Human Rights Watch
Con
la visita del ex presidente de los Estados Unidos Jimmy
Carter en mayo, los cubanos fueron expuestos a un debate
público sin precedentes sobre democracia y derechos
humanos. Sin embargo, al no emprenderse ninguna reforma
de caracter legal o institucional, Cuba continuó constituyendo
un caso único en la región, principalmente debido a
la falta de democracia y al actitud de intolerancia
del gobierno hacia la disidencia interna.
La situación de derechos humanos
|
|
|
La
falta de democracia y la intolerancia frente
a la disidencia interna continuaron siendo
un caso único en la región.
|
El
momento más destacado en los cinco días de visita del
Presidente Carter a Cuba fue su discurso en la Universidad
de La Habana, emitido en directo por la televisión cubana
el 14 de mayo. Carter, en español, instó a las autoridades
cubanas a promover cambios democráticos y garantizar
el disfrute de libertades políticas básicas. Criticó
específicamente la prohibición oficial de los movimientos
de oposición y se refirió directamente al Proyecto Varela,
una campaña de recogida de firmas organizada por disidentes
cubanos para reclamar un referendo nacional sobre la
reforma civil y política. Al finalizar su discurso,
participó en una animada sesión de preguntas y respuestas
con el público -- en el que se encontraba el presidente
cubano Fidel Castro.
Carter
llamó la atención sobre algunos de los problemas más
graves del país en materia de derechos humanos. El estado
monopartidista cubano restringe casi todas las vías
para la disidencia política. Aunque sea cada vez más
raro el enjuiciamiento penal de figuras de la oposición,
la prisión siguió siendo una amenaza plausible para
los cubanos que estuvieran considerando sumarse a la
disidencia política no violenta. El gobierno también
silenció con frecuencia a sus críticos mediante detenciones
de corto plazo, arrestos domiciliarios, restricciones
de viajes, amenazas, vigilancia, despidos laborales
por razones políticas y otro tipo de hostigamiento.
|
|
|
Las
estructuras legales e institucionales son
la causa fundamental de las violaciones de
los derechos humanos en Cuba.
|
Las
estructuras legales e institucionales son la causa fundamental
de las violaciones de los derechos humanos en Cuba,
cuya legislación limita estrictamente el disfrute de
los derechos de libertad de expresión, asociación, asamblea,
movimientos y de prensa. Al criminalizar la propaganda
enemiga, la divulgación de "noticias no autorizadas"
y el insulto a los símbolos patrios, el gobierno restringió
la libertad de expresión con la excusa de proteger la
seguridad del estado. El gobierno también encarceló
u ordenó la vigilancia de personas que no habían cometido
ningún delito sirviéndose de leyes que sancionan el
"estado peligroso" y permiten la "advertencia oficial".
Los tribunales, controlados por el gobierno, debilitaron
el derecho a un juicio justo al restringir el derecho
a la defensa, e incumplieron con frecuencia las escasas
garantías procesales que la legislación nacional otorga
a los acusados.
Los
organizadores del Proyecto Varela, liderado por el destacado
disidente Oswaldo Payá, lanzaron un importante desafío
simbólico a la intransigencia oficial en materia de
derechos políticos, cuando el 10 de mayo entregaron
una petición a la Asamblea Nacional-el único órgano
del sistema legislativo unicameral cubano-firmada por
más de 11.000 personas. Amparándose en las garantías
constitucionales del derecho a formular una petición,
el Proyecto Varela solicitó al gobierno que celebrara
un referendo sobre toda una serie de cuestiones civiles
y políticas, como la convocatoria de elecciones libres,
la libertad de prensa y una amnistía para los presos
políticos.
El
gobierno cubana respondió a este esfuerzo con su propia
iniciativa. En junio, en lo que parecía una caricatura
distorsionada de la anterior, las autoridades organizaron
una campaña masiva de recogida de firmas de apoyo al
sistema socialista de Cuba. Tras celebrar marchas por
todo el país y emplear a muchos miles de personas en
el esfuerzo, el gobierno afirmó que había recogido más
de ocho millones de firmas en dos días. Partiendo de
este presunto respaldo, la Asamblea Nacional procedió
a aprobar una propuesta oficial para declarar "irrevocable"
el sistema socialista en la Constitución de Cuba.
