Por : Julio Cesar Gálvez Rodríguez.
Preso
de Conciencia, condenado a 15 años de prisión.
--La
policía tuvo la culpa, se abalanzaron sobre mi
desaforadamente. Como siete guardias me golpearon y me
sacaron esposado de la casa delante de todos los vecinos.
Dicen que yo me quería escapar saltando el muro
que divide mi casa con la de al lado. ¡ Eso es mentira!…..
¡ Mienten! …..! Todos mienten! ……Fíjate
bien ¨político¨, el borde del muro está
lleno de picos y fondos de botellas rotas, están
incrustadas en el cemento, quien se atreva a brincar se
corta las gandingas en el intento.
El
hombre paró un momento como tomando aliento, se
atraganta, busca en la memoria, repasa los detalles uno
por uno, todo en el bulle, es como un volcán a
punto de soltar lava ardiente. Un ligero escalofrío
me recorre toda la espina dorsal, podía ver la
sombra reflejada contra la pared blanquecina pintada de
cal, está frente a la reja que sirve de puerta.
La luz del bombillo de su celda mostraba una figura corpulenta,
cuello grueso y cabeza grande casi rapada. Se que tiene
la piel blanca, hace casi medio año no coge sol.
Quiere evadir los gritos de los otros reos. Le gritan
ofensas, le amenazan de muerte, aunque de todas formas
la muerte le ronda constantemente. En la actualidad pesa
95 kilogramos, dicen los que lo vieron llegar un año
atrás pesaba 65 kilos solamente, el mismo lo reafirma.
--Yo
trabajaba día y noche como un mulo. Prosigue, se
que se dirige a mi, pero da la impresión que habla
consigo mismo. --¡ Ella no lo entendía! Yo
soy carpintero, y de los buenos. Lo mismo te hago un juego
de cuarto que uno de sala o de comedor. --? Cuánto
cobrabas por un escaparate? Le interrumpo casi sin darme
cuenta. El subconsciente me traiciona, tal vez no estoy
realmente preparado para escuchar semejante historia,
siento pavor. --Mira político, por un escaparate
de tres puertas y dos gavetas centrales, cobraba dos mil
pesos, claro, me tenían que traer la madera, bien
seca y curada para que no se jorobe o le entren los bichos,
tiene que ser madera dura.
Estaba
sedado, con deseos de hablar. Diariamente toma dos tabletas
de Fernobarbital de 100 miligramos, dos Diazepan y dos
Amitrictilina, practicamente se endroga pues eso bastaría
para hacer dormir a un caballo durante tres días.
Duerme de madrugada y casi toda la mañana. Escucho
sus fuertes ronquidos.Se tumba en la parte baja de la
litera por las tardes después del sancocho que
nos dan. Lee la Biblia durante horas y horas, es el único
preso que duerme abajo debido a su peso corporal. Miro
y noto que el cielo estaba oscuro por completo a pesar
de que aun no era las 8 de la noche, lo se porque no había
escuchado la música del Noticiario de la televisión
que los presos comunes tienen derecho a ver. Aunque estamos
a comienzos de julio y el cambio de horario hace que oscurezca
más tarde hoy la noche cayó rápido
y las farolas del penal estaban encendidas, las podía
distinguir a través de los pequeños espacios
abiertos en la pared frente a las rejas de mi celda. Murmullos
de voces cercanas llegan hasta nosotros, son los hombres
que conversan en los pasillos laterales de los destacamentos
uno y cinco. Después de un corto silencio, resonó
de nuevo la potente voz de Ramón, mi interlocutor
y ocupante de la celda cinco, la penúltima, contigua
a la mía. --! No se…. no se…! ? Cómo
pudo suceder? ! Fue horrible!….Yo no lo pude hacer
¨político¨, tienes que creerme, alguien
tiene que crerme. Fue el mismisimo diablo quien lo hizo.
El corto pasillo que ocupan las seis celdas en solitario
de máxima seguridad del penal está iluminado
por una luz amarillenta y lobrega que se proyecta sobre
el piso de granito El silencio de nuevo se apresa de nosotros,
un silencio conspirado.
Ya
el pasillero nos trajo la comida. Al parecer todos leen
en la parte de arriba de sus literas. Solo Ramón
y yo estámos de pie ante los gruesos barrotes medievales.
--No te escuche bien, le respondo a pesar de haberlo escuchado
perfectamente. --!Que no se como pudo suceder!…?
No me entiendes?…Repitió nuevamente, esta
vez con desesperación, era como si tuviese prisa
por contarme. Se notaba cierta tristeza en su voz. Tenía
muchos deseos de hablar, de sacar todo lo sordido que
llevaba por dentro. Era raro que quisiera conversar de
sus cosas y menos conmigo. Era un hombre callado, extremadamente
reservado, apenas habla. Nosotros lo hacemos a gritos
para podernos comunicar unos con otros. El estaba más
solo que nadie.
Esa
noche oscureció temprano y Ramón tenía
deseos de hablar y yo era el elegido. Sabiendo de antemano
lo terrible del relato, haciendo un gran esfuerzo me dispuse
a escucharlo con la mayor atención, aunque sabía
de antemano que el insomnio se apoderaría de mi
cuerpo y de mi mente. --Político, yo me levantaba
todos los días a las seis de la mañana.
Desayunaba y abría la puerta de la calle. Tenía
una ponchera en casa, me dedicaba a coger ponches de motos,
bicicletas, de autos y de camiones. Enderezaba rayos de
bicicletas, además de los trabajos de carpintería,
esos los terminaba en dos o tres días, soy rápido
con la sierra. Lo preparaba todo con anterioridad, cortaba
y después solo quedaba armar. Casi siempre almorzaba
de pie y con el último bocado me fajaba nuevamente.
