Amor:
Vilma
estoy escribiéndote esta carta no sin temor, como has visto
la he guardado en mi PC con el nombre de ¨Preparación
Combativa de las Fuerzas Armada¨, y espero que un día
como siempre haces, cuando ya no este, rebusques en las cosas
que tengo en mi PC y la encuentres.
Debo
decirte que más que una confesión de mi parte, es
un desahogo. Quiero hablarte por primera vez de mi vida, de aquella
que quizás no conoces, de aquella que quizás sospechabas,
pero que no querías ver.
Te
empezaré diciendo que era yo un muchachito de ocho años,
allá en Birán, cuando por primera vez puse mis ojos
en una hembra, una niña. Tres amigos la “amábamos”
y hasta nos fajábamos por ella sin que ella se enterara.
Y
esto que leerás a continuación te sorprenderás
al leerlo, pero es que han sido muchos años conteniéndome
y espero que entiendas por lo que he tenido que pasar toda mi
vida.
Ya
para entonces siendo un niño, me gustaban los hombres,
pero no veía relación entre eso y enamorarse. Ni
mis amigos ni yo estábamos muy empapados aún de
lo que se hacía con las novias.
Mas
tarde la cosa fue cambiando, ya yo sabía la relación
que existe entre sexo y pareja.
Te
cuento que aquel entonces me gustó una niña del
vecindario. Muy “enamorado” me hice una historia de
bodas: Imaginaba a aquella linda muchacha en traje de novia, dulce,
enamorada, como en la más rosa de todas las películas
rosa.
Los
hombres me gustaban más, pero vestidos de novia no tenían
ninguna gracia, ellos mejor sin adornos, desnudos preferentemente.
Por
tanto con ellos me era muy difícil la fantasía de
Príncipe y Cenicienta.
Con
incipiente galanteo y sin mucha conciencia del riesgo me lancé
con esta muchacha, creo que en el fondo confiaba en que no sería
correspondido.
Pero
me equivoqué. Le caí bien a la niña, creyó
que la deseaba y sucedió lo peor de todo. La niña
en la escuela “enamorada” de mí, y yo obligado
a corresponderle porque si no: “que dirían de mí
los demás”.
De
pronto mi linda Cenicienta se me convirtió en algo terrible,
en un plato que no te gusta y que te tienes que comer a la fuerza.
Yo
con muy poca habilidad casi salgo huyendo y como era de esperar
los varones en el colegio se cuestionaron mi gusto por las hembras.
¡Si fuera yo! - decían. Hasta me tuve que fajar con
uno que sorprendí diciéndole que yo debía
ser maricón.
La
solución fue hacerme novio de otra. La elegida como novia
era una putica en la escuela secundaria, sabes que siempre en
toda escuela hay una putica como en todo hospital hay una enfermera
putica.
En
el aula una y otra vez ella comentaba que los novios estaban para
ayudarse. Lo hacía con el propósito de que le soplara
en los exámenes. En pago unos besitos… menos mal,
yo temía algo peor.
Y
yo contentísimo de que no deseara paga mejor. Y como en
verdad no quería ni eso y quería salir de ella,
mi resolución fue no decirle una sola respuesta en los
exámenes. Por poco suspende y se peleó conmigo muy
indignada.
“Acongojado
con tan irreparable pérdida” termine la secundaria.
Cuando
me dispuse a hacer el bachillerato, en aquella escuela puse todo
mi empeño en pasar inadvertido para las muchachas. Se suponía
que yo era tan preocupado por la justicia social, por cosas “importantes”
que no estaba para novias. Pero en verdad, eran mariconerias mías.
Me
había “echado” al barbero del vecindario en
que vivía alquilado.
Fue
mi primera vez, y la verdad aquello no se sabía quien le
daba a quien. Tuve sentimientos de culpa… solo pensaba en
lo que pasaría si se enteraba la familia
Pero
eso no me hizo cambiar mi opinión acerca de que el sexo
nada tiene que ver con el amor. La primera vez, saliendo del orgasmo
me agarró por el cuello de la camisa y me dijo que si decía
algo me mataba. De verdad que no sonó muy poético.