Una
serie de disidentes políticos fueron detenidos durante
el transcurso del año y algunos de ellos estaban a la
espera de juicio. En julio, la Comisión Cubana de Derechos
Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), una prestigiosa
organización no gubernamental de La Habana, publicó
una lista parcial de presos políticos con 230 casos
bien acreditados. (Cabe señalar que no todos los casos
correspondían a personas injustamente detenidas o enjuiciadas
por expresar pacíficamente sus ideas políticas; también
se enumeraban los nombres de condenados por delitos,
la "piratería" entro otros, cuando éstos se habían cometido
por razones políticas.) La lista reflejaba un aumento
neto de 20 casos con respecto a los registrados en enero.
Por este motivo, la CCDHRN sugirió que la tendencia
general de los últimos años a disminuir el uso de la
encarcelación contra los disidentes políticos estaba
llegando a su fin.
La
gran mayoría de las detenciones por motivos políticos
se produjeron durante los incidentes ocurridos en febrero
y marzo. La primera oleada de arrestos tuvo lugar cuando
el gobierno intentó impedir que los miembros de la oposición
conmemoraran el aniversario del derribo de dos avionetas
por parte de la fuerza aérea cubana en 1996. Las autoridades
detuvieron a varios disidentes antes del evento y a
otros cuando se dirigían a una playa del barrio Miramar
de La Habana para arrojar flores al mar. Aunque se puso
rápidamente en libertad a la mayoría de los detenidos,
unos cuantos permanecieron encarcelados.
Entre
las personas que seguían detenidas a principios de noviembre
se encontraban Leonardo Miguel Bruzón Ávila, presidente
del Movimiento de Derechos Humanos 24 de Febrero, Carlos
Alberto Domínguez González, periodista independiente,
y Emilio Leyva Pérez y Lázaro Miguel Rodríguez Capote,
presidente y coordinador, respectivamente, del Partido
Pro Derechos Humanos de Cuba. No se formularon cargos
contra ninguno de los detenidos. Para llamar la atención
sobre su detención indefinida sin juicio, Bruzón Ávila
inició una huelga de hambre en agosto que, según se
informó, se prolongó hasta octubre, lo que hizo temer
seriamente por su salud.
En
un dramático incidente ocurrido el 27 de febrero, un
grupo de 21 jóvenes cubanos, entre ellos tres adolescentes,
estrellaron un autobús robado contra las puertas de
la embajada mexicana en La Habana. El grupo creía al
parecer que México estaba concediendo visas de refugiados
a ciudadanos cubanos, un rumor originado por un programa
de Radio Martí, emisora financiada por Estados Unidos,
en el que se dijo que el canciller mexicano había manifestado
que las puertas de la embajada estaban abiertas a todos
los cubanos, incluidos los disidentes. Numerosos cubanos
fueron rechazados cuando intentaron entrar a pie en
la embajada. A petición de las autoridades mexicanas,
la policía cubana entró en la embajada unas 30 horas
después del incidente y detuvo a los solicitantes de
asilo. También detuvo a otro centenar de personas.
Se
informó de que también se había detenido a una treintena
de disidentes políticos que no participaron en los hechos
y se encontraban a cierta distancia de la embajada.
A principios de noviembre, un grupo de presos entre
los que se encontraban Yosvany Aguilar Camejo, coordinador
del Movimiento Hermanos Fraternales por la Dignidad,
y Carlos Oquendo Rodríguez y José Aguilar Hernández,
presidente y vicepresidente, respectivamente, del Movimiento
13 de Julio, seguía entre rejas.
El
incidente de la embajada se saldó con una oleada de
recriminaciones y teorías sobre la conspiración. El
gobierno cubano acusó al de Estados Unidos de instigar
malintencionadamente los hechos, mientras que algunos
disidentes conjeturaron que el Presidente Castro había
planeado el incidente para poner en una situación embarazosa
al presidente mexicano Vicente Fox, al que se consideraba
demasiado comprensivo con la comunidad disidente cubana.
Las autoridades cubanas llegaron a emitir un programa
especial de televisión para discutir el incidente, en
el que Castro subrayó que "Cuba jamás permitirá la salida
de uno de sus ciudadanos que penetre por la fuerza en
una embajada", y calificó a los solicitantes de asilo
de "delincuentes y elementos antisociales".
El
4 de marzo, un grupo de diez disidentes, defensores
de los derechos humanos y periodistas independientes,
fue detenido en el hospital provincial de Ciego de Ávila.
Habían ido a visitar a un reportero al que la policía
había presuntamente maltratado físicamente ese mismo
día cuando se dirigía a una reunión de la Fundación
Cubana de Derechos Humanos. La policía de seguridad
del estado reaccionó con una severidad desproporcionada
cuando el grupo gritó consignas como "viva los derechos
humanos" y detuvo a sus componentes. Uno de los detenidos
era Juan Carlos González Leiva, defensor de los derechos
humanos ciego que, según se dijo, había sido maltratado
por la policía en el momento del arresto. Los otros
detenidos eran siete disidentes y activistas pro derechos
humanos-Delio Laureano Requejo, Lázaro Iglesias Estrada,
Virgilio Mantilla Arango, Enrique García Morejón, Antonio
García Morejón, Odalmis Hernández Matos y Ana Peláez
García-y dos periodistas independientes-Léster Téllez
Castro y Carlos Brizuela Yera.
