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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |
Sin nostalgia de Fidel

PABLO ORDAZ, Madrid

A Caridad Valdés la condenaron por soñar. Una noche, en mitad del sueño, creyó estar formando parte de una conspiración para asesinar a Fidel Castro. Lo soñó todo: los preparativos, los compañeros de tan arriesgada misión; soñó de qué forma, a qué hora, en qué esquina... Al despertarse comprobó que todo había sido una pesadilla, y así lo contó -detalle a detalle- al llegar al trabajo. "No habían pasado dos horas", recuerda Bienvenida Cúcalo Santana, sentada ahora en su casa de Madrid, "y ya la fueron a prender. La metieron en la prisión de Occidente; allí fue donde la conocí yo".

Bienvenida Cúcalo coincidió con muchas mujeres en la cárcel de La Habana. Unas estaban allí por soñar; otras -la mayoría-, por despertarse de un sueño llamado revolución. En diferentes épocas, y por los motivos más dispares -nunca por robar ni matar-, Cúcalo Santana, de 53 años, fisioterapeuta de profesión y madre de dos hijas, llegó a pasar nueve temporadas entre rejas. Su máxima culpa: fundar la primera organización de mujeres contrarias al régimen, el Frente Femenino Humanitario Cubano, dedicado a respaldar a las familias de los presos políticos. Su arma más contundente no pasó de ser una octavilla. "Un día me atreví a más", recuerda Bienvenida; "llevé una carta al Consejo de Estado para reclamar la libertad de los presos; me dejaron entregarla, pero de allí salí esposada".

A veces la encerraban en las tapiadas -"unas celdas cerradas donde nadie es capaz de ver si es de día o es de noche"-, otras la desnudaban en medio de sus compañeras presas; la última vez -a finales de 1993, durante una huelga de hambre que duró 42 días-, su oficial de custodia le susurró al oído: "Las calles de La Habana ya no son para ti".

Nunca más volvió a pisarlas. El día 2 de octubre de 1993, Bienvenida Cúcalo, sin otra pertenencia que su última condena por alborotar contra el régimen de Fidel Castro, se bajó del avión de Cubana que la había traído a Madrid. Deportada y enferma -tanta hambre le provocó una pancreatitis-, pero libre al fin y al cabo.

"Yo conseguí librarme de la cárcel gracias a las gestiones que hizo Manuel Fraga [el presidente de la Xunta de Galicia] ante el mismísimo Fidel. El Gobierno cubano no quería dejar salir del país a las mujeres disidentes; sabía de nuestra insistencia, del coraje para salir adelante. Yo fui de las primeras, luego fueron saliendo más", explica, recalcando con su colección de fotografías su agradecimiento al político gallego. Ya son más de cien los presos políticos cubanos que recuperaron la libertad gracias a las gestiones de la diplomacia española ante el comandante Fidel.


A Bienvenida nunca le fue fácil escribir su historia. Militante del partido comunista hasta 1985, decidió enfrentarse abiertamente a sus antiguos compañeros, y eso le condujo a un interminable túnel de sorpresas amargas. Se quedó sin trabajo y tuvo que fabricar y vender clandestinamente pintura para las uñas. También por eso la enjuiciaron. Luego -ya en España-, la libertad tampoco le llenó el estómago.

Sin su casa grande de La Habana -ahora sí que a Bienvenida se le escapa una lágrima-, sin su trabajo de fisioterapeuta ni su carné de comunista -"yo me viré desde dentro, nadie me vino a intoxicar"-, Bienvenida se encontró en Madrid sola y sin trabajo, en un albergue de refugiados del barrio de Vallecas. Su nombre dejó de estar en las listas de Amnistía Internacional, pero ni siquiera podía aspirar a estar en las del Inem. Su único documento hasta ahora era una especie de pasaporte cubano con las tapas azules y unas letras mayúsculas que advertían dentro: "Válido para todo el mundo. Excepto Cuba".

Tuvo que trabajar duro. "He hecho de todo", cuenta, "desde vender tabaco en los semáforos hasta artesanía en el metro. Ahora cuido ancianos. Todo con honradez, nada de delincuencia ni de prostitución; los cubanos tenemos mucha dignidad; Fidel no nos merece".

Más de cinco años después de aquel viaje forzoso, Bienvenida Cúcalo acaba de conseguir la nacionalidad española. Hoy, a primera hora, jurará obediencia a la Constitución de 1978. Sus dos hijas -a las que consiguió traerse tras su deportación- serán testigos. Hoy, Bienvenida se levantará cubana y se acostará española


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