Esteban
Casañas Lostal
Para
los viejos cubanos un ballú es sinónimo
de prostíbulo o burdel, esa palabra debe ser de
origen nuestro, porque no aparece en los diccionarios,
entonces, si se escribe con "y", no creo que
se cometa error ortográfico. De pequeño
alcancé ver algunos de esos lugares en barrios
de La Habana, las últimas prostitutas que vi, después
de la llegada al poder de Fidel, ocurrió en Santiago
de Cuba, exactamente en la calle Padre Pico, fue por el
año 61, mientras me dirigía hacia la campaña
de alfabetización, yo tenía en ese entonces
once años. ¿Quién se acuerda de ellas?
Desaparecieron por encanto entre uniformes y marchas,
parecía que se había recobrado la dignidad
plena del hombre como se prometió, pero, como andan
las cosas hoy día, todo indica que nos equivocamos.
No
por desaparecer las prostitutas temporalmente se perdió
el uso de esta palabra, para las nuevas generaciones,
ballú es otra cosa, es tal vez algo peor. Las infelices
prostitutas podían infestarnos con alguna enfermedad
venérea, mientras el nuevo ballú contaminaba
a la sociedad de males mucho más poderosos, cuyas
enfermedades eran capaces de destruirlo todo, desde un
edificio hasta la familia.
Ballú
es relajo, descontrol, desorganización, despilfarro,
desorientación, desmoralización, derroche,
promiscuidad, etc. Hay ballú donde quiera, en las
escuelas, fábricas, ejército, hospitales,
en las cuadras, en los barrios, en fin, en toda la isla.
Por esa razón, nosotros somos tan balluceros y
ese relajo que llevamos dentro, lo tenemos también
en nuestras casas, de vez en cuando y para no aburrirnos,
formamos nuestro ballú con los amigos, no es nada
malo, ninguna orgía, es solamente una fiesta, algo
para pasar el rato, que allí en esa isla es bastante
largo.
Un
buen ballucero debe tener un excelente equipo de música,
no importa de que marca éste sea, se requiere para
ser calificado de esta manera, que tenga más de
cien watts de salida, así podemos oír la
música como nos gusta, que las ondas se sientan
en el cuerpo, para bailar y al mismo tiempo discutir de
pelota, para bailar hasta la madrugada y que la música
sea escuchada por todos los vecinos, si tienen que trabajar
no importa, si están enfermos que se jodan y si
se encuentran de luto, ese es su problema. La policía
no nos interesa, no hay teléfonos para llamarlos
y si existieran, ellos no tienen gasolina para estos menesteres.
El ballú nos hizo cambiar el concepto de muchas
cosas, hasta olvidamos la unidad para medir capacidades,
así, el congelador de un refrigerador no se mide
por centímetros cúbicos, pulgadas cúbicas,
ni nada por el estilo. Se mide por cajas de cerveza, de
esas que llevan 24, entonces, a la hora de organizar alguno
que otro ballú, se elegía la casa del individuo
con más capacidad, entonces decíamos; "
La casa de Pepe es la perfecta, al tipo le caben una caja
y media". Para estas cosas siempre hemos sido muy
organizados, de verdad que siempre nos ha gustado el relajo
con orden.
Sin
poder desprendernos de esa virtud, los cubanos vamos a
cualquier lado con nuestro ballú a cuesta, así
un día, partí en un barco con 1200 hombres
para una guerra, antes de zarpar del puerto de Cárdenas,
recibimos una rastra cargada de cerveza y un camión
de ron. No puede negarse que el gobierno conocía
de nuestras debilidades, dos jornadas antes de llegar
a Luanda nos quedamos prácticamente sin comida,
la bebida nunca faltó. Dos años más
tarde, llegaba a esa misma ciudad en avión, para
cumplir una misión internacionalista.
Nuestro
primer viaje a bordo del buque angoleño "Ngola",
fue desde el puerto de Luanda hasta Argelia, cargado con
ocho mil toneladas de café, tres mil de las cuales
eran para ese país, otro poco para Bélgica
y el resto para Polonia.
