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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Un cubano en España

Eduardo

La historia de mi viaje a España se remonta a principios del año 1997. Desde que nací siempre supe que mis abuelos paternos habían nacido en Valencia pero nunca habíamos tenido noticias sobre parientes o personas de mi familia residentes en España hasta que un día ocurrió el milagro. Mi padre buscando entre papeles y cartas viejas de una de sus tías (hermana de mi abuela que también había nacido en Valencia) encontró varias cartas de fechas bastante antiguas (1954, 1925, etc) y todas iban remitidas a la misma dirección (Utiel). Por aquellos días mi padre se hallaba enfrascado en poner a su nombre la única propiedad heredada de su madre que era la casa donde se crió y para ello necesitaba la inscripción de nacimiento de mi abuela. Evidentemente tenía que estar registrado ese nacimiento en alguna parroquia española pero mi padre desconocía donde. Cuando encontró aquellas cartas decidió escribir a la dirección que aparecía en el sobre por si alguno de esos parientes le podía gestionar la partida de nacimiento de su madre a fin de legalizar la situación de su vivienda.

Al cabo de tres meses mi padre recibe una carta sellada en Valencia y cuyo remitente eran Concha y Luis. A ambos les debo mi residencia en España, a ambos les debo casi todo lo que tengo hoy y ambos les debo mi libertad, entre algunas otras personas.

Así comenzó la relación de amistad con nuestros parientes. Concha era la hija de una prima de mi abuela. Esta prima de mi abuela, de nombre Cleofé, que aún vive en este bonito pueblo llamado Utiel, fue criada por su madre con el recuerdo siempre vivo de sus parientes en Cuba de los que nunca supo nada más. Grande fue la sorpresa de esta familia cuando recibió aquella carta de mi padre procedente de La Habana en la cual se identificaba y les solicitaba el favor de gestionar la partida de nacimiento de su madre.

Tras varios meses de correspondencia continuada, Concha y Luis deciden viajar de turismo a La Habana y fue cuando tuve la suerte de conocerles y comenzar una relación que dio como fruto mi salida de Cuba. No pocos fueron los intentos y los trámites realizados. Ellos, bien conscientes de la realidad española, no solo querían garantizarme mi salida de Cuba, sino también que a mi llegada a España tuviera las condiciones necesarias para comenzar una vida que en poco tiempo me diera una estabilidad comparable a la de cualquier español. Por eso ellos se negaban a buscar un contrato de trabajo que fuera ficticio o que no me garantizara esa estabilidad que ellos deseaban para mi y mi familia.

Hay que considerar que no era yo el único a salir de Cuba, yo estaba casado y tenia una hija de año y medio y al poco tiempo, enfrascado en los abatares del viaje, nació mi hijo. Por tanto, mis parientes no podían arriesgarme a la suerte; lo que ellos gestionaran tenía que tener bases firmes que me permitieran en el futuro una pronta reunificación con mis hijos y esposa. Ahí comenzaron a plantearse alternativas para mi viaje auxiliados por un gran abogado que trabaja voluntariamente para Cáritas y que es experto en temas de inmigración.

Desde el primer momento se desechó la posibilidad de la carta de invitación ya que en primer lugar no había un vínculo familiar fuerte entre mis parientes y yo por el cual el Consulado español considerara procedente el otorgarme el visado y en segundo lugar una carta de invitación no me daba permiso para trabajar en España con lo cual mi situación de continuidad en este país era crítica.

La única opción posible era el contrato de trabajo. Claro que mi caso tiene una peculiaridad ya que soy nieto de españoles y según la ley en vigor me autoriza a trabajar y residir en España en cualquier sector de la economía. Esto me da una ventaja increíble sobre el resto de personas ya que podía optar a cualquier puesto de trabajo en España independientemente de que ese puesto de trabajo estuviese solicitado o no por un español.