Las
autoridades dejaron rápidamente en libertad a las dos
mujeres detenidas, que quedaron bajo arresto domiciliario.
Sin embargo, el resto de los activistas seguían detenidos
a principios de noviembre. En septiembre, la fiscalía
de Ciego de Ávila notificó a los diez miembros del grupo
que habían sido acusados de desacato, alteración del
orden público, resistencia a la autoridad y desobediencia.
Las penas solicitadas por la fiscalía variaban y uno
de los acusados se exponía a siete años de cárcel. En
el caso de González Leiva, el principal acusado sobre
el que pesaba una posible condena de seis años de prisión,
el auto de procesamiento señalaba en tono crítico que
no estaba integrado en organizaciones de masas ni participaba
en ninguna actividad útil para la sociedad.
En
2002 también salieron en libertad varios disidentes
conocidos. A principios de mayo, justo antes de la visita
de Carter, Vladimiro Roca Antúnez salió de la prisión
Ariza. Había pasado más de dos de los cinco años de
condena encerrado en solitario. Roca, juzgado junto
a otros tres disidentes destacados puestos en libertad
en 2001, salió libre dos meses antes del cumplimiento
de su condena. Era hijo del difunto Blas Roca, considerado
un héroe de la revolución cubana, y había estudiado
economía y pilotado aviones de combate de la fuerza
aérea cubana. Años antes, Roca había participado, junto
con las personas juzgadas con él, en actividades disidentes
relativamente notorias, tales como la celebración de
conferencias de prensa en 1997 y la publicación de un
documento de análisis de la economía, los derechos humanos
y la democracia en Cuba. En el proceso penal resultante,
el gobierno lo había considerado cabecilla del grupo
y le aplicó la condena más dura.
El
31 de octubre, el Dr. Óscar Elías Biscet González fue
puesto en libertad tras haber cumplido una condena de
tres años. Biscet, médico y activista político prominente,
fue condenado en febrero de 2002 por deshonrar los símbolos
patrios, alteración del orden público e instigación
del delito, por actos de protesta como darle la vuelta
a la bandera cubana o portar pancartas contra el aborto.
Entre los disidentes que seguían cumpliendo condenas
de cárcel se encontraban Francisco Chaviano González,
encarcelado desde 1994, Carlos Cabrera Roca, en prisión
desde 1996, Joaquín Barriga San Emeterio, encarcelado
desde 2000, y Néstor Rodríguez Lobaina y Eddy Alfredo
Mena González, juzgados junto con Barriga San Emeterio
y también en prisión desde 2000.
El
gobierno siguió enjuiciando a personas por "salida ilegal"
si intentaban salir de la isla sin autorización oficial
previa. En ocasiones, las autoridades denegaron arbitrariamente
dicha autorización o requirieron la compra de un costoso
permiso de salida.
Los
presos padecieron condiciones abusivas, hacinados con
frecuencia en sus celdas. Muchos de ellos perdieron
peso durante el cumplimiento de la condena y recibieron
una atención médica inadecuada. Algunos tuvieron que
soportar abusos físicos y sexuales, habitualmente por
parte de otros presos con la aquiescencia de los guardias.
Las autoridades penitenciarias insistieron en que todos
los presos participaran en sesiones de "reeducación"
política bajo amenaza de sanciones. Los presos políticos
que denunciaron las malas condiciones en las cárceles
fueron castigados con frecuencia al encierro en celdas
de aislamiento, restricción de las visitas o negación
de la atención médica.
Cuba
ha mantenido la pena de muerte para un gran número de
delitos, pero se aplicó aparentemente una moratoria
para no aplicarla. No obstante, dado que las autoridades
no hicieron pública la información sobre condenas y
ejecuciones, fue difícil determinar la situación de
los presos condenados a muerte.