Argelia
ha sido uno de los países que más he visitado
en el continente africano, fueron muchos los viajes que
di a distintos puertos, entre ellos se destacan; Orán,
Mostaganem, Annaba, Argel y éste último
que es pequeño, de nombre Bijaijia, no recuerdo
si es el que más al Este se encuentra, casi pegado
a Túnez. Llegamos en pleno "ramadán",
tiempo durante el cual, los practicantes de la religión
musulmana, que es la mayoría en ese país,
no come ni bebe durante el tiempo que el sol se encuentra
afuera.
Las
operaciones de descarga son lentísimas en ese tiempo,
hay que comprender la debilidad física de los hombres,
que permanecen más de doce horas sin ingerir alimentos
ni líquidos, razón por la cual, la descarga
de esa insignificante cantidad de carga nos tomó
más de dos semanas.
Al
salir de Luanda se definió por la parte cubana,
que nuestro salario a bordo sería de un dólar
diario, a partir de la salida del último puerto
angoleño hacia el extranjero, o sea, durante nuestra
estancia en puertos angoleños no cobraríamos
nada, así como lo oyen. La parte angoleña
de la tripulación, que eran los subordinados, recibirían
en cambio once dólares diarios. Quisimos apelar
esa decisión impuesta por el representante del
Ministerio de Transporte cubano, llamado Amador del Valle,
pero el tipo se negó a reunirse con nosotros y
oír nuestros criterios, así es como funcionan
las cosas allá. No teníamos otra alternativa
que acudir a nuestros viejos trucos, era inconcebible,
que los simples marinos cobraran once veces más
que la oficialidad, sobre los que descansaban todas las
responsabilidades.
Los
portugueses al abandonar el barco, dejaron una buena cantidad
de bebidas en un pañol dedicado a ellas en la gambuza,
era bebida cara y de marcas mundialmente conocidas, hacia
ellas dirigimos nuestros primeros ataques, hasta que llegó
el momento en que se agotaron. No había nada que
hacer en ese país, sin existir ramadán era
extremadamente aburrido, en aquellos momentos era desesperante.
Por suerte para nosotros, nos encontramos con un barquito
español, se encontraba descargando camiones cargados
de huevos que venían de Inglaterra, así
como lo oyen, esas son las cosas raras que suceden en
los países del llamado tercer mundo, me imagino
que aquellos huevos eran de oro o al menos lo sería
su precio. Con aquella tripulación hicimos prontas
relaciones, es bueno aclarar, que eso era posible, porque
solo éramos nueve cubanos, de haber sido a bordo
de un barco cubano, aquellas relaciones eran imposibles
de establecer, vivíamos con el inseparable fantasma
de la CIA dentro de nosotros.
Pronto
las relaciones con los marinos de la madre patria se hicieron
fuertes, todos los días intercambiábamos
visitas, un día en su pequeño barco, otro
en el nuestro y así tratábamos de que pasara
el tiempo para largarnos de aquella pesadilla. No se hizo
esperar la proposición para la compraventa de café
entre ambas tripulaciones y el tráfico de sacos
entre naves, se efectuaba en horas de la madrugada, ante
los asombrados ojos de los tripulantes angoleños,
que se encontraban de guardia. Nunca se pudieron imaginar
que fueran precisamente los Oficiales, quienes dieran
origen a aquel saqueo, la mayoría de la tripulación
era analfabeta pero muy inteligente para aprender esta
lección, una sola clase fue suficiente.
Puedo
asegurar que esta era la primera ocasión que robaba,
en los barcos cubanos nunca se me había ocurrido
tal barbaridad, lo hacía con gusto, moralmente
lo encontraba muy justo y correcto, es sorprendente pero
era la realidad, yo le buscaba una justificación
a lo que hacíamos, me decía constantemente
"Ladrón que roba a ladrón merece cien
años de perdón", sin embargo, era injusto
al aplicarla, le estaba robando a otro país que
nada tenía que ver con nosotros, pero lo encontraba
culpable también de nuestras desgracias, ese fue
solamente el inicio, luego continué hasta el final
de mi campaña y lo más curioso de todo es,
que los angoleños me admiraban y confiaban en mí,
la mayor parte de las veces yo era el traductor en las
negociaciones, que muchos de ellos realizaban con distintos
tipos de contrabandos, esa confianza no la depositaron
en todos los cubanos, ellos sabían distinguir entre
los hombres e identificaron con precisión a nuestros
delatores.
