Por
Luis Alberto Ramirez
La
nave aérea fletada por la compañía de viajes
a Cuba era pequeña, tan pequeña que no tenía
servicio sanitario y con solo capacidad para diecinueve pasajeros.
El despegue fue aceptable, la trayectoria corta, pero el aterrizaje
fue de locos, aquel artefacto volador descendía por intervalos,
como cayendo súbitamente, sin control alguno, el temor
se apoderó de los pasajeros y nadie dijo una sola palabra
hasta estar seguros en la pista.
Cuba
es totalmente infuncional, solo basta llegar al Aeropuerto Internacional
José Marti para comprobarlo. Afortunadamente no había
muchos pasajeros dentro del inmueble, solo los diecinueve que
venían en mi vuelo. Una breve revisión de documentos
y la declaración de aduanas. Preguntas muy simples y prohibiciones
absurdas.
Una
morena de facciones finas, alta, estacionada a un costado de una
báscula electrónica me preguntó:
-¿Traes
algún equipo electrónico?
-Si.
Asentí haciendo un movimiento de cabeza.
¿Qué
es?
-¡Un
VCR!
-¿Un
qué?
-Un
equipo de ver videos. Expliqué.
-Ah…
-Fulana…
cuanto vale un video. Preguntó a una mulata diminuta y
rechoncha que estaba conversando animadamente con un joven delgado,
bien delgado con la cara llena de baches.
-¡Ciento
cincuenta dólares! Contestó la aludida sin siquiera
pensarlo.
Me
sorprendió esa respuesta ¡Ciento cincuenta! Ni que
fuera de oro (si tengo que pagar esa suma lo llevo de regreso
para Miami) pensé. La morena alta de facciones finas repitió
la pregunta, esta vez lo hizo dirigiéndose a una mulata
de cabello pintado de amarillo, cuerpo de ballena y cintura de
tortuga.
-¡Treinta
dorares! Dijo la gorda apuntando con su mano derecha a una garita
con ventana de cristal incrustada en una pared del inmueble, cerca
de la puerta de salida.
-Apúrate…
paga eso antes que alguien ponga otro precio. Dijo la morena bonita
entregándome un papelito con la suma escrita.
Pagué
el “impuesto” y me dirigí a la puerta de salida, un joven
delgado, el mismo que momentos antes conversaba animadamente con
la mulata diminuta me pidió le mostrara el tiquet del equipaje…en
ese momento no aparecía el dichoso tiquet, aparentemente
lo tenia traspapelado con los documentos de viaje. El joven ni
corto ni perezoso extendió su mano y la introdujo en un
cesto de basura que estaba en un costado de la puerta y extrajo
de su interior un tiquet ya revisado, lo comprobó con el
que tenia mi maleta y dando a entender que eran los mismos me
dijo:
-No
te preocupes ya tengo el tiquet…ya puedes salir…regálame
algo para el café.
Le
di un billete de diez dólares y con una sonrisa mas ancha
que la desembocadura del Río Almendares me abrió
la puerta. -¡Disfruta la estancia!
Cuando
se abrió la puerta del aeropuerto el calor de la calle
me dio un golpe desagradable al rostro, el repugnante olor, mezcla
de gasolina, aceite quemado, humo de caucho y cigarrillo negro
parecía cortarme la respiración, no fue hasta que
poco a poco me fui acomodando al nuevo ambiente que pude respirar
con soltura. Muchos años fuera de aquella tierra, ya no
estaba acostumbrado a ese olor ambiental tan peculiar y paradójicamente
acogedor.
Todos
me esperaban con feliz semblante. Cariñosos besos y abrazos
se repartieron sin escatimar ninguno. Un taxista alto en verdad,
se apresuró a brindarme sus servicios, medía casi
siete pies, cara arrugada, parecía acabadita de sacar de
una botella, uniforme blanco y negro, empercudido y con leve olor
a sudor. El taxi estaba peor que él, tenia oxido por doquier,
el interior sucio a más no poder, no tenia aire acondicionado
y el motor sonaba infernalmente y olía a rayo encendido.
Emprendimos viaje al apartamento de mi hermana que queda por allá
por el Cerro, exactamente en Ayestarán y Bruzón.
La avenida Boyeros, yo creo que Boyeros de avenida ya no tiene
nada, la carretera está completamente deteriorada, el muro
que divide las vías parece tener mas de mil años,
está despreocupadamente sucio, las luces que supuestamente
alumbran la avenida no alumbran casi nada y los semáforos
no se sabe si tienen luces verdes, amarillas y rojas o simplemente
opacas luces.