Con esta premisa y conociendo que yo era graduado de Ingeniero Superior en Electrónica y que había trabajado como Investigador en el Instituto Central de Investigaciones Digitales en Cuba durante mas de 7 años, viendo mi trayectoria como persona, estudiante y trabajador y sufriendo en carne propia las miserias del pueblo cubano, mis primos, invadidos por un profundo sentimiento de solidaridad con mi familia y conmigo, a su regreso a España se dan a la tarea de "venderme al mejor postor" - según sus propias palabras. Esto significaba contactar con empresas que necesitaran a una persona de mi especialidad y que quisiera hacerme el favor de elaborar un contrato de trabajo a mi nombre.

Aquella tarea no era fácil. ¿Qué empresa contrataría a un cubano, sin conocerle, para desempeñar un puesto de tanta responsabilidad? Así planteado parecía imposible y mientras el tiempo iba corriendo muy deprisa. Yo continuaba trabajando en el instituto mencionado anteriormente pero en lo más profundo de mí estaba latente el momento tan añorado desde mi infancia. Así transcurrió todo el año 1996 y ya casi cuando había perdido las esperanzas una tarde me avisa un señor amigo de ambos que vivía en Cuba, que esa tarde Concha y Luis me llamarían por teléfono.

No tengo palabras para describir aquel momento. Miles de ideas me vinieron a la mente, excepto la de mi viaje. Me rompía la cabeza haciendo conjeturas del por qué de aquella llamada. Al fin llega la hora y suena el teléfono. Era Concha. ¡ Qué alegría escuchar su voz ! Me dice: -Eduardo, te hemos conseguido un contrato de trabajo como ingeniero!

Yo no daba crédito a aquellas palabras o más bien no era capaz de comprender la dimensión de las mismas y el giro de 180 grados que daría mi vida desde aquel día. A partir de ese momento todos los últimos domingos de cada mes ella me llamaría a las 6:00 de la tarde para informarme sobre el estado de los papeles y las gestiones que yo debía ir haciendo desde Cuba.

Lo primero que necesitaba era mi pasaporte, el pasaporte a la libertad. No me era conveniente presentar solicitud de pasaporte trabajando donde trabajaba yo por lo que lo primero era pedir la baja del trabajo. Pero no podía quedarme sin trabajar, tenía que seguir manteniendo a mi familia y si al final no se daba el viaje, pues no perdía el vínculo laboral. Debía pensar muy bien lo que hacía y estar muy decidido pues luego no valían los arrepentimientos. Antes de dejar el trabajo, debía encontrar un sitio al cual trasladarme y este sitio debía cumplir dos requisitos: Primero, que no me creara problemas en el momento de la salida, es decir, que fuera un trabajo normal, nada de investigaciones ni nada asociado al "Polo Científico" y Segundo: que me permitiera legalizar mis documentos estudiantiles con vistas a la homologación de mi titulación de Ingeniero en España.

Cual de los dos requisitos más complicado y difícil. Para dar cumplimiento al segundo requisito tenía que conocer o tener amistad con el Director de dicho centro de trabajo. Comento mi situación con una amiga y ésta me dice que conocía a una chica que era directora de una empresa de la construcción del Poder Popular. Esa misma noche fuimos a visitarle y le planteo abiertamente la situación. Me dice que no tenía problemas en emplearme y una vez allí redactaría una carta como que la empresa necesitaba que pasara un curso de postgrado en Rusia y que para ello necesitaba legalizar mis documentos estudiantiles para que surtieran efecto en el extranjero. Y así se hizo. Claro, que todo ello se resume en este párrafo pero fueron largas semanas y meses de papeleos y trámites, que comenzaron en la Secretaría General del ISPJAE y terminaron en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Colas, esperas, desiluciones, temores, etc, fueron el ingrediente principal de todos estos trámites. Y mientras, trabajaba en aquella empresa que nada tenía que ver conmigo.

