Por
Adalberto Ranssell-Levis
Ni
ambigüedad, ni ficción, ni equívoco, apartheid
duro y sin máscaras. Así reciben en los aeropuertos
de las islas a los cubanos de ultramar. No hay incertidumbre en
el sin sentido, en esa expresión que esbozan tanto en la
práctica como en la forma las autoridades aduaneras cubanas.
Es imposible ignorar aquello que segrega y humilla, es improbable
no saber lo que se alza visible y da con alevosía e irrespeto
y tiene presencia amplia y plena. Ni pudor ni acato a las normas
más elementales de convivencia entre individuos o a las
leyes internacionales. Burdo desprecio hacia el hombre nacido
en las islas, anacronismo. Visión terrible que desde el
inicio nos muestra al cancerbero castrense. Es pues, el aeropuerto
de Cuba, el inicio de un viaje al infierno. Todo cubano que regresa
a la patria seguramente experimentará esa constante de
temor y de sufrimiento que padece el pueblo, ese deseo conmovedor
en la gente de las islas de huir hacia algún lugar. Si
bien no todos denunciamos ante el mundo aquello que es horrible.
Yo me siento en la obligación moral de hacerlo.
Algunos
cubanos del exilio faltos de una Ética positiva, de un
proceder a la altura de las circunstancias, no hacen más
que callar e inhibirse a la hora en que deben exigir que se les
respete y de igual manera que sean respetados los hombres y mujeres
de las islas. Contrariamente no se manifiestan, ni perecen advertir
el insulto, ni desaprueban con claridad la política oficial,
y… aun peor, hay unos que van a las islas sólo a pronunciar
sus objetos, a especular con sus dólares o Euros, así,
como si de pavos reales se tratase, dispuestos a viciar con dinero
y trapos la carne y la moralidad. Los Hunos y los Hotros; iguales
de bárbaros e inmundos, despreciables, enemigos del decoro
y sin duda hacedores y colaboradores del apartheid en Cuba.
No
estoy tejiendo una historia a partir de noticias que un cronista
imparcial ha expuesto en algún periódico español,
portugués… o galo. ¡No!, estoy hablando de mis vivencias,
de mis aventuras y desventuras en Cuba, de lo que no nos revelan
los medios de difusión masiva en estas naciones de primer
orden, donde supuestamente la libertad y la democracia tienen
su casa. Estas, socarronamente y por intereses espurios encubren
la realidad. El ignominioso apartheid a la cubana queda velado
tras cortinas de humo.
Sostener
a cualquier precio las buenas relaciones con el gobierno isleño,
con el fin de mantener los negocios en las islas e incrementarlos,
hace posible que esbocen a raudales talante y comprensión
hacia el régimen castrense. Sobre destacando en este sentido
la diplomacia española, con su “insumiso” ministro de relaciones
exteriores, señor Moratinos.
Eran las 19:00 horas del martes 13, mayo de 2008, yo bajaba del
avión con la certeza que en pocos minutos podría
ver a la familia y a los amigos. Cargaba en las maletas y en el
bolso de mano unos 52 Kilogramos de misceláneas, medicamentos
y otros útiles personales, así como medicina y ropa
para regalar. Todos estos bienes no rebasaban el peso permitido
por la compañía aérea Martinair, procedente
de Holanda, el peso de mi equipaje siempre fue respetuoso con
el máximo aceptado tanto por Martinair como por la Airlines
KLM Royal Dutch que me trasladó en el vuelo KL1664 de Barcelona
a Ámsterdam.
Este
casi bojeo por el mundo me costó unos 500 Euros más
de lo que hubiese pagado por un billete desde Madrid o desde Barcelona
a La Habana. Y puedo asegurar que no solventé el viaje
con esa suma de dinero por deseo de conocer al país de
los tulipanes, sino porque era la única oferta que me permitía
transportar 56 kilogramos de equipaje. Ingenuidad de ingenuidad,
el saber que no me gravarían con más impuestos en
la Terminal aérea de transito en Ámsterdam, no me
eximia de cumplir con el reglamento aduanero que las autoridades
castrenses han preparado exclusivamente para los cubanos de ultramar.