Siempre
Cuba fue un lugar de mucho ajetreo poblacional, pero ahora parece
haberse agudizado ese ir y venir de gentes ociosas jaba en mano
sin saber para donde van ni de donde vienen. Un amigo mío
hace algún tiempo en forma de chiste me dijo lo siguiente
“Los cubanos son distintos a todos los seres humanos” ¿por
qué? Le pregunté ingenuamente. Mi amigo me respondió
con una sonrisa burlona en su rostro “Porque los seres humanos
se dividen en tres y el cubano en cuatro” ¿cómo
así? Pregunté aun mas intrigado. “Porque los seres
humanos normales se dividen el cabeza, tronco y extremidades,
y el cubano se divide en cabeza, tronco, extremidades y java”
Yo no lo había notado, es cierto, cuando vivía en
Cuba yo también quizás pertenecía a esa especie,
pero no me di cuenta hasta ahora que lo veía desde las
gradas ¡es verdad! Todos andaban con una bolsa de nylon
en su mano, algunas vacías otras con algo en su interior,
pero ciertamente todos tenían java.
Esa
noche casi no pude pegar los ojos, estaba fuera de mi casa y debía
adaptarme a las nuevas condiciones, sin embargo, dormí
relativamente bien. Temprano en la mañana me encaminé
al Hotel Chateu en Miramar a recoger el auto que desde Miami había
alquilado. Cuatrocientos cuarenta dólares por nueve días
pagué en una agencia del sur de la Florida, sin embargo,
en Cuba tuve que pagar 15 diarios por el seguro, tres al día
por el chofer asignado y $ 250 de deposito, pero lo trágico
de esto no es lo altamente caro del alquiler sino, que el dinero
que se paga en Cuba es con el descuento del 20 % que hace el gobierno
de Cuba, es decir, en este sentido se multiplica la estafa. Cuando
vi el auto quise deshacer el contrato pero ya era tarde, según
el funcionario si deshacía el contrato perdía los
$ 440.00 que di de depósito en Miami. No más alternativa,
quedarme con el auto era lo razonable. Hasta ahora no se que modelo
era. Un Kia pequeño, de cuatro plazas, mecánico,
blanco por fuera y sucio por dentro, lo único que tenía
bueno era el aire acondicionado.
Las
protestas abiertas de los cubanos no se detienen, todos hablan
y critican al gobierno aparentemente sin temor a las consecuencias,
yo estaba allí, yo lo vi. Una señora protestaba
en el mercado de Carlos Tercero por la falta de productos alimenticios,
por el desabastecimiento, no había huevos ni mantequilla,
el poco pollo que lucían los anaqueles estaba esquelético
y el picadillo tenía muy mala presentación. La Sra.
exigía a la cajera que la atendía muy cortésmente,
le pedía explicaciones, y la cajera se la dio, y mira que
se la dio.
-
Yo no tengo la culpa de esto, no me exijan a mi…Yo paso todos
los días por frente de la Plaza de La Revolución
y nunca he visto fila de gentes allí pidiéndole
una explicación al gobierno…vayan allí y quéjense,
no la cojan conmigo que yo estoy tan o más obstinada que
ustedes. -
Unos
días antes de llegar yo a Cuba el gobierno había
elevado el precio del combustible en un cuarenta por ciento y
en camino estaba un alza de los productos de primera necesidad
en un sesenta por cientos, en algunos la subida sería de
hasta un cien por ciento, nadie me lo contó, yo vi la circular,
una de mis sobrinas trabaja en una tienda recuperadora de divisas
TRD y me mostró el documento. ¿Por qué el
gobierno dio marcha atrás a las medidas? Simplemente por
temor a una manifestación de protesta generalizada, era
obvio que podía suceder y aun lo es. El gobierno, triunfalista
como siempre, se empeña en rechazar la ayuda de Europa
y Estados Unidos y el pueblo pide a diario explicaciones. Las
reservas se están agotando, se están comiendo las
pocas bananas que derribaron los huracanes y cuando eso se acabe
la cosa se va a poner peor. La gente dice que para comer en Cuba
basta con poner una java al lado del televisor y el alimento cae
directamente de la pantalla. Según el gobierno, en Cuba
no hay crisis, todo está bien y la recuperación
es inevitable. Eso es puro triunfalismo, puras mentiras, por lo
menos los lugares por donde pasaron los meteoros jamás
serán los mismos ¿de donde van a sacar los materiales
para reconstruir sus casas destruidas si durante cincuenta años
el gobierno no ha tenido la capacidad siquiera de venderle pintura
al pueblo para que pinte aunque sea la fachada de sus casas? Sólo
basta darle una mirada a cualquier ciudad de Cuba para saber que
desde que triunfó la revolución jamás se
han pintado. Los materiales de la construcción que entran
al país sólo son usados para la infraestructura
turística, la Habana se cae en pedazos y en su lugar se
construyen parques.
