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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Memorias de los Sucesos de La Embajada del Perú en La Habana Parte III

Por Jay Martínez

Era la mañana del viernes y cuando nos despertamos, para sorpresa nuestra, se había ido mucha gente. Aparentemente en la madrugada ya que el régimen se pasaba toda la noche con el audio invitando a la gente a que saliera de la embajada para gestionarles el pasaporte y el permiso de salida y que se marcharan a sus casas con un salvo conducto que les garantizaba que no iban a ser molestados y que podían salir de Cuba una vez consiguieran visa de algún país.

Ya algunos países habían comenzado a dar visas humanitarias. Recuerdo que España dio 350 visas, Canadá 600, Costa Rica 250 y Perú 750. Esto se comentaba entre los que estábamos allí dentro pues lo escuchábamos en la radio de onda corta. Sabíamos también que el exilio de Miami estaba eufórico y que se estaba preparando una marcha y un telemaratón para recoger dinero para ayudarnos a nosotros. Eso nos daba mucho aliento pues sabíamos que no estábamos solos.

Era tanta el hambre que pasamos allí que la mata de mango que los primeros dias nos protegía del sol y en la noche del sereno, ya que era un árbol bien frondoso, estaba sin hojas completamente pelado. Parecía como si el invierno le hubiera tumbado las hojas y eran los refugiados que por el hambre empezaron a hacerse cocimientos con agua y alguna lata de leche que encontraban vacía la usaban de recipiente. Otros se las comían crudas. Todos esperábamos que ese dia dieran más papas crudas pero no fue así. No dieron nada y el hambre y la desesperación por el cansancio y el sueño nos empezaba a poner de muy mal humor y todos estábamos muy irritados. Por cualquier cosa se formaban peleas entre nosotros.

En los alrededores de la Embajada se veía al régimen que estaba preparando algo. No sabíamos lo que era pero se veían carpinteros preparando tarimas en los alrededores e instalando cables eléctricos. En ese momento no nos imaginábamos lo que se estaba preparando y una semana después cuando ya estábamos en nuestras casas entendimos para lo que era.

Prepararon una marcha gigante al estilo socialista y supuestamente, según datos del régimen, desfilaron por el frente de la embajada, en 5ta Avenida, más de un millón de personas en un acto de repudio televisado. Aquello se transmitió en vivo y se transmitió a toda Cuba. Fueron como 12 horas de transmisión. También se veía mucha vigilancia pues yo sabia de mucha gente de mi barrio que fueron a la marcha para ver si se podían meter en la embajada. La doble moral siempre ha existido en la población cubana desde que la dictadura empezó a coartar las libertades individuales.

Continuaban saliendo mucha gente y cada vez los testimonios de los que salían se escuchaban más. Le daban aliento a los familiares y amigos que quedaban dentro para que salieran de la Embajada. Nosotros estábamos muy cansados y con mucha hambre y ya comenzábamos a tener síntomas de deshidratación. El sol era muy fuerte de día y de noche hacia mucho frío porque casi todos los días llovía en las tardes.

Comenzamos a estudiar la posibilidad de salir y llegamos a un acuerdo de hacerlo todos juntos. Esa noche decidimos que al otro día sábado, que se cumplía una semana, saldríamos de la sede sí no sucedía algo extraordinario.

Pasó la noche y al otro día en la mañana salimos los cuatros juntos de la embajada. En la calle, por un costado de la casa, se nos acercaron unos policías y nos montaron en un jeep y nos trasladaron a un lugar que le llamaban las canchas de 70. Era como un parque donde habían muchas canchas de tenis y de raquet ball y en una de estas canchas ellos habían montado una oficina de emigración. Había unas 300 personas pues ese dia, al parecer, estaba saliendo mucha gente. Nos retrataron y nos dieron un pasaporte cubano con un cuño que leía: “Prorrogable cuantas veces sea necesario hasta que se produzca la salida definitiva del país”. Nos dieron un salvoconducto que era como una carta donde decía que no nos podían detener ni arrestar y que estabamos protegidos bajo las leyes del Partido Comunista mientras tramitábamos la salida definitiva del país y que solamente para esos fines podíamos salir de nuestras casas. Era como una especie de arresto domiciliario.

Pero lo que no decía ese documento era la sorpresa que el régimen había preparado al llegar a nuestras casas. Ese día llegamos de noche, eran como las 11:30 pm. Todos entramos en nuestras casas sin ningún problema. Yo había rebajado como 20 lbs y cuando llegué, después de una semana sin bañarme ni comer, no tenía fuerzas ni para enjabonarme. Recuerdo mi madre me ayudó y luego mi hermana rápido detectó que tenía piojos pues yo me estaba arrascando mucho la cabeza y ella comenzó a tratar de curármelos. Cuando aquello se usaba alcohol y te ponían una toalla en la cabeza hasta el otro día.

Recuerdo que en la mañana comenzaron a llegar algunos vecinos y amigos a saludarme y preguntarme sobre el proceso. Se acercaban sólo los más valientes. Otros preferían no hacerlo para no verse comprometidos pues nosotros ya habíamos sido bautizados por el régimen como “escorias” y todo aquel que se acercara a nosotros se podía “contaminar” y meterse en serios problemas con el gobierno.

Como las 8:00 de la noche escuchamos a mucha gente gritándome en la puerta de mi casa horrores. Decían “traidor”, “escoria”, “delincuente” y “gusanos”. Comenzaron a tirar piedras contra la casa. El techo era de madera y tejas de barro y las piedras que tiraban hacían mucho ruido y rompían las tejas. Recuerdo también que quemaron un muñeco de trapo estilo espantapájaros en el portal de mi casa simulando que me daban candela a mí.

Me gritaban: “Jesús, lechuza, te cambiaste por un pitusa(jean)”.

Quiero decirles que conmigo fueron bastante moderados en comparación con otras personas de Santa Fe pues para ellos no era un secreto mi descontento con el régimen y ellos sabían que yo siempre fui un desafecto a la revolución. Así era como nos llamaban. Eso es algo parecido a lo que es hoy en día un opositor o disidente. Estas turbas callejeras que abusaban del poder contra nosotros pues ellos estaban apoyados por el régimen y nosotros no podíamos defendernos estuvieron dando aquellos actos de repudio por más de dos semanas, día por día. Aquello era como una especie de tortura china. Hubo personas que les cortaron la luz y el agua y les hacían horrores con mayor ensañamiento porque de alguna forma habían estado llevando una doble moral con el régimen.

CONTINUARA


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