Me refiero al Barbero porque nunca supe su nombre, solo se que
a el, lo que le gustaba era que yo le dijera ¨Puchi¨
Con
un gran anonimato y muy pocas sospechas acerca de mi persona,
llegué a casi al final del bachillerato. Después
de la experiencia con Puchi, a las mujeres ni las miraba. Casi
me alegraba si les caía mal.
Entonces
una fea llamada Bertha, famosa por su lujuria y haberse tragado
a media escuela, se antojó de pasarme la cuenta. Y no era
sutil la fea, que echaba pestes de los maricones y se las daba
de calentona.
Bertha
empezó a decir que yo era maricón porque no me acostaba
con ella. En verdad me era repulsiva. Pienso que si la gente no
le hacía mucho caso a su comentario era porque no había
que ser necesariamente homosexual para que no te gustara Bertha.
Estaba para los leones.
Pero
sucedió que en uno de sus comentarios, Bertha fue enfrentada
por Magda, una muchachita muy callada que yo nunca había
escuchado hablar en voz alta. Magda le dijo que era una vulgar
y no sé cuantas cosas, y que una mujer tan ordinaria no
era para mí.
Bertha ofendida se vengó de Magda gritando a voz en cuello
un secreto que muy pocas conocían. El secreto era que Magda
estaba enamorada de mí y que me hacía poemas que
a nadie les enseñaba.
La pobre muchacha descubierta le fue encima, y todos se asombraron
de la fiereza de aquella muchacha que nunca hablaba. Se formó
la bulla, de todas partes venían a saber cual era la bronca.
Yo escuché y vi de lejos el alboroto sin sospechar que
tenía que ver conmigo.
El cuento muy mal contado trascendió como dos muchachas
se peleaban por un novio. Y todas querían saber quien era
el tan discutido muchacho.
Me señalaban por los pasillos, comentaban. Y por supuesto,
efecto de masas, y para desgracia mía, muchas empezaron
a fijarse en quien no se habían fijado.
¡Y
faltaban como cuatro meses para terminar en aquella escuela! Ahora
sí que iba a tener que comer de todas todas. Las hembras
eran como lobos asechándome, y el cartelito de maricón
cada vez lucía más nítido en mi frente. Y
asi ha sido toda mi vida, siempre teniendo que hacer el papel
de macho.
Había
una putica amiga mía: la China, tan ninfómana como
Bertha pero bien codiciada, le gustaba fugarse conmigo a comer
mierda; creo que en el fondo sabía que yo era maricon y
no le importaba, o quizás justo por eso se sentía
tan a gusto conmigo.
Los
fines de semana nos bañábamos en las pocetas del
malecón, hacíamos locuras. Muchos creían
que yo me acostaba con la China y que lo ocultábamos por
alguna razón. Creo que mi mamá también pensó
en algún momento que era mi novia oculta. Si mi madre hubiera
sabido la verdad, me mete un fusil por el culo.
Pues
sigo, tal vez la China era la única muchacha que miraba
con verdadero agrado, no me exigía nada, era muy loca,
medio frívola pero bien divertida.
A
veces nos íbamos para el malecón a dormir o conversar,
casi siempre se acostaba sirviéndome de almohada. Algunas
veces nos vieron y los varones me manifestaban luego su envidia
por poner su cabeza sobre el vientre o sobre las nalgas de la
China.
Ella,
que no le importaba mucho la opinión ajena, a veces me
invitaba a hacerlo delante de todos, como si no se diera cuenta
de la importancia que para otros tenían tales posturas.
Dicen
que los maricones nos entendemos bien con las putas. No sé
a qué se debe, pero me di cuenta que en el camino de los
que burlan la moral… encontraría mejores amigos.
Mis amigos varones eran noblecitos, estudiosos, medio tontos y
sobre todo muy correctos. Nunca se hicieron amigos de la China.
Gracias a ella nadie se atrevió a asegurar que yo era maricón.
Con
respecto a Magda, la muchacha de los poemas, nunca leí
los poemas, ni tuve el menor acercamiento. Sentí lástima
de que hubiera sido víctima de aquel escándalo por
mi culpa, pero un acercamiento podía estimularla y ya la
experiencia me había dicho los peligro que encerraba ese
paso.