El domingo pasado en la mañana fui a un mercado campesino
que hay en los bajos de un edificio antiguo, inhabitable, que
está entre las calles de Infanta y Carlos Tercero, fui
a comprar algo de viandas y en comentario con mi cuñado
le advertí del eminente derrumbe que podría suceder
en esa esquina. Presumí del posible derrumbe porque el
edificio estaba bastante deteriorado, salían plantas de
sus paredes y en una esquina de un balcón apuntalado crecía
una palma cana bastante grande.
El
lunes cuando venía de regreso para Miami pasé por
el lugar, el edificio de marras se había derrumbado en
la madrugada. Gracias a Dios que se cayó de noche, de lo
contrario muchas fueran las víctimas fatales. Tienen suerte
después de todo, si esa antigua y pesada construcción
se llega a caer en pleno ajetreo habanero los muertos hubieran
sido demasiados. Allí, en medio de Infanta estaba la mole
de rocas, balcones y paredes desplomadas.
Después
que el auto pasó por el pueblo de Candelaria se comenzaron
a ver las huellas de los huracanes, poco a poco se fue manifestando
el destrozo, las montañas de la cordillera de los órganos
que nos acompañaban en el viaje mostraban claramente la
tristeza de sus laderas, el manto de vegetación que otrora
las cubría había sufrido quemaduras de tercer grado
y en lugar del verdor esplendoroso de sus antiguas siluetas, había
un carmelita opaco, triste, desolado, cenizo.
Los
árboles que acompañan las orillas de la carretera
estaban en desorden total, la mayoría yacían tirados
al borde de la vía, inertes, muertos, secos, los pocos
que quedaban en pie lucían sus troncos sin corteza, rojos,
con quemaduras profundas, ni una sola hoja verde en sus esqueléticas
ramas se podían ver. Un poco más allá, alrededor
del campo triste y opaco que bordea la carretera yacen enormes
estructuras de metal retorcido, epitafio de un sistema vial energético
que murió en el desastre. Nos desilusionaban a ratos las
aisladas casas de desafortunados campesinos que exhibían
claramente el destrozo sufrido a causa de las destructoras ráfagas.
Algunas granjas estatales también no hacían saber
cuan grande fue la magnitud de los vientos.
No
fue hasta que entré en el pueblo de Los Palacios que comencé
a liberar las pujantes lágrimas que desde que pasé
por Candelaria se esforzaban por salir, aquello era en verdad
desolador, la antigua vegetación exuberante que cubría
el pueblo había desaparecido, los montones de ramas y escombros
cerraban el paso en las calles y avenidas, las casas en su mayoría
carecían de techo, muchas perdieron parcialmente sus paredes
y otras desaparecieron completamente. El tendido eléctrico
descansaba sobre las casas destruidas, el molino arrocero que
nunca había sido visto desde el centro del pueblo, ahora
se veía de cualquier lugar, la deforestación hecha
por los ciclones Ike y Gustav permitía ver claramente cualquier
lugar del pueblo sin esforzar mucho la vista. El campanario de
la Iglesia desapareció; todavía andan buscando la
campana, el techo sufrió grandes daños y sus jardines
son ahora un retorcijo de rejas y arbustos secos apilados en pequeños
montículos por doquier.
Cuando
llegué a la casa de mi Madre me desplomé emocionalmente,
El portal había casi desparecido, la sala perdió
la mayoría de sus antiguas tejas, la terraza no se sabe
a donde fue a parar, la vieja mata de magas blancas, el limonar,
la mata de chirimoyas, la de aguacates, todo revuelto en el centro
del patio, era como si una gigantesca mano las hubiera juntado
todas y las pusiera allí para disfrute de la desgracia.
Ese
día al llegar pusieron un rato la electricidad, después
de diecisiete días sin fluido eléctrico, sin agua
para el aseo y casi sin alimentos llegaba yo como Papa Noel cargado
de agua, alimentos, provisiones, una esperanza, incluso, con la
electricidad “El hombre que vino con la luz” me decían.
Me emocionó ir allí, me gustó ayudar, mi
presencia fue reconfortante, eficiente y necesaria.
Estoy
en total desacuerdo con los viajes desordenados a Cuba, por la
simple razón que se convierten en una especie de negocio
humanitario, es decir, los inescrupulosos (y EL GOBIERNO DEL Partido
Comunista de Cuba es elcomerciante mas inescrupuloso de todos)
se aprovechan de la necesidad del pueblo y lucran con su dolor.
