Por
Claudia Cadelo
octavocerco.blogspot.com
Yoani Sánchez sólo me dijo: "Hay un performance,
va a estar bueno y yo voy a participar, estate ahí en
el Centro Wifredo Lam a las 8 de la noche."
Nunca
pude imaginar encontrarme con un podio y un micrófono
listo para todos, para cada uno de nosotros. El lugar estaba
atestado de gente; para lograr llegar a la primera fila había
que deslizarse por el bulto entre permisos y quiero llegar al
micrófono. Todo inició con una mujer que, paloma
blanca en el hombro izquierdo, hacía muecas sin emitir
sonido, mientras dos muchachos,
vestidos con el uniforme del MININT, contaban el tiempo para
darle fin a su intervención y lanzarla de nuevo hacia
la plebe muda.
Justo
después pasó Yoani, habló de la blogosfera,
de la censura, había un silencio total y cuando terminó
muchísimos aplausos, la gente la conocía y estaba
feliz. Corrí entonces yo y me subí, estaba muy
nerviosa: no tenía un micrófono delante ni un
público que me escuchara desde los 9 años, cuando
vestida de pionera asalté una reunión del CDR
para leer un comunicado incomprensible, con el tiempo desarrollé
una especie de fobia hacia ese aparato que sólo servía
para enmascarar la realidad de mi país.
Preparé
un texto a la carrera que leí con la garganta apretada:
Que
un día todos tengamos todos los minutos del día
para decir delante de un micrófono todo lo que queramos.
Y que de paso también los que hoy tengan esa posibilidad,
dediquen un minuto, o menos incluso, a decir la verdad.
Me
bajé, pero se me quedó por decir mucho, entonces
subió Reinaldo Escobar, no le dio tiempo a terminar y
los militares lo bajaron: el oportunismo fue lo último
que se escuchó de
su discurso ya con los pies puestos en el piso. El tiempo se
estiraba y nadie más subía, la gente estaba asustada,
un artista fue y dijo:
Yo
lo que tengo es mucho miedo.
Caminé
otra vez hacia el podio y solté: Que un día
la libertad de expresión en Cuba no sea un performance.
Recuerdo
otras intervenciones:
Claudio
Fuentes hizo una votación: luego de hablar de
dictadura y de presos políticos pidió que levantaran
las manos los que estuviesen de acuerdo con cambiar las cosas,
casi todo el mundo levantó las manos.
Un
puertorriqueño dijo que aunque él vivía
en una colonia, en su país había libertad de expresión
y pidió que dejaran abierto el micro las 24 horas.
Un
americano: Yo no hablar español pero: ¡viva la
cambia!
Con
una jaba negra en la cabeza Reinaldo Escobar fue por la segunda:
Yo creo que esto debería estar prohibido.
Hamlet
Labastida, artista plástico, pidió democracia
y que subiera uno de ellos, al menos uno.
Ciro
Díaz iba a cantar "El Comandante", pero el
tiempo se había terminado y no los muchachos vestidos
de militares, sino un sonidista hosco caminó y le gritó:
¡Se acabó!, mientras daba órdenes a sus
espaldas: ¡Desconecta ya!
Una
buena cantidad de público se quedó gritando: ¡Ciro,
Ciro, Ciro!, como si fuera un concierto de Porno Para Ricardo
y pidiesen otra canción.
La
brigada de respuesta rápida estuvo pobre, sólo
con dos personas, y supongo que se hayan sentido extraños,
en franca minoría y sin el poder en el estrado: una experiencia
completamente nueva para ellos.
Nota:
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