Por
Graciella Cruz-Taura
Después del colapso del mundo soviético, el sistema
educativo cubano enfrenta la disminución de los recursos,
la ambigüedad ideológica y una situación laboral
incapaz de dar cabida a los egresados de las áreas científicas,
los mismos que habían sido presentados por la Revolución
como uno de sus mayores logros y como la piedra fundamental de
su legitimidad. Este sistema educativo, diseñado para servir
a la ideología marxista-leninista y al estado monopartidista,
falla en la calidad general de la instrucción y en la relación
costoefectividad, aspectos relacionados con su estructura centralizada
y orientada por una ideología. El sistema cubano sufre
los efectos de un deficiente liderazgo administrativo, el cual
se origina en la consideración del perfil político
para la adjudicación de cargos y en una extensa burocratización
que contribuye a su ineficacia.
Si Cuba va a transitar pacíficamente hacia una era de globalización
y post-comunismo, la filosofía educativa de la Revolución
tiene que transformarse para que sirva al individuo legítimamente
y con eficacia. A pesar de las limitaciones políticas y
económicas, Cuba posee los recursos humanos para rehabilitar
desde dentro su sistema educativo. En el momento en que se restauren
las libertades civiles y se reciba el apoyo financiero de la comunidad
internacional, los maestros cubanos pueden implantar un nuevo
sistema de educación.
El presente trabajo describe la estructura del sistema educativo
cubano tal como se ha desarrollado a partir de la Revolución
de 1959; evalúa el estado de dicho sistema después
de cuarenta y cinco años; y hace recomendaciones, teniendo
en cuenta la historia de la educación cubana y las metas
nacionales así como la experiencia de países de
Europa Central y del Este, para un proyecto de transición
que libere los planes de estudio escolares de contenidos y limitaciones
ideológicas, en concordancia con las aspiraciones de cualquier
sociedad abierta y democrática dentro de la tradición
occidental.
Resumen de Recomendaciones Generales:
• Mantener el acceso libre y universal a la educación hasta
el noveno grado.
• Reforzar la igualdad de oportunidades. Facilitar a los estudiantes
que posean las calificaciones necesarias el paso a los niveles
secundarios y terciarios independientemente de su raza, sexo,
perfil ideológico o religioso.
• Mejorar la calidad de la instrucción. Anular la actual
dependencia en sustitutos no entrenados, maestros emergentes y
estudiantes-maestros.
• Legalizar las escuelas privadas y las afiliadas a iglesias.
• Liberar los contenidos de ideología y propaganda marxistas,
particularmente en lo referido a la historia y la cultura cubanas.
Cuba tiene suficientes maestros capacitados que pueden encargarse
de la innovación de los textos. Si bien es cierto que muchos
han recibido únicamente entrenamiento formal en las metodologías
marxistas, con una adecuada apertura a otras perspectivas y filosofías
de la enseñanza, los educadores cubanos podrían
preparar los textos básicos para que los
estudiantes establezcan relación con ellas y se desarrollen
intelectualmente.
• Integrar la educación cívica a todos los niveles
escolares. Los contenidos deben promover el conocimiento de las
libertades fundamentales y los principios democráticos,
el respeto al derecho y a la propiedad ajenos, y la tolerancia.
La obra de José Martí puede ser muy útil
en este esfuerzo, siempre que se elimine la propaganda que ha
sido incorporada a su presentación.
• Promover la educación en computación y los programas
de aprendizaje a distancia.
• Desarrollar programas para el entrenamiento de maestros en las
áreas aquí mencionadas. Se recomienda comenzar los
programas de entrenamiento con cursos para grupos de los mejores
maestros cubanos, los que luego entrenarían a todos los
docentes.
• Reducir la burocracia.
• Reforzar los estándares profesionales.
• Eliminar las etiquetas políticas en los estudiantes y
la facultad.
• Promover la participación de los padres en la educación
de sus hijos como meta de una sociedad abierta. Es muy necesaria
la restauración de la autoridad paterna sobre el tipo de
educación que los padres desean para sus hijos: pública
o privada, religiosa o laica, en internados o en el hogar.
• Proporcionar apoyo psicológico a través de seminarios
y reuniones en la escuela para discutir temas relacionados con
la transición del paternalismo, propio de un sistema totalitario,
al enfrentamiento de los riesgos que lleva consigo la toma de
decisiones en una sociedad abierta.