No solo lucran sino, que se aprovechan de la desventaja económica
de las familias más necesitadas y hacen de sus hijas mercancías
sexuales. Ahora, una cosa es lucrar con el dolor ajeno y otra
muy distinta ayudar a paliar ese dolor, aquí es donde entra
a jugar la necesidad de ser más flexibles con los viajes
humanitarios a Cuba. Particularmente estoy a favor de la total
apertura de esos viajes si de alguna forma ayudamos no solo a
nuestra familia sino, a todos los cubanos, sin importar los nexos
sanguíneos.
Hace
algunos meses antes de pensar siquiera viajar a Cuba saqué
mi pasaporte cubano porque mi Madre está muy viejita y
tiene una enfermedad incurable, para evitar que pasara lo mismo
que con mi padre que murió y no pude ir a verlo en sus
últimos días, me preparé para en caso de
que sucediera con la vieja estar habilitado, pero sucedió
lo del huracán Gustav y aproveché la situación
para “matar dos pájaro de un tiro” pues bien, verdaderamente
no solo maté dos pájaros sino, maté tres,
llevé ayuda para mi familia, ví a mi Madre y me
reuní con grupos opositores y les brindé mi apoyo
económico y solidario. Si solo el diez por ciento de los
cubanos que visitan la Isla le donaran tan solo veinte dólares
a la oposición, el futuro de la Patria estuviera asegurado
y al doblar de la esquina. Según los opositores con los
que me reuní, los cubanos que visitan Cuba tienen tanto
miedo al gobierno que hasta rechazan la existencia de la oposición;
no tienen conocimiento (por lo menos los opositores que se reunieron
conmigo) de que nadie de la comunidad cubana “exiliada” se haya
acercado a ellos ni siquiera para preguntarles cómo están
y mucho menos para regalarle un mísero peso. Los cubanos
que visitamos Cuba nos sentimos orgullosos de la oposición
interna, por su lucha, su valor, su entrega, pero ellos se sienten
abochornados de nosotros por nuestra cobardía, por la apatía
y por egoístas. Hay que estar allí, contactar con
esos valientes hombres y mujeres que viven totalmente marginados
dentro de su propia tierra debido a sus ideas y su lucha, hay
que hablar con ellos para saber en verdad, para comprobar cuanto
sufrimiento soportan. Una vez el gobierno los considera opositores
entran de facto en una lista negra, ellos y todo el clan familiar
y la vida dentro de la Isla se convierte en un verdadero infierno,
sin trabajo, sin dinero, sin alimentos y sin nadie que les tire
un cabo. Ser opositor en Cuba es estar en el último peldaño
de la escala de gato, en la línea de flotación,
con solo la nariz fuera del agua.
Más,
por eso les di mi apoyo, mi solidaridad y si tengo que hacerlo
mil veces más, lo hago, aunque en ello me vaya mi libertad,
lo mismo aquí que allá. No es fácil ver a
una Dama levantarse temprano en la mañana sin desayunar
siquiera, ni ella, ni sus hijos, y viajar hasta una Iglesia remota,
lejana, para manifestarse en contra del gobierno, para exigir
libertad no solo para ella, sus familiares e hijos sino, para
todos los cubanos; pues bien esas Damas existen, pertenecen al
Frente Cívico Femenino Gladis Núñez, esas
son valientes mujeres, no tienen apoyo de nadie, no tienen dinero,
ni comida, no tienen premios europeos, pero tienen un corazón
tan grande que no les cabe en sus pechos. Para entre otras cosas,
apoyar a estas valientes Damas, a la oposición, al pueblo
cubano y a la familia yo estoy totalmente de acuerdo con los viajes
a Cuba, lo demás lo considero una pena, una deshonra y
una burla a la libertad de los cubanos. Quizás yo haya
sido uno de los pocos que ha viajado a Cuba y en su agenda tenia
el deber de apoyar a la oposición interna, tal vez haya
sido el único, no lo sé, lo que si sé es
que rompí el hielo, los esquemas y espero ser yo un ejemplo
a seguir por aquellos que viajan cada tres años, una vez
a año o mejor, todos los meses, con su apoyo de tan solo
veinte dólares, el futuro de Cuba está seguro.
Si
no quiere viajar no lo haga, si los quiere ayudar, ayúdalos
desde aquí. (Al parecer el autor desconoce del hecho de
que anualmente el gobierno del Partido Comubista de Cuba ingresa
en sus arcas DOS MIL MILLONES DE DOLARES ANUALES a traves de las
remesas familiares, los viajes y las llamadas telefonicas, gracias
a los cuales no siguió el destino de los miembros del bloque
sovietico en Europa).