Con
los argelinos siempre mantuve una cordial relación,
me interesaba la vida de las personas de los países
que visitaba y en mis guardias hablaba con los estibadores,
lo hacía con todos, sin distinguir nacionalidades,
por eso, uno de esos días de cualquiera de esos
viajes, alguno de ellos me manifestó; que para
contraer matrimonio había que pagar algo así
como una dote, que traducido al lenguaje de nuestro país
significaba; comprar a la mujer.
Siempre
me preguntaba por muchas de las razones, que diferenciaban
al mundo de acuerdo a sus costumbres, pero era imposible
encontrar respuestas a mis interrogantes y debí
aceptar la vida tal y como la observaba, creo que eso
me enseño a ser tolerante y respetar a los demás,
recibí en pago la comprensión y el cariño
de los otros, sin dejar de reconocer, que es muy difícil
lograrlo en los países árabes.
Hablando
con uno de ellos, con un insignificante estibador, me
contó de aquellas cosas que el simple turista no
puede observar, la razón por la cual es casi imposible
ver a una mujer en la calle, pero más difícil
aún, ver a una niña o joven. Si recorres
todos los lugares públicos, encontrarás
a personas del sexo masculino, sean bares, cines, parques,
exposiciones, etc. Las hembras estarán casi en
cautiverio en sus casas, ellas se encontrarán a
resguardo de los padres, hasta el momento de efectuar
el matrimonio convenido con anticipación. El que
no posea dinero para pagar esa dote, sencillamente no
tendrá mujer, el que tenga bastante, podrá
asegurarse un harén, así funcionan las cosas
desde hace siglos y nadie las ha podido cambiar.
Argelia
fue otro de los laboratorios donde se experimentó
el Socialismo, aquí tenía su sabor musulmán,
todo indica que no funcionó, se podía percibir
desde mucho antes, era terrible la improductividad, el
desorden, el burocratismo, etc. Cuba siempre mantuvo personal
en ese país, recuerdo a los que pertenecían
a la brigada médica, que trabajaban en el hospital
Ché Guevara, te expresaban abiertamente su deseo
de regresar a la isla. Un ginecólogo amigo mío
de la barriada de Juanelo, regresó loco de su campaña
en Argelia, fue necesario emplear mucho tiempo, para regresarlo
a su estado normal, después de esa experiencia,
no creo que aquel hombre se haya brindado para otra aventura
internacionalista.
Uno
de aquellos aburridísimos días, llegó
uno de los gallegos del barquito español para invitarme
a salir, la idea no me atraía, ya había
salido una vez y era suficiente, consideraba que en ese
puerto no tenía nada que buscar.
-Jodé
hombre, te aseguro que te divertirás un poco.-
Insistía el hombre para convencerme.
-No
jodas gallego, ¿qué carajo se puede ver
en este pueblo?-
-Te
aseguro que verás algo que nunca has visto en tu
puta vida.-
-¡Al
carajo! Sencillamente tienes ganas de estirar las patas
y no encontraste a otro para que te acompañara.-
-No
seas jilipollas, para caminar lo haría solo y sin
necesidad de salir de este puerto, te digo, vas a quedar
pasmado con el descubrimiento que hice.
-Descubrimiento
aquí en Argelia, de verdad que estás loco
de remate gallego.
-Te
he dicho una y mil veces que no soy gallego, soy catalán.
-Para
nosotros es lo mismo, todo los que viven en España
son gallegos, así que no te ofendas.
-¿Entonces
qué, vas o no vas?
