Lucas
Garve
La
famosa noche habanera que otrora valió a la capital
cubana el apelativo de París de América,
hoy no es tal. Calles y plazas en penumbras y casi vacías
regalan una atmósfera un tanto fantasmal a la ciudad
antaño bulliciosa y sandunguera.
Únicamente,
algunos polos de atracción ligados al turismo no
duermen hasta muy tarde. Y sólo hasta el comienzo
de la noche, lugares céntricos de la capital muestran
la actividad de personas que tratan de alcanzar transporte
para regresar a sus hogares.
Eso
sucede en los alrededores del Capitolio habanero. Contiguo
a la mole de Prado y Dragones, el Parque de la Fraternidad
languidece entre penumbras. Del otro lado, un islote entre
las calzadas de Monte y Reina sirve de punto de embarque
a transeúntes que se dirigen a zonas de los suburbios
habaneros. Justo allí, un grupo de mujeres apenas
salidas de la adolescencia muestran la última hornada
de prostitutas habaneras del nuevo milenio.
Son
jóvenes, muy jóvenes, aunque puede entre
ellas encontrarse a algunas que no lo son tanto. Allí
esperan para vender su mercancía.
Noches
atrás trataba de encontrar en qué regresar
a mi casa, cuando encontré muy cerca a un amigo,
dentista de profesión, ya entrado en años,
quien esperaba el arribo de su esposa en un transporte
público.
Las
chicas, a la caza de clientes, lo tomaron por un extranjero,
y como abejas a la miel, lanzaron sus proposiciones. Medio
disgustado, medio halagado, pero más que nada sorprendido,
mi amigo el dentista me confesó -con pudor de "temba"
cincuentón- que nunca imaginó encontrar
un espectáculo semejante a las 9 de la noche.
La
prostitución resurgió luego de un período
de azote de las autoridades. Al final de la adolescencia,
sin las vestimentas y accesorios de sus antecesoras inmediatas,
las "jineteras" del Vedado, estas vendedoras
de sexo apelan a una clientela de origen nacional, manejadas
de cerca por sus chulos, que esperan en los pocos bancos
de la exigua plazoleta.
Una
señora que junto a mí esperaba la llegada
de un ómnibus, me explicó que ese comercio
alcanza su apogeo entre las 9 y las 12 de la noche. Pero
el detalle que la señora destacó fue la
presencia de mujeres no tan jóvenes entre las prostitutas.
"Los tiempos -dijo- están duros y el dinero
falta".
Pero
las prostitutas de "bajo costo", según
una expresión de moda, no se encuentran solamente
en el lugar mencionado.
Un
colega periodista me explicó que en la intersección
de la Avenida Santa Catalina y Calzada de Vento, junto
a una estación de gasolina "dolarizada",
un Cupet, se encuentran las dedicadas al sexo oral. La
misma oferta puede encontrarse en Santa Catalina y Boyeros,
frente a otro expendio de gasolina.
Éstas
recién llegadas a las filas de la prostitución
sólo cobran 50 centavos de dólar.
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