En total el trámite de obtención del visado de trabajo y residencia tardó 11 meses. Como había previsto el abogado de Cáritas, yo no tuve problemas en obtener el visado solo por el hecho de ser nieto de españoles, pero a la parte cubana no le interesaba nada de esto, ni reconocía el contrato de trabajo y mucho menos que yo fuera nieto de españoles. La parte cubana me pedía una carta de invitación legalizada en Consultoría Jurídica Internacional. Concha y Luis no pusieron reparos para la elaboración de la carta de invitación y éste fue el documento que presenté en las oficinas de Emigración Cubanas para obtener el permiso de salida del país. Esto era ya el año 1998. En febrero nació mi hijo y el 2 de Abril, justo cuando el niño cumplió los dos meses de nacido, abandonaba por primera vez, preso de alegría y sueños y a la vez un profundo dólor, el suelo que me vió crecer.

Esa noche dejaba atrás a toda mi familia para integrarme a un mundo que apenas conocía. Llevaba una maleta con unas pocas cosas y mis libros que guardaba como un tesoro. Al poco tiempo tiré los libros a la basura pues la mayoría estaban atrasados y ya de nada me valían. En efecto comencé a trabajar en la empresa en la cual sigo trabajando como ingeniero electrónico. Su dueño, una gran persona con gran corazón y a la que admiro y aprecio muchísimo, me fue abriendo puertas y me dio la posibilidad de llegar hasta donde he llegado.

Al principio todo era negro. Pensaba que jamás iba a reunirme con mi familia. Pensaba que la gente no me entendía y que todo había sido un gran error. Al ver que mi familia en Cuba no quería que yo regresara me dí a la tarea de traerlos lo antes posible. Comencé por mi mujer. Lo de ella fue fácil, a los 8 meses de mi llegada, llegó ella. Venía como cuando yo llegué, llena de ilusiones y sueños pero atrás habían quedado nuestros dos retoños junto a mi madre, que como toda una heroína, decidió quedarse al cuidado de ellos por tal de alejarnos a nosotros de la isla. Y pronto esa dura realidad comenzó a mellar la conciencia de mi mujer. Lejos de encontrar en ella apoyo, solo encontraba un problema más que martillaba a cada momento sobre las llagas que también yo padecía.

La situación de los niños era más delicada. Cuba no permite la salida de menores de edad a no ser por reagrupación familiar y para poder solicitar una reagrupación familiar desde España, ésta me pedía tener una residencia en vigor ya renovada por lo que hasta pasado Abril de 1999 no pude solicitar esta reagrupación familiar. Además España valora también la situación económica de los reagrupantes y por ello necesitaba a mi mujer para crear las bases necesarias y el dinero suficiente para costear la vida de mis hijos en Cuba así como los gastos del viaje de ellos y de mi madre que sería quien nos los trajera hasta aquí.

El 3 de diciembre de 1999 mis hijos llegaban a Barajas. Trancurrieron 20 meses desde que los había dejado de ver. Dejo a vuestra imaginación como pasamos mi mujer y yo ese período de tiempo. Gracias a Dios los trámites de los niños no tuvieron mayores problemas pues mi jefe me ayudó a todo cuanto pudo por agilizar dichos trámites de la parte Española y por la parte cubana estaba la fiera de mi madre. Ella vino por carta de invitación normal ya que en aquellas fechas visaban las invitaciones de hijos a padres.

Hoy vivimos felizmente aquí. Siempre llevamos la nostalgia de nuestro pueblo y de la tierra que Gloria Stefan menciona en una de sus canciones. Mi mujer y yo hasta pasamos por españoles y muy pocos nativos nos logran identificar por el acento y mis hijos... bueno, mis hijos son ya españoles y valencianos.

Esta ha sido a grandes rasgos la historia de mi venida a España. Sé que he estado preñado de suerte y que muy pocos cubanos han tenido, tienen o tendrán la suerte que yo tuve. Han sido momentos buenos y malos, alegrías y tristezas, ilusiones y desiluciones, avances y trabas pero al final lo logramos y todo en ¡ un año y 8 meses!

Ojalá que mi testimonio sirva de algo a alguien, que al menos les dé fuerzas para proponerse una meta y que siempre piensen que puede haber un futuro mejor.


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