-Coño
dame un avance aunque sea, porque de veras es difícil
creer que exista algo atractivo en este lugar.
-¡Putas
hombre!
-¿Putas?
Eso no te lo crees ni tu mismo. ¿Putas en Argelia?
Gallego no fumes mas marihuana.
-Jodé
que no fumo esa mierda, pero si no lo crees vamos, te
voy a llevar hasta un burdel que descubrí.
-¿Un
ballú aquí? Deliras gallego.
-Háblame
como los cristianos para entenderte, ¿qué
es eso de ballú?
-Nada
hombre, eso mismo, es un burdel.
-Entonces
te entusiasmas.
-Por
supuesto gallego, esto no me lo pierdo, tratándose
de putas.
-Yo
sabía que el tema te iba a gustar.
-No
solamente las putas, quiero saber como es un burdel árabe.
-Nada
mas que hablar, vámonos entonces.
Fueron
muchas las cuadras que anduvimos, mientras el gallego
me hacía la historia del tabaco, de verdad no me
explicaba como fue posible que llegara hasta esos parajes,
debe haber sido guiado por un argelino. Me contó
el origen de aquellas prostitutas, según su versión
y de acuerdo a lo que le contara un argelino, esas mujeres
fueron llevadas a ese oficio, porque en la mayoría
o totalidad de los casos, habían manchado el honor
de la familia. Sus delitos consistieron en que después
de haber sido comprometidas por sus padres, se enamoraron
de otro chico y llegaron a la cama nupcial sin ser vírgenes,
la familia del novio establece una reclamación
por el fraude del que fueron víctimas y en algunos
casos su propia familia le puede quitar la vida, como
sucede en muchos de esos países árabes,
otros prefieren mandarlas de prostitutas al desierto,
campamentos militares o a simples prostíbulos como
al que nos dirigíamos. Ya había oído
hablar de esas costumbres, creo que nunca me adaptaría
a vivir en un país así.
Por
la década de los setenta, a una cubana se le ocurrió
la brillante idea de casarse con un argelino, es muy probable
que se haya enamorado de él, en el amor no existen
fronteras, aquella muchacha se fue a vivir a Argelia y
desde su llegada le cambiaron las reglas del juego a las
que estaba acostumbrada, la mantenían encerrada
en la casa, no podía tener relaciones amistosas
con nadie, no podía chismear con los vecinos, el
marido le daba buenas sesiones de golpes de vez en cuando,
para recordarle quien era el macho, así, hasta
llevarla a un estado de desesperación, que aquella
infeliz imploraba en la embajada de Cuba, para que la
ayudaran a salir del país ya que las autoridades
argelinas se lo prohibían, ella era, además
de la esposa de un argelino, parte de su propiedad. Tantos
fueron los ruegos de esa desdichada, que un buen día
la ayudaron a salir de polizonte en uno de nuestros barcos.
Llegamos
hasta una casona, que estaba separada de la calle por
una altísima cerca de ladrillos, en esa parte de
aquel pequeño pueblo, las calles no estaban pavimentadas.
El gallego tocó en una puerta bien grande y seguido
a sus toques, sentimos el correr de cerrojos en su interior,
el tipo balbuceó unas palabras en árabe
y el gallego sacó un billete para pagar la entrada,
solamente por entrar, cobraban dos dirham o dinares. Pocos
metros detrás se encontraba la casa, bastante oscura
en su exterior, nos había sorprendido la noche.
El
gaito se comportaba como todo un buen maestro o guía,
así, me dejé conducir por él hasta
el interior de aquella misteriosa casona, cuando traspasamos
la puerta de entrada, nos encontramos en un largo pasillo,
de unos tres metros de ancho y más de veinte de
largo, no existían puertas en toda su longitud,
solo una a mitad de camino, donde se aglomeraban un grupo
de hombres vociferando. Aquella puerta era de rejas de
hierro, parecidas a las utilizadas en las prisiones, pasamos
junto a ellos en nuestra marcha hasta el final de aquel
pasillo, el olor a grajo en esa área fue demasiado
fuerte y penetrante, estaba tan congestionado el paso
por allí, que no atiné a mirar al interior
de la reja para ver lo que sucedía. El ambiente
en aquel pasillo era deplorable, sus paredes se encontraban
bien sucias y falta de pintura, al final del pasillo habían
dos o tres mesitas y un pequeño mostrador, en lo
que era un saloncito que se esforzaba por aparentar ser
una cafetería, muy pocas eran las ofertas, café
y refrescos, el dependiente se moría de aburrimiento
también, todo era aburrido en ese país,
menos lo que sucedía a mitad del pasillo.
