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| El Veraz. | San Juan, Puerto Rico |

Memorias de los Sucesos de La Embajada del Perú en La Habana Parte IV

Por Jay Martínez

El miércoles en la mañana tocaron a la puerta. Era un funcionario de emigración que me traía la citación para presentarme en las oficinas que el gobierno había situado en la Playa de Marianao, exactamente en el antiguo Centro Náutico, que en aquel entonces era el Abreu Fontan.

Nos citaron a todos juntos y los tres fuimos a la cita acompañados de nuestros familiares. En este caso tanto Joel como yo éramos menores de edad según las leyes de Cuba. Recuerdo que en los alrededores de las oficinas había mucha gente con los famosos actos de repudio gritando y tirándole huevos y piedras a todas las personas que entraban en las oficinas. A muchos los esperaban en la misma parada de la guagua que te dejaba como a dos cuadras y allí mismo comenzaban a insultarlos y a golpearlos.

Era una situación muy difícil la que se estaba viviendo en Cuba en aquellos días. Nosotros ya estábamos avisados del problema y usamos una estrategia que en parte nos funcionó. Al menos escapamos de los golpes pero no de los insultos y los huevos. Nos bajamos tres paradas después del lugar y caminamos; de esta forma ellos no sospechaban que nos dirigíamos a las oficinas a tramitar el viaje. Una vez frente a las oficinas teníamos que caminar por una calle y en ambas aceras estaban las turbas gritando y lanzándonos piedras y huevos congelados que tenían el mismo efecto de una piedra si lograba alcanzarte. Al fin logramos llegar a las famosas oficinas y allí tuvimos que esperar varias horas y nos fueron llamando uno a uno y recuerdo que yo fui el último en pasar.

Para sorpresa mía y de mi mamá que me acompañó cuando la funcionaria vió mi Tarjeta del Menor que es como le llaman a la identificación que le dan a los menores de edad en Cuba nos dijo: “Él ha sido seleccionado para salir vía España, ya su visa ha sido aprobada pero hay un problema. ¿Dónde esta su papá? Yo le respondí. “En Miami”. Ella nos dijo que de ser así yo no podía salir de Cuba porque necesitaba la autorización de ambos padres. Yo le respondí: “¿Usted cree que si mi padre esta en Miami él no va a querer que yo salga del país?” La funcionaria en una forma muy arrogante me contestó que la ley es la ley y sin esa firma o una autorización escrita por él y debidamente legalizada no podía salir.

Yo miré a mi mamá con lágrimas en los ojos. En ese momento se me oscureció todo. Sentía que el techo de aquella oficina me caía encima. Pensé que era el fin de mi sueño: irme de aquel infierno.

Recuerdo a mima, con el optimismo que siempre la caracterizó, cuando me decía: “No te desesperes ni te pongas triste. Ese documento lo vamos a conseguir”. Mi preocupación era el tiempo que aquello podía tomar pues la comunicación con Cuba era imposible y muchas veces había que pedir una llamada telefónica con un mes de anticipación.

El Mariel todavía no había empezado y la única esperanza de salir eran aquellas visas. Mis amigos Joel Roberto y Omar tuvieron mejor suerte. Omar tenía 24 años y Joel y Roberto tenían a ambos padres en Cuba por lo que salieron con sus pasaportes visados y con fecha de salida del país. Los trámites de ellos fueron tan rápidos que una semana después me sentía muy deprimido y me preguntaba por qué a mí. Ellos me daban aliento pero yo lo que en verdad quería era irme de Cuba y en esos momentos lo veía imposible.

Pasaron los días y a ellos les llegó el momento de salir. Recuerdo que eran como las 3 de la tarde y para mi resultó el día más triste de mi vida porque me quedaba y sin esperanzas de salir de la Isla. Ellos se iban rumbo a Europa, a la Madre Patria, sin familiares ni parientes ni amigos.

El destino para quiénes deciden marcharse de Cuba siempre es impredecible. Éramos tres jóvenes y un adolescente de 15 años y decidíamos comenzar una nueva vida en una tierra, dónde se hablaba español, pero completamente extraña y desconocida para nosotros.

Así se han ido de Cuba la mayoría de los cubanos a correr suerte sin nada porque el sistema comunista se lo roba todo y la gente no tiene derecho a poseer nada.

Mientras tanto el tiempo pasó y como a los cinco días después de la partida de ellos mi mamá encontró en una gaveta del escaparate un Poder que mi papá había enviado a Cuba en el año 1968. En ese documento mi padre nos daba el permiso de salida a mi hermana Ileana y a mí. Cuando lo vi me vino el alma al cuerpo. Al otro día decidimos irnos para Emigración a pesar de que me preocupaba que la fecha del Poder era de cuando yo tenía 12 años y podría haber expirado.

Nosotros estábamos reclamados para salir del país desde el año 1966 pero por alguna razón nunca pudimos salir. Cuando cumplí la edad militar ya prácticamente no quedaban en mi ninguna aspiración o esperanza.

Salimos temprano mi mamá y yo y como ya tenía experiencia de mi visita anterior hicimos lo mismo. Nos bajamos dos paradas más lejos y después fuimos caminando. Recuerdo que ese día ocurrieron varios hechos que me impresionaron de gran manera y que de alguna forma marcaron aún más mi rechazo y desprecio por el sistema comunista imperante en Cuba.

En una esquina había un joven como de 20 años y tres personas simulaban jugaban con él. Le estaban dando con periódicos en la cabeza y por todo el cuerpo. De momento esa fue la impresión que tuve que estaban jugando. Al escuchar los gritos de dolor del joven me detuve y vi como chorreaba sangre por la cabeza y el rostro. Me asusté y le dije a mi mamá que caminara más rápido. Luego me enteré que debajo de los periódicos lo que había eran cabillas de acero (pieza de metal que se usa en la construcción) y la disfrazaban con el periódico para que nadie se diera cuenta de lo que estaban haciendo. Al igual que este joven, miles de cubanos corrieron esa suerte de ser golpeados por el “grave” delito de pedir asilo político.

Llegamos a la entrada de las oficinas y había un grupo de gente en la esquina. Cuando fui a ver lo que pasaba era otro señor como de 50 años tirado en la calle con una varilla de pescar submarino atravesada en su antebrazo derecho. El hombre daba gritos y sangraba mientras que unas personas que merodeaban por allí le gritaban escoria, traidor y gusano.
Aquello era como uno de esos circos romanos donde los esclavos se matan y el público pide más sangre. Cuba, por esos días, era un gran circo romano.

Después supe que este señor había sido Presidente del Poder Popular en su barrio y por eso lo torturaban. Ese cargo político es como una especie de alcalde al estilo socialista.

Al fin entramos a la oficina y nos entrevistó la misma funcionaria. Examinó el papel y nos dijo que el permiso estaba bien pero había un problema. En ese momento se me fue el alma del cuerpo. “Ya las visas se agotaron. Si ustedes logran conseguir algún país que le de la visa no hay ningún problema. El permiso de salida definitiva ya usted lo tiene y debe regresar a su casa y comenzar las gestiones. Le aconsejo que no salga a la calle para que evite las provocaciones con el pueblo revolucionario que esta muy indignado con lo que todos ustedes le han hecho a la Revolución”.

CONTINUARA


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