embargo comercial de Estados Unidos. Aunque no me
gusta el embargo, no creo en esa afirmación. Todas las
dictaduras justifican su existencia citando amenazas internas
o externas, y Cuba no es la excepción.
Para
su crédito, Castro se empeñó en mejorar las
condiciones de salud y educación que heredó, pero
al precio de imponer una dictadura que ha costado miles de vidas,
ha separado a millones de familias, ha empobrecido el país
y ha terminado por dejarlo más dependiente que antes en
el plano económico.
Tal
vez la pregunta clave no sea si la revolución de Castro
estuvo justificada, sino si valió la pena. A la luz de
todas las evidencias, no.
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