• Continuar con los programas de almuerzo escolar, medida que
promete una mejor nutrición para los niños y reduce
el absentismo de los estudiantes.
• Obtener apoyo de las bibliotecas independientes y de las ONG
para reducir el absoluto control gubernamental sobre los asuntos
educativos y para mejorar la calidad de los servicios.
• Patrocinar una campaña en los medios de comunicación
con el fin promover el valor de una ciudadanía educada
y las oportunidades educativas que existen tanto para la población
infantil como para los adultos, y de esta manera satisfacer las
necesidades de calificación profesional y de empleo de
la economía cubana en desarrollo.
• Incluir la educación como un elemento integral en todos
los proyectos de reconstrucción nacional para asegurar
los fondos necesarios que se destinarán al sistema educativo.
• Designar una Comisión de Supervisión para revisar
la idoneidad, ritmo, eficiencia y eficacia de todas las reformas
educativas que se emprendan.
La membresía de la Comisión debe ser limitada, pero
variada. Es necesario que el sector de la empresa y la industria
estén representados, así como especialistas en diversos
niveles y áreas educativas.
Condiciones de la Educación en Cuba y Recomendaciones
para su Rehabilitación.
La mayoría de las evaluaciones realizadas sobre el estado
de la educación cubana siguen llegando a la conclusión
de que Cuba es un país pobre y endeudado, con una población
altamente educada, especialmente en ciencias exactas y militares.
Una década después del colapso del mundo soviético,
el orden socialista ha cambiado; el gobierno cubano ha denominado
“Período Especial en Tiempo de Paz” a la fase en la que
entró a partir de 1991.
El sistema educativo cubano enfrenta la disminución de
recursos, la ambigüedad ideológica ante una economía
dolarizada por el turismo y la incapacidad de generar los puestos
de trabajo y salarios necesarios para insertar a los graduados
en áreas científicas, los mismos que han sido presentados
a la comunidad internacional como estandarte de los logros de
la Revolución y como fundamento de su legitimidad.
Las exigencias de calificación y de trabajadores que demanda
la nueva economía global, así como los riesgos y
oportunidades que se presentan al individuo en una sociedad abierta,
requieren un sistema educativo capaz de proporcionar a los cubanos
de todas las edades las herramientas intelectuales y el conocimiento
necesarios. Este estudio analiza el estado actual del sistema
educativo cubano y hace recomendaciones para la inminente rehabilitación
del área.
El caso de Cuba después de 1959 muestra cómo el
acceso masivo a las aulas fue posible mientras los recursos gubernamentales
se dedicaron a esta tarea y se consiguió movilizar (física
y psicológicamente) a la población. Pronto la naturaleza
totalitaria del gobierno revolucionario estructuró el sistema
educativo de manera que sirviera a sus necesidades ideológicas
y sociales, creando un sistema abierto a la masa y cerrado al
pensamiento; tal sistema obtuvo resultados durante el tiempo en
que Cuba permaneció en el aislado mundo y economía
comunistas. La incapacidad para traducir el acceso a la educación
en acceso al bienestar individual persigue al gobierno revolucionario,
siempre interesado en ganar tiempo. La experiencia cubana indica
que la alfabetización colectiva y el acceso masivo a la
educación superior, fórmula idealizada por las naciones
en desarrollo como panacea universal, no es en sí
misma garantía de desarrollo socio-económico.
A lo largo de sus cuarenta y cinco años de historia, la
cúpula revolucionaria cubana ha reconocido ocasionalmente
su fracaso para crear un hombre nuevo en una economía autosuficiente.
A pesar de los airados comentarios críticos del gobernante
cubano Fidel Castro en algunos de sus discursos, el régimen
decidió no cambiar de estrategia. Cambiar habría
significado perder control. La naturaleza del sistema socialista
llevó a disimular los fallos, incluidas las debilidades
del aparato educativo, mediante la manipulación de las
estadísticas ofrecidas. El sistema educativo parecía
ofrecer la posibilidad de crecimiento profesional a cualquier
cubano que no cuestionara
su orden, especialmente debido a la presencia de un generoso presupuesto
para la educación. Pero, al mismo tiempo, limitaba la preparación
profesional a los individuos que no se plegaron a su ideología.