Nunca
me reprochó nada, ni siquiera con un ademán o una
mirada. Era una muchacha muy poética, conmovía.
Pero para mí entonces acercarme a ella era convertirla
en fiera; que perdiera ese aire de inocencia y se me transformara
en un gran bollo sediento, un vulgar bollo humillándome,
haciéndome quedar en ridículo y no queria pasar
por eso
A
Magda la sepulté, la borré de mi cerebro para no
sentir ni culpa.
Conocí
a Sandra, que, con otras características, también
cumplía, aunque ese no fuese el motivo de mi afecto por
ella, la misma función que la China en cuanto a la opinión
de los demás.
Sandra,
suponían muchos, era mi novia oculta. La sentía
muy desvalida y dependiente de mí, era como una novia,
pero sin sexo. El punto es que desde mi experiencia con el barbero
no había tenido ninguna otra.
Algunos
comentaban en broma que éramos siameses pues nos pasábamos
todo el tiempo abrazados. Lo que nunca nos tocábamos el
sexo. Un día, me decidí hacer la prueba y pegármele
excitado. Ella se asustó, casi sale corriendo. Nunca entendí
muy bien eso, se peleo conmigo.
Yo
hasta sufrí mi poquito por ella, en fin temía que
el machito que tenia dentro de mi se despertara.
Me
escapaba de la escuela para estar con muchachos y la había
cogido tan en grande que no tenía tiempo para nostalgias.
Para mí los hombres seguían siendo sólo sexo
¡Pero qué sexo! Como para olvidarse del espíritu…
era como plátano maduro en boca de vieja.
En
esa época ya yo estaba medio suicida. De pronto no sabía
qué quería hacer con mi vida, y me enajené
de sexo, en abundancia, a cualquier hora, con cualquiera que me
gustara. Ya me empezaba a importar cada vez menos lo que dijeran
o dejasen de decir sobre mí.
Mi
buena amiga Sandra que en todo este tiempo no me había
perdido ni pie ni pisada. Y que tal vez por ansia de verme con
más frecuencia empezó a creer que estaba enamorada
de mí. Sandra llegó muy tarde, fue mi última
novia y la primera estando ya yo montado el tren de la mariconerias
y a toda máquina.
Para
Sandra no tenía tiempo, la dejaba embarcada ¡Un desastre!
Me hice novio de ella para complacerla, y quizás un poco
para probar si todavía podía rescatar algo de aquel
incipiente gusto por las mujeres. Pero no quedaba nada.
La besaba por obligación, no es que me fuese repulsivo,
la quería, pero no me excitaba, la acariciaba siguiendo
un guión que lo hiciera creíble, rememoraba mis
juegos con Puchi y así adivinaba qué se suponía
debía gustarme. Una tortura. Luego los reproches.
Mi
buena y entrañable amiga Sandra se convertía también
en la fiera que en mi criterio se convertían todas las
mujeres tan pronto te las hechas de novias.
La
dejé y me estuvo ofendiendo como media hora. Fue en el
Parque Central, yo mientras tanto miraba a un muchacho lindísimo
que se había sentado cerca. Me pareció que era maricon
y quería que Sandra terminara y se fuera para ver si lo
capturaba.
Por
suerte, el tiempo le aplacó los reproches a Sandra y volvió
a ser la misma de antes.
La
otra mujer importante de mi vida, la más importante, llegó
unos cuantos años después, cuando ni por asomo quería
una enamorada más en mi vida.
Se
me apareció como una revelación. ¡Mágica!
Sentí que algo me traía. Como si viniera a rescatarme,
como si fuese una ventana. Como si yo estuviese en un cuarto oscuro
y además creyera que fuera de ese cuarto no existía
nada. Y de pronto ella: Un paisaje inmenso.
Para
mí no tenías comparación con nada. Porque
por supuesto, amor mío, hablo de ti.
El
gran suceso de mi vida fue encontrarte. Contigo nací de
nuevo. Siento que te hice y que me hiciste. Sin ti yo no hubiera
sido este. Lo mejor de mí es obra tuya.