Mientras Ramón hablaba, noté la sombra de
Bárbaro proyectada en la pared, ocupante de la
celda contigua a la de Ramón. Podría jurar
que los hombres de las tres restantes celdas escuchaban
las confecciones de aquel desdichado, no con menos pavor
que yo.
--Amalia
y yo discutíamos en ocasiones, es cierto. Pero
yo hice mi casa a pulmón partido, trabajando duro.
Estoy acostumbrado, el trabajo no mata al hombre, todo
lo contrario, robustece y forma el carácter. Comencé
a trabajar cuando solo tenía 14 años y ahora
tengo 39. Yo mismo levanté las paredes una a una.
Puse los azulejos del baño y de la cocina. Construí
una cisterna para que no faltara el agua en la casa. Poquito
a poco fui acomodando mi hogar. Pensaba solo en que a
mi hijo no le faltara nada cuando yo dejara de existir.
Ramón hablaba y hablaba sin parar. En los 45 días
que llevo encerrado en este lugar lo veía siempre
acostado en su litera. No tomaba el sol, solo en dos ocasiones
lo vi aprovechar la hora de la solera, esto es una jaula,
allí nos introducen como si fuésemos animales
peligrosos, nos sacan esposados.
--Ese
día preparé como siempre las condiciones
para buscar a Amalia en casa de su madre. Ultimamente
prefería estar allá que en nuestra casa.
Antes fui al mercado, compré 40 libras de arroz
y 10 libras de frijoles entre judías, negros y
colorados. Compré carne de puerco, grasa y carnero
para los niños. Lo lleve todo para la casa y salí
nuevamente en busca de mi mujer. --Allí me encontré
con ella, conversaba con su madre. Me dijo que no quería
regresar, que nunca más lo haría, que estaba
aburrida y cansada de todo y de mi. Traté de convencerla
pero fue inútil. Entonces tomé a mi hijo
de la mano y a la nietecita de Amalia, salí, serían
alrededor de las doce del día, yo acostumbraba
a pasearlos y los llevé a comer pizzas. Luego regresé
a la casa con los dos --Como a la media hora de estar
en casa con los niños, llegó el yerno de
mi esposa, venía a buscarlos, me habló en
forma descompuesta, le dije que se llevara a mi hijo,
pero que niña la tenía que buscar Amalia.
El protestó, lo saqué de la casa a la fuerza
junto con mi hijo y de un tirón cerré la
puerta , yo le gritaba que se fuera y que le dijera a
mi mujer que viniera por la niña. Así lo
hizo, y al rato ya la policía estaba en mi casa.
--!
Me asusté!… Ellos entraron a la fuerza, gritando
como locos, rompieron las puertas, la de la calle y la
del patio. La niña estaba acostada en la cuna,
no se asustó, dormía tranquilita, sin cabeza.
No recuerdo como ocurrió, veo destellos borrosos
delante de mi, es como un enorme velo. Mis recuerdos son
turbios, imprecisos, van y vienen sin darme explicaciones.
--! No se, no se como pudo sucederme esto a mi!….?
puedes creerme politico?
Quedé
petrificado como de piedra, no podía respirar.
Los musculos de mi cara estaban contraídos, creo
que el lo percibió a través del silencio.
Sentí como se alejaba de las rejas de su celda
poco a poco. Yo y los demás quedamos de pie largo
rato. Caminé unos pasos y me tendí de rodillas
ante la litera, oré y le pedí a Dios me
diera fuerzas para soportar lo que había escuchado,
luego me acosté en mi duro lecho y una paz se apoderó
de mi, cerré los ojos y me quedé profundamente
dormido. Al despertar le di gracias a Jesús por
estar allí condenado a 15 años de prisión
solo por decir lo que siento.
La
familia de Ramón está consternada. Los vecinos
, amigos y todos aquellos que lo conocen no pueden concebir
que este hombre haya sido capaz de crimen semejante. Dicen
que fue una persona apacible, servicial y trabajadora.
Lo sometieron a juicio y fue condenado en primera instancia
a la pena capital. Los médicos determinaron trastornos
psiquiátricos. Estuvo recluido tres meses en una
institución hospitalaria, sometido a intensos tratamientos.
Sus padres solicitaron un perdón de madre para
que sea revisada la causa y no sea ejecutado. La sangre
redime y perdona.
Cuando
la policía entró en la casa de Ramón,
en el municipio villaclareño de Placetas, al norte
de la Isla de Cuba, la pequeña niña de tres
años, nieta de Amalia la esposa de Ramón,
estaba acostada en la cuna completamente decapitada, sobre
un gran charco de sangre que llegaba el piso, mientras,
la cabeza yacía a los pies del carpintero, le quitaron
un enorme cuchillo ensangrentado metido dentro de la camisa
y el pantalón. Este atroz suceso es motivo todavía
de comentarios en la localidad donde acaeció. Médicos
y especialistas llevaron a cabo una profunda investigación
de las causas que motivaron a cometer este asesinato.
Ramón espera solitario la definición de
su futuro.Devora los pasajes bíblicos como si este
libro sagrado le pudiera descifrar los motivos de su conducta
homicida. Amalia y Ramón se divorciaron, sin embargo
por ironías del destino toda la familia se marcha
hacia los Estados Unidos como emigrantes legales, mediante
una lotería ganada por Ramón, El Asesino.
Nada, jugarretas el destino y de las fuerzas del mal.
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