Al irse erosionando las condiciones que facilitaron los logros
educativos, se han puesto de manifiesto con más claridad
las fragilidades del experimento educativo revolucionario.
Actualmente, la sociedad civil y las fuerzas económicas
están intentando derribar los muros del totalitarismo.
Cuba debe rehabilitar su sistema educativo si quiere mantener
el acceso masivo a una educación gratuita y proporcionar
oportunidades de desarrollo profesional a una ciudadanía
bien informada.
El presente reporte: (1) describe la estructura del sistema educativo
cubano tal como se ha desarrollado a partir de la Revolución
de 1959; (2) evalúa el estado de este sistema después
de cuarenta y cinco años y los cambios que ha comenzado
a experimentar mientras hace su ingreso en una era post-totalitaria
y se integra a la economía global; y (3) hace recomendaciones
para liberar de contenidos ideológicos y de coacciones
los planes de estudio escolares, de acuerdo con las aspiraciones
de cualquier sociedad abierta y democrática de tradición
occidental que valora una ciudadanía educada y comprometida.
El reporte toma en cuenta la experiencia de las naciones de Europa
del Este que están dedicadas a liberar sus sistemas educativos
de la ideología marxista-leninista.
Metodología
Fase 1 – Fuentes Primarias de la Investigación
Con el fin de entender mejor el impacto de la Revolución
de 1959 sobre el sistema educativo, revisé la historia
de la educación cubana desde la época colonial.
Luego, examiné la formulación de políticas
y las enmiendas que han tenido lugar a partir de 1959. Presté
especial atención a los problemas surgidos durante la última
década. Las únicas cifras disponibles en este trabajo
son las proporcionadas por el gobierno cubano y por las Naciones
Unidas; las últimas dependen de los datos presentados por
las agencias cubanas.
Fase 2- Fuentes secundarias
Tras revisar las publicaciones relevantes de nivel secundario,
polarizada como casi todos los estudios de la Cuba revolucionaria,
encontré poca orientación para mi esfuerzo de recomendar
cambio o continuidad en la política educativa de Cuba.
Las publicaciones de las casas editoriales oficiales, así
como también casi todo el material escrito por académicos
extranjeros a los que el gobierno cubano proporciona acceso a
las instalaciones educativas, raramente cuestionan las políticas
o recomiendan cambios, en una aceptación complaciente del
alegato revolucionario de “equidad a través de toda la
sociedad”.
Fase 3 – Fuentes Testimoniales (o No-tradicionales)
La ausencia de un cuerpo de literatura crítica me llevó
a ponerme en contacto con los educadores que permanecen en la
isla cuyos escritos no aparecen en las publicaciones oficiales.
Sus testimonios y pensamientos sobre el tema han contribuido significativamente
a mi evaluación, tal vez porque están involucrados
en una realidad que ha sido recientemente confirmada por los estudios
sobre la experiencia educativa del bloque soviético.
Fase 4 –Análisis
Mientras analizaba lo investigado y consideraba las políticas
que pudieran ser recomendadas, saqué provecho de la literatura
existente sobre reformas educativas internacionales que ha sido
publicada por académicos y por organizaciones de todo el
mundo. Asimismo, he usado las orientaciones que el Banco Mundial
proporcionada para diagnosticar el estado de la educación
en países en desarrollo.
El Sistema Educativo Cubano posterior a 1959
Usando el aparato educativo como forma de arraigar la ideología
marxista-leninista, la Revolución de 1959 procuró
activar y movilizar, concienciar y colectivizar a la población
cubana. La Campaña de Alfabetización de 1961 constituyó
la primera movilización masiva de las muchas que posteriormente
caracterizarían al régimen.
Poco después, contingentes de voluntarios se trasladaron
a las áreas rurales con el fin de impartir, a todos los
niveles, programas de estudio especialmente modificados para promover
objetivos socialistas. El régimen pronto comenzó
a inaugurar Escuelas de Instrucción Revolucionaria y a
enviar estudiantes a países comunistas con la misión
de estudiar marxismo-leninismo y su correspondiente pedagogía.
El gobierno proclamó en 1961 que se habían graduado
100.000 estudiantes de las Escuelas de Instrucción Revolucionaria.