Los
extranjeros pueden pasar en la practica con todo el peso que les
permitan las compañías aéreas, algo que por
supuesto, es lógico, ahora, lo inverosímil e inaceptable,
lo difícil de creer y mucho menos de consentir es que nosotros,
los cubanos, por una <<ALTERNATIVA DE VALORACIÓN
AL PESO>> aplicada de manera vejatoria, con una clara exposición
de endofobia, de marginación, segregación y exclusión,
nos permiten solamente llevar a Cuba <<25 KILOGRAMOS de
misceláneas, tales como confecciones, calzado, artículos
de tocador, de aseo personal, de perfumería, lencería
y bisutería, considerados como efectos personales, más
5 kilogramos de misceláneas que se consideran importación
exenta de pago, lo que hace un total de 30 kilogramos.>>
Excederse en el peso equivale a pagar por cada kilogramo 10 dólares
USA.
Los
cuatro cubanos que pisamos el suelo del aeropuerto <<Juan
Gualberto Gómez>> fuimos abordados por una horda
de corsarios y piratas, uniformados con ropa de color azul grisácea
y con el logotipo de identificación en la camisa: <<ADUANA
GENERAL DE LA REPUBLICA>>. Después de un irrespetuoso;
-eeh tú, ¿eres cubano? Venga pá acá.
Nos vimos obligados a pesar nuestro equipaje y a pagar el “sobre
peso” o a dejarlo pendiente de pago entre uno y cinco días.
Que es el plazo, pues trascurrido ese tiempo, todos los bienes
pasan según la morralla de Castro a ser propiedad de la
“REVOLUCIÓN CUBANA”.
Mi
indignación, mi confusión, mi no saber que hacer,
ni que callar desembocó en una incontinencia verbal. Espeté
sin mucho preámbulo lo que consideraba y veía necesario:
-Esto es un atraco, un claro abuso, una segregación, un
apartheid sin tacha. Prefiero regresar a España ahora mismo
o que me encierren antes que me obliguen a comprar mi propia mercancía
y que todos mis derechos sigan siendo pisoteados, porque mis derechos
y mis deberes han de ser los mismos que tienen los demás
pasajeros. Lo absurdo y lo inescrupuloso aquí se dan la
mano. Estoy siendo marginado, segregado en la puerta de mi propio
país. -¿Qué diferencia existe entre un cliente
francés, portugués… y yo? ¿Y por qué
a los que nacimos en Cuba nos aplican reglas vejatorias, discriminatorias,
abusivas, endofobicas?
Aparecieron…
leyes, explicaciones, lo absurdo en su estado más puro.
Lo más coherente que pudieron alegar fue que; <<esto
se hace porque los extranjeros, es posible que sigan viaje a otros
países y que ustedes no, además es normas de la
aduana, aprobada por el gobierno y el ministro del ramo, ¿qué
podemos hacer?>>
Las
seis horas que aproximadamente consumí espetándole
todo cuanto creía, hizo posible que se personaran en el
lugar agentes de la Policía Nacional, oficiales de la aduana.
Al fin, y ya pasada la una de la madrugada, casi afónico
y amenazado por la autoridad decidí abandonar la puerta
del infierno.
La
Cuba profunda y quejumbrosa se abrió ante mí, las
islas de los círculos, aquellas donde aún el Internet
o películas como la Guantanamera no son aptas para el público,
aquellas donde aún se realizan Congresos de Escritores
y Artistas, pero donde el arte sigue siendo arma de la dictadura
y donde lo que éticamente fortalece al hombre deconstruye
a la “Revolución”. El oficialismo acomoda sus leyes contra
el derecho natural de los hombres, identificándose con
la perversión, la intolerancia, el encierro. El inmovilismo
deshace a la virtud, vilipendia y enferma a la sociedad e imposibilita
emprender con éxito un proyecto verdaderamente democrático.
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