El
gobierno mantuvo un control estricto sobre la prensa,
prohibiendo la publicación de información periodística
independiente dentro de Cuba. Aunque los periodistas
independientes locales enviaban regularmente sus artículos
para ser publicados fuera del país, tuvieron que trabajar
en condiciones extremadamente difíciles. Se enfrentaron
con frecuencia a interrogatorios policiales, breves
períodos de detención, vigilancia, confiscación de sus
notas y otros materiales y restricciones en sus movimientos
con el fin de impedirles cubrir "ciertos eventos." En
mayo, el Comité para la Protección de los Periodistas,
una organización estadounidense de defensa de la libertad
de prensa, incluyó a Cuba en su lista de los "peores
lugares del mundo para ser periodista". Además de Domínguez,
detenido desde febrero, y Téllez Castro y Brizuela Yera,
encarcelados desde marzo, las autoridades mantuvieron
entre rejas al periodista independiente Bernardo Arévalo
Padrón, encarcelado desde 1997, con una condena de seis
años por "injurias" al Presidente Castro.
A
pesar de algunas limitaciones al ejercicio de la libertad
de culto, las instituciones religiosas y sus líderes
disfrutaron de un grado de autonomía que no tuvieron
otras instituciones. Varias organizaciones administradas
por la iglesia distribuyeron ayuda humanitaria y llevaron
a cabo programas sociales. Sin embargo, las autoridades
continuaron frenando la entrada de sacerdotes y monjas
extranjeras, limitando la construcción de nuevas iglesias
y prohibiendo que las instituciones religiosas dirigieran
escuelas (aunque la educación religiosa estaba permitida).
En contraste con las primeras décadas de la revolución
cubana, fue rara la persecución de personas que practicaban
abiertamente su religión.
El
gobierno solo reconoció un sindicato, la Central de
Trabajadores de Cuba (CTC). Los sindicatos independientes
no obtuvieron reconocimiento oficial y sus miembros
fueron hostigados. Los trabajadores empleados en empresas
financiadas con inversiones extranjeras siguieron estrechamente
controladas por el gobierno. De acuerdo con la restrictiva
legislación laboral cubana, las autoridades tuvieron
un papel determinante en la selección, retribución y
despido de trabajadores, denegando efectivamente el
derecho de los empleados a negociar colectivamente los
beneficios, los ascensos y los salarios. Cuba también
continuó sirviéndose del trabajo penitenciario en campos
agrícolas y gestionó plantas de ensamblaje de ropa y
otro tipo de fábricas en sus prisiones. La insistencia
de las autoridades en que los presos políticos trabajaran
sin cobrar y en malas condiciones constituye una violación
de las normas internacionales sobre el trabajo.
La
defensa de los derechos humanos
La
preocupación por las condiciones de los derechos humanos
no se consideró una actividad legítima, sino un gesto
de deslealtad y traición a la soberanía nacional. No
se reconocía oficialmente ninguna organización local
de derechos humanos. Como resultado de ello, los defensores
de los derechos humanos se enfrentaron a un sistemático
hostigamiento por el gobierno y vieron considerablemente
mermada su capacidad de actuación. Además de la vigilancia
y las escuchas telefónicas habituales, en algunos casos,
las autoridades utilizaron los registros arbitrarios,
las detenciones breves, los desalojos, las restricciones
de los viajes y los despidos por motivos políticos.
Se
denegaron generalmente los visados de salida al extranjero
a los activista pro derechos humanos salvo que demostraran
razones humanitarias para viajar (como visitar a un
familiar enfermo). Oswaldo Payá, por ejemplo, no pudo
viajar a Washington, DC, en septiembre para recibir
un premio del Instituto Nacional Demócrata.
Las
organizaciones internacionales de derechos humanos tales
como Human Rights Watch no pudieron realizar investigaciones
en la isla. Cuba fue también uno de los pocos países
del mundo, y el único de Hemisferio Occidental, que
negó el acceso a sus prisiones a la Comité Internacional
de la Cruz Roja.
El
papel de la comunidad internacional
La
Organización de las Naciones Unidas
En
su 58ª Sesión en abril, por décima vez en 11 años, la
Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas
aprobó una resolución sobre la situación de los derechos
humanos en Cuba. El texto, aprobado por 23 votos a favor
y 21 en contra, fue menos contundente que en años anteriores.
En lugar de expresar su preocupación por las violaciones,
la resolución invitaba simplemente al gobierno cubano
a hacer, con respecto a los derechos civiles y políticos,
los mismos avances que ya había alcanzado en materia
de derechos económicos y sociales. Sin embargo, lo más
notable de la resolución es que fuera ampliamente promovida
por países latinoamericanos, cada vez más dispuestos
a reconocer los problemas de Cuba en esta materia.
Los
representantes cubanos ante la Comisión tuvieron una
actuación negativa al intentar debilitar sus mecanismos
de vigilancia con la excusa de revisar su funcionamiento.