El artículo de Ernesto “Ché” Guevara titulado “El
Hombre y el Socialismo en Cuba” finalmente encaminó, a
partir de 1965, la política educativa en la búsqueda
y creación del hombre nuevo.
El experimento educativo pronto mostró los aspectos que
continuarían caracterizándolo durante las cuatro
décadas siguientes, y que permanecieron intactos, a pesar
de las revisiones cualitativas que se llevaron a cabo en los años
setenta. A continuación se presentan algunos de los rasgos
generales que tanto los defensores como los críticos atribuyen
al sistema educativo cubano:
Para 1970 la escolaridad en Cuba había llegado a cada niño
en la isla, un logro que con frecuencia ocultaría las debilidades
del sistema educativo, tales como la repetición de grados
y una alta tasa de deserción.
Estos problemas fueron puestos de relieve en el Primer Congreso
Nacional de Educación y Cultura, celebrado en La Habana
en abril de 1971 con 1.781 delegados.
La
medida principal para resolver la serie de fallos del sistema
consistió en dedicar más recursos al entrenamiento
adecuado de maestros marxistas. Parte del problema era la gran
necesidad de maestros, lo cual obligaba a valerse continuamente
de maestros emergentes, jóvenes entrenados después
de concluir el noveno grado.
Además de estas medidas correctoras, el Ministerio de Educación,
a partir del año escolar 1971-1972, inició operaciones
a través de una intrincada burocracia con múltiples
departamentos, los cuales fueron diseñados para manejar
todos los posibles componentes del sistema educativo.
Estas reformas no parecieron suficientes a Castro, pues, durante
su discurso al Congreso de la Juventud Comunista de 1972, lanzó
fuertes críticas contra el sistema educativo. Argumentó
que no se estaban produciendo graduados en las profesiones necesarias
para el desarrollo económico y que muchos graduados en
humanidades no se estaban integrando ni contribuyendo con las
necesidades económicas del país. Ademas, quería
que todas las escuelas incluyeran el componente de estudio-trabajo.
Las señales enviadas desde arriba estaban claras y el Ministerio
de Educación se apresuró a revisar sus planes para
que fueran aprobados durante el Primer Congreso del Partido Comunista
Cubano en 1975.
El Plan de Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación
de 1975-76, asociado estrechamente al Partido Comunista con el
objeto de satisfacer las metas económicas e ideológicas,
proporcionó los lineamientos para mejorar la calidad del
sistema educativo. La nueva Constitución de 1976 promulgada
por el Congreso contenía referencias específicas
a la educación y declaraba al marxismo-leninismo como única
ideología aceptable.
A pesar de que las revisiones de los años setenta permitieron
al aparato educativo cubano ofrecer más posibilidades de
entrenamiento técnico en países del bloque soviético
y de que el estudio de la economía se vio favorecido, el
precio ideológico fue elevado. El control del pensamiento
aumentaba; mecanismos adicionales fueron diseñados para
monitorear la ortodoxia marxista en el aula. Estos mecanismos,
administrados por especialistas militantes, iban desde los expedientes
sobre el activismo y la disciplina revolucionaria de los estudiantes
hasta la supervisión del profesorado.
Algunas publicaciones cubanas, tales como Educación, ofrecían
(y aún ofrecen) artículos que recomendaban que los
padres fueran partícipes del proceso educativo. Sin embargo,
el gobierno siguió controlando la relación entre
los padres, la comunidad y la escuela. De hecho, hasta hoy día,
toda comunicación se canaliza a través de organizaciones
populares y es dirigida por personal político. El analista
educativo británico Mark Richmond encuentra que …el
sabor real del modelo educativo cubano se perdería si no
se mencionara la participación activa de toda la comunidad
para desempeñar una amplia y diversificada gama de tareas
y deberes educativos. Esta participación se canaliza a
través de varias organizaciones políticas y populares,
incluyendo el Partido Comunista Cubano, la Juventud Comunista,
los Pioneros, las Federaciones Estudiantiles, los Sindicatos,
la Federación de Mujeres Cubanas, los Consejos Escolares,
los Comités de Defensa de la Revolución, y los Órganos
Locales del Poder Popular. Esta participación popular ampliamente
difundida es un aspecto esencial del modelo educativo cubano,
ya que es una expresión vital del intento de hacer caer
las barreras entre la escuela y la sociedad.