Como
haz de suponer por todo lo narrado, no deseaba en lo más
mínimo que te enamoraras de mí, para ser más
exacto, rogaba que eso nunca sucediera.
Para
serte sincero lo pensé alguna vez, sobre todo porque otros
me lo decían, para algunos, incluso, era indiscutible.
Claro que ellos no entendían lo que tú representabas
para mí, ni tenían por qué entenderlo.
Si
tenían razón era como si de golpe me cerraran la
ventana, y además confirmara que había sido un espejismo,
que efectivamente: el mundo era el cuarto oscuro. Si alguna vez
se te ocurrió tal idea hiciste bien en callarla.
A
este que soy ahora puede resultarle gracioso el cuento, inclusive
halagador. Pero aquel era demasiado asustadizo cuando de mujeres
se trataba.
Que
te hicieras amante de Frank Pais, apasionamiento incluido, no
me dio celos sino alivio. Antes de tu subir para la Sierra Maestra
ya yo había estado con el Che. No te imaginas como me sentí
cuando llegaste a la Sierra, se paralizó todo con el…
te diré que solo fue una vez... solo una.
Después
cuando ya triunfó la Revolución, que yo bajé
con aquella colita, que desde luego me la hacia para parecerme
a ti, muchas gente veía la foto tuya y mia en la sierra
y la verdad que pareciamos hermanas, Fidel me dijo: Raúl
acaba de quitarte esa cola de mierda que pareces medio maricón.
Como si el medio maricon existiera, se es o no se es maricon completo,
el medio maricon no existe.
Pero bueno tuve que hacer el papel de hombre durante todo este
tiempo, pero siempre hacia de las mias con algun que otro oficial,
algun que otro guardaespaldas.
Y
salí de mi cuarto oscuro casi sin darme cuenta, ya era
de todo, pero siempre teniendo que hacer el papel de macho.
Pero
te digo, ninguna mujer, ningún hombre, ha sido para mí
lo que tú haz sido. Tú para mí no perteneces
a un sexo. No eres hembra ni macho. Tal vez las dos cosas.
Pondré
alfombras por donde quiera que vayas, aunque nunca te enteres
que fui yo quien las puse.
Fue
una mujer quien se hizo ventana para mí hace muchos años,
fuiste tú que me mostraste tanto paisaje femenino. ¡Tan
hermosa vastedad! Todo eso que un hombre jamás podría
crear.
No
lamento ser maricon, pero me iré con la insatisfacción
de penetrar ese mundo que reconozco hoy en lo femenino.
El
cuento de la costilla de Adán es definitivamente una mentira.
Las mujeres vinieron del cielo y los hombres del barro. Hay hombres
un poco cielo y mujeres un poco barro, pero el origen sigue contando.
Ellos
logran emanar luz, ellas la tienen aunque no se lo propongan,
aunque no la usen, aunque muchas veces la malgasten. Pero la tienen.
Lo
malo es que si no fuese maricon, tal vez no lograba darme cuenta
de esto.
Tal
vez estaría con mujeres pero sin ver el paisaje, sucede
tanto, me estaría perdiendo lo mejor que tienen. Claro
que para percibir esa esencia femenina no basta ser maricón,
había que conocerte a ti.
Soy
el resultado de ambas cosas. Y después de todo, si yo hubiera
sido hetero o maricon, si hubiésemos tenido un romance
espectacular, seguro iba a ser espectacular, contigo todos lo
son.
Nuestro
romance es más que eso, demasiado más que eso, es
un amor de eternidad. Tal vez estaba previsto para el Paraíso
y nos conocimos antes de tiempo.
Esto
es todo, quizás cuando encuentres esta carta, ya sea una
carta póstuma.
Vilma
te pido perdón, porque quizás esta carta sea lo
mas maricon que hayas visto después Juan Gabriel. A estas
alturas de mi vida, me siento mas aburrido, que un vegetariano.
Ojala
y no se adelante el hijo de puta de elveraz.com y se robe esta
carta, se pasa la vida hackeando las PC del consejo de estado.
Te
amo eternamente
Raúl
Castro Ruz
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