Por
Jay Martínez
En numerosas ocasiones en nuestro programa de radio dominical
Magazine Cubano muchos oyentes puertorriqueños y
dominicanos nos cuestionan al panel por qué decimos
que en Cuba la mayoría del pueblo no apoya a Castro.
Los oyentes esgrimen como argumento que cuando el tirano
convoca al pueblo a una marcha millones de cubanos salen
a las calles. Este es un cuestionamiento interesante que
trataremos de desmenuzar.
Hitler
tenía seguidores así que no nos podemos asombrar
que Castro los tenga. Nosotros, como cubanos, sabemos que
un régimen totalitario de la talla del que existe
en Cuba posee la capacidad de controlarlo todo. El fenómeno
de la doble moral del cubano es algo más que la simple
frase. Por ejemplo, desde pequeños, a los que nacimos
con la Revolución, nuestros padres nos enseñaron
que en la escuela ni en ningún otro lugar podíamos
criticar al gobierno. Así crecimos, callándonos
nuestras opiniones sobre el gobierno, el Presidente y todo
lo que nos rodeaba. El descontento o cualquier frase disidente
sólo podíamos comentarlo con nuestro amigo
más cercano o familiares pero para el resto de las
personas teníamos que gritar consignas de apoyo como
lo hacía todo el mundo.
Crecimos
así. Era una realidad difícil que nos perseguía
a todas partes. Los millones de cubanos que marchan por
la Plaza de la Revolución lo hacen porque esta en
juego toda su vida. Su familia, su empleo, su estatus en
la sociedad. En numerosas ocasiones cuando hacemos llamadas
a Cuba para entrevistar a algún opositor o periodista
independiente casi siempre le formulamos esta pregunta.
La respuesta suele ser siempre la misma: “La gente
va a las marchas porque tienen miedo a perder su empleo
o a que sus hijos no puedan viajar o estudiar en la Universidad.
El gobierno puede controlar calle por calle quiénes
no van y todo se apunta en una lista”. Las consecuencias
vienen con el tiempo. En algún lugar de tu expediente
político aparecerá que asististe o no a la
marcha, que tu familia es revolucionaria o no, etc, etc,
etc. Bajo este tipo de dictaduras nadie se escapa a la vigilancia
ajena.
Desgraciadmente la mayoría de los cubanos se ven
obligados a esta práctica que ya se ha convertido
en un estilo de vida después de 45 años de
dictadura. Soy de la opinión que hasta que el cubano
no rompa con este círculo vicioso de la llamada doble
moral será muy difícil que el régimen
se caiga.
Pero
lo más curioso de este fenómeno social cubano
es que cuando ese mismo cubano logra salir de Cuba por alguna
vía en la mayoría de los casos continúa
con esta práctica. En muchas ocasiones he invitado
a algún cubano al programa de radio y me han dicho:
“No puedo ir porque después no me dejan ir
a Cuba” o “Si voy y participo no puedo decir
mi nombre porque yo quiero ir a Cuba y después no
me dejan ir a visitar a mi familia”.
Como
la práctica nos demuestra muchos cubanos salen a
tierra de libertad pero no son verdaderamente libres. La
mayoría ha dejado algún eslabón familiar
en Cuba y por temor a que el dictador no lo deje ver más
nunca a su familia prefieren seguir jugando a la doble moral
aún en el exilio. Nada que este mal no es solamente
del cubano de la isla y nos duele apreciar que las garras
de la dictadura también llegan a tierra libre y democrática
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