Por
Livia Gálvez
Ante la aguda crisis que atraviesa el sistema de educación
cubano la respuesta no es precisamente alentadora. En los distintos
niveles la crisis se justifica con la propia crisis. Me explico:
cuando existe una reclamación, una queja, una exigencia,
sencillamente las personas o instituciones requeridas responden:
“es imposible resolver porque nuestro sistema está
en crisis”. ¿Hasta cuándo? No saben. ¿Qué
hacer? Tampoco.
En un país donde hasta las más pequeñas soluciones
hay que “bajarlas” no se pueden dar inmediatas respuestas.
El hecho está en que día a día se deterioran
más todos los niveles de la enseñanza, pero fundamentalmente
la primaria, la secundaria y la preuniversitaria.
Trataré de enumerar todo ese deterioro según mi
modesta forma de ver:
1. El Estado es el verdadero protagonista de la educación.
Decide los programas de estudio según sus intereses y no
repara en sacrificar el contenido académico en aras del
contenido político e ideológico.
2. La familia no puede participar en la educación de sus
hijos plenamente y ni siquiera tiene conciencia de ello. La escuela
propicia la participación de los padres en reuniones para
que “ayuden” a los maestros a hacer su trabajo, pero
no para decidir cuestiones esenciales de la educación de
sus hijos. No existe la posibilidad siquiera de decidir el tipo
de educación que cada cual quiere para su familia, ya que
hay uno solo, con un solo objetivo y un solo y único sistema.
3. Falta de maestros y profesores. La baja remuneración
en primer lugar, la poca estimulación, la inconformidad
con el sistema educacional, las exigencias de incondicionalidad
al proceso político- algo imposible de cumplir en la práctica-
el exceso de control que al final todo lo descontrola, la falta
de libertad de cátedra, entre otras cosas han provocado
la renuncia de una cantidad alarmante de trabajadores de la educación.
4. Insuficiente preparación de los educadores. El éxodo
de estos trabajadores ha traído como consecuencia la “improvisación”
de maestros en cursos de seis meses aproximadamente. Estos mal
llamados maestros van a las aulas con escasos conocimientos y
métodos poco apropiados. En el nivel medio, los profesores
tienen la misma edad de los alumnos.
5. Los maestros no tienen verdaderamente voz para decidir ni el
contenido, ni los métodos, ni la frecuencia, ni el modo
de examinar, ni siquiera la asignatura en que se sienten mejor
preparados para impartir.
6. Los alumnos no tienen el más mínimo protagonismo
en su educación. No pueden decidir qué estudiar,
dónde estudiarlo, con quién estudiar. El facilismo
provoca que el interés primordial sea obtener el título
profesional o de cualquier nivel y no apropiarse de los conocimientos
necesarios para trabajar y para vivir como ciudadanos.
7. La implantación de un sistema de clases televisadas
que entorpece la relación entre alumno y profesor.
8. Un sistema evaluativo con tendencia al facilismo que no expresa
la situación cognoscitiva del estudiante y que es muy propicio
para la corrupción de profesores.
Por supuesto que pueden existir otras muestras de la situación
precaria de la Educación cubana. Quizás usted también
tenga una lista interminable de deficiencias, pero resultaría
provechoso hacer también una enumeración de propuestas
que nos alumbre en el largo camino que hemos empezado ya. Por
eso me he atrevido a hacer la mía.
Para reformar el Sistema de Educación Cubano se necesita:
- Velar por la unidad y complejidad de la reforma, teniendo en
cuenta la falta de un proyecto coherente y armónico en
nuestra educación escolar y social.
- Amplitud de la reforma, que no abarca solo algunos aspectos
educacionales sino todo lo que se refiere a la formación
del hombre y la mujer como personas plenas, algo que le compete
no solo a las escuelas sino sobre todo a la familia, a la Iglesia
y a la sociedad.
- La necesidad de observar el protagonismo del maestro en la conducción
de la enseñanza. Es preciso hacer énfasis en que
el educador no debe asumir el rol del educando en su aprendizaje.
- El uso adecuado de los fondos públicos en función
de un sano y eficiente proceso educacional, pero dejando el suficiente
espacio para que otras organizaciones e instituciones de la sociedad
civil participen en el mismo.
- Innovación de los métodos en la educación,
pero teniendo en cuenta que la transformación no consiste
solo en transformar los métodos, porque en los últimos
años en Cuba, se ha intentado aplicar los métodos
participativos, pero sin cambiar la esencia de sistema, lo cual
lo hace muy difícil.
- La descentralización de la educación, pero de
forma gradual y paulatina, no con apuros que nos lleven hacia
el fracaso de las políticas y a desánimos motivados
por los primeros tropiezos.
- Considerar en lo que valen los servicios de apoyo a la educación.
- Autonomía y relaciones de interdependencia de las instituciones
educativas, entre ellas y con el resto de la sociedad civil.
- Continuidad de la educación.
- Combinación de la formación académica con
la educación práctica.
- Establecimiento de un marco legal (susceptible de cambios esenciales
por un tiempo, al menos) que ampare todo el proceso de reforma.
Puede parecer un sueño irrealizable para algunos, para
otros, algo que se podrá concretar a muy largo plazo, y
otros que, como yo, creen que se puede empezar ya.
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