No
es verdad que el CUC (moneda convertible) tenga un valor de 8
centavos por encima del dólar como mal informan los medios
de prensa internacionales en contubernio con el régimen
de la Habana (ver prueba hoy día 10/4/08 en articulo de
el Nuevo Herald digital llamado “Experimento concede a bayameses
privilegios propios de turistas”) Cuba descuenta veinte por ciento,
es decir, por cada cien dólares da ochenta papelitos de
colores CUC.(Que después recoge el propio gobierno a cambio
de la comida y articulos que se adquiera con esa moneda. Desde
1961, cuando se elimino la propiedad privada el gobierno del Partido
Comunista de Cuba es el unico dueño de todas las empresas
de producción y servicios). Al llegar al aeropuerto iba
con esa mala información en mente, pensando que el descuento
era del ocho por ciento, pero grande fue mi sorpresa al entregar
mil en la casa de cambios y devolverme ochocientos CUC con dieciséis
centavos. Traté a partir de ese instante de hacer la menor
cantidad de transacciones posibles, sin embargo, al final del
viaje regresé a Miami solo con los veinticinco dólares
del impuesto de aeropuerto.
El
gobierno de Cuba ha colocado puntos de control en todas las carreteras
del País, no uno ni dos, son cientos los puntos de control
policial en todo el territorio nacional, solamente de La Habana
a Los Palacios, mucho antes de llegar a Pinar del Río hay
tres puntos de este tipo, como el transporte es tan escaso estos
puntos de control detienen a casi todos los vehículos que
transitan por la carretera, registran el equipaje, los documentos
y si no encuentran nada sospechoso permiten que siga su camino.
Pero sospechoso es cualquier cosa, incluso alimentos. Ahora con
la tragedia de los ciclones debieron dejar que el tráfico
de alimentos desde la capital a las zonas afectadas fluyera libremente,
sin embargo, todo producto alimenticio encontrado en vehículos
procedentes de La Habana era decomisado al instante y multado
el conductor. A mi me detuvieron en diez ocasiones, pero bueno,
a mi no querían decomisarme nada, a mi querían extorsionarme.
Existe aparentemente un convenio entre la PNR (policía
Nacional) y el ministerio de turismo por el cual los policías
harían lo posible por multar a los autos de turismo con
el propósito de no tener que entregar el deposito de $250
de la firma del contrato a la entrega del auto, sin embargo, conmigo
ese convenio no tuvo efecto. En una de las detenciones el policía
me dijo:
-
“Llevas exceso de pasajes, ese auto es un medio básico
del Estado por lo tanto se te multa con sesenta cuotas de un CUC
cada una” (No aceptan los pesos, o sea la Moneda Nacional).
Mi
respuesta fue la siguiente:
-
“ Puedes creer que no, esto dejó de ser un medio básico
del Estado desde la hora en punto que yo pagué por su uso
y disfrute con un alquiler carísimo, un seguro también
caro y un chofer asignado…no te voy a firmar esa multa y de aquí
no me muevo, habla con tu superior y pregúntale que van
a hacer porque lo que soy yo no pago eso”
El
policía fue con mi pasaporte y el contrato hasta la garita
y habló por unos minutos con dos oficiales que estaban
en el interior del inmueble…al cabo de un rato regresó,
me entregó los documentos, se puso la mano en la frente
y dijo:
-
“Puede continuar”
Pero
los policías también tienen familia por tanto, necesidades,
allá todo se consigue con CUC, (La moneda con la que el
gobierno paga a los trabajadores, el peso, prácticamente
no es aceptado en los establecimientos, todos propiedad del Estado)
si no se tiene ese papelito de colores no se sobrevive, los policías
también tienen la necesidad de sobrevivir y la única
forma de hacerlo es extorsionando a los turistas. Ponen multas
altísimas y luego se arreglan por tras mano con unos cuantos
CUC y aquí no pasó nada. Yo lo entendí muy
tarde, quizás de haberlo sabido con antelación aquel
que me dijo que mi auto era un medio básico del Estado
se hubiera ganado sus CUC conmigo.
En
general mi peligroso viaje a Cuba fue muy rico en experiencia,
pude ver de primera mano la cruda realidad que allí se
vive, pude ayudar a mi gente, les di animo; fui testigo de muchas
cosas, apoyé a los disidentes, me reuní con opositores,
desafectos al sistema y pueblo en general, regresé con
mi corazón partido pero con la alegría de saber
que mi arriesgado viaje a Cuba sirvió para algo.
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