Regresamos
sobre nuestros pasos y nos ubicamos dentro de aquel molote
de gente, la peste era insoportable, pero teníamos
que sacrificarnos para poder vivir ese momento, mas que
gente, aquello parecía una jauría de lobos,
todos vociferaban al mismo tiempo y la atmósfera
se envenenaba con fétidos alientos. Permanecían
con una mano levantada y sujetando entre ellas varios
billetes. Detrás de la reja, una vieja gorda parada,
de tez grasienta, es muy probable que apestosa también,
detrás de la vieja que debía ser la matrona
de aquel ballú, una escalera de caracol, como esas
que se utilizan para escapar en casos de incendio.
Por
minutos se mantenían en silencio aquellos lobos,
la gorda abría la reja cada vez que bajaba alguno
de los que habían subido antes, luego, se repetían
las griterías y muestras del dinero con la mano
en alto, por aquella escalera de caracol bajaba algo que
debía suponerse era una mujer, mostraba una pierna
moviéndola dos o tres veces y desaparecía
de nuevo, entonces, la gorda tomaba a uno de los lobos
por la mano, le quitaba el dinero y contaba con rapidez,
para luego permitirle subir. Yo había visto cientos
de prostíbulos en distintos países, pero
nunca algo similar a esto, donde la gente pagaba por una
mercancía, sin saber si sería de su agrado,
además, no se sabía si era mujer o no, bien
podía ser un maricón, una pierna no dice
nada.
-¿Qué
te parece esto cubano?- Rompió nuestro silencio
el gallego, a nuestro alrededor no cesaba la bulla, ni
la peste a grajo, ni el mal aliento, si me mantenía
en ese lugar, lo era solamente por chismoso.
-Compadre,
esto no tiene nombre, creo que es una de las cosas más
deprimentes que he visto en mi vida, ven acá galifa,
¿cuántas putas trabajan aquí?
-Jodé,
no has contado las patas, por mi cuenta solo he visto
cuatro diferentes.
-¡Cojones!
Cuatro putas para satisfacer a todos estos salvajes, deben
tener el bollo echando candela.
-No
lo creas, no has contado el tiempo que pasan allá
arriba.
-No
jodas compadre, no me he puesto para esos detalles.
-
Bien, ahora cuando suba alguno, vamos a medirle el tiempo.
Le
medimos el tiempo a varios de ellos y ninguno llegó
a los cinco minutos, descontando el empleado en subir
y bajar la escalera, se puede deducir, que aquellos hombres
llevaban el semen en la punta del rabo y de solo oler
una vagina se venían, no estaba mal para las infelices
putas, pero de solo metérselos una sola vez en
ese corto tiempo era suficiente, porque en la medida que
salían clientes llegaban otros, parece que aquello
nunca acabaría, sin contar que en esos momentos
la clientela sería la mínima por estar el
ramadán en pleno apogeo. Absortos en nuestros estudios
para ver quien era el que rompía el record de los
tres minutos y medio establecido por uno de aquellos incontrolables
sementales, sonó con mucha fuerza un silbato a
nuestras espaldas.
-Gallego
y ahora, ¿qué mierda es esto?
-Cállate
cabrón y párate en atención de culo
para la pared.
-Carajo,
pero explícame algo.