Aunque Richmond no contiene su entusiasmo ante el componente de
acceso masivo presente en el modelo cubano, reconoce que puede
ser interpretado como “una receta de educación totalitaria”
o como de “liberación nacional”. Se decepciona
cuando descubre que, a mediados de los años ochenta, la
democratización de la educación no se estaba manifestando
en los procesos básicos de toma de decisiones locales.
En
estos años, con el objeto de contrarrestar el glastnost
soviético, el liderazgo lanzó una Campaña
de Rectificación y la fuerza coercitiva del estado cubano
una vez más reprimió a la población cubana.
El sistema educativo volvía a centralizarse.
Durante su tercera década, la imagen que la Revolución
cubana ofrecía al mundo indicaba que el sistema educativo
marchaba correctamente. El envío de brigadas de maestros
a Angola y a Nicaragua y de médicos e ingenieros a todo
el mundo presentaba al país como una potencia educativa.
Gracias al mantenimiento de su estrategia inicial de acceso masivo,
el alfabetismo era una realidad en el interior de la isla y la
escolaridad hasta el noveno grado estaba disponible para toda
la población.
Desde mediados de los setenta, más de trescientas mil tropas
cubanas pasarían por África, contando con todo el
apoyo militar soviético. Sin embargo, ya hacia 1985 la
dirigencia política reflejaba intranquilidad. La ayuda
económica estaba disminuyendo; las tropas estaban regresando
desde África y necesitaban puestos de trabajo. A finales
de los años ochenta, la admisión a la universidad
se redujo en 50% y los candidatos rechazados tuvieron que conformarse
con estudiar en escuelas vocacionales o técnicas. Para
Castro el problema era más político que económico.
Veía fallos en el producto ofrecido por las escuelas. La
pedagogía marxista no había sido suficiente para
crear al hombre nuevo, el cual debe cumplir los objetivos revolucionarios
y desarrollar la economía nacional. Castro esperaba que
más estudiantes fueran como Felipe Pérez Roque,
entonces secretario general de la Federación Estudiantil
Universitaria -FEU-, quien había declarado que “la
universidad es para los revolucionarios… El diálogo
ha de ser con la Revolución y para la Revolución.
Quien vaya más allá de esos límites no está
hablando con nosotros”. Castro quería que los estudiantes
universitarios fueran a las fábricas o al campo:
…un historiador –una profesión buena, interesante-
puede ser entrenado en un curso de lectura dirigida, pero ese
tipo de curso no es capaz de entrenar ni a un simple campesino,
ni producir un solo racimo de plátanos o cosechar una libra
de boniato, mientras que la iniciativa de Güira de Melena,
con 4.000 hectáreas de tierra, tiene 128 campesinos.
En última instancia, las palabras de Castro sobre la educación
revolucionaria combinan dosis de alabanza y castigo, lo que el
analista Jean-Pierre Beauvais ha descrito como “la más
notoria de las muchas contradicciones de la Revolución
cubana -una elevada conciencia política y una baja ‘conciencia
económica’ en las masas”.
El ojo crítico de Beauvais le permitió analizar
los logros y fallos del experimento revolucionario cubano, pero
un analista de tal amplitud intelectual no es fácil de
encontrar entre los que han visitado la isla a lo largo de décadas.
La mayoría de los analistas llega a la isla con una visión
predeterminada de una sociedad en vías de recuperar un
paraíso ante-colonial o de construir la sociedad marxista
que el Viejo Mundo no supo crear. La Revolución cubana
con frecuencia consigue ofrecer una imagen que disminuye los defectos
de su sistema educativo, presentándolos como aspectos que
serán superados mediante el empleo continuo de los métodos
existentes, hasta que una nueva generación internalice
su ideología.
La Educación en los años noventa Las condiciones
a partir de 1991, después del colapso de la Unión
Soviética, han puesto de manifiesto sin paliativos las
debilidades del mundo comunista y han reducido significativamente
la habilidad del régimen cubano para promoverse a sí
mismo. Algunos de nosotros caracterizaríamos el período
post-soviético como un retroceso; el gobierno implícitamente
también reconociéndolo así le llamó
“Período Especial en Tiempos de Paz”. La dirigencia
revolucionaria ha mantenido dos rasgos en su política educativa:
(1) continuar promoviendo el marxismo-leninismo, a pesar de las
cambiantes circunstancias en el país y en el mundo; y (2)
destinar alrededor de 10% del Producto Interno Bruto al sector
de la educación. En términos absolutos, el presupuesto
dedicado al área del conocimiento disminuyó en la
medida en que lo hizo el presupuestonacional, pero a partir de
1996 los gastos hechos en la educación han aumentado.