De manera similar, en la sesión de la Asamblea General
de la ONU de noviembre, Cuba fue uno de los ocho países
que votaron en contra de la adopción del Protocolo Facultativo
de la Convención contra la Tortura, un nuevo tratado
para la eliminación de la tortura y la mejora de las
condiciones en las cárceles.
Al
igual que en años anteriores, en noviembre de 2001 y
en noviembre de 2002, la Asamblea General de la ONU
adoptó por mayoría abrumadora una resolución pidiendo
el fin del embargo económico de Estados Unidos sobre
Cuba.
America
Latina
Ignorando
las duras acusaciones vertidas por Cuba, ocho países
latinoamericanos -- una cifra sin precedentes -- votaron
a favor de la resolución adoptada por la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU sobre este país. Venezuela
fue el único país que votó en contra, mientras Brasil
y Ecuador se abstenían.
Aunque
el presidente mexicano Vicente Fox visitó Cuba en febrero,
una decisión aplaudida por los cubanos como muestra
de un estrechamiento de los lazos entre ambos países,
las relaciones bilaterales empeoraron rápidamente. Foz
se entrevistó con disidentes durante su visita y, en
abril, su gobierno respaldó la citada resolución de
la ONU. A finales de abril, en un gesto que se consideró
de represalia, el Presidente Castro hizo pública la
grabación de una conversación telefónica privada entre
él y Fox. En ésta, a diferencia de lo que habían dicho
las autoridades mexicanas, se demostraba que, en marzo,
Fox le había pedido a Castro que se fuera antes de una
conferencia sobre desarrollo en México para no coincidir
con el presidente de Estados Unidos George W. Bush.
La
Unión Europea
Los
representantes de la Unión Europea (UE) reanudaron oficialmente
el diálogo político con el gobierno cubano en diciembre
de 2001, durante una visita a La Habana. Sin embargo,
a principios de noviembre de 2002, Cuba seguía siendo
el único país latinoamericano sin un acuerdo de cooperación
con la UE. La "posición común" de la UE con respecto
a Cuba, adoptada originalmente en 1996 y revisada cada
seis meses, condicionaba la plena cooperación económica
a la adopción de reformas en favor de la democracia
y la protección de los derechos humanos.
En
octubre, el Parlamento Europeo anunció la concesión
del Premio Sakharov a la libertad de conciencia al activista
pro democracia Oswaldo Payá.
Estados
Unidos
Puede
que el viaje del ex presidente Carter fuera el más destacado,
pero no fue ciertamente la única visita de personalidades
de la política de Estados Unidos a la isla en el transcurso
del año. Cuba recibió la visita de políticos tales como
el gobernador de Minnesota Jesse Ventura, el alcalde
de Tampa Dick Greco y varios miembros del Congreso.
Con la presión considerable de empresarios e intereses
agrícolas estadounidenses para el levantamiento del
embargo, los partidarios del reestablecimiento de las
relaciones comerciales entre los dos países demostraron
un aumento de su influencia política. Durante su visita
a la isla, el propio Carter pidió el cese del embargo,
alegando que restringía las libertades de los ciudadanos
de Estados Unidos. En julio, la Cámara de Representantes
aprobó, por 262 votos a favor y 167 en contra, una relajación
de las restricciones sobre el comercio y los viajes,
y un proyecto de ley similar estaba pendiente en el
Senado. El principal obstáculo para el cambio siguió
siendo el poder ejecutivo, que prometió vetar cualquier
ley que debilitara las condiciones del embargo.
Los
funcionarios del gobierno de Bush intentaron contrarrestar
las iniciativas para el levantamiento del embargo con
continuos y fuertes ataques verbales contra Cuba. En
mayo, justo antes de la visita de Carter a la isla,
el Subsecretario de Estado para el Control de Armamento,
John R. Bolton, acusó a Cuba de contar con una cierta
capacidad para el desarrollo de armas bacteriológicas.
Otto Reich, Subsecretario de Estado para el Hemisferio
Occidental, retomó estas acusaciones en octubre, aunque
no ofreció pruebas que las respaldaran. Y justo después
del aniversario de los atentados terroristas del 11
de Septiembre, el asistente de Reich afirmó que agentes
cubanos habían ofrecido intencionadamente pistas falsas
sobre posibles planes terroristas.
En
agosto, el antiguo enfermero cubano Eriberto Mederos
fue condenado por obtener ilegalmente la ciudadanía
estadounidense al ocultar su participación en lo que
los fiscales calificaron como una década de tortura
con electrochoques en un hospital psiquiátrico cercano
a La Habana. Menos de un mes después, Mederos murió
de cáncer y su condena fue anulada porque no pudo apelarla |