-Después
te explico, hazme caso si no quieres recibir un toletazo.-
Como todo un buen exmilitar, obedecí al gallego,
todos los argelinos presentes en el lugar hicieron lo
mismo, al sonar el silbato, sus culos se pegaron a la
pared y se pararon firmemente en atención. Desde
la puerta de entrada comenzaron a caminar cuatro policías,
con la lentitud que se les antojaban sus huevos, sostenían
un tolete en sus manos derechas y lo golpeaban con suavidad
contra la palma de la mano izquierda, mientras sus amenazadoras
miradas recorrían cara y cuerpo de todas las personas
que nos encontrábamos en ese lugar.
Aquellos
minutos fueron interminables, pensaba que nunca llegarían
hasta el final del pasillo, después, con la misma
lentitud recorrieron el camino que habían pasado,
hasta que se oyó de nuevo el silbato, transcurrieron
más de quince minutos en aquella lenta inspección
visual. Mierdas, tan machos que se hacen esos maricones
con el toletico y la pistola que cargan, y tal vez se
vienen en menos de los tres minutos y medio. Aquel silbatazo
indicaba que podíamos ponernos cómodos,
con gran velocidad, los más próximos a la
reja se lanzaron sobre ella, repitiéndose el desfile
de las conocidas piernas.
-¿Gallego,
tu sabías de esto?
-¡Claro
hombre! Lo que pasa es que no podía revelarte todo
a la vez para que no perdiera su encanto, esta era una
sorpresita que te tenía reservada.
-Entonces,
¿esa inspección la hacen a diario?
-Es
que deben hacerla para controlar a estos lobos, de lo
contrario son capaces de fornicarse hasta la gorda de
la entrada, pero no te asombres.
-¿Por
qué, hay algo mas?
-Si,
el asunto es que hay un día de la semana que el
burdel cierra sus puertas, ese día, solo tienen
derecho a entrar los policías.
-
Gallego, vámonos pal carajo, ya hemos visto suficiente
y la peste a camello que hay aquí adentro es insoportable.
-Si,
larguémonos, en definitiva vas a ver repetirse
la misma escena indefinidamente.
Respiré
a todo pulmón cuando salí, no estaba mal,
había visto algo nuevo, denigrante, pero nuevo
al fin y al cabo, no se parecía en nada a aquellos
grandes burdeles que tuve la oportunidad de ver en distintas
partes del mundo, algunos muy famosos, con nombres encubridores,
pero burdeles con hermosas mujeres. En Cuba tenemos uno
de los mayores del planeta, el ballú del Malecón,
con niñas que un día soñaron otra
cosa, en América tenemos un ballú inmenso,
es nuestra isla, ballú con miles de putas, isla
de balluceros, aquello pretendieron un día que
fuera Socialismo, hoy no lo es, tampoco es Capitalismo.
Mustafá
no es nadie, no es el dueño del burdel, se me ocurrió
ese nombre, porque en todas las viejas películas
con temas árabes había un Mustafá,
de la misma manera que en las antiguas novelas, algún
criado se llamaba Jaime o también, porque miles
de negras se llamaban Caridad o María Merced.
-Gallego,
no vas a comprar mas café.
-
Joder, ¿vas a vender el barco entero?
-¿Compras
o no compras?
-Si,
pero acuérdate que soy buen cliente, dame una rebajita
hombre.
-Coño
con todo lo que ganas y siempre andas llorando.
-Negocio
es negocio.
-Nunca
vas a salir de las alpargatas y la boina.
-Quien
demonios se acuerda de esas cosas macho.
-Te
rebajo solo 500 pelas.
-Digamos
700.
-Dale
al carajo, no empieces igual que ayer.
-Es
que a ti no te cuesta un huevo.
-¿Quién
paga por el susto galifa. ?
-Digamos
600.
-500.
-Joder
550.
-Vale.
-Eres
un gran cabrón cubano.
-Cuántos
sacos te llevo gaito.
-Trae
cuatro.
-Vas
a abastecer a toda Galicia.
-Mal
rayos te parta tío, te he dicho que soy catalán.
-Vale
gallego 550 y no me vengas con mas llantos.
-A
la misma hora bandido.
-Nos
vemos. |