La pérdida de los subsidios soviéticos hizo disminuir
la inversión en servicios domésticos y obligó
al gobierno a legalizar la posesión de dólares norteamericanos.
El “Período Especial” arrojó como resultado
inmediato la reducción de materiales escolares y de textos;
algunos programas de apoyo, tales como el almuerzo escolar y los
proyectos de formación de adultos, fueron suspendidos indefinidamente.
La dolarización de la economía y la promoción
del turismo extranjero se cuentan entre las expresiones más
dañinas del “Período Especial”. El salario
promedio mensual de un maestro -350 pesos- es equivalente en el
mercado a escasos 12 dólares estadounidenses, lo cual contribuye
al abandono de la profesión; participar en la economía
turística proporciona el ingreso complementario necesario.
Es al menos irónico que el mayor logro de la Revolución
en materia educativa, la extensión real de su programa
a las áreas rurales, se haya visto fuertemente afectado
por la disminución del número de maestros. El campo,
donde existen menos probabilidades de ingresar en la economía
turística, sólo es atractivo para un maestro realmente
dedicado. De la misma manera que la economía dolarizada
atrae a los maestros y los aleja de su profesión, también
los estudiantes son apartados del camino del aprendizaje por las
ganancias que ofrece la economía turística.
Las políticas que hicieron posible el control gubernamental
de la educación y que arrojaron estadísticas favorables
en los primeros años de la Revolución comunista
se han convertido en espadas de doble filo. Aunque los daños
han sido minimizados por la naturaleza estructurada y controlada
del sistema educativo, su rigidez ha causado problemas. En primer
lugar, la ideología que impulsa al sistema rompe la relación
natural entre la familia y la empresa educativa; todo contacto
en este sentido debe ser tamizado por las estructuras oficiales.
Desde las guarderías infantiles hasta la educación
superior, el gobierno revolucionario promovió un sistema
educativo divorciado de la influencia directa del hogar, al tiempo
que enfatizaba la figura del Estado paternalista siempre dedicado
a proveer lo necesario para su pueblo. Aunque la Constitución
y la prensa proclaman que la familia debe involucrarse directamente
en la educación de los hijos, esta participación
tiene que canalizarse a través de organizaciones oficiales.
Durante el “Período Especial”, momento en el
que muchos educadores estaban abandonando la profesión,
la presión familiar que asegura la asistencia a clases
y el estudio estuvo ausente sobre los niños y también
sobre el sistema. El papel paternal del Estado además ha
originado efectos negativos en materia de asignación de
recompensas, campos de estudio y garantías de empleo para
los graduados. A pesar de que el Estado se ha adjudicado el proceso
tradicional de la toma de decisiones individuales y lo ha sustituido
por el planeamiento y la promesa de empleo, es incapaz de brindar
trabajo a muchos egresados de las academias. No es apto para combatir
la cambiante economía global, la legalización de
las transacciones en dólares y el crecimiento de una población
joven que ya no puede ser enviada a las guerras de liberación
en el Tercer Mundo, política adoptada en los años
ochenta.
El Ministerio de Educación de Cuba hace las veces de anfitrión
y copatrocina, cada dos años, junto con la Organización
de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) un relevante
congreso internacional simplemente llamado Pedagogía (seguido
de un fallido apóstrofo que indica el año; fallido
por ser incorrecto en castellano). El lenguaje empleado en estos
congresos de Pedagogía es cauteloso en el uso de la jerga
marxista, aunque en una de las reuniones más recientes,
Pedagogía’01, el Ministro de Educación expresó
que el embargo económico impuesto por los Estados Unidos
afectaba directamente a las aulas cubanas.
A pesar de las referencias al “Período Especial”
y a las limitaciones en materiales escolares, etc. que lo caracterizan,
Cuba no ha anunciado cambios en su plan maestro de educación.
La continuidad de estrategias y métodos puede sugerir apariencia
de éxito, ciertamente apoyado por las estadísticas.
Continua |