Por
Oscar Espinosa Chepe
A pesar de la retórica triunfalista oficial existen elementos
abundantes acerca de la deriva de la sociedad cubana hacia el
atraso. Esto puede constatarse en el Informe sobre Desarrollo
Humano (IDH) 2007-2008, publicado por el PNUD, organismo de Naciones
Unidas, el cual ratifica con datos precisos el continuado retroceso
de una nación que, aunque con serios problemas, resaltaba
antes de 1959 como una de las más avanzadas de Latinoamérica.
Según la citada fuente Cuba ocupa el 23 lugar en una lista
de 33 naciones de América Latina y el Caribe de acuerdo
al PIB per cápita, con 6000 dólares. Además,
el consumo per capita de electricidad -un decisivo indicador para
evaluar el desarrollo económico-social de una sociedad-
fue en 2004 de 1380 KW/Hora para ocupar la plaza 16 entre los
países de la región, con un ridículo crecimiento
del consumo anual en el período 1990-2004 del 0,6%, uno
de los más bajos.
Esa tendencia no ha mejorado, aún cuando oficialmente se
sostiene que en Cuba se realiza una ¨revolución energética¨
mostrada como paradigma a imitar. Así, en 2006 el consumo
per capita fue de 1468 KW/Hora de electricidad, de acuerdo a cálculos
realizados sobre la base de información oficial, a lo que
habría que restar un 15,8% de pérdidas por el mal
estado de subestaciones, transformadores y líneas de transmisión
y distribución.
En el sector transporte los datos son impactantes. Los trenes
cubanos transitan a una velocidad media de aproximadamente 42
kilómetros por hora. Las carreteras y puentes, se reconoce
oficialmente, están en pésimas condiciones. En importantes
ciudades, el principal medio de transportación son carretones
con caballos. Últimamente se están haciendo importaciones
de locomotoras, carros de carga y ómnibus. Sin embargo,
si la infraestructura vial y ferroviaria no se repara, los medios
adquiridos se destruirán en breve plazo, máxime
cuando los talleres de reparación están en condiciones
calamitosas y los trabajadores del transporte en general carecen
de alicientes mínimos para hacer un trabajo efectivo y
cuidar los equipos
Las telecomunicaciones están en peores circunstancias.
Las líneas telefónicas básicas son 75 por
1000 habitantes, uno de los índices más bajos de
Latinoamérica. Resulta impactante el dato de 12 abonados
a teléfonos móviles y 17 usuarios de Internet por
1000 habitantes. Eso es superado por los países más
pobres de la región como Bolivia, Nicaragua y Haití,
e incluso por numerosas naciones de África. Adicionalmente,
constituye un serio obstáculo para los ciudadanos y muy
especialmente para los técnicos poder estar actualizados
sobre los avances mundiales en la ciencia y la técnica.
En la agricultura el 50,0% de las tierras cultivables están
ociosas o prácticamente sin cultivar, cubiertas de malezas.
La masa ganadera se ha reducido a un 50,0% de las existencias
de 1967, lo que ha ocasionado una caída en picada de los
niveles de producción de carne y leche. En cuanto al azúcar,
el país ha pasado de gran exportador a importador. El conjunto
del sector agropecuario apenas dispone de tractores y los agricultores
efectúan las faenas sin motivación y con arados
tirados por bueyes. Ahora se importa el 84,0% de los alimentos.
La decadencia puede constatarse en toda la actividad nacional.
Una inmensa cantidad de edificios y viviendas tienen una situación
deplorable: 43,0% del fondo habitacional está en malas
o regulares condiciones. El 60,0% del agua bombeada para el consumo
se pierde por el mal estado de las conductoras; está en
condiciones desastrosas el sistema de evacuación de las
aguas negras; existen serios daños al medio ambiente, en
especial a la tierra cultivable y los recursos hídricos;
hay una caída del 70,0% de la tasa de natalidad, lo cual
ha promovido peligrosas tendencias al envejecimiento y declinación
en términos absolutos de la cantidad de habitantes.
A ello se unen la continua pérdida de valores espirituales
y morales; la evidente fractura de la sociedad cubana; una preocupante
erosión de la autoestima y el sentido de identidad nacional
a pesar de los incesantes discursos ultranacionalistas. Asimismo,
existe un constante incremente de la población penal, hoy
de 487 presos por 100 000 habitantes según PNUD; el indicador
más alto de Iberoamérica y uno de los más
elevados del mundo. Resultados, todos, de la continuada aplicación
de un sistema disfuncional. No escapan de los perversos efectos
los sectores de la educación y la salud, en particular
en decisivos aspectos cualitativos, que después de 1959
tuvieron determinados éxitos.
De mantenerse el proceso involutivo, las consecuencias podrían
ser terribles en un mundo crecientemente competitivo e interconectado.
De ahí la importancia del discurso pronunciado por el General
Raúl Castro el 26 de julio pasado, objetivo en muchas de
sus partes, y realista al señalar la posibilidad de inicio
de cambios estructurales y de conceptos. Sus planteamientos, alejados
de la pretensión absurda de algunos dirigentes de seguir
mostrando a Cuba como un ejemplo a imitar, creó ciertas
esperanzas de que efectivamente se ejecuten los cambios ansiados.
Desafortunadamente se han demorado demasiado desde su anuncio,
y no se conoce en qué consistirán. Esperamos que
se realicen con suficiente sabiduría y de acuerdo con los
requerimientos de nuestra sociedad. Dentro de esos cambios, que
se auguran fundamentalmente económicos, es indispensable
se cobre conciencia del nexo existente entre la economía
y la libertad individual. Los pueblos sumidos bajo la tenaza del
totalitarismo no pueden desarrollar sus aptitudes emprendedoras,
la creatividad y las motivaciones laborales.
Si es cierta la disposición a propiciar las inversiones
extranjeras, será necesario dar una nueva imagen internacional
a Cuba, inalcanzable sin avances en la democracia y el respeto
de los derechos humanos. Por ello, es imperativa la liberación
de los prisioneros de conciencia y políticos pacíficos,
más que nunca injustamente encarcelados cuando ahora se
reconocen oficialmente las verdades expuestas por ellos desde
hace tiempo.
La disyuntiva es continuar por el camino de la involución
y sus riesgos; o comenzar los cambios para detener la regresión
e iniciar una era de progreso y reconciliación nacional.
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